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Pensamiento :: 10/01/2007

Resistir

Georges Labica - La Haine
[Traducido para La Haine por Marina Trillo] :: El hiper-terrorismo de Estado y el hipo-terrorismo de grupo, la Resistencia, no se acomoda a los servilismos de la información

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el mundo se encuentra embarcado en una situación de guerra.

La opción ha sido deliberadamente anunciada por el jefe de la Casa Blanca y sus estrategas se ven investidos con la misión de ejecutarla. El drama de las Torres Gemelas no desempeñó seguramente más que el papel de un pretexto para justificar el pase, decidido con anterioridad, hacia acciones armadas destinadas en primer lugar a Afganistán, luego a Irak.

Los desmentidos virtuosos ya no son practicables, se sabe a partir de ahora que la arrogancia de la súper-potencia no se priva ni de mentiras, ni de violaciones del derecho, al servicio de sus fines, que son triples: prohibir todo desarrollo nacional autónomo, controlar en todas partes los recursos energéticos y mantener en Oriente Próximo al Estado predador de Israel. Por encima de las leyes comunes y del derecho internacionalmente consagrado, el más fuerte impone su propia ley.

El neoliberalismo, bajo la neutralidad de los vocablos globalización o mundialización, lleva a cabo una lucha planetaria, encargada de garantizar su dominación en todos los ámbitos, - económico, militar, político, ideológico y cultural. Las formas varían según los contextos. Se encuentran países en primera línea que sufren agresiones armadas, Palestina e Irak. Van seguidos inmediatamente por los del segundo frente de violencias más o menos directas, yendo de la delegación de golpes a golpes de Estado y a bloqueos, -Colombia, Cuba, Venezuela. La lista revisada, en el sentido de mayor extensión, de "estados canallas", programa las intervenciones que deben realizarse, en particular contra Irán, acusado de querer dotarse con el arma nuclear.

La experiencia iraquí sin embargo llevó a rebajar las pretensiones del Pentágono de abrir varios frentes a la vez. Las naciones más pobres, calificadas púdicamente como "menos desarrolladas" o "en vías de desarrollo", son hundidas en su desamparo bajo los golpes de deudas impagables, corrupciones endógenas o denegación de asistencia médica, haciendo, por ejemplo, del SIDA el mejor auxiliar neocolonial en África. Las naciones ricas, incluidas las "democráticas" y "occidentales", no están de ninguna manera a cubierto. Las derrotas de las organizaciones de trabajadores, partidos y sindicatos, en buena parte debidas al hundimiento de los denominados países "socialistas", así como las gestiones socialdemócratas convertidas al liberalismo, han dejado vía libre a la liquidación de los derechos adquiridos y antiguas conquistas sociales.

Privatizaciones, flexibilizaciones, deslocalizaciones, consagrando un desempleo que su irreductibilidad declara "estructural" y las barreras impuestas a la inmigración, entre otros dispositivos, minan el espacio público y dan oportunidad a recursos fascistas y racistas. El contrato substituido por ley y la ciudadanía diluida en los comunitarismos preparan una Europa de la que quedará excluida la "voluntad popular" y "republicana", condición de toda soberanía.

Por lo demás, ya hace algunas lunas que la sociología detectó la asombrosa categoría de "trabajadores pobres" y que las "bolsas de pobreza" del primer mundo no dejan de inflar. Eso quiere decir hablando claro que la guerra en cuestión es una guerra de clases. El mérito de la mundialización consiste en precipitar la toma de conciencia en su contorno mundializado, aunque fuera bajo los trazos mezclados del movimiento anti/altermundialista.

El travestismo ideológico bajo el cual la ofensiva neoliberal hace alarde de su legitimación es conocido. Se trata del famoso "conflicto de civilizaciones". No es necesario insistir, salvo para precisar que presenta la particularidad, que poseen algunas prendas de vestir, de ser reversible. El revés y el derecho son similares, como la copia y su modelo, conformes a la verdadera copia. Aquí, Alá, el santo Corán, y la Yihad; allá, Dios (o Jehová), la santa Biblia y la Cruzada, identificados con el Bien por sus turiferarios, con el Mal por sus detractores. Está claro que no tiene que ver, tanto en un caso como en otro, más que con recovecos oscuros de las religiones reveladas, no, como se pretende, "fundamentalismos", sino más bien epifenómenos sectarios respecto a los cuales los "verdaderos" creyentes se sienten ajenos.

También hay que tener en cuenta que el antagonismo aparente disimula otra similitud, la del origen, no solamente el espejo. Es la respuesta del pastor a la pastora, atentos a las mismas ovejas, tal como ocurre con las familias Bush y Ben Laden. No es todo. La consanguinidad, igual que sucede en las familias, no significa igualdad de condición. En este caso, las comparsas están separadas por un abismo. Por una parte, la fina punta de la tecnología moderna e incluso post moderna; por otra parte, los métodos de tipo artesanal; los medios del dueño y del empleado. O, para llamar las cosas por su nombre: el hiper-terrorismo de Estado y el hipo-terrorismo de grupo, el término Resistencia, no se acomoda a los servilismos de la información, debiendo quedar evidentemente reservado para sus comunes adversarios / víctimas.

El último período, señalando el pase a la situación de guerra, ha visto que el discurso del terrorismo ocupaba el lugar del derecho como ideología dominante. Se comprende que sus manifestaciones puedan estar incluidas conjuntamente en la fuerza militar y en la decisión administrativa, - el misil y el tanque en Oriente Medio, el "plan social" en Europa, lo humanitario en otra parte. Ahora bien, el hecho de que el imperialismo sea ambidiestro, mano de hierro y pierna de terciopelo, si puede engañar durante un tiempo, no disminuye de ningún modo su nocividad.

La entrevista que se va a leer entre Karim Mroué y Abdelaziz Belkeziz confiere a este telón de fondo de nuestra actualidad un alumbrado de saludable vivacidad. No se para en abrir las capas externas con la paciencia del restaurador, ni en valorar las falsificaciones. Sin cólera y sin odio, al contrario, con toda ecuanimidad, se expresa detrás de la pantalla, narrando y comentando las miras y las equivocaciones, los fallos y los fracasos, lo acumulado y lo perdido, en dudas y en certezas, con una crítica ceñida a lo diario, es decir, a la historia, en verdad una historia, con y para los que intentaron inscribir sus actos. Ceñirse al meollo con el fin de lograr un arma contra los dominantes, - individuos e ideas. Que se lo juzgue.

Karim Mroué es árabe, de una familia de dignatarios religiosos musulmanes y es un dirigente comunista. ¿Qué puede ser peor, a la hora del "¡Vade retro, Satanás!" planetario? ¿Cuándo precisamente una sola de estas tres cualidades - origen, religión y compromiso político, basta para designar a un "terrorista" y el objetivo de un "atentado específico"? Es cierto que en Líbano, seguramente más que en otra parte, es fácil de escapar de las cajas en las cuales se procura encerrarle. Ya que, por añadidura, Mroué es libanés. Ustedes saben que este extraño Estado confesional, tal como lo había definido nuestro común amigo asesinado, Mehdi Amel (Hassan Hamdan), que se pierde en sus propios juegos de pistas político étnicas, y que sus vecinos, después de sus colonizadores, hostigan incansablemente para desmembrar, Polonia, más que Suiza, en el Mediterráneo, cuya población excede ampliamente las fronteras. A Mroué, poco le importa.

Tranquilamente, plácidamente, asume. Será por tanto muy apreciada, en lo que respecta únicamente a la izquierda, una pequeña zambullida introspectiva, con una cáscara de antropología y dos dedos de psicoanálisis, en callejones sin salida insalvables, sobre un fondo de conciencia desgarrada. Decididamente no, tanto peor para los misterios de identidad. Las imágenes, tan distribuidas en Occidente, dan un golpe, diabolizante del "loco de Dios", heredero del "hombre con el cuchillo entre los dientes", y los edulcorantes del árabe "integrado", del musulmán "moderado" o del comunista "arrepentido".

Se hablará pues del mundo árabe, del Islam, del comunismo, de Líbano, de Palestina, de Rusia y... de China, de los que Mroué trató mucho más ampliamente en obras anteriores no traducidas que se encuentran referenciadas en bibliografía. Su experiencia y su reflexión, de arraigo a la vez nacional e internacional, los recorren, por instigación del animador de juego exigente que es A. Belkeziz, gracias al cual se establece un diálogo sin complacencia. Se verá que no se ponen tópicos en este intercambio. La historia del partido libanés, en cuya dirección participó Karim Mroué mucho tiempo, enredada en la del movimiento comunista, evidencia la difícil marcha de la aspereza dogmática y del sometimiento al modelo soviético, en cuestiones preocupadas por no eludir ningún ámbito.

Los que saben hasta que punto el injerto marxista tuvo dificultades para prender en las sociedades árabo-musulmanes, donde las consignas, con pretensión universal, de la Internacional comunista chocaron con las resistencias específicas que representaban la ausencia de tradición militante, la composición social mayoritariamente campesina, el estatus de la mujer y el peso de lo religioso, esos apreciarán el examen intransigente de las actualizaciones, de las renuncias y de las autocríticas. Se refieren a los fundamentos teóricos de una marcha que se empeña en apelar al marxismo: las condiciones de posibilidad del socialismo en el contexto nacional libanés, las alianzas de clases, la función del partido, la naturaleza y las formas de un poder de transición ("dictadura del proletariado"), el recurso a la violencia revolucionaria o el valor reencontrado de la utopía.

Si no es blando con aquellos a quienes considera como renegados, modelo Gorbachov, o con los extraviados que, al volver de nuevo al Islam, experimentaron una regresión "de la ciencia a la metafísica", Mroué se esfuerza por hacer un examen crítico, sin polémicas inútiles, de las grandes tesis y las corrientes que animaron el curso del movimiento comunista, de Lenin a Gramsci, al eurocomunismo y al socialismo denominado "de mercado". Se da amplia cabida al papel de los intelectuales marxistas, en particular franceses.

Seguramente se podrá, como se debe en similar materia, discutir tal toma de posición o tal juicio, probar una duda excesiva, por ejemplo, sobre la capacidad teórica de apreciar hoy la fase de la mundialización alcanzada por los informes capitalistas de producción o las reservas relativas a las perspectivas revolucionarias.

No se podría sin embargo subestimar la gran lección que Karim Mroué desprende de las peripecias de un itinerario, de las que fue protagonista y a la vez testigo. Se resumen en la necesidad, en adelante inevitable, de hacer prevalecer la norma democrática en todo lugar, se trate de organizaciones, con partido de clase, o de la sociedad, tanto antes como después de la ruptura política. Mroué aboga, en este sentido, por la constitución de "bloques históricos" en cada país. No hay otra vía para el mundo árabe especialmente, obligado a combatir en pro de una doble liberación: la del despotismo de sus regímenes políticos y la de su sumisión al capitalismo globalizado bajo hegemonía estadounidense.

Samir Amin, del cual se sabe que es una de las grandes figuras progresistas de nuestro tiempo, aporta su contribución, sentando las bases de una historia del comunismo egipcio con la voluntad de alumbrar sus tomas de posición frente a los desafíos de la modernidad.

La obra no se limita a estos dos conjuntos. Ofrece al lector francófono y más ampliamente al "occidental", la primicia de miradas, entre las más informadas, atentas a la historia del comunismo en el mundo árabe. Karim Mroué completa su enfoque del partido libanés, con el tratamiento, de una audaz pertinencia, de los diversos P. C. del Machreq al Magreb, mientras que Samir Amin, reflexiona sobre la compleja aventura del P. C. egipcio.

Surgen así varias décadas de tramas coyunturales desconocidas, ignoradas o despreciadas, que se ven restituidas en sus contextos locales e internacionales, ellos mismos tan llenos de ruidos y de furores que su percepción a menudo se encontró obscurecida. El euro centrismo se lleva un golpe consagrado. Pues no se trata de ninguna manera de una defensa y apología, todo lo contrario, aún aquí, el desmontaje de prejuicios, de ideas recibidas y procesos de intención, evidencia en su realidad concreta el trabajo de comunistas que son presa de las contradicciones de su situación y de las coherencias susceptibles de autorizar el control.

Tal trabajo, evidentemente, no podría estar libre de errores, desilusiones y conflictos, pero pretende, en cada etapa, mantenerse lo más cerca posible del interés de los que sufren, las masas bien llamadas trabajadoras, dominadas y sin embargo mayoritarias. Esta es la razón por la que los narradores, porque no son espectadores, estuvieron "comprometidos", inscribiendo sus propias existencias en estas luchas de las cuales vivieron de modo concreto los sinsabores y entusiasmos. Agradeceremos de nuevo a Karim Mroué y a Samir Amin, no haber temido alimentar sus análisis con elementos autobiográficos que vienen a apoyar, por experiencia, sus valoraciones y sus juicios. Pudieran invitar al lector incluso a reconsiderar la idea misma del comunismo para hacer salir la única respuesta adecuada a la mundialización imperialista.


P.S. La actualidad (julio-agosto 2006) no esperó para añadir un nuevo capítulo al par guerra / resistencia. En el marco de la estrategia estadounidense del "Gran Oriente Medio" y de la "Guerra infinita", el Estado de Israel acaba de extender al Líbano la política de ocupación colonial, destrucción y exterminación que desde hace mucho tiempo lleva a cabo en Palestina. Después del saqueo, disfrazado de exportación de "democracia", de Afganistán e Irak, el fantasma sionista de un protectorado sobre una nación hecha estallar en comunidades étnicas o religiosas puede jactarse de algunos éxitos: 1.100 muertes y 3.500 heridos, la mayoría civiles, entre ellos numerosos niños; un millón de refugiados, o sea un tercio de la población; ciudades y pueblos destruidos; toda la infraestructura destruida, - la parte fundamental de la red de carreteras, y 145 puentes, que habrían permitido el paso de ayuda, 5 centrales eléctricas (con una catástrofe ecológica en el Mediterráneo), 6.500 empresas, escuelas, hospitales... Ante estos crímenes de guerra debidamente programados y sistemáticamente ejecutados, ante el silencio y a la complicidad de la casi totalidad de los gobiernos, la resistencia de todo un pueblo, reducida a medios defensivos, sin poder compararse con una potencia de fuego a la vez aérea, marítima y terrestre, llegó a tener en jaque al "4º ejército del mundo", a garantizarse la solidaridad de los dominados del mundo entero y a reforzar aún más sus sentimientos de hostilidad antiimperialista.

19.09.2006 . Artículo original en http://labica.lahaine.org/articulo.php?p=39

 

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