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Argentina :: 05/12/2003

La comunicación alternativa como arte

Sebastián Hacher

"El arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo con el que golpearlo". Vladimir Maiakovski

La segunda contribución al debate parte de una ida que algunos compañeros venimos desarrollando y pensando hace tiempo. No quiero escribir un testamento, así que lo que planteo aquí es una pequeña simplemente una primera aproximación.

Estoy cansado de que me digan que el periodismo es una técnica, como si fuera igual que reparar teléfonos, construir aviones o destapar cloacas. Respeto y admiro todos esos oficios (algunos de los cuales he practicado en algún momento) pero quiero que quede una cosa en claro; para nosotros el periodismo es un arte plebeyo, esclavo de la realidad y la urgencia, pero arte al fin.

Como hijo menor de la literatura y la poesía a veces, el proceso de producción periodística recorre aceleradamente todos los martirios y placeres del arte. En ese vértigo, la técnica es una esfera más, una herramienta y un momento, al igual que en la pintura o cualquiera de las artes.

Y sin embargo, los académicos y los propios medios de comunicación insisten todo el tiempo en que el periodismo es una técnica, incluso a veces emparentada con el marketing y la publicidad.

Esa confusión entre arte y técnica se la debemos a la "macdonalización" de los medios masivos; el proceso de producción de una noticia se convierte cada día mas en el de una hamburguesa, y muchas veces con bastante mal gusto. Desde el régimen de trabajo, la selección de la noticia, la edición y hasta el tratamiento del cliente, todo parece estar guiado por esta lógica adaptada a los acelerados tiempos del mercado.

A la realidad se le pone (a veces) un poco de condimento para disfrazarla, se la recalienta un poco y ya esta lista para comer; el consumidor siempre tendrá la duda de estar recibiendo un pedazo de carne o algún desecho maléfico, y la mayoría de las veces se encontrará con estímulos culturales para reprimir esos cuestionamientos.

Ese perfil técnico no sólo esta guiado por la búsqueda de la rentabilidad; entre sus objetivos ideológicos intenta cubrir a la prensa con un manto de neutralidad, manto que se cae cuando la realidad decide que es tiempo de mostrarse en todo su esplendor.

Ese síndrome, que parece atacar a la inmensa mayoría de los medios de comunicación, tiene una primera víctima; el periodismo épico de John Reed cabalgando en la revolución mexicana, perdiendo su cámara en un tiroteo y cambiándola rápidamente por un fusil, ha quedado hoy reducido a los aventureros, los locos y los afortunados.

Y pongo un sólo ejemplo actual para ilustrarlo; cuando llegamos a la Paz para cubrir la insurrección de Octubre del 2003 al mismo tiempo que un contingente de periodistas de todo el mundo, el 80% de ellos estaba mas preocupado porque en Bolivia no hay Hotel Sheraton y necesitaban encontrar un sustituto, que por lo que estaba pasando en la calle.

Para la mayoría de los colegas, se trataba allí de reproducir un ritual pagano, que es parecido en todos los países; encerrarse en un hotel caro, llamar por teléfono, mirar la televisión y tomar un whisky en el lobby para hablar de otros viajes, hoteles y whiskys. Quitando las crónicas de Robert Fisk y alguna otra excepción, la mayoría de lo que estuvo "bien escrito" en la cobertura de Irak fueron los relatos sobre la vida en el hotel Palestine.

Nosotros tenemos derecho a recuperar el concepto de arte -esperemos que ningún académico se enoje por eso- para establecer un tipo de relación con la noticia diferente a la de los medios comerciales, una relación que es profundamente política, militante, pero que también consiste en una forma particular de producción; creo que allí está el secreto de la trascendencia o no de los medios alternativos.

Porque el poder de los medios alternativos reside en llegar a donde los medios tradicionales no llegan; la realidad.

Fundirse, ser parte de ella manteniendo un pie afuera para poder encerrarnos a escribir o editar cuando todos duermen, es lo que hace potente nuestro trabajo.

Ningún medio de comunicación tradicional tiene tiempo o interés en tomarse 20 días para vivir con una familia a punto de ser desalojada, para meterse a conocer a fondo a los protagonistas de una movilización, para detenerse en los detalles y la vida íntima de ningún proceso social.

Es mas; generalmente a los directivos de los medios les interesa que no se conozcan en profundidad esos procesos, porque es peligroso que sirvan de ejemplo y se incorporen a la conciencia colectiva.

Para los medios tradicionales las noticias son acontecimientos fugaces; si nosotros podemos entenderlas como un proceso, la mitad del trabajo -que no es poco- esta hecho. Si logramos incorporarnos a los procesos sociales para reflejarlos en toda su dimensión, si logramos pintar nuestra época con palabras e imágenes, el problema de la masividad se vuelve aleatorio; nuestro trabajo se impondrá en algún momento u otro por el propio peso de su terrenalidad.

No estoy diciendo que no hay que pensar los problemas de distribución, masificación e incluso financiamiento de nuestros medios, sino que tenemos que reflexionar mas sobre el proceso de producción de los contenidos, sin los cuál todo lo demás no tiene razón de ser.

Tampoco quiero decir que haya que escribir libros solamente; la comprensión de un proceso puede aflorar en unas pocas lineas, en detalles que para que cualquier medio es insignificante, pero que para nosotros puede servir como la explicación de muchas cosas.

En cuanto al estilo, el lenguaje y hasta el diseño, creo que el punto de equilibrio no existe.

Por un lado, copiar los modismos de los medios tradicionales o limitarse a las técnicas clásicas de estilo, es como intentar hacer una ensalada de tornillos.

Y por el otro, escribir sin pensar en la persona que se acerca a nuestras crónicas por primera vez, que no conoce nada de la realidad donde estamos inmersos, es un ejercicio de autoreferencia útil para nuestro diario íntimo, pero que poco tiene que ver con construir medios de comunicación.

Me parece que el desafío es encontrar una combinación entre las viejas técnicas -que hacen que una noticia sea entendible y que demostraron ser eficaces en su momento- y una experimentación permanente en todos los terrenos, mediante el ensayo y el error, la crítica y al autocrítica permanentes.

Esto significa entender nuestra actividad como creadora y transformadora de la realidad, y en ese sentido, como una actividad artística y militante; un martillo para golpear al mundo.

(Hasta que caiga)

Sebastián Hacher
sebastian@riseup.net

PD: Para los que quieran profundizar el debate sobre los medios alternativos en general y sus posibles roles, hay disponible un libro on-line muy bueno sobre una experiencia de contrainformación durante la última dictadura militar en Argentina, escrito por la compañera Natalia Vinelli, que sabe bastante de estos avatares:
ANCLA: Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh
http://www.nuncamas.org/investig/ancla/ancla_00.htm

 

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