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Estado español :: 08/04/2005

PSOE: Carrero Blanco, Trilateral y felipismo

Coordinaora Antifacista de Cantabria
___________________________________________________ * Presentación del libro: «Secuestro del socialismo». ___________________________________________________

La Nueva España [03_04_05]

El secuestro del Partido Socialista por el felipismo

CARLOS MENÉNDEZ DE ALBA

El ex diputado Antón Saavedra presenta esta tarde en el Ateneo Jovellanos su libro «Secuestro del socialismo», con prólogo de Ignacio Gracia Noriega. Con este motivo, Carlos Menéndez de Alba hace en este artículo un profundo análisis de los argumentos que expone Saavedra para describir su visión de la realidad de la izquierda.

Antón Saavedra (Moreda de Aller, 1948) trabajó en las minas de Hunosa y compatibilizó su trabajo con los estudios de Graduado Social en la Universidad de Oviedo y los de técnico superior en Relaciones Industriales en la Universidad de Alcala de Henares. En los años setenta se afilió a la UGT y al PSOE. Fue secretario general de la Federación Estatal de Mineros de UGT y vicepresidente de la Internacional de Mineros hasta 1989. Desde 1986 hasta 1994, ocupó un lugar en la mesa del comité consultivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) representando a España. Entre los años 1991 y 1998 fue diputado del partido Acción Socialista (PSOE histórico) en el Parlamento Asturiano por las listas de IU, así como miembro de sus respectivos comités ejecutivos federales.

Antón Saavedra acaba de publicar un libro, «Secuestro del socialismo», en el que con una enorme información hace una historia muy crítica del secuestro o la traición del Partido Socialista Español salido de Suresnes. Es una historia que nada tiene que ver con las versiones oficiales que llegan al gran público. Es la historia oculta que se ha tratado por todos los medios de que no sea conocida. El autor trata de salir en defensa de la verdad histórica manejando todo tipo de archivos y vivencias personales. Como decía Alfonso Guerra en 1984: «Pero al margen de nosotros y otros pocos, ¿quién más lo sabe?».

El autor vivió muy de cerca todo el proceso de la transición española, y tiene su visión personal de los hechos. Para el Partido Socialista Obrero Español es la consecuencia de una operación perfectamente tramada desde la Comisión Trilateral, la cual, parapetándose en la Internacional Socialista impulsaría la construcción de un partido socialista que nada tendría que ver con el PSOE histórico, y que aprovecharía parte de los cuadros como base para la construcción del felipismo y así seguir a rajatabla los designios, las consignas y los intereses de la IS, o, lo que es lo mismo, de los grupos de presión de la alta finanza internacional. A partir de este planteamiento se entiende la corrupción generalizada en los partidos socialistas adheridos a la IS de Francia, Grecia, Portugal, Italia, Venezuela y, en España del partido de Felipe González. Partidos encabezados por personajes como Mitterrand, Papandreu, Mario Soares, Bettino Craxi Carlos Andrés Pérez, todos ellos envueltos en escándalos financieros desde que ocuparon las presidencias gubernamentales de sus respectivos países, y que han acabado casi todos en la cárcel o fugados (por ladrones). Por eso, el autor sostiene que el PSOE no es ni socialista ni obrero ni español, sino el partido al servicio más descarado de las fuerzas económicas de las multinacionales.

En la década de los setenta, el financiero judío-norteamericano, David Rockefeller creaba una organización privada cuyo teórico objetivo era el reforzamiento de la cooperación entre los países del bloque democrático occidental. De esta manera nacería la Comisión Trilateral, que se configuraba como una especie de entidad benéfica sostenida por un grupo de acaudalados financieros, todos ellos judíos y pertenecientes a las diversas logias masónicas, y cuyo cometido sería la elaboración de análisis, a la vez que prodigar consejos, para la construcción de un mundo mejor. Pero pronto decidieron que la mejor manera de llevar a la práctica esos consejos era introducir a sus miembros en los distintos gobiernos, llegando así a una descarada intervención. El analista Graig S. Karpel dirá: «Sería inexacto decir que la Comisión Trilateral manda en la Administración Carter. La trilateral es la Administración Carter». Para llevar a cabo sus propósitos, el procedimiento más eficaz era conseguir el control informativo, y eso se logra haciéndose dueño de los grandes medios de comunicación. En España, los ejemplos son patentes. De esta forma se llega a una situación en la que la sociedad de la comunicación es la sociedad de la incomunicación y de la desinformación, cuando no de la confusión y la ignorancia, que nos llevan a tener ante nosotros miles de datos que no sabemos interpretar. Ante esta situación del felipismo rompiendo con su propio pasado, el autor no puede contener su indignación, y denuncia cómo los hombres que rodearon a Felipe González, olvidando sus ideales socialistas se dedicaban a crear un patrimonio personal en operaciones inmobiliarias desde la Costa Brava a la Costa del Sol y al blanqueo de dinero negro. El propio Felipe González se dejaría ver frecuentemente con destacados políticos colombianos que tenían prohibida la entrada en los Estados Unidos por sus presuntas vinculaciones con el narcotráfico. En la fiesta que se celebró en Madrid en el hotel Palace para festejar por todo lo alto su gran victoria en las elecciones generales de 1982, estaba presente el famoso narcotraficante y jefe del cartel de Medellín Pablo Escobar Gaviria.

Algunos socialistas se sienten profundamente ofendidos por los ostentosos estilos de vida de esta nueva clase, que apenas alcanzó el poder se apresuró a formar parte del club de «las tres ces», cuyas siglas se corresponden con el cambio de coche, casa y compañera. Algunos, como Alfonso Guerra, no sólo cambiaron de casa, sino que se compraron cuatro chalets de lujo, que por cierto al día de hoy están llenos de irregularidades fiscales en su adquisición.

Todo empieza en Suresnes, donde Felipe González aseguraba que «el PSOE sería fiel a un programa y conquistará un sociedad sin clases. Seremos inflexibles si se trata de salvar la esencia última del partido». El congreso de Suresnes se vio precedido por las tensiones en el partido. Antón Saavedra vivió muy de cerca esas tensiones. Tierno Galván llegó a definir el PSOE de Felipe González como un «partido colaboracionista creado por el franquismo como instrumento para domesticar el socialismo hispano a través de los hombres que Carrero Blanco había conseguido infiltrar en las filas del antiguo PSOE». En efecto el SECED, que era el servicio secreto creado por el almirante Carrero Blanco en 1969, intuyendo el papel democratizador que le esperaba a la Corona en los primeros años de la transición, en los comienzos de los años setenta, empezó a introducir «topos» en el seno del PSOE. Incluso en el congreso de Suresnes fue el propio SECED el que facilitó el viaje a Francia a Nicolás Redondo y a Mújica, ya que los dos tenían asuntos pendientes con el TOP, y no se les permitía la salida del país. En Sevilla, el comandante Juan Callejón controlaba todos los movimientos de Felipe González, y tenía en su poder todas las conversaciones telefónicas mantenidas en su despacho de abogados laboralistas. Pero además los hombres de SECED lograron que el PSOE no se integrase en la Junta Democrática que se creó en París, y más tarde el PSOE colaboraría con los servicios secretos franquistas para combatir a la Junta y desprestigiar a sus líderes. El máximo responsable del SECED en Euskadi tenía como principales interlocutores al senador Enrique Casas, asesinado por la ETA, y al judío venezolano José María Benegas. El mismo Felipe González se entrevistaría con los agentes del SECED que intentaban convencerle de las profundas convicciones democráticas de Suárez. Mientras tenían lugar estos contactos, las dos facciones del Partido Socialista libraban una batalla -según el autor- a navajazo limpio, donde todo valía con tal de lograr el reconocimiento de la Internacional Socialista. Una delegación encabezada por los judíos Enrique Mújica y Pablo Castellanos, representando a los renovadores, logró el 6 de enero de 1974, frente a otra encabezada por Rodolfo Llopis, que el buró de la Internacional Socialista decidiera reconocer a la ejecutiva salida del congreso de Suresnes, un congreso que Saavedra califica de farsa congresual. Antes del congreso, Felipe González y Alfonso Guerra viajaron por toda España distribuyendo la revista que editaban, «Andalucía socialista», a la vez que recababan apoyo para sus radicales posiciones sobre el republicanismo del PSOE y la ruptura política para nuestro país. Era falsa la idea de clandestinidad del PSOE. En Suresnes asistió como delegado por Asturias un policía de la brigada social, Sr. Garrido, el cual sería nombrado jefe superior de la Policía con el Gobierno González.

La visión que de la transición tiene el autor es que no hubo improvisación; todo fue planificado desde fuera. «La contribución estadounidense a la evolución de España durante la década de los setenta ha sido uno de los mayores logros de nuestra política internacional». Así se refleja en las memorias del judío sionista Henry Kissinger. Se trataba de la planificación postfranquista desde Norteamérica, perfectamente llevada a la práctica por su agente en Europa, Willy Brand. Y funcionó. Saavedra cita siempre la planta 72 del rascacielos 666 de Nueva York, de donde salen las órdenes.

Los primeros capítulos del libro «Secuestro del socialismo» tienen un carácter marcadamente político. Pero la mayor parte del libro está dedicada a la corrupción, y aunque algunos casos son conocidos por el gran público, aquí se nos da una visión más detallada. Hay además un interés suplementario, porque en la mayoría de los casos se trata de personas con las que el autor ha tenido alguna relación personal. En realidad, la obra de Antón Saavedra es una historia del Partido Socialista, es decir, del felipismo, desde sus orígenes hasta la víspera de las últimas elecciones. Toda la corrupción de los años del felipismo está aquí reflejada con nombres y apellidos. Forzosamente, esta obra de Antón Saavedra tiene que resultar molesta para muchos.

Un caso paradigmático es el del todopoderoso en Asturias Fernández Villa. En el libro aparece una sucinta biografía política que no nos resistimos a reproducir: «Rafael Fernández regresó muy pronto de aquel exilio dorado para convertirse en senador por Asturias, y más tarde presidente del primer Gobierno del Principado de Asturias, cargo del que sería descabalgado por Fernández Villa y su camarilla de pandilleros sindicales. Este -resulta curioso- había sido su protegido precisamente en la época en que actuaba como chivato privilegiado del jefe superior de la temida e «inolvidable» brigada político-social del franquismo en Asturias, Claudio Ramos. Hoy ocupa los cargos de senador y secretario general del sindicato minero asturiano de UGT, a pesar de gozar de una pensión en su máxima cuantía como consecuencia de un accidente minero que nunca existió, en un cambalache fraudulento cometido contra la Seguridad Social en connivencia con la dirección de la empresa minera Hunosa en 1995, de la cual forma parte como miembro del consejo de administración en representación de la Junta General del Principado de Asturias, donde ocupa un escaño de diputado del PSOE. Todo ello al margen de sus cargos en las ejecutivas regionales y nacional del partido, así como de la presidencia de alguna que otra «fundación».

Este personaje de la cuenca minera asturiana, José Ángel Fernández Villa, llegó al PSOE y a la UGT en los inicios de los años setenta procedente de las filas anarquistas y comunistas; allí su misión consistía en participar en cualquier asamblea o reunión que pudiera surgir en las muchas empresas que frecuentó -cada poco era despedido-, en especial en la mina Miravalles de Asturias, donde iban a parar todos los despedidos pertenecientes a las organizaciones de izquierda, para posteriormente delatar a los compañeros participantes y «levantar acta de lo acordado» ante la jefatura de la policía «social» franquista. Era la persona más reacia a ocupar cualquier cargo en nuestras organizaciones. Al final, ante la insistencia de los compañeros, siempre se conformaba con «cualquier vocalía» escudándose en una extraña enfermedad de la que nunca se supo y que, sin embargo, no le impedía tener una participación frenética en casi todas las reuniones, más o menos importantes, que se celebraran en los distintos lugares de Asturias, valiéndose para ello de su recién estrenado coche: un Austin Victoria rojo que en aquellos tiempos del 600 era todo un lujo, sobre todo en un hombre que había tenido la desfachatez de cobrar, como «despedido» del dinero de Fusoa que los compañeros recaudábamos en los centros de trabajo para ayuda de los verdaderamente despedidos y detenidos, muchos de ellos debido a sus chivatazos a los hombres de Claudio Ramos (algunas veces al jefe directamente, en un local de la calle División Azul de Oviedo). Pero una vez que se había «despejado el camino», empezó a asumir tal cantidad de cargos sindicales y políticos que llegó hasta la mismísima comisión ejecutiva del PSOE, con Felipe González en la Presidencia del Gobierno.

Al autor no se le puede negar la valentía al llevar adelante una crítica sin concesiones, y tener que asumir sus responsabilidades. Personalmente tengo curiosidad por saber cual será la reacción de las muchas personas que están implicadas en sus denuncias. «Secuestro del socialismo» es un libro escandaloso, pero no necesariamente tiene que producir escándalos. Me temo que sobre él caerá la pesada losa del silencio. El silencio cómplice. Alguien definió la etapa del felipismo como la dictadura del silencio. Silencios que tienen un precio y suelen ser bien remunerados.

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La Nueva España [04_04_05]

Saavedra dice que el PSOE se nutrió de Falange y de los servicios de Carrero Blanco

M. C. M.

Con su inseparable boina, el ex diputado Antón Saavedra presentó ayer su primer libro «Secuestro del socialismo» en el Ateneo Jovellanos de Gijón. Su amigo, escritor y ex boxeador José Ramón Gómez Fouz presentó la obra como «Un libro de fiscal». El propio Saavedra define «Secuestro del socialismo» como «un libro de vivencias, donde se recoge cómo se fragua la transición "modélica", dicho esto con toda la ironía, hasta llegar a través de toda esa cantidad de tuberías hasta el pozo de mierda que nos dejó el socialismo». El PSOE es definido por Saavedra de una manera muy rotunda: «No es más que un felipismo que se nutrió de gente del tardofranquismo, de la Falange y de organizaciones clericales, de donde salió el propio Felipe González; todo ello orquestado desde los servicios de inteligencia de Carrero Blanco». Desde esta génesis del PSOE, Antón Saavedra analiza lo sucedido hasta nuestros días, exactamente hasta antes de las elecciones generales: «Son más de 470 páginas, siempre tuve la costumbre de llevar una agenda muy completa. Cuando me prejubilé, eché mano de todas las agendas grandes que tenía, además de una serie de documentos para levantar acta de lo que vi, combatí y viví. Todo ello con el objetivo permanente de buscar la verdad histórica. Éste es un libro para los que quieran saber la verdad real, no las batallitas que nos cuentan».

«Hasta ahora la respuesta ha sido el silencio. Es lógico, no pueden ser capaces de contrarrestar lo que cuento», afirma Saavedra acerca de los aludidos en su libro.

 

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