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Estado español, Pensamiento, Europa :: 02/03/2015

Ante el acuerdo entre Syriza y la Troika

Red Roja
Ni soberanía, ni siquiera migajas sociales, son posibles en la Unión Europea.

Vivimos tiempos de urgencia (y de retraso) a la hora de enfrentar la gravísima y persistente emergencia social que sufren pueblos como el nuestro –prácticamente en la misma tragedia que el griego- donde la profunda crisis estructural capitalista se solapa con el imperial objetivo de Alemania y su “núcleo duro” de someter criminalmente a la periferia de la UE. Vivimos tiempos de guerra social donde no cabe electoralismo paralizante (tampoco de esperas de “primeros 100 días de gobierno recién electo”) para sacar enseñanzas que, en realidad, urgen por más que estas puedan dar la impresión de ser precipitadas. Son los acontecimientos los que no paran de amenazarnos con precipitarnos al vacío. Por eso, con un gran sentido de la responsabilidad de los tiempos convulsos y confusos que vivimos, Red Roja avanza ya estas reflexiones acerca del acuerdo entre Syriza y la Troika sin perjuicio de que más adelante se precisen y amplíen, y muy consciente de que sus repercusiones afectan mucho más acá del escenario griego.

En realidad, lo único sorprendente de las negociaciones entre el gobierno de Syriza y la Troika ha sido lo rápidamente que ha quedado claro quién manda en Grecia. El documento que recoge las propuestas griegas fue aceptado en un tiempo récord por Bruselas con el objetivo de cancelar el riesgo de desestabilización política y económica –y sobre todo de contagio- que pudiera acarrear las dudas sobre su permanencia en el Euro. A pesar de este contexto de presión política, que dejaba entrever fragilidades de la parte de la UE, y pese a las necesidades acuciantes de Grecia, el BCE no desembolsará ni un euro hasta el mes de mayo y eso, si el Gobierno cumple todos los compromisos.

La realidad, pura y dura, es que el acuerdo, ni da marcha atrás en ninguna de las medidas ya impuestas por los anteriores memorandos, ni permite que las necesidades sociales de los sectores de población más desesperados alteren un ápice el cumplimiento de los objetivos de déficit. La Troika no acepta ni condonación parcial de la Deuda, ni periodos de carencia, ni mucho menos posponer el pago hasta que se genere crecimiento económico. Sólo hace una vaga promesa de alivio de los intereses de la Deuda y de alargamiento de los plazos de devolución, siempre que haya superávit fiscales; es decir, si los ingresos públicos son mayores que los gastos.

El problema de amplios sectores obreros y populares fue haberse creído las apelaciones verbales a la soberanía del pueblo griego y a la democracia agitados desde Syriza como armas válidas ante el diktat de la UE. La realidad, a pesar de tanto aspaviento teatral ante la prensa, es que la dignidad del pueblo griego, aquella contra la que el Presidente de la Comisión Europea admite haber atentado, sigue siendo vejada y atropellada y su soberanía, intervenida. ¿Pero qué podía esperarse de unas instituciones europeas que estos mismos días de negociaciones con el gobierno griego presionan al gobierno “amigo español” para que continúen con las reformas, es decir, con los recortes? ¿Cómo creerse que estén dispuestos incluso a concesiones cosméticas allí si no paran de presionar por ejemplo aquí, que se está en año electoral?

Inmediatamente después de ganar las elecciones Syriza renunciaba a una propuesta estrictamente política “sin coste fiscal”: convocar una conferencia internacional para tratar sobre la reestructuración de la Deuda de los países del sur de Europa. Esta medida, que permitía abrir un escenario internacional para que los diferentes países pudieran tratar conjuntamente problemas que tienen los mismos orígenes y que relaman soluciones coordinadas, está lejos de la imprescindible salida del euro y de la UE, pero podía suponer un buen comienzo, solo fuera por lo que, en el corto plazo, significase de parón del austericidio.

El abandono de la misma representa el desistimiento de la perspectiva de alcanzar el principal instrumento de fuerza que pudieran tener los países sojuzgados por la UE: su actuación articulada hacia espacios socio-económicos integrados, como bien señalaba, en un ejercicio de honestidad, el recién elegido diputado por Syriza, Costas Lapavitsas en el texto “Grecia: cinco preguntas que necesitan respuesta”, escrito después de firmado el acuerdo1.

Lo esencial del acuerdo con la Troika (los cambios en el lenguaje para llamar “tres instituciones” a la misma cosa producen vergüenza ajena) afecta a dos ejes claves del programa electoral de Syriza: la reversión de las privatizaciones y el programa social; aspectos que, en realidad, lejos de constituir ningún planteamiento revolucionario, pretendían restaurar un mínimo de la dignidad nacional vendida y enfrentar las emergencias sociales más graves.

La enajenación masiva del patrimonio artístico y del territorio griego realizada por los gobiernos anteriores y exigida por los memorandos es uno de los símbolos más dolorosos del atropello de la soberanía y de la dominación despiadada ejercida por la UE. Antes de iniciarse la negociaciones con la Troika, el 10 de febrero, el nuevo Gobierno ya anunció que – contraviniendo sus promesas - continuaba con la privatización del emblemático puerto de El Pireo, en Atenas. Ahora Syriza se compromete a no revertir a manos públicas ninguna de las privatizaciones realizadas y a no paralizar ninguna de las que aún no están consumadas.

La postergación sine die o el abandono de promesas electorales en materia social evidencian la magnitud de las cadenas que la Troika impone a Grecia y que el gobierno de Syriza ha aceptado:

Posponer sin fecha la elevación del salario mínimo a 571 euros, que, en cualquier caso tendría que ser negociada previamente con la UE “para no dañar la competitividad”.

Modificar las leyes laborales para aumentar la contratación temporal.

No condonar las deudas de los sectores más pobres con la seguridad social, el fisco o los bancos.

Eliminar excepciones y descuentos en el pago del IVA2; es decir, aumentarlo.

Supeditar el programa social de emergencia de 1.800 millones de euros a que el mismo no aumente el techo de déficit comprometido.

Anular su propuesta de aumentar en 60 euros adicionales las pensiones de aquellas personas que esta por debajo del umbral de la pobreza.

En resumen, de la forma más cínica imaginable en un país que tiene millones de personas viviendo situaciones desesperadas, resulta que sólo pueden adoptarse medidas sociales si las mismas no tienen repercusiones en el aumento del gasto y en la observancia férrea de los límites de déficit.

Los hipotéticos aumentos de ingresos fiscales de las grandes fortunas que Syriza preconizaba también se desvanecen a velocidad de vértigo. Antes de haber emprendido reforma fiscal alguna, a la que se alude de forma imprecisa en el acuerdo, el Ministro de Finanzas (que tanta polvareda mediática levantó y que tan rápidamente se ha sometido) ya está señalando que será muy difícil hacer que tributen los fabulosos ingresos de los armadores griegos3 y la todo poderosa iglesia ortodoxa, que pese a ser la mayor propietaria del país, solo por detrás del Estado, no paga absolutamente nada.

Todo esto no nos coge de improviso. En el editorial “Sus elecciones y la nuestra”, publicado en el último número de nuestra revista se decía: “No hay elección que nos valga para acabar con la política antirrecortes que no pase por insertarse en el objetivo estratégico de zafarse de la esclavitud de la UE comenzando por su Deuda odiosa”. Como Red Roja ha venido demostrando, los objetivos impuestos por la UE a los Estados de la Zona Euro por el Tratado de Estabilidad (y las leyes que lo desarrollan) de rebajar el déficit y la deuda, en un escenario de caída general de ingresos de la Administraciones Públicas por el descenso de la actividad económica, es la negación palmaria de cualquier soberanía política y, en definitiva, el fin de los servicios públicos.

Nos es indispensable analizar con rigor y sentido crítico la realidad de un país como Grecia que comparte nuestra suerte de periferia europea esquilmada por la oligarquía financiera, sobre todo alemana. Y más cuando tantas esperanzas se están depositando en una posible victoria de Podemos en las próximas elecciones. En el marco de una crisis general del capitalismo sin que las clases dominantes prevean otra salida que no sea incrementar brutalmente la depredación y la explotación de la clase obrera y sectores populares, que ya viven situaciones de miseria muy graves, es vital no errar en el diagnóstico y, sobre todo, en el tratamiento.

Limitarse a depositar todas las energías en la apuesta electoral y encima hacerlo en la aventura de una fuerza política que no plantea con claridad la necesidad imperiosa de acabar con el pago de la Deuda y salir del Euro y de la UE puede ser muy peligroso. Porque como de hecho ya se está materializando en el caso griego, si la ambigüedad preside el discurso político antes de las elecciones, lo más probable no es que estemos ante un tacticismo que sorprenderá al poder real tras ganar el gobierno, sino que esa ambigüedad ahora sea la antesala del desmoronamiento de cualquier resistencia ante las presiones de ese poder real después de la “victoria electoral”. Más aún habrá que esperar que eso sea lo que ocurra, si precisamente no se cuenta con un pueblo con clara conciencia de las decisiones de ruptura política que hay que adoptar y preparado con la suficiente organización y fuerza para disputar los intereses de unos capitales a losque no será la papeleta con la que se emiten los votos lo que más respeto (temor) les infunda.

Por lo demás, los espejismos en épocas de bonanza – como fue el discurso del “Estado del Bienestar” a costa de la periferia del sistema – conducen a confusiones graves. En momentos como los actuales deben ser evitados a toda costa porque sus efectos serían irreparables.

El riesgo de que, tras la decepción popular ante la impotencia de Syriza, surjan derivas y alternativas de corte fascista es más que probable, tanto en Grecia como en el Estado español. Frente a ello, la actitud necesaria no es la de justificar contra viento y marea la claudicación (cuando, como ahora, empieza a ser imposible negarla), mientras los problemas vitales del pueblo siguen sin resolverse. Muy al contrario, esa será la mejor manera de sembrar decepciones de masas que faciliten la estrategia fascista y de división en el seno del pueblo.

En esa dirección se ha pronunciado el Partido Comunista de Grecia (KKE)4, tras proponer un programa para atender a las necesidades más acuciantes de las clases populares que, inevitablemente, rompe con los objetivos de austeridad de la Troika: “La clase obrera y el pueblo pueden lograr todo ello mediante la organización, la lucha y la unidad. Debe ser el combate por un camino de desarrollo diferente que sirva a las necesidades populares inmediatas y que debe conllevar la retirada de la Unión Europea, la cancelación unilateral de la Deuda, la socialización de los monopolios y el poder del pueblo”.

Efectivamente, hay que romper con la UE y el euro. Y lo único que debiera discutirse es cómo acumular fuerza para ello; no negar ese objetivo primordial porque parezca difícil lograrlo. Lo imposible es garantizar un mínimo de salud para el pueblo permaneciendo en esas sogas imperiales. Lo sabía Venezuela (de la que ahora muchos, más pendientes de sus cálculos electoralistas que de cosas como el antiimperialismo, reniegan) cuando decidió romper con el ALCA y crear el ALBA para conquistar el mínimo de soberanía necesario para iniciar cualquier proceso de cambio.

Concluimos con las firmes palabras del eurodiputado Manolis Glezos – héroe emblemático de la lucha antifascista durante la II Guerra Mundial -pronunciadas apenas se conocieron las condiciones del acuerdo del nuevo Gobierno con la Troika. Dichas palabras muestran el camino con la fuerza y la clarividencia de la memoria frente a quienes parecen creer que partimos de cero o que la historia de las promesas y decepciones electorales ha comenzado este año. "Pido perdón al pueblo griego porque yo también participé en esta ilusión. Ahora, antes que sea demasiado tarde, debemos reaccionar", dijo, dirigiéndose a "los militantes y simpatizantes de Syriza. "A todo nivel organizativo debemos movilizarnos para decidir si aceptamos lo que está ocurriendo".

Como ahora expresa Manolis Glezos, en Red Roja tenemos muy claro cuáles son sus elecciones y cuál ha de ser la nuestra.

Notas

1http://l.facebook.com/l.php?



2El tipo general de IVA fue aumentado en 2010 desde el 19 al 23% con graves repercusiones para el consumo de la población más pobre. Los ingresos por este concepto, en lugar de incrementarse como se pretendía, se redujeron debido a la caída de la actividad económica.

3La flota griega es la más grande del mundo y se calcula que tuvo unos beneficios de 140.000 millones de euros entre 2000 y 2010, libres de impuestos. Sus propietarios (Onasis, Niarkos) son los dueños de equipos de fútbol y medios de comunicación.

4http://es.kke.gr/es/articles/

1 de marzo de 2015

 

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