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Estado español :: 29/08/2014

El proyecto político de Red Roja

Red Roja Andalucia
Red Roja es consciente de que sus propios perfiles están en construcción. Es un reagrupamiento de comunistas procedentes de diversas tradiciones

Artículo realizado por Red Roja Andaluza para la Revista Laberinto.

"El comunismo no es para nosotros ni un estado que deba ser creado, ni un ideal ante el cual la realidad deba adaptarse. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado actual de las cosas" (Karl Marx, La ideología alemana)

“Dedicado a mi inolvidable amigo, valiente, fiel, noble luchador adelantado del proletariado, Wilhelm Wolf (...) Muerto en el exilio en Manchester el 9 de mayo de 1864.” (Karl Marx, El Capital)

I. Un homenaje previo a quienes se baten, a modo de Introducción

En primer lugar, queremos agradecer la oportunidad ofrecida por la Revista Laberinto, de la Universidad de Málaga, para exponer la línea política de nuestra organización. Antes de empezar, y precisamente por la importancia que hoy más que nunca toma el movimiento real en la práctica, queremos empezar esta exposición político-teórica rindiendo homenaje a todos aquellos que, poniéndose a menudo en peligro, se enfrentan a las agresiones perpetradas constantemente por el Estado capitalista contra los trabajadores y los sectores populares. En estos tiempos de agudización de la guerra social declarada por el capital, y cuando cobra fuerza nuestro lema de que la “indignación no basta”, queremos en concreto rendir homenaje a una de las últimas luchas exitosas: la del barrio burgalés de Gamonal.

Como es sabido, tras semanas de duras peleas en la calle, los vecinos de Gamonal forzaron al alcalde de Burgos a renunciar al pelotazo urbanístico que perpetraba junto al empresario corrupto Méndez Pozo. Pues bien, lo primero que interesa destacar de este movimiento real de lucha es que estamos ante un ejemplo contundente de las posibilidades de victoria del pueblo cuando este se organiza de forma consecuente y fuera de los cauces encorsetadores establecidos durante décadas.
Movilizaciones de solidaridad con la lucha de Gamonal en decenas de ciudades y pueblos del Estado, duramente reprimidas por la policía, lanzan un mensaje de solidaridad inequívoca, que reconoce esa lucha como propia.

Las rápidas y extendidas respuestas de apoyo que ha levantado la situación de Gamonal no sólo obedecen a la legítima lucha particular contra el Bulevar. Así, esta ha sido la mecha que ha prendido la rabia social acumulada ante las brutales consecuencias de la crisis y ante la impunidad del poder establecido.

No hay que olvidar que la crisis económica viene de la mano de una crisis de la propia organización obrera. Los movimientos populares aún tienen camino por recorrer para encontrar y materializar herramientas efectivas de lucha que tendrán que dejar atrás condicionantes morales 'bienpensantes' que tachan de terrorismo cualquier movilización que sobrepasa los límites del orden establecido.

La lucha de Gamonal y el impresionante eco de solidaridad que ha levantado contienen muchas enseñanzas de proyección general. Gamonal nos grita que no basta, efectivamente, con la indignación. El pueblo en lucha se aleja cada vez más de la legalidad institucional creada para aplastarnos y comprende, en sus propias carnes, que el motor del cambio está –en sentido literal- en la relación de fuerzas.
En concreto, que cuando la lucha alcanza determinado nivel en unos días, se consigue lo que no ha obtenido mediante semanas de movilizaciones tradicionales.

Gamonal nos ha dado grandes lecciones mediante el ejemplo. Ante tanto parásito burgués que se lucra de la explotación humana y ante una izquierda vergonzante que se esconde tras el concepto “ciudadanía”, este barrio reivindica con orgullo su condición obrera. Y nos explica por la vía de la práctica (el único criterio de la verdad), que dejemos de limitarnos a buscar argumentos legales para justificar nuestra lucha; que somos el pueblo y que, por lo tanto, tenemos toda la legitimidad para comenzar a recorrer el camino hacia el poder (1).

Pero si de homenajes ante luchadores prácticos se trata, cómo no rendirlos a todos esos hombres y mujeres revolucionarios que vienen sufriendo la represión política en el Estado español desde hace décadas, a menudo en el mayor de los aislamientos, cuando en buena medida no han hecho sino advertirnos acerca de lo que nos ha terminado por caer encima.

II. El surgimiento de nuestro proyecto

En un sentido más amplio, en el Estado español aún sigue pendiente la conformación de una organización comunista que, al tiempo que retome el hilo rojo, sepa responder a los retos que exige hoy la acumulación de fuerzas revolucionarias en el marco del Estado español, tanto en lo referente a la elaboración de la línea política como a la implementación de propuestas-respuestas organizativas en el seno de las masas. Ciertamente desde los mismos años 70 ha habido esfuerzos en este sentido, brutalmente reprimidos por el régimen del 78, pero en cualquier caso adolecían de límites que la sistematización de la experiencia acumulada en cuanto a la relación del movimiento comunista y la movilización de masas nos permite hoy superar en mejores condiciones.

En este contexto nace Red Roja. Red Roja no es un partido “al uso”. Lo demuestra que, aunque no se proclama ya “la vanguardia”, llega a agrupar a compañeros y compañeras que, creyendo en la necesidad de direcciones políticas partidistas, desarrollan mejor sus anhelos y espíritu precisamente partidistas en RR que en muchos partidos existentes que tienen ya “acabada” una posición histórico-ideológica y hacen de ella una condición sine qua non para la incorporación de su militancia.

En este sentido, Red Roja es consciente de que sus propios perfiles están en construcción. Es un reagrupamiento de comunistas procedentes de diversas tradiciones, en torno a un criterio común que expondremos más abajo. Además, Red Roja no niega la necesidad de un partido de vanguardia. Pero consideramos que esto es algo tan serio que no queremos “decretar el partido” antes de tiempo. En todo caso, consideramos el partido, paradójicamente, un punto de llegada, no de partida.

En nuestro entorno europeo occidental y en el centro del campo imperialista desde hace decenas de años requerimos de un desarrollo de la teoría revolucionaria para acertar a sintetizar la línea política más eficaz; que tendrá que tener en cuenta las experiencias tanto a nivel de masas como las derivadas del enfrentamiento de grupos revolucionarios con unos estados que ya no pueden ser simplemente etiquetados como propios de una democracia burguesa clásica. Basta con ver hoy la rapidez con la que nuestras “democracias burguesas”, en los propios “países desarrollados”, generalizan las disposiciones de represión preventiva (que antes aplicaban de forma selectiva) ante la salida a la calle de amplios sectores desesperados por los brutales efectos sociales de una crisis sistémica que no encuentra otra salida que mantener la tensión permanente de guerra imperialista en el exterior y de “guerra social” en el interior. Aún más se nos exige esta precisión de la teoría revolucionaria si no perdemos de vista cómo se ha desarrollado realmente la revolución mundial y la propia lucha de clases a nivel internacional y el papel que en ellas han jugado nuestros países. Y cómo esto realza la importancia relativa del proceso revolucionario en sí en nuestros marcos estatales más acá de la conquista del poder.

III. El triple criterio político de Red Roja

Red Roja hace tiempo que ha dejado claro que no va a esperar a tener sintonía total tanto en asuntos históricos como internacionales -o en lo referente a la lucha ideológica que atravesó el movimiento comunista del siglo XX- para comenzar a trabajar por la acumulación de fuerzas revolucionarias aquí y ahora en el Estado español. Bien al contrario, para impulsar este difícil trabajo de acumulación de fuerzas revolucionarias, y tal como hemos empezado a apuntar antes, compañeros y compañeras procedentes de diversas experiencias y sensibilidades hemos decidido reagruparnos en base al siguiente criterio político.

Red Roja es un reagrupamiento de comunistas de distintas tradiciones en torno a tres ejes, efectivamente, de carácter político, y no puramente ideológico o histórico, que son en breves palabras los siguientes: 1) la ruptura del régimen del 78, heredero del fascismo, con todo lo que ello supone en lo que respecta a depuración -no solo de los aparatos represivos, sino de todo el subsiguiente tinglado que integraron al régimen, como los propios aparatos sindicales de CC OO y UGT)- amnistía y derecho de autodeterminación nacional; 2) la conciencia de que la salida a la actual crisis solo puede pasar en la perspectiva del socialismo y nunca por un Estado del Bienestar o un “modelo social europeo” construido, en última instancia, sobre la base del imperialismo y la sobreexplotación del proletariado de otros pueblos; 3) un antiimperialismo -por decirlo así-“unilateral”, que no ponga el acento en juzgar los límites del agredido sino las intenciones criminales del agresor, y en nuestra responsabilidad especial por estar tan cerca de las bases agresoras, como única expresión real del internacionalismo proletario, y no apoyando por tanto jamás a “rebeldes” como los promovidos por el imperialismo en Libia, Siria o Ucrania.

a) La ruptura “en origen” con el régimen del 78

Hay que retroceder en el tiempo para comprender la importancia de romper con este régimen heredero del franquismo. Con toda una generación de luchadores aniquilada, pero forzado por una renovada movilización de masas, el régimen surgido de la contrarrevolución del 36 se ve obligado a superar su etapa franquista; lo que históricamente culmina en una homologación con los “Estados de contrarrevolución preventiva” imperantes en el campo imperialista circundante, cuya represión política se enmascara en nombre del “antiterrorismo”. A este proceso se le denomina “transición democrática”, y corren al respecto ríos de tinta que diseñan una mitología aceptada también por los supuestos “comunistas”. Y todo esto, a pesar de que las élites políticas, militares, policiales, judiciales y económicas del franquismo permanecieron y permanecen en el poder. Será en nombre del antiterrorismo que a partir de entonces los revolucionarios y comunistas que no entraron por el aro de la Traisición sufrirán una represión más selectiva que les hará pagar con cárcel y hasta con sus vidas.

La justa lucha por la Memoria Histórica debe incluir, pues, la de las propias luchas que se dieron en los años de la Transición. Una memoria, que aún hoy sigue siendo muy presente en cuanto a sus consecuencias, incluidas las que todavía se sufre en términos de represión por parte precisamente de quienes no entraron por aquel aro. Pues, como ha escrito Alfredo Grimaldos, “al final, no hay ruptura, ni corte histórico, ni depuración de los aparatos represivos” [.....] “Con la aquiescencia de los políticos opositores, se corre el telón sobre las innumerables víctimas del ilegítimo régimen surgido del golpe militar del 18 de julio de 1936”.

Actualmente ciertos sectores del reformismo están escenificando cierto “desencanto” ante la “ruptura del pacto constitucional”. Este tardío “querer tomar distancia” de algunos aspectos de aquella “maniobra reformista” se da mientras persiste el intento mayoritario de legitimación de la Transición, otorgándole incluso el calificativo de “ejemplar”. De hecho, siguen siendo recurrentes los llamamientos a una segunda Transición, ya sea para renovar el “consenso perdido” perdido de la primera, ya sea como “solución” (poco creíble) para sacarnos del estado de crisis en el que nos encontramos.

Así sucede cuando se habla de “contrato social que se ha roto”, como si el criminal sistema de concertación que parió la Traisición no fuera condenable en origen. Nosotros no denunciamos la ruptura de ese contrato, sino el contrato mismo.
Hay demasiados revolucionarios (e incluso no pocos activistas de las movilizaciones de masas) que han sufrido y continúan sufriendo las consecuencias de ese “contrato”. Y si ahora no entra en el “cálculo político electoral” la denuncia en origen de la Transición con todo lo que esto conlleva, al menos es nuestro deber presionar para facilitar que se creen las condiciones para ello. Los represaliados políticos en el Estado español están hartos de esperar décadas de infamia.

b) La salida socialista, y no con tintes socialdemócratas, a la crisis

Desde Red Roja enmarcamos nuestra contribución en la historia del movimiento comunista internacional y, específicamente, en la experiencia en el Estado español, retomando el “hilo rojo” en diferentes planos. En este sentido, y en tiempos de profunda crisis sistémica del capitalismo y gravísimas agresiones a los pueblos, más que nunca debemos reivindicar con orgullo –más allá de legítimos debates internos- la historia revolucionaria de nuestro movimiento comunista. Y ello a distintos niveles: en primer lugar, por los innegables logros sociales alcanzados por aquellos países que a lo largo del siglo XX optaron por la edificación de una sociedad socialista. En segundo lugar, por nuestros ejemplos de organización y de creación de Poder Popular sin comparación posible con otras corrientes ideológicas que se han dado en el movimiento obrero. Y en tercer lugar, por el ejemplo de conquista de derechos y de consecución de reformas ante una burguesía internacional que llegó a perder la iniciativa en numerosas ocasiones.

Desde los principios del internacionalismo proletario, es necesario desmitificar el llamado “Estado del bienestar”, vuelto a poner de moda por el actual reformismo neokeynesiano español. Para explicar esta idea extraeremos unos pasajes del artículo “Por una comprensión crítica del modelo social europeo” (2), escrito ya en el año 2005. La suerte histórica del “modelo social europeo” está estrechamente ligada a la lucha de clases internacional revestida de una lucha de sistemas. Esto puede verse en que, precisamente, la caída del Muro de Berlín ha contribuido a poner al descubierto la verdadera faz del capitalismo, no ya en los países del Este, sino también en los países occidentales desarrollados.

El capitalismo no cuenta con una doble naturaleza; no tiene más que una que se adapta a los diferentes escenarios. La defensa del “modelo social europeo” es doblemente contrarrevolucionaria, en la medida que embellece el capitalismo y simultáneamente deja en el olvido su propio carácter imperialista. No puede olvidarse que la relativa calma que siguió a la Segunda Guerra Mundial en lo que se refiere a crisis agudas en el primer mundo –por tanto, en Europa- sobrevino tras una destrucción bárbara y masiva de personas y medios de producción, lo que contribuyó a asegurar el crecimiento posterior. Éste se logró también al precio de exportar la crisis del interior del sistema al tercer mundo o a los países llamados cínicamente “en vía de desarrollo”. Pero no sin transformarla más severa a nivel mundial.

Así pues, este modelo social europeo no puede separarse de su carácter imperialista.
Para extender este mito del “Estado del bienestar”, se ha debido ocultar que las concesiones en las metrópolis del “primer mundo” están estrechamente ligadas a la sobreexplotación histórica de las colonias y de las neocolonias. Ha sido esta explotación (industrial y financiera, a través de una mano obra mal pagada y sin derechos, el robo de las materias primas, la deuda externa, etc.) la que ha financiado, en última instancia, la “economía social de mercado” en Occidente. Ha habido históricamente una redistribución internacional de salarios entre los explotados, a resultas de la cual, una parte de éstos en Occidente (y todavía más, un sector de las “clases medias”), beneficiándose objetivamente de la sobreexplotación de sus equivalentes en el tercer mundo, ha venido prestando orejas al discurso reformista y a los cantos de sirena sobre la posibilidad de “vivir bien” en el capitalismo. Es sabido que normalmente el “nivel de vida” medio de un país se calcula dividiendo el PNB (Producto Nacional Bruto) sólo por el número de habitantes de ese país.
Pero si en el numerador del índice correspondiente a los países del campo imperialista se dedujera toda la riqueza expoliada en los países “dependientes”, y en el denominador se añadieran todas las personas de estos países que de una u otra manera han contribuido a la riqueza occidental mediante salarios de miseria, entonces, el “nivel de vida” garantizado por las economías del campo imperialista disminuiría a tal punto que se tornaría irreconocible.

El caso es que en Occidente, y sobre todo durante los “treinta gloriosos”, se ha perdido de vista el verdadero proceso mundial de la explotación capitalista; un sistema que no ha conocido período alguno de su historia mundial sin miseria, hambre, opresión y represión.

c) Un antiimperialismo que ponga el acento en los crímenes del agresor

Igualmente se requiere una reflexión actualizada de nuestra particular responsabilidad mundial a la hora de forjar un movimiento comunista revolucionario en nuestros marcos estatales más allá (o mejor dicho, más acá) de la toma del poder. En ello tenemos responsabilidades de debilitamiento, de obstáculo a las agresiones que “nuestras” oligarquías y Estados imperialistas ejercen en los países del campo histórico del colonialismo y del neocolonialismo, muchos de los cuales comenzaron sus procesos de liberación en una perspectiva socialista.

Por poner un ejemplo concreto, en la medida de nuestras posibilidades, y sin necesidad previa de ir incólume de dudas acerca de la “calidad” de los sistemas de los países agredidos, apoyaremos las Plataformas contra la Guerra Imperialista, no tanto para ensartar declaración tras declaración, sino para la realización de actos en la calle. Hemos de trabajar por la formación de comités antiimperialistas con dos primeros grandes ejes: la solidaridad con los procesos hermanos abiertos en América Latina y contra la intervención imperial y sionista ya en curso o en ciernes en Oriente Medio.

Hemos de materializar, en fin, nuestras convicciones antiimperialistas sin complejos. Y con ese mejor Hegel que nos recordaba Marx, en todo este asunto de verdadera urgencia, consideremos más error no hacer nada por temor a equivocarnos que equivocarnos actuando. Los verdaderos responsables de las agresiones imperiales los tenemos a dos cuadras.
Nadie podrá hacer por nosotros lo que sólo a nosotros nos corresponde.

Concretando aún más nuestro ejemplo, no es de recibo que se repita la pasividad militante occidental que se ha dado ante la agresión a Libia. Esta pasividad ha estado alimentada por falsos debates acerca de la pureza revolucionaria o antiimperialista de países que, por estar en la periferia del sistema, nunca podrán dejar de arrastrar los límites que ello conlleva. Y aún más grave: mientras que en esos debates se ha manejado informaciones sin contrastar, utilizadas e inventadas por las agencias del enemigo imperialista para legitimar su agresión neocolonial, se han estado despreciando informaciones sobre el estado real de la situación social en Libia que ayudaban a hacerse una idea del indignante paso atrás en que se ha sumido a su población.(3)

Estamos convencidos de que, aun con Gadafi muerto, la resistencia libia proseguirá, como prosiguen las resistencias en Afganistán, Iraq o Palestina. Desde Red Roja no podemos por menos que reivindicar el legítimo derecho a la resistencia armada de los pueblos contra el invasor imperialista y sus mercenarios.

*

Este triple criterio expuesto se constituye en nuestra seña de identidad principal en la medida en que es el que nos guía en nuestro trabajo actual de agrupación de comunistas. No obstante, no sólo no obviamos la importancia de los otros asuntos sino que, como pertenecientes a un movimiento internacional y de clase, y asumiendo la obra comenzada en la Revolución de Octubre con su prolegómeno de la Comuna de París, pretendemos que una segunda seña de identidad nuestra sea la de contribuir a fomentar el insoslayable debate histórico-teórico dentro del movimiento comunista. Y donde puedan expresarse y contrastarse las diferentes ideas y posiciones, aunque insistiendo en que este debate no sea un obstáculo para realizar las tareas revolucionarias que ya urgen en el Estado español y que no dependen en lo inmediato del plano en que esa discusión se desarrolle. En relación con esto, ciertamente rechazamos la forma polar y esquemática en que a menudo se ha desarrollado ese debate histórico-teórico-ideológico y lo vemos contraproducente.

Finalmente una tercera seña de identidad ha de ser la de que Red Roja ofrezca un marco para la formación teórica e ideológica, donde la militancia avance en la comprensión profunda del marxismo, al tiempo que se forje en su preparación para dar la batalla en la superación de otras contradicciones que no son sólo la del trabajo-capital sino las de género o la de la opresión patriarcal. Una batalla que es inaplazable y que debe darse cotidianamente y en el seno mismo de las organizaciones revolucionarias.

IV. El concepto de la dualidad organizativa

En los tiempos recientes, asistimos a una proliferación de plataformas y de intentos de reagrupamientos autosituándose, como mínimo, a la izquierda de un PSOE que no “levanta cabeza” en el contexto general de la persistencia de la crisis socio-laboral y de un marco de movilización e indignación contra las medidas anticrisis. Desde un punto de vista político-organizacional, surgen en clara disputa contra una IU incapaz de canalizar y liderar la indignación social mientras coquetea con el PSOE y sindicatos oficialistas en la Cumbre Social, participando además en gobiernos autonómicos responsables de “recortes sociales”. En cualquier caso, es una IU que espera una subida electoral ante el desprestigio del PP y del PSOE. Y es, en este sentido, que se han disparado las alarmas en diferentes organizaciones de la llamada izquierda radical (IA, EQUO y hasta en grupos que promocionan el Frente Cívico sin dejar IU).»

El carácter oportunista organizacional de estas iniciativas -que encubren mucho deseo de “vanguardismo” vergonzante tapado de invocaciones a las bases, a la “horizontalidad”, en definitiva, adoptando de forma seguidista (lo peor) del “quincemismo”- han hecho, tal como augurábamos, que estas iniciativas llenas de confusión tengan un recorrido muy corto. Efectivamente, la proliferación de propuestas de este tipo, que coinciden en pretender agrupar al 90% de la población (o más), siembran no poca confusión.
Máxime cuando cada una busca avales de militancia y de reconocidas figuras que se repiten aquí y allí.

La última de estas iniciativas se llama “Podemos”. Es evidente que aquí también hay mucho de oportunismo organizacional “protagonizador”. Máxime cuando, si se va a los contenidos, cuesta ver diferencias reales entre todos estos movimientos.
Y cuando, además, todas siguen invocando la necesidad de poner el acento en la “horizontalidad” y en “dar respuesta a las nuevas formas de protesta”.

Pero Red Roja no se queda en la crítica, digamos negativa, a estas iniciativas. Les da una explicación histórico-política y comprende la necesidad de hacer todo lo posible para impulsar una movilización de masas que favorece la brutal agresión del capital en curso. En este sentido, para Red Roja es fundamental entender la importancia de desarrollar una línea de masas para salvar la distancia que, actualmente, separa a la línea revolucionaria de la “gente en general”. Por desgracia, aún se está lejos de haber entendido suficientemente el principio de la dualidad organizativa al que tenemos que enfrentarnos los comunistas: cómo organizarnos nosotros de forma autónoma (donde los principios políticos definen el criterio de agrupación más que el número) precisamente para influir e incidir el máximo posible en la movilización política entre las masas a partir de sus propias y multidiversas situaciones particulares.

Todo el razonamiento que sigue está extractado del artículo “Línea revolucionaria y referente político de masas” (4), de Vicente Sarasa. Para que los comunistas acometamos correctamente la dura tarea a la que nos enfrentamos –contribuir al movimiento práctico para que este supere sus propios límites- es necesario primero saber insertar en la revolución mundial por el socialismo el particular proceso revolucionario que “nos toca” desarrollar en nuestros marcos estatales de actuación. Lo esencial para preservar nuestra independencia de clase radica en no perder de vista que principalmente pertenecemos a un movimiento comunista internacional y que secundariamente participamos en un marco estatal o nacional concreto. Al tiempo, es esto también lo que nos posibilita unir dialécticamente los principios con la obligación de hacer avanzar el movimiento comunista desde la situación en que nos encontremos. Desde luego que lo que hagamos en nuestro marco de actuación debe supeditarse y proyectarse a favor de los intereses del proletariado internacional visto en su conjunto, de quien somos un destacamento y ante quienes nos debemos fundamentalmente.

La fórmula que en el marco de Red Roja estamos sintetizando para afrontar dicha contradictoria tarea estratégica es, como hemos adelantado, la dualidad organizativa, que distingue el plano de “acumulación de comunistas” del de la “acumulación entre la gente”. La consideramos la base para inmunizarnos contra la tendencia a rebajar nuestros planteamientos de principio generales, a largo plazo, en aras de acumular “más gente” aquí y ahora. A la vez, nos permite afrontar sin complejos y de forma flexible la tarea de encontrar en el marco concreto en que nos situamos las fórmulas políticas y organizativas que hagan avanzar lo máximo posible un movimiento político-práctico real de las masas que vaya en contra objetivamente de los intereses del enemigo de clase, del sistema capitalista, por tanto, que trabaje por la revolución. Y ello, a pesar de las “defectuosas” proclamas y límites de todo tipo que pueda portar ese movimiento práctico.

Es verdad que, a menudo, desde las filas comunistas, para ser “más numerosos entre la gente” se ha procedido a rebajar la calidad de nuestros presupuestos de principio. Al final, lo que se consigue es que para ser más, sencillamente… se deja de ser; o se reproduce en nuestras propias filas muchos de los vicios de nuestro contrario de clase, entre ellos, la politiquería. El principio de la dualidad organizativa consiste en llegar al máximo de gente sin que paradójicamente hagamos del número lo principal en el plano superior de la organización específica de los comunistas. De ahí que podamos incluso decir: “para sumar en un plano, lo primero que tenemos que aprender es saber restar en el otro”.

Si bien, en nuestra relación con las masas, no debemos utilizar nuestros criterios específicos para “acumular comunistas”, tampoco debemos importar a nuestro plano específico de organización los criterios necesariamente “laxos” de acumulación entre la gente de las masas populares.

En consecuencia, debemos partir de la necesidad de desarrollar el movimiento por el comunismo que sea posible en cada sitio y momento independientemente del número que agrupemos, basándonos en la desigual importancia de este, del número, si se tiene en cuenta el papel llamado a jugar de cada proceso en la lucha conjunta contra el sistema capitalista internacional. Es a partir de ahí que se valora la “mera” existencia de un movimiento revolucionario por el comunismo en el centro del mismo sistema aunque no tenga el poder al alcance de la mano; y cómo debemos ligarlo al desarrollo de un movimiento antiimperialista, dada nuestra responsabilidad internacional de debilitar y contrarrestar tanto la “producción en origen” de las agresiones imperiales como la exportación al llamado “Tercer Mundo” de sobreexplotación por parte de las multinacionales con sede en nuestras metrópolis.

Concretamente en lo que respecta al ámbito estatal en el que nos movemos, y en lo referente al plano superior de desarrollo del movimiento comunista que estamos ahora tratando, desde Red Roja se viene lanzando una línea de reagrupación de comunistas, como hemos expuesto más arriba, en base a una serie de criterios políticos actuales. Y ello, al tiempo que llamamos a asumir ante nuestro pueblo -en busca de alternativas a la guerra social declarada por el capitalismo- el rico legado de experiencias de construcción del socialismo desde la Revolución de Octubre. Es a partir de esa asunción, como decíamos arriba, que deberíamos ser capaces de canalizar el legítimo y necesario debate sobre la suerte corrida por nuestro movimiento sin que la reproducción de viejas batallas internas se conviertan en sectarismos político-orgánicos que nos impidan estar a la altura de las graves circunstancias históricas que vivimos.

Ya en el apartado anterior hablamos del triple criterio de reagrupación de comunistas que proponemos en el marco del Estado español donde se establecen las líneas mínimas (en lo referente al programa político-económico, la cuestión del poder y el antiimperialismo-solidaridad internacionalista) y que a los comunistas en nuestro ámbito de actuación nos comprometen y engarzan con la revolución mundial por el socialismo. Y es en base a se criterio por lo que nos tendremos que distinguir claramente ante nuestro pueblo, independientemente del grado de seguimiento de masas que tengamos. Esto implica un trabajo sistemático de propaganda en tanto que comunistas por más minoritario que pueda resultar en algunos aspectos, y al que no hay que renunciar bajo ninguna circunstancia.

Pero hemos de tener muy en cuenta lo que venimos señalando acerca de que las masas aprenden y elevan sus propios compromisos político-ideológicos, sobre todo, en la movilización. Y cómo esta, la movilización, está llamada a jugar actualmente un papel relativo aún más importante en comparación con los discursos (por certeros que estos sean) tras la propia crisis del comunismo, que ha dificultado que grandes sectores no hayan roto con la ideología burguesa ni con la intoxicación de sus medios de prensa.

Pues bien, una oportunidad de movilización de millones de trabajadores y sectores de la población es la que actualmente se está dando con la crisis profunda que viene afectando al mismo centro del sistema. Una crisis que no sólo posibilita una movilización política de la gente en general, sino un debilitamiento de los propios aparatos del estado y una fragilización de la misma unidad entre capitalistas tanto a nivel internacional como nacional o estatal.

A partir de ahí, los comunistas tenemos que encontrar los contenidos, lemas y contribuir a dar con las formas organizativas para intervenir lo más eficazmente en las movilizaciones surgidas a consecuencia de la actual crisis a fin de que, desde la diversidad en la que se dan, se proyecten realmente hacia la resolución de la crisis capitalista en clave popular.

V. La necesidad de un referente político de masas

El establecimiento del referente político que actualmente impulse las movilizaciones de masas en una proyección revolucionaria -por tanto, que neutralice las falsas salidas tipo “Cumbre Social”- ha de basarse en la contradicción principal que está moviendo actualmente “la calle” en el Estado español.

Tal como Red Roja recoge en uno de sus últimos Informes de Coyuntura (9/12-2/13), lo que realmente está antagonizando la situación político-social en este país es la imposibilidad del Estado capitalista de satisfacer las demandas de tantos sectores afectados por los recortes, por no hablar ya de todos los que ya venían siendo atacados por una degradación socio-laboral que comenzó bien antes del estallido “oficial” de esta crisis y que esta pone aún más en evidencia. Por tanto, podemos decir que la contradicción más movilizadora hoy es la establecida entre, por un lado, la política estatal de recortes en el contexto de las directivas imperialistas europeas y de pago de la deuda ilegítima y, por otro, la inmensa mayoría de los sectores de la población trabajadora e incluso de sectores intermedios y de la pequeña burguesía.

Sin embargo, la política de la Cumbre Social, en el mejor de los casos, pone en cuestión la austeridad del PP pero no la política estatal de recortes consagrada en la Constitución (más allá de alguna que otra concesión demagógica puramente electoralista de gente proveniente de IU, entre otras cosas, para sortear las críticas desde la izquierda radical). Como últimamente estamos recalcando, la Cumbre Social persigue “utilizar la degradación de lo Social para, de nuevo, situar en la Cumbre al PSOE” y sus aledaños de la “casa común de la izquierda” y seguir gestionando las prebendas del poder de los capitalistas sin intención alguna de “desencumbrar” a estos.

De ahí, que los comunistas debamos intervenir en todos los marcos de lucha abiertos con la defensa intransigente de una línea de demarcación que comienza por el no pago de la deuda por ilegítima.
Esto hila naturalmente con la puesta en cuestión de todas las instituciones imperialistas europeas que encubren su política criminal bajo la engañifa de las “directivas de Bruselas por la integración y homogeneización de la UE”. Pero, además, una política a favor de los intereses populares no puede hacerse sin la creación de una banca pública como contrapunto de la expropiación de la banca privada que está en el origen inmediato de la crisis y a la que van cientos de miles de millones de “ayuda pública” negando, por cierto, ese discurso antiintervencionista del Estado en la economía con el que nos han estado tanto tiempo machacando. Si a esto le añadimos que este sistema de apropiación privada en la banca tiene paralizada toda la actividad productiva, es fácil asumir que esa banca pública se tendrá que poner al servicio de una planificación democrática de la economía que satisfaga necesidades de “uso” y no de “beneficio”, para poner ir poniendo fin al desastre al que se nos ha conducido.

Por tanto, a partir de la línea de demarcación establecida por el

·NO AL PAGO DE LA DEUDA POR ILEGÍTIMA

iremos acompañando a las masas en la asunción progresiva de los siguientes puntos:

·SALIDA DE LAS INSTITUCIONES IMPERIALISTAS EUROALEMANAS

·EXPROPIACIÓN DE LA BANCA-CREACIÓN DE UNA BANCA PÚBLICA

·PLANIFICACIÓN DEMOCRÁTICA DE LA ECONOMÍA

Todo ello se constituyen en hitos del referente político para llevar a todas las luchas populares y que actualmente son susceptibles de ser abrazados por grandes sectores.

Evidentemente, si ya la propia lucha por defender conquistas y derechos parciales y sectoriales está siendo respondida por una represión cada vez más intensa y masiva, la lucha por estos objetivos mayores del referente político no puede sino confrontarse a una exacerbación de la lucha de clases y a más represión por parte de los aparatos del estado e incluso de la proveniente de las clases dominantes más allá de la “represión legal”. En este sentido, es claro que esto politiza aún más el contenido del referente político y nos lleva directamente a la puesta en cuestión del régimen de contrarrevolución preventiva que se parió con la Transición.

-Rechazo al régimen de la Transición, con lo que ello implica de exigencia de depuración de los cuerpos represivos y de reivindicación del proceso de RUPTURISMO DEMOCRÁTICO que se escamoteó durante aquellos años.

No hemos tratado, ni mucho menos, de cerrar el referente político que habría que proponer por parte de los comunistas, sino de “engarzar” dialécticamente su necesidad con el desarrollo de la línea revolucionaria por el socialismo; y de concretar aquellos puntos que representan la línea de demarcación para que ese referente político esté en disposición de proyectarse de forma revolucionaria y se aleje de toda salida que no represente un cuestionamiento del poder capitalista.

Así pues, un referente político como el aquí esbozado es el que se nos plantea llevar a todas y cada una de las luchas particulares que se suceden, al tiempo que nos implicamos lealmente en la defensa de las reivindicaciones sectoriales y concretas que en cada momento se trate. Para ello, es necesario la conformación de bloques críticos de intervención.

VI. La necesidad de cambios en el movimiento obrero y su relación con la lucha social en curso.

En este contexto de degradación socio-laboral y de incremento del autoritarismo empresarial sin límites, el movimiento obrero organizado que se necesita no puede circunscribirse a defender sólo a una parte minoritaria y cada vez más pequeña de la clase obrera -las trabajadoras y los trabajadores con derechos y salarios relativamente altos- contra la ofensiva capitalista, como vienen haciendo CC OO y UGT.

En realidad, desde hace mucho tiempo, pero ahora aún más, es preciso hacer frente a los siguientes hechos cruciales: la inmensa mayoría de la clase obrera no está organizada; la mayor parte de la clase obrera está desempleada o tiene un trabajo precario; las sucesivas contrarreformas laborales han llevado a la lucha sindical a la indefensión más absoluta y a escenarios de verdadera clandestinidad. Para desarrollar esta idea, tomaremos unos pasajes de la declaración “Acerca de la necesidad de cambios fundamentales en el movimiento obrero” (5), publicada por Red Roja con fecha de 12/12/2013.

El sindicalismo en su forma actual está abocado a su destrucción, y lo que es más grave, a la derrota de la clase obrera por el capitalismo... a menos que se lleven a cabo cambios fundamentales. De hecho, ni siquiera sería suficiente que el sindicalismo en su formato actual fuera más combativo, rechazara el Pacto Social y se negara a la colaboración de clase. Eso es condición necesaria pero no suficiente para la reconstrucción del movimiento obrero en el Estado español.

La persecución a todo sindicalismo por parte de la patronal, especialmente ante los intentos de organización y movilización en aquellos sectores donde se intensifica la explotación y el empleo precario (sobre todo en el llamado “sector servicios”, cada vez más predominante en España y cada vez más proletarizado) es progresivamente mayor. El despido es casi seguro para quien inicia alguna protesta.

Además, se da una imposibilidad práctica de conseguir victorias, con la consiguiente extensión de la moral de derrota. Las duras y ejemplares luchas que se realizan, como la de limpiezas y jardines en Madrid (considerada legítimamente victoriosa), apenas alcanzan a reducir o, en el mejor de los casos, anular los despidos, mientras se imponen rebajas salariales y/o alargamientos de jornada.

La corrupción y las traiciones frecuentes de las burocracias sindicales son aprovechadas por la ideología dominante para desanimar cualquier tipo de organización, constituyéndose en el más poderoso arma de destrucción masiva de la conciencia y la organización de clase.

Debemos tener claro que la unidad es nuestra única fuerza. Y además hay otra cosa fundamental: que dicha unidad ha de expresarse a nivel de clase, más allá de la empresa o del sector de la producción. De hecho, en ocasiones, las movilizaciones y la presión sobre la patronal pueden realizarse -y en muchos casos constituyen la única posibilidad de ser llevadas a cabo- por compañeras y compañeros de otras empresas o del barrio. Ante la estrategia de criminalización y represión por parte del capital y los gobiernos, es vital que la solidaridad atraviese las puertas de las empresas.

A medida que se profundiza la crisis capitalista, mayor y más clara es la lección que van obteniendo las trabajadoras y los trabajadores tras cada lucha: que estamos en un callejón sin salida y que, en suma, seguiremos en él mientras no destruyamos el capitalismo. En base a esto, los Comités Contra la Crisis que comienzan a surgir en algunos lugares responden antes que nada a la obligación del movimiento obrero de relacionarse correcta y eficazmente con el movimiento político-social que hoy alimenta la profunda crisis capitalista que padecemos. En este sentido, son la concreción en los centros de trabajo de un embrionario poder popular llamado a desarrollarse también en los centros de estudio y, principalmente, en los barrios. Responden al estadio actual de crítica obrera y popular hacia lo que está ocurriendo y a la necesidad de pasar de la mera indignación a la organización de la misma para que tome fuerza, eficacia y, en definitiva, proyección de victoria.

De ahí que algunas características claves que tienen estos comités sean que los trabajadores integran los comités obreros independientemente de si están afiliados o no, o a qué sindicato. Además, son organizaciones que van más allá de la empresa o del sector. Se estructuran a nivel de clase. Por ejemplo, se da el caso de que el comité obrero surgido en una determinada empresa vaya a explicar la situación en la que están y sus luchas a un instituto en el que se ha constituido recientemente otro comité.

Además, estos comités tienen una clara dimensión política común, identificando el pago de la deuda impuesta por la UE y la oligarquía financiera euro-alemana a los pueblos de la periferia europea como el responsable directo de la actual destrucción de derechos laborales y de prestaciones sociales. Asimismo, denuncian las estrategias de las burocracias sindicales y el colaboracionismo de clase impuesto desde la Transición, causas internas principales de la particular debilidad y desestructuración del movimiento obrero.

En general, los Comités contra la Crisis surgen con voluntad decidida de integrarse con las luchas y la solidaridad obrera y popular. Por lo tanto se articulan en el centro de trabajo, en el centro de estudio o en el barrio... siendo este último el crisol en el que se funden todos ellos. Red Roja está colaborando decididamente a crear estas nuevas estructuras porque está convencida de su necesidad y porque es lo que la gente está demandando a gritos para superar el descrédito de los sindicatos tradicionales, la dispersión del sindicalismo alternativo y reconstruir la unidad de clase mucho más allá de la mera lucha sindical, a fin de que sean eje de la unificación de las más amplias luchas populares y les dé la necesaria contundencia.

No obstante, debemos efectuar un matiz necesario. En "Socialismo y pueblo", un fanzine editado por Red Roja Andaluza, se adelantaba ya la tesis de que la línea sindical necesaria no se circunscribe a los sindicatos alternativos realmente existentes.
Ahora bien, que no se circunscriba ahí no significa que no tenga la posibilidad, en ciertas circunstancias, de "partir" de ahí.

De hecho, el Comité Contra la Crisis en el ámbito obrero no es una “línea sindical alternativa”. El CCC no enfrenta la contradicción fundamental (capital/trabajo) como otras propuestas existentes y que aspiran a proyectos diferentes (que podrían existir ahora o dentro de 50 años), sino la contradicción principal en este momento concreto de crisis (recortes para pagar la deuda/ amplios sectores populares, no sólo obreros, afectados por la crisis), que es la que puede movilizar a la población. Además, y por lo que precisamente se acaba de decir, el CCC va más allá del campo laboral, es más “universal”, está en otro plano, se articula desde los barrios. No pretende “competir” en el terreno sindical porque, de hecho, en ese terreno sería... menos “elevado” que otras opciones.

El CCC es una solución a un periodo excepcional. Podríamos decir que es el paso anterior al soviet, pero responde a una necesidad histórica en una época en la que las masas aún caen en el reformismo, no sobrepasan la mera exigencia y disputan el poder político, en definitiva, no ponen en cuestión el sistema. El CCC es la concreción del poder popular hoy día, sin “calco ni copia”, pues no tendría posibilidad de existencia en la circunstancia de hace 10 años por ejemplo. Forma parte de ese “acompañamiento” de la gente desde posiciones no rupturistas hasta la línea revolucionaria; es un instrumento que va salvando la distancia que hoy día separa a los grupos revolucionarios del pueblo.

VII. Algunas cuestiones de teoría y práctica histórica que afectan a nuestro movimiento.

Para Red Roja, la contradicción entre capital y trabajo no es la única existente. La cuestión nacional o la de género deben tener su propio tratamiento. Sin embargo, no todas estas contradicciones pueden ponerse en el mismo plano histórico-teórico. La contradicción entre capital y trabajo es la contradicción “axial”, la que modula a todas las demás. El socialismo es la condición necesaria para que todo el resto de contradicciones puedan ser resueltas.

Además, el sujeto revolucionario está conformado por la clase trabajadora realmente existente hoy día, y que, junto a los tradicionales batallones industriales obreros, incluye a precarios, parados, trabajadores del llamado “sector servicios” y de la hostelería, jornaleros del campo, pequeño campesinado y un largo etcétera donde mención especial hay que hacer a la población inmigrante. En realidad, al tiempo que no se pierde la importancia de los batallones obreros de la producción, se trata de retomar el concepto de proletariado o de proletarización de la sociedad, independientemente del grado de conciencia social y política que se tenga de ello.

Nos referimos a tener en cuenta que son muchos los sectores que no pueden encuadrarse en la clase obrera clásica y que, sin embargo, sólo dependen de la venta de su fuerza de trabajo, y que con la movilidad social hoy existente (contrapunto del grado brutal de concentración de la riqueza y de la propiedad capitalista) sólo pueden sobrevivir –aún más en tiempos de crisis sistémica que destruye los sectores intermedios de asalariados -en la perspectiva de la “condición obrera”, estando pues objetivamente interesados en la propia planificación socialista incluso a corto plazo.

*

Queremos aprovechar para introducir, aunque sin la profundidad requerida, determinados debates que ya hemos iniciado y que consideramos necesarios para el desarrollo del movimiento comunista. Seguiremos, a partir de este punto, fragmentos del artículo “Acerca de la teoría marxista sobre el desarrollo de los principios políticos en su relación con la práctica” (6), de Vicente Sarasa.

Naturalmente, para una mejor comprensión sería necesaria la lectura del texto completo en la fuente.

Hace poco, en el marco organizativo de Red Roja ha habido ocasión de incursionar en el plano estrictamente teórico de nuestra concepción del mundo al cuestionarse la pertinencia de las denominaciones con las que, históricamente, variadas corrientes políticas comunistas han dado en “actualizar” al marxismo echando mano del “guionismo”: marxismo-leninismo, marxismo-leninismo-maoísmo, etc.

Así, en su último encuentro estatal, Red Roja ha llegado a plantear que "como organización comunista, [nos reivindicamos] evidentemente tanto del marxismo como del leninismo, y no [hacemos] de esta doble condición mayor problema en el plano de la lucha política", pero considera que incluso "el advenimiento en su día [del] primer guión intermedio [el del mismo marxismo-leninismo] no ayudó a la comprensión dialéctica de la propia teoría marxista y está en la base del esquematismo o etapismo y del dogmatismo".

Seguidamente en ese mismo documento se avanza al respecto una argumentación teórica con la clara pretensión de sustentar que no estamos ante un simple problema de utilización de términos sino ante la misma cuestión de la comprensión profunda del marxismo: "En realidad, en el terreno estrictamente teórico, bastaría con llamarnos marxistas, porque el marxismo incluye su propio desarrollo sin necesidad de añadir etapas o ‘pensamientos principales’. Al tiempo, la propia teoría marxista nos enseña que ella no sólo es incompleta desde el punto de vista teórico (es decir, siempre es ampliable y precisable en base a la práctica), sino que jamás puede recubrir (ni lo pretende) completamente la riqueza de la propia práctica política, no ya para analizar un fenómeno concreto, sino para caracterizar las diferentes formaciones socio-económicas en sus propios desarrollos y transformaciones históricas."

No es cuestión pues de ir añadiendo etiquetas a la denominación marxista (marxismo-leninismo, marxismo-leninismo-maoísmo, marxismo-leninismo-maoísmo pensamiento principal) por cada problema o conjunto de problemas nuevos que se planteen. De lo que se trata aquí es de comprender que “el conocimiento es infinito” y siempre va por detrás del desarrollo de la realidad material. Cuando los problemas particulares que se presentan no están suficientemente estudiados en sus conexiones con lo demás, cuando aparecen problemas “particulares” nuevos, su peso es muy grande.

Si cuando me enfrento a mi proceso revolucionario particular me planteo negar o modificar los principios universales ya establecidos, ya sintetizados y prácticamente corroborados y confirmados, estaré incurriendo en el revisionismo. Pero si ante lo que todavía no se conoce mucho, lo poco que se conoce es muy pobre y no pasa de ser bastante general e impreciso, y encima no me esfuerzo por sacar enseñanzas de mi particular, estaré cometiendo dogmatismo. La cuestión es saber por qué, para qué, con qué objetivo pongo el acento en lo particular.

Por ejemplo, una cosa es que, porque un país sea atrasado industrialmente y además cercado por los imperialistas, los comunistas locales no fomenten una estatalización de todas las empresas ya que lo consideren un voluntarismo que no tiene en cuenta las demandas ni las posibilidades reales de las clases trabajadoras, y otra cosa es que a los obreros de las empresas privadas les quieran convencer de que lo que se embolsan sus propietarios, por muy “patrióticos” que se les presente, no es ya producto de una explotación como la descrita en El Capital. Ante lo primero, no hay que apresurarse por estigmatizar a esos comunistas por no “cumplir” el programa comunista establecido internacionalmente.

Ahora, si no tienen en cuenta lo segundo, habría que entrecomillar su condición de comunistas; y esto, sin necesidad de vivir particularmente su experiencia.

La Revolución de Octubre ya se denomina socialista, pero históricamente se impone muchas tareas que no son, en sentido estricto, socialistas. Por ejemplo, una de las tareas que se da es consumar al máximo las reivindicaciones democráticas de las masas campesinas en cuanto a la propiedad y reparto de la tierra; reivindicaciones que no superan (porque no se podía) el marco capitalista. Si bien la medida de la nacionalización de la tierra no es una medida en sí socialista, no tiene el mismo significado (y por supuesto, consecuencias) cuando se toma tras la revolución socialista.

En todo caso, es imposible, pues, avanzar sólidamente en la conciencia necesaria para desarrollar el socialismo sin avanzar en la destrucción del imperialismo a escala mundial. Es cierto que el Occidente reaccionario no puede jugar el papel de 'centro' revolucionario, pero sobre todo no lo es, en cuanto al comienzo de la revolución. Sin embargo, seguramente sigue teniendo en sus manos las llaves para su 'consolidación'.
Todo esto tiene que ver mucho con la posibilidad de “reproducción del contrario”. Avanzar en la comprensión de la naturaleza interna de las cosas, en la interpenetración entre ellas, no sólo en su relación externa. Las cosas se excluyen, sí, pero también se modulan e interpenetran; son sistemas abiertos.

Efectivamente, tal como se defiende en este mismo escrito, la suerte del socialismo en el siglo XX que comenzó en países de la “periferia” del sistema no puede entenderse sólo en clave interna. Hay que tener también en cuenta la inevitable y fortísima tendencia a la interpenetración del capitalismo no ya sólo por la agresión directa externa, sino por la reproducción del contrario burgués dentro de los mismas estructuras nuevas mediante un proceso de “ósmosis” que surge de la relación que tiene el país que accede al socialismo con el resto de un mundo aún dominado por el capital internacional y el imperialismo.

De haber tenido en cuenta esto, el movimiento comunista no habría sido afectado de la misma manera por la crisis histórica que ha corrido la construcción del socialismo tal como realmente se ha dado y por “el fracaso” que sobrevino en la década de los 90.

Con todo, en estas breves líneas solo pretendíamos avanzar un debate que, naturalmente, deberá ser precisado más detenidamente y al que invitamos a otros destacamentos comunistas a participar.

VIII. Conclusiones

Definitivamente desde Red Roja ofrecemos un marco de trabajo a los comunistas que van comprendiendo y toman la medida de nuestra tarea: impulsar el proceso revolucionario por el socialismo que nos “ha tocado” desarrollar en el marco del estado español. Es la labor que nos corresponde como integrantes del moviendo comunista internacional, del que formamos parte aunque no haya hoy una Internacional orgánicamente formada. Lo hacemos conscientes precisamente de la importancia realzada que tiene esa tarea por estar inmersos en el campo de países imperialistas.

Sabemos que, más allá de altibajos, vivimos hoy la necesaria época histórica y mundial de la transformación del capitalismo en socialismo. La inauguraron “oficialmente” los cañonazos del Aurora bolchevique en 1917 allá por Petrogrado, pero ya tuvo un hermoso precedente en la Comuna de París. Que se trate de una transformación necesaria no significa que esté predeterminada de antemano. Lo único que está asegurado es que de seguir la vida en el planeta, el capitalismo no podrá dejar de negarse a sí mismo y finalmente ocupar su vitrina en el museo de sistemas históricos.
Pero el incendio puede arrasar con todo. Por eso, ya desde principios del siglo XX la consigna es, sobre todo, un llamamiento urgente a la voluntad: socialismo o barbarie…

La revolución es en gerundio. Es el movimiento revolucionario en sí, en el día a día. Marx: “el comunismo es el movimiento de superación del estado real de las cosas”.

Cierto, para tomar el poder revolucionario aquí o un poco más allá todavía falta algún que otro pasado mañana. Pero para avanzar en el proceso, hablar de mañana -o de que allí sí, pero que aquí no es posible- es haber perdido la oportunidad para desarrollar el trabajo revolucionario que se presentaba ayer aquí al lado. Y que sólo a nosotros correspondía aprovechar porque éramos los que ahí estábamos.

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NOTAS

(1) Extraído de la declaración de Red Roja “Dos, tres, muchos Gamonal”, disponible en: http://www.redroja.net/index.php/comunicados/2206-dos-tres-muchos-gamonal

(2) Extraído de “Por una comprensión crítica del modelo social europeo”, firmado como E. Martín, disponible en http://cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=189:por-una-comprension-critica-del-modelo-social-europeo&catid=40:debate&Itemid=73

(3) Extraído de la declaración de Red Roja “Desinoculándonos la parálisis antiimperialista”, disponible en: http://redroja.net/index.php/comunicados/758-desinoculandonos-la-paralisis-antiimperialista

(4) Vicente Sarasa, “Línea revolucionaria y referente político de masas”, disponible en: http://redroja.net/index.php/documentos/172-documentos-para-el-debate-documentos-para-el-debate/1629-linea-revolucionaria-y-referente-politico-de-masas

(5) Extraído de la declaración “Acerca de la necesidad de cambios fundamentales en el movimiento obrero”, disponible en: http://redroja.net/index.php/comunicados/2120-acerca-de-la-necesidad-de-cambios-fundamentales-en-el-movimiento-obrero

(6) Vicente Sarasa, “Acerca de la teoría marxista sobre el desarrollo de los principios políticos en su relación con la práctica”, disponible en: http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/1419-acerca-de-la-teoria-marxista-sobre-el-desarrollo-de-los-principios-politicos-en-su-relacion-con-la-practica

 

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