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Venezuela :: 14/12/2016

Pelear contra las cuerdas: lecciones del 2016 venezolano

Marco Teruggi
Apuesto al entramado comunal, la construcción de una organización popular nacional que desde dentro del chavismo construya una correlación de fuerzas capaz de torcer rumbos

Es diciembre y contra los pronósticos mayoritarios estamosde pie. Muchos decían que no pasaríamos la mitad del año, tanta del lado enemigo como del nuestro. Así se comunicaba en los pasillos y las reuniones en enero: teníamos seis meses, pasada esa fecha era el vacío. Los planes eran a seis meses, las gestiones eran a seis meses, la revolución en el gobierno era a seis meses, 2017 no existía como imaginario. Y acá estamos, con planes para el año que viene que, como cada año, será el más difícil de la revolución. ¿Cómo estamos? Contra las cuerdas. Eso, en este escenario, ya es mucho. Estaríamos nocau si fuera otro proceso político. Tanto golpe debería habernos hecho tocar el piso al menos con una rodilla. Algunos dirán que así estamos, creo que no, todavía no.

No soy un optimista a prueba de toda realidad. Mi vida personal es modesta, alquilo una pequeña habitación en una casa compartida entre muchos, mis pertenencias son pocas -algunos libros, el equipo de mate, una valija de mi bisabuela- y los ingresos que tengo son esencialmente para comer. No me quejo, vivo de lo que me gusta: escribir y militar. Eso es un lujo. El mundo que me rodea, desde el cual pienso y actúo, no arroja elementos de gran optimismo: estamos golpeados, y si las rodillas siguen enteras, tenemos una ceja ensangrentada que no cierra.

Me gustan las imágenes del boxeo. Comencé a incorporarlas al sentir que la dinámica política en Venezuela se parecía a una serie de asaltos, algunos de desgaste, otros con intenciones de dar ese cross para tumbar al rival. Y que muchos golpes también eran al aire, de desgaste de un lado y otro sin generar más daños que el de aburrir al público, alejarlo del partido, como si tuviera ante sí a dos boxeadores más cercanos a trucos de catch que a una pelea de guapos. Esto último pasó mucho este año, y peor que pelear contra las cuerdas es pelear ante gradas que se vacían. Cuando miramos hacia los lados vemos que una parte de nuestra tribuna se retiró. ¿Dónde está y cómo acercarla nuevamente? Es una de las preguntas del millón.

La revolución vino a cambiar las reglas del juego. De raíz, ese fue el objetivo planteado, anunciado a la población y a lo cual miles se sumaron. Los pedazos desarmados de la clase se unieron en un proyecto, un liderazgo y volvieron a fundar la política. El problema, y esa es una tendencia, es que de a poco algunos -cada quien dirá porcentajes- se fueron transformando en aquello contra lo cual se habían alzado. No importan los apellidos sino los fenómenos en curso: nos parecemos a veces a aquello que nos propusimos combatir. Como si la ola volviera desde nosotros mismos para intentar ahogarnos. Hablo en primera persona del plural, como parte de un movimiento de masas llamado chavismo, hecho de pasiones alegres y pasiones tristes, de barriadas alzadas y burócratas dolarizados. Sería demasiado sencillo despegarse de lo malo como algo ajeno. Hay contradicciones y en ellas se desarrolla el proyecto. Sobre ellas trabaja quirúrgicamente el enemigo -con resultados pobres dado el dinero invertido- que quiso llevar el país al caos para desembocar en un estallido o una confrontación civil. No lo lograron.

Escribir “es diciembre y contra todos los pronósticos mayoritarios estamos de pie” es en sí mismo una victoria. Otro round en el que no pudieron, el más pesado de todos.

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Balancear en estas fechas es hacerlo a un año de la derrota electoral más significativa del chavismo, la del poder legislativo. Sucedió el 6 de diciembre del 2015 con un resultado que, si bien podía vislumbrarse, resultaba difícil pronosticar con números tan adversos. Se hablaba en los días previos de pequeñas diferencias, no de mayoría calificada por parte de la derecha. Esa noche fue un baldazo de agua fría: el chavismo, maestro en contiendas electorales, podía perder, y hacerlo en serio. Eso influyó en los diagnósticos posteriores, en el pesimismo de generaciones formadas en el triunfo permanente -muy diferentes a las de otros países del continente fundadas en la derrota y la resistencia.

Una pregunta obligatoria a un año de esas elecciones es, ¿en qué cambiamos? Pienso que poco, tanto del lado de la dirigencia, como en el entramado de chavismo de base -formado por comunas, movimientos sociales, intelectuales etc., que no responden directamente a líneas del Partido Socialista Unido de Venezuela, aunque guardan con él cantidad de puentes-. Toda derrota conlleva un cambio. Hugo Chávez hablaba de las 3r: revisión, rectificación y reimpulso. Sin embargo los dos universos, partes de la imprescindible unidad, continuaron sobre el camino conocido, insuficiente. La dirigencia logró conservar el poder ante los sucesivos asaltos golpistas, y el mundo comunal/popular siguió su proceso sectorial y local. El orden revolucionario tendió a su reproducción antes que a su superación. La revolución en la revolución no emergió.

Una profundización solo podría venir por parte del chavismo de base. El problema es que hasta el momento no parece haberse propuesto esa tarea, no construyó las herramientas necesarias para tal fin. Sin presión no hay cambio, sin mando no hay obediencia, sin deseo de disputa -y organización para la misma- no hay conquista. El movimiento popular venezolano, que no es lo mismo que la organización popular, tiene una deuda histórica al interior del proceso. Porque las líneas de avances, empoderamiento popular y arrebato de poder al enemigo, no serán impulsadas por esta dirigencia por una simple razón: no es su proyecto. Al menos de la mayoría. Chávez lo vio, lo enunció, y dejó un plan minucioso por el cual avanzar. ¿Quién iba a empujar hacia ahí? Pocos, como se ve, y sin correlación de fuerzas internas.

El esquema permitió quedarse contra las cuerdas, aguantar los crosses y devolver algunos magistrales. El intento de Golpe de Estado de finales de octubre fue la muestra más clara: la derecha quedó descocida y sin fuerza luego de su avanzada hacia el vacío. Luego de inflarse el pecho regresó al terreno de lo ridículo -la última escena fue protagonizada en el Vaticano por Lilian Tintori quien simuló un encadenamiento-. No está de más repetirlo, una de las grandes ventajas del chavismo ha sido históricamente la mediocridad de la derecha, su incapacidad para construir hegemonía, liderazgos sólidos, unidad pragmática, etc.

El problema mayor estuvo y está entonces en la economía, blanco de los ataques, punto frágil del chavismo, tanto en los hechos como en la perspectiva. En los hechos porque efectivamente el proceso revolucionario aplazó la transformación del aparato productivo. Era parte de esta etapa que debía conducir el mismo Hugo Chávez. No juzgo acá con liviandad: transformar una maquinaria formada durante un siglo para el rentismo petrolero no es asunto sencillo, se trata de una arquitectura profunda, que abarca hasta lo cultural. Se dieron pasos, insuficientes pero reales, como expropiaciones, nacionalizaciones -neurálgicas como la industria petrolera-, inauguraciones de nuevas plantas estatales, de propiedad comunal etc. Un proceso que debe ser estudiado con cuidado pero que, por una mezcla de inexperiencia, falta de seguimiento, corrupción, y organización vertical en manos militares, no dio los resultados esperados. Eso en los hechos y como parte de un debate poco actualizado. En cuanto a la perspectiva no es buena: este año se avanzó en las concesiones al empresariado, la banca y las trasnacionales. Un sector de la dirección que tomó la delantera le dio más poder a quienes son nombrados públicamente como enemigos.

Es en el terreno de la economía donde hoy se mueve el escenario más complejo. Por eso la discusión política parece a veces la pelea de catch, con más trucos que guantazos de guapos. Hay que despejar tanta amenaza, palabra cruzada, pateada de mesa, e ir a las noticias de economía: ahí está el centro del partido. Las enemistades/amistades son turbias, y si la burguesía intenta el nocau, los negociadores chavistas parecen buscar más el fin de la pelea que asestar golpes.

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Existe otra hipótesis: el problema no está en el aparato productivo, que no sería insuficiente, sino en los mecanismos de distribución, es decir en el entramado que va desde la importación hasta la colocación en los lugares de venta final. Allí estaría el corazón de la guerra económica, y ahí entra el elemento de la corrupción como gran aliado de la misma. Si existe la capacidad de subir precios ilegalmente, desabastecer, construir redes paralelas de comercio, acaparar en los puertos y grandes centros de almacenamiento, sobrefacturar, desviar camiones, hacerlos pasar la frontera con Colombia ilegalmente y etc., es porque dentro del plan de desestabilización son parte activa elementos internos a la revolución. Eso condiciona otros debates: ¿quién puede llevar adelante ciertas medidas que deberían tomarse y hacerlo con transparencia? Por ejemplo, la nacionalización de las importaciones de sectores claves.

No existe más remedio que la cárcel ante la corrupción. Aunque implique que hombres claves vayan tras las rejas. Como explica Álvaro García Linera, la corrupción daña una de las armas mayores de los procesos revolucionarios: la fuerza moral.

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Es diciembre y lo que viene son elecciones. Tres en dos años, incluida presidencial. La dinámica política entrará en el ciclón de candidatos, campañas y etc., y el cuadro económico no parece mejorar, salvo las señales de acuerdos entre países productores de petróleo que levantarían el precio del barril. Llevamos más de tres años con aumentos de precios, desabastecimientos de productos vitales, ataques a la moneda etc. No es una crisis como conocimos en el sur, con desocupación masiva, decenas de miles de cartoneros, negocios cerrados por quiebra y los etc., pero golpea sin tregua la vida diaria, corroe los avances del chavismo.

Decía que no tengo un optimismo a prueba de realidad. Las tendencias no son buenas. Debemos recuperar la mayoría perdida, reconstruir los hilos de la hegemonía política y cultural, que es algo diferente a las demostraciones de fuerza callejeras que todavía tiene la capacidad de realizar el chavismo. Pasa por rever las estrategias de comunicación, por ejemplo. Y que se empujen recambios al interior de las filas propias, punto que remite nuevamente al rol de los movimientos populares y la necesidad de ir en búsqueda de otro rol dentro de la arquitectura de la revolución -ya no solamente el de acompañar sino el de disputar internamente.

Sin embargo, contra pronósticos propios y ajenos, estamos acá. Lo que dejó Chávez es inmenso, se trata del proceso de mayor empoderamiento de este ciclo político continental. Sin eso no estaríamos donde estamos. Ningún pueblo aguanta tanto golpe si no viene de protagonizar y transitar transformaciones radicales. ¿Hasta dónde puede resistir? Estamos ante la incógnita, con hipótesis, especulaciones, miradas atravesadas de deseos, enojos, mezcladas con héroes, traidores, compañeros y burócratas. Los análisis no son neutrales ni objetivos: lo que escribo se enmarca dentro de una perspectiva política al interior de la revolución. Apuesto al entramado comunal, la construcción de una organización popular nacional que desde dentro del chavismo construya una correlación de fuerzas capaz de torcer rumbos. Que defienda y ejerza tensión, teja la unidad y pelee poder interno. En eso, cada día, estamos.

Escribir y quedarse de brazos cruzados no sería chavista.

La Tecl@ Eñe

 

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