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Mundo, Europa :: 26/07/2023

Cumbre CELAC-UE: ¿izando las velas de las carabelas?

Iñaki Etaio
La necesidad de relanzar las relaciones con Latinoamérica y el Caribe y una declaración final por debajo de sus pretensiones corrobora la debilidad de las metrópolis imperiales

La cumbre celebrada en Bruselas el 17 y 18 de julio entre las y los jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Unión Europea tiene lugar 8 años después de la anterior cumbre. Al buscar las imágenes de 2015 veremos a Evo, Correa, Rousseff, Santos, Merkel, Rajoy, Hollande, Tsipras…

Muchos acontecimientos han tenido lugar en ese espacio de tiempo. La derecha y ultraderecha tomaron aliento en Abya Yala – Latinoamérica (Bolsonaro, golpe de Estado en Bolivia, auge del Grupo de Lima, autoproclamación del títere Guaidó y reconocimiento como representante legítimo de Venezuela por gran cantidad de Estados, especialmente europeos…). La CELAC, como elemento integrador de los Estados al sur del Río Bravo, quedó seriamente debilitada.

A la recién finalizada cumbre se llegó con otra correlación de fuerzas regional, bastante más escorada hacia la socialdemocracia, lo cual permitió que dicha macrorregión se presentase con una voz algo más unificada y desde una mayor fortaleza frente a la vieja Europa colonial e imperialista (transformada las últimas décadas en una unión de Estados que intenta, sin conseguirlo, no perder su influencia en el tablero mundial). La Unión Europea llegó a esta cumbre lastrada por su imperiosa necesidad de fuentes de energía y materias primas, agudizadas enormemente por la guerra en Ucrania.

Si leemos los 41 puntos de la pomposa declaración final firmada por todos los participantes (con la excepción de Nicaragua por no compartir las referencias a la guerra de Ucrania), encontramos los esperables lugares comunes (la palabra resiliente tenía que aparecer… y apareció) que se quedarán en el papel, si bien algunos puntos pueden considerarse relevantes, aunque solo sea desde un punto de vista simbólico.

El reconocimiento de que la trata de esclavos fue un crimen de lesa humanidad es uno de esos ejemplos. No repara nada, pero pone encima de la mesa uno de los elementos de la acumulación original de capital europeo. La expresa oposición a las disposiciones extraterritoriales en relación al bloqueo a Cuba es otro punto relevante; más si cabe ante la histórica sumisión y alineamiento de la UE frente a los EEUU, intensificada en el actual escenario bélico en Ucrania. La referencia a que la UE toma nota de la histórica posición de la CELAC sobre las islas Malvinas también está teniendo cierta repercusión.

En cuanto al recurrente tema del respeto a los DDHH, la declaración, además de recoger una definición amplia de los mismos que incluye los derechos económicos, sociales, culturales y el derecho al desarrollo, cita expresamente la necesidad de objetividad y no selectividad al abordar los DDHH, y de eliminar el doble rasero y la politización. La pretendida superioridad moral de la civilizada Europa debió quedar algo resentida…

No hubo condena a Rusia

Era uno de los principales objetivos, pero no lo consiguieron. La UE ha fracasado en su intento de implicar a la CELAC en apoyar al régimen ucraniano y legitimar su estrategia de aislamiento contra Rusia. En efecto, el cierre de filas de los Estados europeos tras una lectura de la historia y de los acontecimientos actuales escrita mayormente en Washington (no olvidemos nunca el “Fuck Europe” de Victoria Nuland, embajadora estadounidense para asuntos europeos durante el golpe del Maidan), no tiene traslación en la mayor parte del mundo, aunque así nos lo pretendan mostrar los medios de propaganda masiva.

La CELAC hace tiempo que declaró América Latina y el Caribe “zona de paz”, y no se ha dejado arrastrar a condenas hipócritas e interesadas. En la declaración de la cumbre, tras modificaciones propuestas por Cuba y Venezuela, se expresa preocupación y se respaldan los esfuerzos diplomáticos para lograr una paz justa y sostenible.

Tampoco cuajó otro intento de instrumentalización de la cumbre que diera lugar a la foto deseada por los guerreristas europeos y yanquis. El pretendido show de Zelensky rodeado de autoridades europeas, latinoamericanas y caribeñas se topó con el rechazo frontal de varios participantes. La vieja Europa, aunque preserva cierta influencia en la región, no puede tratar como súbditos a sus antiguas colonias, ni aun teniendo al presidente español presidiendo el Consejo de la UE.

Energía y materias primas

Más allá de declaraciones y fotos, la Cumbre refleja especialmente la necesidad de los Estados de la UE por recuperar su influencia en áreas que otrora fueron sus colonias, y por acceder a fuentes de energía y materias primas. La notable disminución del suministro de petróleo y gas ruso, el elevado coste del gas licuado de EEUU y el incierto futuro asociado al conflicto ucraniano y a otros conflictos en otras partes del mundo, obliga a los Estados europeos a conseguir fuentes de energía en otras zonas.

La producción de energías renovables en Europa y las nuevas tecnologías en desarrollo (hidrógeno…) no son, ni de lejos, suficientes para suplir el gigantesco volumen de energía en que se sustenta el desarrollo económico de las sociedades capitalistas europeas. La transición hacia nuevas formas de energía con un componente tecnológico mucho mayor requiere también de determinados elementos químicos escasos y localizados en zonas del planeta muy concretas.

América Latina tiene todo esto, y en grandes cantidades. Nadie lo resumió de forma tan esclarecedora como Laura Richardson, jefa del Comando Sur de EEUU, en una intervención en enero de este año, al mencionar, entre otros, el triángulo del litio (Argentina-Bolivia-Chile), el petróleo de Guyana y Venezuela, los minerales y las tierras raras, el Amazonas y las reservas de agua dulce latinoamericanas. Se calcula que este territorio posee alrededor del 63% de las reservas de litio mundiales, 33% de las de cobre, 32% de las de níquel y plata, y un gran potencial para producir hidrógeno verde.

Una lapidaria frase de Richardson corroboró la vigencia de la doctrina Monroe 200 años después: “Tenemos mucho que hacer. Esta zona es importante. Está íntimamente ligada a nuestra seguridad nacional y debemos intensificar nuestro juego”. Sucesos como el golpe en Bolivia de 2019 o la defenestración del gobierno de Castillo en Perú no se pueden desligar de esta lucha por el control de minerales estratégicos.

La UE, en esa competencia por energía y materias primas, también necesita de ese territorio del que, a lo largo del siglo XIX, fueron expulsadas las potencias coloniales europeas con la intervención, directa en algunos casos o solapada en otros muchos, de EEUU. En el siglo XXI se escenifica de nuevo esa pugna por preservar y/o recuperar esas áreas de influencia que están perdiendo frente a otras potencias (re)emergentes: China, Rusia, Irán… Si bien, en esta ocasión, Europa es el invitado menor, con una posición muy débil.

Y ese debilitamiento de la UE (e incluso de los EEUU) en ese espacio geográfico se debe en parte al proceso de integración regional puesto en marcha por Chávez y Fidel y a que los países latinoamericanos tienen como referencia un mundo multipolar, donde la dependencia de Europa y EEUU tienen cada vez menos peso frente al grupo BRICS y al incremento de las relaciones comerciales entre los propios Estados vecinos (Mercosur sería el mejor ejemplo).

Además de ello, la UE también tendría especial interés en invertir en determinados sectores económicos y en cerrar un acuerdo de libre comercio con Mercosur y “modernizar” los que tiene con México y Chile. Acuerdos con los que mejorar las condiciones para las empresas transnacionales europeas, negociados a espaldas de los pueblos. Eso sí, adornados con cláusulas relativas al respeto a los DDHH, a las minorías y a la naturaleza.

Sobre estas pretensiones mercantilistas y con un evidente hedor neocolonial se asienta la estrategia Global Gateway y los 45.000 millones de euros hasta 2027 que Von der Leyen indicó que la UE invertiría en programas relacionados con las energías renovables, salud pública, educación, desarrollo de infraestructuras o digitalización. El expolio histórico de materias primas y mano de obra no es vendible en este momento y debe ser presentado como una colaboración para beneficio mutuo. Y los miembros de la CELAC son muy conscientes de sus carencias en cuanto a tecnologías para extraer y, sobre todo, transformar sus materias primas.

Es más que evidente que una economía que pivote mayormente sobre el extractivismo no asegurará el futuro de ningún país. La oferta europea busca desplazar a China en su progresiva expansión de la nueva Ruta de la seda. Para ello, manifiesta querer ir más allá de la simple extracción de materias primas, abordando también el desarrollo de la industria local y la capacitación de trabajadoras/es para transformar allí mismo esas materias (Von der Leyen se refirió a la fabricación de baterías de litio y fabricación de vehículos eléctricos). La oferta europea se adereza ahora con un lenguaje paternalista: “No vengo a comprar tus peces; vengo a enseñarte a fabricar la caña y a hacerlo contigo”.

La pugna entre potencias por su supervivencia y por la hegemonía mundial tiene a Latinoamérica y el Caribe como escenario clave, y la CELAC lo sabe. Al igual que es bien sabido que las disputas y divisiones entre Estados latinoamericanos debidas mayormente a intereses particulares de sus oligarquías locales, han sido y siguen siendo uno de los mayores obstáculos para un desarrollo endógeno de la región.

Paralelamente, la Cumbre de los Pueblos

Mientras autoridades y asesores discutían, la Cumbre de los pueblos latinoamericanos, caribeños y europeos se desarrollaba en otra zona de Bruselas. El comunicado final, como cabía esperar, resultó más incisivo, directo y, por qué no decirlo, reflejo de los tiempos que corren. En el mismo se denuncia la ofensiva del imperialismo y se aboga por un “mundo multipolar con relaciones multilaterales que permita progresar en paz a la humanidad en armonía con la Madre Tierra”.

No parece vislumbrarse un horizonte socialista (al menos en la declaración), sino un resignado mundo regido por las reglas capitalistas pero sobre unas relaciones más equitativas entre los Estados, donde la multipolaridad aminoraría en gran medida las brutales y totalmente desequilibradas relaciones de poder impuestas por el imperialismo yanqui.

En la declaración final también se “condenan las campañas mediáticas encaminadas a desestabilizar gobiernos democráticamente elegidos por sus pueblos en América Latina y el Caribe”, en un implícito señalamiento del papel injerencista del imperialismo yanqui y sus colaboradores para derrocar gobiernos populares. Además de condenar el bloqueo contra Cuba, se rechazan las medidas coercitivas de EEUU contra Venezuela y Nicaragua y se repudia la política de la UE de avalar las mismas.

Igualmente, se muestra la solidaridad con la lucha de los pueblos saharaui y palestino y se denuncia la represión contra los mismos, y se defiende “la conservación, revitalización y promoción de las Lenguas Indígenas a fin de preservar la identidad historia, cultura, conocimientos, costumbre y tradiciones de nuestros pueblos”. Esta Cumbre paralela ha servido para poner el contrapunto y para complementar lo discutido y declarado por jefes de Estado y de gobierno de tendencias políticas dispares.

Lo acontecido esos días en Bruselas parece poner de manifiesto el reforzamiento de la CELAC de cara al mundo, como entidad aglutinadora de una región diversa y contradictoria. Sin duda, ese elemento integrador es positivo para los pueblos que la integran. Las tensiones internas entre los múltiples actores de la realidad latinoamericana, la injerencia imperialista, las relaciones con otras potencias mundiales y la conquista de nuevos espacios de poder por la clase trabajadora marcarán el rumbo de iniciativas como la CELAC y el propio futuro de la región.

La necesidad de relanzar las relaciones con Latinoamérica y el Caribe y una declaración final bastante por debajo de sus pretensiones corrobora la debilidad de las viejas metrópolis imperiales. Debilidad acrecentada por una ofuscada y autoritaria huida hacia adelante al plegarse a los intereses del imperio yanqui y los capitales armamentistas. Los pueblos europeos, más allá de mundos multipolares de Estados capitalistas, tenemos la imperiosa necesidad de construir relaciones de solidaridad con los demás pueblos europeos y del mundo, y no vernos arrastrados por los mezquinos intereses de las élites que gobiernan la UE.

* Militante de Askapena (Euskal Herria / País Vasco)
La Haine

 

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