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Estado español :: 15/09/2005

Salud mental y matriz social [Enajenadxs #1]

Enajenadxs / La Haine - Granada
El texto que sigue, no pretende ser ningún acto de pedanteria u erudición, si hay quien lo encuentra denso en algunos pasajes, es por mi incapacidad para simplificar ciertas ideas o reflexiones; tampoco trata de ir más allá de ser un mero apunte (el tema es tan amplio que las posibilidades de abarcarlo son casi infinitas) sobre las relaciones que actualmente se dan entre la salud mental y la sociedad tal y como se encuentra configurada hoy en dia.

Apunte que creo útil para el debate, y sobre todo para la acción, es decir: plantear la denuncia de dichas relaciones, y la necesidad de la posterior destrucción de las estructuras que las determinan. Y es que, el enfermo mental que trato de describir sería el resultado de una no- correspondencia con las demandas y expectativas del grupo social (lo cual no quiere decir que esta sea la única causa de la enfermedad mental, pero creo que sí la principal, quedando las patologías de origen estrictamente físico en franca minoría). En pocas palabras: es este mundo tal y como está construido el que nos hace enfermar.

A partir de aqui desarrollaré distintos puntos en los cuales intentaré poner de manifiesto la relación entre lo sistémico y la enfermedad mental. Para ello trataré la evolución que del concepto de locura y enfermedad mental se ha tenido en los últimos cinco siglos, así como las relaciones entre estos conceptos y el pensamiento de cada época determinada, y las diferentes aptitudes que se tomaron para afrontarlos (lo que he hecho, no es sino un breve y simplificado resumen de "La historia de la locura en la época clásica" de Foucault, mi aportación es casi nula y en ocasiones parafraseo directamente al autor [1]). Finalmente hablaré de la salud mental en el siglo XX, de las incursiones que pensadores de tendencia marxista hicieron en este campo, y por último de la antipsiquiatría y su forma de enfocar los trastornos mentales. No intento hacer aquí un análisis profundo de los pensadores, filósofos y corrientes aludidas, sino valerme de ellos en la medida en que me aporten a la hora de tratar de elaborar mi (y el de otras muchas personas con las que coincido) discurso sobre la salud mental y la matriz social actual.

Locura y evolución histórica.

Desde siempre y en todas las culturas, aunque con intensidades variables, ha habido personas de comportamientos insólitos o diferentes con respecto al comportamiento estándar de la mayoría de la población. Michel Foucault señaló que al final de la Edad Media, y con la disminución progresiva de los enfermos de lepra, los locos ocuparon el puesto de los leprosos como víctimas sociales. Es a partir del siglo XV cuando el hombre occidental comienza a fascinarse por la locura, una fascinación que ha llegado hasta nuestros días. La locura atrae en tanto que está relacionada de alguna forma con el saber. En este siglo la locura comienza a jugar un papel importante en la temática de la pintura y la literatura, y así lo podemos observar en obras de Erasmo, Brant, Durero, Bosco o Brueghel. Se da una conciencia crítica de la locura, conciencia que en sus formas médicas, morales o filosóficas está atada a una conciencia trágica.

Por un lado la locura se convierte en una forma relativa a la razón (toda locura tiene su razón y toda razón su locura), aquí podemos insertar en pensamiento de Nicolás de Cusa, y por otro la locura se convierte en una de las formas mismas de la razón. Se establecen grandes paralelismos entre las formas de razón y las formas de locura, así como entre el sabio y el loco. Razón y locura pasan a ser algo así como vecinas. Montaigne visita al poeta italiano Tasso en pleno delirio de este último ... el sentimiento experimentado es el de admiración, la abundancia de claridad es la que le ha cegado. La locura pasa a formar parte del esfuerzo de la razón.

El internamiento.
En el siglo XVII se asiste a un regreso de la razón. Descartes sitúa a la locura al lado del sueño y de todas las formas de error. La locura, concebida como un peligro, desaparece con el ejercicio de la razón. Queda excluida por el sujeto que duda, Yo que pienso, no puedo estar loco. Este es siglo de la creación de grandes internados, en 1656 se funda el Hópital Genéral en París que más que un establecimiento médico, es una estructura semijurídica.

En Francia, especialmente, se multiplican los internados, los cuales están gestionados por la burguesía con la participación del clero (hay rezos obligatorios, ejercicios de piedad, lecturas, plegarias etc). Las descripciones de la época nos relatan la excesiva similitud entre unos calabozos comunes y estos centros de reclusión, a ellos se les ha otorgado un poder situado entre la policía y la justicia. En Inglaterra, los orígenes del internamiento se sitúan en el 1575 con la creación de las "Houses of Correction"; a finales del siglo XVIII se convierte en una práctica corriente y se establecen internados por toda Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania y España. Se establece la práctica del encierro como "reacción a la miseria", relación del hombre con lo que puede haber de inhumano en la existencia. Supone la concepción del enfermo como un obstáculo al orden. Las autoridades cristianas (tanto católicas como protestantes) apoyan las reclusiones, la separación de miserables; apartando así su "nuevo" mundo (cristiano) de la miseria que fue santificada en la Edad Media.

El internamiento supone la separación entre pobres buenos y pobres malos, se realiza una valoración ética del encerrado, y dependiendo del valor moral del sujeto al que se le interna, el internamiento es beneficio o castigo. La internación puede ser entendida como una de las respuestas dadas por el siglo XVII a una crisis económica del mundo occidental, al incrementarse la pobreza se inicia la persecución de indeseables. La miseria, de esta manera, ha perdido su sentido místico.

Con la superación de las crisis económicas, se da un cambio en la concepción del internamiento: en las zonas industrializadas (sobre todo en Inglaterra) los enajenados "capaces" y el resto de "indeseables" se incorporan a la industria y mercados locales en forma de mano de obra barata. En la época clásica, la locura es concebida a través de la condenación ética de la ociosidad, la pereza es vista como subversión y el trabajo es el remedio-castigo frente a dicha transgresión. "El orden de los Estados no tolera ya el desorden de los corazones" [2]. Se realiza una peligrosa síntesis entre obligación moral y ley civil, se cambia el significado de la locura ... ésta pasa a ser un problema de la ciudad.

Podemos establecer una relación de fondo entre las prácticas que lo sistémico tenía para afrontar la locura en la época clásica y las que tiene hoy en día. El internado era algo semejante a un desagüe, un mecanismo más o menos perfeccionado para erradicar asociales, hoy en día esos mismos individuos pueblan penitenciarios, reformatorios, secciones de psiquiatría en los hospitales o gabinetes de psicoanalistas. El conflicto entre individuo y sociedad sigue siendo patente. Lo que cambian son las formas y maneras en las que se manifiesta dicho enfrentamiento.
Enajenación y moralidad.

Es la organización del mundo ético (sea el momento histórico que fuere) la que establece separación entre bien y mal, individuos integrados e individuos condenados. Es esta misma organización la que genera nuevas formas de integración social. En el siglo XVII son la razón cristiana y las instituciones las que hacen, que locura y pecado se acerquen poco a poco, hasta la disolución de la frontera entre ambas. Quizás podamos insertar aquí el origen de la culpabilidad que el alienado siente como destino y que el médico (hoy en día) descubre como verdad de su naturaleza. Aquí es especialmente observable el peligrosísimo parentesco, siempre existente, entre medicina y moral.

Los diferentes sistemas socioculturales que se van dando a lo largo de la historia, desarrollan su propia estética o su propia ética. El mundo del siglo XVII coacciona a aquello que se le escapa, la ética empapa la medicina, y los individuos no asimilados son víctimas de un juicio moral. Con el capitalismo, como supuesto culmen del progreso humano, no sucede algo demasiado diferente, la psiquiatría médica en muchos de los casos se encarga de catalogar y clasificar sujetos, de juzgarles basándose en la relación existente entre su comportamiento (el desenvolvimiento de su delirio) y las pautas aceptadas comúnmente como normales. Otra vez el mismo sistema que determina qué es lo normal, es el que juzga y condena al individuo enajenado.

Pasado el Renacimiento, se ataca de forma continua a la homosexualidad, se crea un halo de prohibición y silencio entorno al tema. Se instauran nuevas relaciones entre el amor y la locura, se comienza a encerrar a homosexuales en instituciones destinadas a enfermos mentales. El fundamento de toda esta persecución no es otro que la familia, cuya moral ha hecho suya toda posible ética sexual. La familia significa contrato y razón, más allá de la cual sólo podemos encontrar la sinrazón. La extravagancia (síntoma inequívoco de la enfermedad) implicaba un desorden del corazón, desorden que debía ser perseguido policialmente. En el siglo XVIII estas experiencias tienen su expresión en el libertinaje, el cual supone el uso de la razón supeditada a los deseos y el corazón (la sin razón); el máximo exponente sería Sade y sus Justine o Juliette.

El insensato que había venido mostrando las marcas de lo inhumano, comienza a mostrar una sinrazón demasiado cercana al hombre.

Tras el Renacimiento comienza a gestarse y desarrollarse una crisis del mundo ético, se da el conflicto razón -sinrazón, cuyos resultados podemos apreciar en lo que Foucault ha venido a denominar "figuras del desgarramiento", como Nietzsche, Sade o Artaud.

Debemos tener claro, que nuestro conocimiento científico de la enfermedad mental está basado en la experiencia moral de la sinrazón que llevó a cabo el clasicismo. Ya avanzado el siglo XVIII, el médico es capaz de transformar el presentimiento del jurisconsulto en certidumbre, pudiendo decretar la existencia o no de enfermedad partiendo de un sistema de señales emplazado en el ámbito de las pasiones. La figura del médico y sólo ella es capaz de introducir a alguien en la locura, siendo así que: "lo que puede determinar y aislar al hecho de la locura no es tanto una ciencia médica como una consciencia susceptible de escándalo" [3]. La medicina juzga de esta forma la conducta social del hombre, dando lugar al dualismo de lo normal y lo anormal, lo sano y lo enfermo. Y en consecuencia, y de la misma manera que en los Estados democráticos de una civilización industrial avanzada, la medicina establece cuales son los parámetros que justifican el internamiento.

De la oposición entre normal y anormal, surge otro dualismo: el del internado (sujeto cuya persona jurídica es limitada) y el "otro", el curador en cuyas manos se cae por lo jurídico. En el siglo XIX el internamiento pasa a ser considerado como acto terapéutico destinado a curar al enfermo. A partir de esto, tenemos dos experiencias de la alienación: la primera supone que un ser cae en el poder de otro (enfermo-curador), la segunda supone la no similitud fraternal de los hombres entre sí (los hay cuerdos y enajenados). Ambas implican una confusión antropológica de la que ya no se saldrá.

Los movimientos que constituyeron la razón y excluyeron a la sinrazón se revelan con fuerza en Spinoza y en los esfuerzos de la "Reforma del Entendimiento". Pero el paradigma presentado por estos intelectuales variará en el siglo XIX, en él, la razón no tendrá que desligarse de la locura. Tan sólo deberá reconocerse siempre anterior a ella.

La locura se toma como un estadio anterior al de la razón, supone al hombre en inmediata relación con su animalidad. Así podemos entender parte de los tratos y procedimientos aplicados a los enajenados, puesto que eran aplicados a ellos en tanto que animales y no hombres. La posibilidad de la sinrazón la podíamos emparentar con aquel genio maligno cartesiano, un peligro que podría impedir el acceso a la verdad. Dentro de esta sinrazón es donde deberíamos incluir a la locura, los enajenados se encontraban encerrados con los libertinos, vagabundos y otros sujetos irracionales.

Nota:Texto completo en Salud mental y matriz social.

 

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