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Nacionales E.Herria :: 30/05/2015

La nada no es meta ni camino, es nada (III de IV)

Petri Rekabarren
La imploración constante al PNV realizada durante cuatro años ha tenido su continuidad en una campaña electoral «normalizada». Así nos ha ido.

Primera parte del texto

http://boltxe.info/?p=71000

Segunda parte del texto

http://boltxe.info/?p=71443

Recordemos que en la primera entrega argumentamos que la dirección actual de Sortu es burocrática y verticalista porque niega el derecho y la necesidad de su militancia para conocer los resultados del debate sobre la línea estratégica y pospone indefinidamente la celebración de la segunda parte de la Asamblea fundacional, por citar solo dos ejemplos. En la segunda entrega analizamos el contenido reformista, difuso e impreciso de tres documentos oficiales de EH Bildu y Sortu, viendo cómo la militancia de base no solo es mantenida en la ignorancia de sus propias decisiones -el resultado oficial del debate ideológico de hace varios años-, sino que tampoco dispone de un programa de formación y análisis de la realidad compleja vasca. En esta tercera parte veremos la dialéctica entre reforma y revolución en Sortu, y en la última y cuarta, las perspectivas y necesidades a las que se enfrentan tanto las bases de Sortu como de la izquierda abertzale en su conjunto.

Puede parecer que resucitamos del cementerio de la teoría política un debate extinguido ya a finales del siglo XIX y desesperadamente redivivo por Rosa Luxemburgo en 1906 con su libro Reforma o revolución.

Sin embargo basta repasar solo cuatro prácticas recientes de la izquierda abertzale para comprender la urgente necesidad de debatir sobre la interacción entre reformas a secas, reformas revolucionarias, perspectiva estratégica y objetivos históricos irrenunciables. El análisis sobre cómo funciona y qué efectividad tiene la interrelación entre medios y fines es algo casi «instintivo» en la práctica cotidiana de nuestra especie: sin la frecuente evaluación personal y colectiva entre nuestros actos, deseos y objetivos siempre en función de los medios disponibles y necesarios, nuestra vida sería un caótico desorden siempre dentro del orden opresor.

En la historia de las luchas contra la opresión, la única que puede elaborar lecciones teóricas y éticas, se constatan, además de otros menores, tres grandes problemas de ajuste, disonancia y diferencia, oposición y hasta contradicción entre táctica, estrategia y objetivos, o simplemente entre medios y fines: uno, que la ineficacia organizativa dificulte y hasta impida una ágil interacción entre ambos polos de la unidad; otro, que la táctica y la estrategia no se orienten hacia los objetivos históricos irreconciliables con la opresión que se sufre sino hacia conquistas parciales a medio plazo; y, el último, que se olviden o se rechacen de algún modo los objetivos por los que se ha luchado.

La primera de las cuatro prácticas que vamos a nombrar es el del ascenso del sindicalismo sociopolítico abertzale, de LAB, así como la tendencia a la recuperación de los movimientos populares muchos de los cuales están muy distantes del institucionalismo de EH Bildu y Sortu. La segunda es la fluencia de estas organizaciones y movimientos, y de la militancia de EH Bildu y Sortu, en el ascenso del vasquismo y de los ideales progresistas especialmente en Araba y Nafarroa. La tercera es el inexistente «proceso de paz» como se aprecia leyendo el texto de EH Bildu Vía Vasca para la Paz, y la oportuna y válida respuesta de Amnistiaren Aldeko eta Errepresioaren Aurkako Mugimendua Sobre la «Vía Vasca para la Paz» de EH Bildu, ambas disponibles en internet. Y la cuarta el resultado de las elecciones forales y municipales del 24-M en Hego Euskal Herria.

Muy rápidamente resumido, en las cuatro áreas apreciamos cinco constantes que a su vez se expresan con formas diferentes: la primera es que se ha difuminado mucho, casi hasta desaparecer de hecho en algunas partes de la izquierda abertzale, el objetivo histórico del socialismo como componente esencial e insustituible de la independencia nacional en el capitalismo tal cual existe definitivamente hoy en día. Tendríamos que echar cohetes de alegría si leyésemos un documento riguroso de la actual dirección de Sortu sobre qué socialismo y qué independencia. Que se nos entienda bien: hablamos de documento riguroso. LAB realizó un prometedor debate sobre los problemas del sindicalismo actual en el que a ratos ululaba ante el «fantasma del comunismo», el contenido socialista de lucha radical contra el capital, pero apenas más, si bien es un claro avance comparado con aquel simulacro de debate sobre el sindicalismo iniciado por Naiz-Gara pero misteriosamente desaparecido de sus archivos digitales.

La segunda es que ha surgido una contradicción frontal entre opuestas soluciones a la opresión nacional de clase que padecemos. Por un lado, el Movimiento Pro Amnistía que se afianza a pesar de los ataques del Estado y del marrullerismo de las actuales direcciones de EH Bildu y Sortu, y por el lado opuesto la propuesta global presentada en el citado documento de EH Bildu. Dos opciones que chocan en lo esencial de los objetivos históricos porque sus planteamientos de fondo, o sea la interacción entre objetivos y estrategia, van más allá de la Amnistía o del arrepentimiento para definirse sin tapujos por modelos irreconciliables de sociedad democrática. Según cómo definamos a víctimas, derechos humanos, instituciones, sistemas penales, reintegración, cauces legales, excarcelación condicional anticipada, nuevo escenario abierto, renuncia del derecho a la rebelión, daño causado, desmilitarización, policía vasca, etc., definimos el modelo de Estado y de República Socialista Vasca por los que luchamos.

La tercera es que es que, a pesar de estas diferencias y antagonismos, cuando la amplia y diversa militancia de base abertzale se activa en luchas concretas con reivindicaciones precisas, entonces demuestra su capacidad avance y de arrastre de masas aunque los objetivos históricos que sirven de guía estén difuminados o hayan sido abandonados. Realmente, ocurre que casi sesenta años de lucha en durísimas condiciones y dentro del capitalismo desarrollado, con sus efectivos sistemas represión, normalización y alienación, han generado pese a ello una fuerza sociopolítica, cultural y ética que opera en forma de redes de experiencias conectadas en las bases obreras, populares y sociales, de manera que a nada que aparezca o reaparezca un objetivo común progresista y radical entonces se avanza. No es este el sitio para detallar uno a uno los movimientos populares y sus respectivas reivindicaciones que se están recuperando en los últimos tiempos.

La cuarta es que, sin embargo, semejante fuerza apenas dispone de medios coordinados e integrados en un proyecto objetivado común que, mediante vías varias, revise crítica y autocríticamente la dialéctica entre los medios y los fines, entre las luchas por las reformas necesarias y su subsunción en la estrategia que le dota de dirección hacia los objetivos históricos. Por ejemplo, la excelente campaña masiva de Gure Esku Dago podría multiplicar sus efectos acumulativos si estuviera reforzada por charlas y debates sobre las verdaderas dificultades insalvables a las que tendremos que enfrentarnos conforme avancemos en nuestra liberación como pueblo. Uno de los peores errores es aislar tanto los medios de los fines para integrar a más gente con menos conciencia, que al final los medios, las tácticas, las movilizaciones de masas cada determinado tiempo, terminan siendo simple fines en sí mismos desconectados de los verdaderos objetivos históricos.

La quinta es que lo arriba visto se ha reflejado a su modo en el resultado electoral del 24-M, además de las específicas circunstancias de todo proceso electoral. Una cosa que sigue llamando la atención es esa especie de profesionalización, de distanciamiento e indiferencia creciente de las bases abertzales ante una mecánica electoral que apenas necesita de ellas, recordando cómo eran las campañas anteriores a eso que llaman «nuevo escenario abierto». Teniendo en cuenta la importancia que siempre han tenido y tienen los ayuntamientos y las diputaciones en la izquierda abertzale, el distanciamiento entre bases y dirección ha sido enorme en amplias zonas, pero menos en Nafarroa y Araba: un síntoma del bajón en Gipuzkoa y del descenso en Bizkaia y partes de Áraba.

Otra cosa llamativa es el esfuerzo de Naiz-Gara por hinchar pompas de jabón para embellecer una perspectiva inquietante, cuando lo que hace falta es elaborar un sistema analítico integral que dé cuenta de las fundamentales variables desde una perspectiva única. Han aprovechado la subida en Iruñea y Nafarroa para agrandar la imagen de victoria y reducir la de retroceso electoral. Los resultados del 24- M sugieren que estamos ya dentro de una estancamiento electoral que puede oscilar un poco al alza pero que lo hará más a la baja sobre todo en las próximas elecciones generales en el Estado español, si no se corrigen desde ahora los errores cometidos.

La ausencia de la lucha de clases y de la llamada «cuestión social» en EH Bildu y Sortu ha hecho que se pierdan votos por la izquierda que se ha abstenido y que otros muchos hayan ido a Podemos.

En Gipuzkoa se libraba una áspera batalla diaria contra EH Bildu hasta por la más mínima medida foral o de los ayuntamientos, una batalla mediática en la que la izquierda abertzale solo podía responder con la movilización teórica y política de su militancia a pie de calle. Pero responder victoriosamente a las mentiras diarias sobre las reformas de impuestos, sobre las basuras, sobre las declaraciones de renta, sobre el euskara, sobre el conjunto de la política abertzale o solo sobre sus partes decisivas, esta respuesta necesitaba de una preparación mínima de la militancia de base con charlas y cursos de formación que diesen argumentos para responder en la calle, en el trabajo curros, en la familia, en las cuadrillas, allí donde la interacción cotidiana permite intervenir, y lo exige en período electoral. Pero prácticamente no se ha hecho nada de eso.

El funcionamiento vertical y dirigista de Sortu apenas ha variado, e incluso se ha reforzado con las urgencias de una campaña electoral mecanizada y sin vida colectiva en las herrikos y helkartes para preparar los sobre con las papeletas y pancartas, buzonear, hacer rondas de poteo, hacer rondas con coches, etc.; métodos esenciales en el pasado cuando nos enfrentábamos a un enemigo más feroz entonces que ahora; métodos de presencia popular en los barrios que ahora han sido abandonados sin explicación alguna para imponer tampoco sin explicación una mecánica electoral legalista, fría y gris, sin ilusiones, una mecánica en la que el PNV estaba feliz.

La imploración constante al PNV realizada durante cuatro años ha tenido su continuidad en una campaña electoral «normalizada». Así nos ha ido.

Petri Rekabarren


 


 

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