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Estado español :: 21/03/2017

El pujolismo vs. autonomismo y la corrupción política en Cataluña

Luis Ocampo
La maquinaria mediática, policial y judicial entra a saco para airear los pecados que eran conocidos hacía años, pero que había que tolerar, porque "eran de los nuestros”

El pujolismo fue una pieza clave en la construcción y mantenimiento del Régimen del 78; sin ella, éste no hubiera sido posible. Por supuesto ese subrégimen a nivel territorial catalán estaba infectado por la corrupción política sistémica, como "forma de hacer", al igual que el Régimen del 78, marco global en el que se encardinaba con un cierto grado de autonomía.

Si la situación de Cataluña en los primeros años de la Transición hubiera tenido algo de parecido con la de hoy (el soberanismo como sentimiento hegemónico en la sociedad), ésta no hubiera podido conseguir el objetivo de proclamar el Régimen monárquico-borbónico  postfranquista.

Simplemente así de sencillo. Es por ello que el pujolismo era una pieza imprescindible, y por tanto, mimada y consentida por el Régimen. No por afecto sincero, sino por necesidades estratégicas. Sin ella era imposible hacer avanzar a Cataluña, aunque fuera temporalmente, por la senda constitucional.

El primer presidente de la Generalitat recuperada fue Josep Tarradellas, que encarnaba la legitimidad histórica de esta institución en el exilio y además había formado parte del Gobierno de la máxima institución catalana durante la Segunda República, especialmente en la época de la guerra antifascista.

Cataluña, dado su carácter singular, tuvo un tratamiento político inicialmente diferenciado en la Transición. El recuperar la legitimidad histórica para la presidencia de la Generalitat a través de Tarradellas, fue una alternativa audaz, impulsada por Adolfo Suárez y que no entusiasmó precisamente a Pujol. Salvando las distancias, supuso una cuestión similar a la que hubiera sido que el Presidente provisional del Gobierno español hubiera sido el Presidente de la República en el exilio, que lo había en aquel entonces, pero que ciertamente carecía de conexión o influencia alguna en el interior del Estado español, a diferencia de la Generalitat de Cataluña y su presidente en el exilio que sí las tenían.

Jordi Pujol llegó a la Presidencia de la Generalitat, jubilando a Tarradellas, a pesar de que las primeras elecciones autonómicas las había ganado el PSC, y globalmente la izquierda. Pujol contó con el apoyo entusiasta del Sistema.

Años antes Jordi Pujol había expresado la necesidad de que Castilla fuera fragmentada en varias Comunidades Autónomas y que además Madrid no se incorporase a ninguna de ellas, por la sencilla razón de que no quería que existiera en el Estado de las Autonomías ninguna comunidad castellana que tuviera un alto peso específico. La incorporación de Madrid a cualquiera de las Comunidades de Castilla - la Mancha o Castilla y León le hubiera dado esas características (tal cuestión se puede comprobar en la hemeroteca de la época).


O sea que, castellanas y castellanos, por si no lo sabiáis, Jordi Pujol fue un condicionante principal, entre otros, de la desmembración de Castilla. Y castellan@s de Madrid, sabed que ese engendro autonómico, si existe, es en muy buena medida responsabilidad de Jordi Pujol, por supuesto con no buenas intenciones.

Ciertamente los castellanos y castellanas no tenemos nada que agradecer al pujolismo, sino todo lo contrario, y así lo hemos dejado claro a lo largo de nuestra historia como movimiento popular castellano. Como muestra recuperamos un cartel editado para Villalar de 1997.

Sin embargo, la derecha española más rancia estaba dispuesta a formar Gobierno con Pujol, a compartir con él numerosas carteras ministeriales, e incluso a que él fuera el Presidente. Todo ello con la intención  de desplazar a Felipe González, tal como aparece de forma profusa en la hemeroteca de la época. ¡Hasta dónde puede llegar el oportunismo!


El Rodea el Parlament de 2011 marca por un lado el máximo seguidismo del partido de Pujol, ya encabezado por Mas y con responsabilidad de Gobierno, con respecto al Régimen del 78; pero también el principio del fin de esa fuerza como proyecto autonomista y, por tanto, de esos planteamientos políticos. La transferencia del autonomismo al soberanismo por parte de Convergència, como reflejo del cambio que simultáneamente y de forma interactiva se estaba dando en el sector social al que Convergència representa, supone un hito en la historia moderna de Cataluña de una gran importancia.

A partir de ese cambio ya no hay perdón para los pecados del pujolismo y mucho menos para los de sus sucesores.

La maquinaria mediática, policial y judicial entra a saco para airear urbi et orbe los pecados que eran perfectamente conocidos desde hacía años, pero que había que tolerar, porque los pecadores "eran de los nuestros”.

El Sistema y su Régimen del 78 solo han iniciado la ofensiva contra la corrupción en Cataluña cuando políticamente les ha tenido una utilidad, en concreto la de asociarla al proceso soberanista. Pero la cuestión es justo al revés. Toda la corrupción que en los últimos tiempos está aflorando se corresponde con la etapa autonomista de las instituciones catalanas.


Es importante que esto se sepa, porque es una demostración más del carácter corrupto desde todos los puntos de vista, incluyendo el moral, de este Régimen del 78.

Cuando estábamos concluyendo este artículo se han comunicado las sentencias por el juicio del Tribunal Superior de Cataluña contra Mas, Rigau y Ortega. El castigo es un castigo a medias. Hay un cierto grado de represión pero dejando entrever que si las aguas volvieran a su cauce, todos los pecados serían perdonados.

Iremos viendo la evolución de los acontecimientos.

Luis Ocampo, publicado en últimoCero

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fE9L