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Pensamiento :: 04/10/2015

Alabanza de urnas – Menosprecio de historias

Josemari Lorenzo Espinosa
Las elecciones son el ritual mas popular y demagogo de la religión burguesa. Los políticos delegados las adoran, en los altares lúdicos del mitin y la urna

Urnas

Algunos nunca nos acostumbramos a la dictadura. Algunos menos no acabamos de hacernos a esta “democracia”, consanguínea del franquismo.
Seguramente porque las numerosas elecciones inservibles, han probado apabullantemente su incapacidad genética. La democracia no es, como creíamos ni como queríamos que hubiera sido. Y no ha sido. La larga lista de votaciones, que empezaron en 1977, y no han parado desde entonces, no ha conseguido convertirnos en “demócratas de toda la vida”, o mas, como dicen los que viven a su cuenta.

Era de temer que las elecciones catalanas, unas mas entre tantas, no iban a solucionar nada. A cambio, han rellenado espacios mediáticos y el parloteo de contertulios. O sea, que están dando poco fruto político, pero mucho que hablar y poco que razonar. Casi todos han ganado y casi todos han perdido. A la vez. Y según el analista de turno. Aunque en realidad solo hayan ganado los candidatos que, por ahora, tienen un escaño nuevo o renovado, para una eternidad de cuatro años.

En cambio, como sucede siempre, los que han perdido son los electores. Al menos han perdido su voto, dentro de una urna de donde no se puede sacar. O sea, han aparcado su famosa capacidad de decidir hasta nuevo aviso. Es el orden electoral vigente. Fila, voto y todos a casa a escuchar los resultados y la vieja propaganda para las próximas urnas, que ya están en marcha.

En estas elecciones, ha emergido del alboroto democrático una relativa novedad técnica. El debate entre plebiscito y escaños. La comparación insistente entre votos y escaños, se ha proclamado protagonista mas que nada, porque los independentistas han ganado y perdido a la vez. Según este recuento. Algo tan difícil, como de escaso relieve. Porque los votos, en las elecciones, no son mas que votos. O sea que “un plato es un plato”, que dijo Rajoy. Y bien mirado, o sea en perspectiva, los votos son poca cosa. Además se quedan en nada, en cuanto se dejan en la urna. Se amontonan embarullados en una caja, como espermatozoides enloquecidos en busca de los óvulos felices, que son los candidatos.

Si nos pusiéramos lógicos, o pedantes, diríamos que hasta que no voten todos los censados, nada debería valer. O sea, que habría que saber el pelaje de los no-votantes. Lo que quieren. O no quieren. Si son abstencionistas activos. O solo pasaban por aquí. Antes de adjudicarnos mayorías y minorías, que dictaran para todos y se aprovecharan solo por unos pocos.

La sobrevaloración de la urna, el voto contado uno a uno y todos juntos sublimados por el pueblo o por la patria, “atada y bien atada”, es el último recurso que les queda a los tardo-imperialistas españoles, para “demostrar”, que los partidos que ganan las elecciones, no las ganan en realidad. Algo tan viejo como las intoxicaciones de la burguesía desde que se cambió el voto censitario por el voto comprado.
Algo tan repetido, en España y su imperio interior, que casi nadie le da importancia. Porque, si alguien piensa que todos los candidatos y sus ideas se enfrentan a la urna en igualdad de condiciones, mediáticas y monetarias, mas le vale dejar de pensar…En general. Suponiendo que lo suyo sea pensar.

Lo mas curioso es que todo esto se sabe y se padece con entereza espartana. Que se decía antes. Y pocos escapan de la absorción mediática de unas elecciones, por mucho que se conozca su infidelidad e inutilidad manifiesta…¿Porqué?..Seguramente porque es lo único que nos han dejado los diseñadores y cerebros de la burguesía. Y lo residual que queda de aquel gran impulso malogrado, de una transición, que no transitó.

No me apetece contarlas, pero seguro que alguno lo sabe: desde 1977, creo que se han convocado unas 60 elecciones. O mas. Todas “decisivas” y “únicas”. Por supuesto. Por lo que sospechamos desde hace tiempo que, si nos dejan votar tanto, es que decidimos poco.

Las elecciones son el ritual mas popular y demagogo de la religión burguesa. Los políticos delegados las adoran, en los altares lúdicos del mitin y la urna. Y son sus oficiantes mayores. Los encargados de una liturgia, donde hay de todo: discursos, promesas, mentiras, añagazas, música cutre, bailes horteras, chorradas a montones, majorets y reparto de caramelos. Los políticos compiten no solo en mentir, sino también por hacer el ridículo, o simplemente el americano. Y solo se ponen de acuerdo en dos cosas: madrugar el gran día, para votar los primeros ante las cámaras y salir a todas horas por la tele y dedicarse a pedir mendicantes, que la gente vote. Por si acaso no les llega el espermatozoide. No es de extrañar que en unos países el voto incluso sea obligatorio. También lo era con Franco.

Historia

Este triunfo fáctico de la urna inquieta y pedigüeña representa, al mismo tiempo, la derrota y el menosprecio, de la Historia acobardada.
Las elecciones burguesas que se cometen en los territorios ocupados, pidiendo el voto a la clase oprimida nacional y socialmente, significan que el derecho histórico a la independencia ha sido sustituido por el derecho a elegir “representantes” de listas y cerebros cerrados. Y que la lucha de clases se ha escamoteado en la fila electoral, entre obreros endomingados. O sea, que la Historia ya no es la historia de la lucha de clases.

Y que todo se conviene bajo el manto de la ley y el orden establecido. Vale decir ahistórico. Con la bendición del derecho de conquista, convertido por los ocupantes en ley general. En la cual, las urnas que valen son exclusivamente las que permiten las autoridades invasoras. Y, a veces, si es resultado no les gusta…Ni eso.

En cambio la Historia. Esa que solo sirve para aprobar asignaturas.
Dice otra cosa. Dice que todas las naciones y territorios ocupados, invadidos e impedidos…tienen derecho a la independencia. Directamente.
Sin urnas. Sin votos. Sin escaños. Sin diputados…Y que todas las clases sociales explotadas y oprimidas, tienen derecho a la igualdad y a la emancipación social y de género. Sin urnas mediantes. Ni políticos pedigüeños y caros. O sea, que todo los hombres (y mujeres) y sus naciones, nacen y permanecen libres e iguales..etc.etc. Sin necesidad de hacer una solicitud o rellenar un impreso.

Todas la naciones impedidas fundamentan sus reclamaciones de distinta forma. Incluso con las armas. Pero últimamente, gracias al seny catalán, la que ha cogido mas fuerza es la de las urnas. Consultar a los ciudadanos, a ver si quieren ser galgos o podencos, está bien. Pero consultar a los ciudadanos, a tiempo, hubiera estado mejor. Por ejemplo entre 1712 y 1714. En el fragor de la batalla. En medio de los bombardeos, disparos y atrocidades de la invasión. En un descanso de los saqueos bestiales de las tropas borbónicas en Catalunya. Oficiados por las mesnadas mercenarias de Felipe V. Que, a lo que parece, era antecesor númerico al menos del actual Felipe VI. Y que tenía el mismo apellido. Y que según cuentan, no respetó ni iglesias, ni parroquias, ni a los ciudadanos, a cuyos descendientes con tanto voto y tanta consulta se requiere ahora. Claro que como han pasado trescientos años…A lo peor ya no vale.

Pero la Historia de la que hablo no prescribe. Consultar a los ciudadanos hubiera estado bien. Por ejemplo en Euskadi norte en 1890. Y en Hegoalde, entre 1833 y 1876, antes de que las agresiones militares españolas a las tierras vascas se llevaran al infinito a mas de cien mil vascos. Consultar a los ciudadanos hubiera estado bien. En 1936 o 1939.
Antes de los criminales bombardeos de Durango, Gernika, Mungia, Otxandio etc etc. Hubiera estado bien saber si los vascos eran o no independentistas, entonces. Ya que ahora no lo sabemos. Ni, a lo que parece, nos van a dejar saberlo.

Tampoco hubiera estado mal que el decreto de Espartero, la falsa Ley Paccionada navarra, la de Moyano de educación, o la abolición de los Fueros, hubieran sido votadas por los afectados. Antes de ver ocupados sus territorios, sus vidas, culturas y haciendas para siempre jamás, por las tropas del rey borbón y la burguesía española. O por las de Franco, su palafrenero. Pero esto es otra historia. Es la historia que no cuenta. Aunque este cínicamente reconocida en su famosísima Constitución. Que al menos en Euskadi tuvimos la oportunidad de no aceptar. Cosa que hicimos. Es la Historia que la burguesía ha confinado en aulas, museos y libracos subvencionados. Donde menos estorbe.

La dictadura no se molestaba en convocar elecciones. Y si convocaba alguna, la ganaba siempre. Mayormente porque Fraga era el contador de votos. En la dictadura no había elecciones. Había Historia. Y era tan cutre y manipulada, como solo puede ser la Historia subvencionada por el poder. De ahí que sus formas y descrédito nos alcancen todavía. De ahí, también, que la “democracia” actual se haya dado cuenta, que es mejor no tener Historia. O tener poca. Porque si la Historia no prescribe, su reconocimiento podía complicar las cosas a los demócratas de toda la vida. O mas. Y así, los políticos alaban a las urnas, su gran fetiche, pero menosprecian la Historia

En la democracia de la burguesía no hay Historia. Solo hay urnas.
Sobreabundancia de urnas. Pero con un resultado igual de cutre, manipulado y corrupto, que el de la Historia franquista. Y, por eso, la nueva Historia, la que podía ser un alivio o una salida, un argumento potente para las naciones impedidas y las clases explotadas, ni existe ni existirá. Al menos en el discurso político oficial. Y suboficial.

A cambio tenemos elecciones. Unas elecciones que se devalúan alarmantemente, nada mas salir de fábrica. Unos votos que apenas valen lo que quieran hacer con ellos, los elegidos. Y que se amontoan, unos encima de otros, contaminando la vida de las gentes. Como esos cementerios de ruedas de coches. Sucios y peligrosos. Parkaidazue…Pero si todavía hay quien crea que con unas cuantas elecciones fraudulentas, y unos miles de votos tóxicos, después de insoportables campañas electorales, se pueden liberar los pueblos y emancipar a la clase.
Bendito sea…O, mejor, maldito.

 

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