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Colombia :: 13/05/2022

Colombia: la hora de las decisiones

Oto Higuita
Una reflexión a propósito del paro armado del Clan del Golfo, ante la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 29 de mayo

Una reflexión a propósito del paro armado del Clan del Golfo y la existencia concreta de un paramilitarismo que se ha vuelto a endurecer y reagrupar contra el movimiento nacional por el cambio democrático, que hoy avanza imparable en Colombia.

El contexto de esta reflexión está en la extradición de alias Otoniel, jefe paramilitar del Clan del Golfo, extraditado a EE.UU. y con él la verdad sobre miles de crímenes que han cometido, y el derecho de las víctimas a la verdad de nuevo burlado. Al hacerlo, el gobierno marioneta de Iván Duque se ha pasado por la faja la decisión de la Corte Suprema de suspender la extradición para que enfrentara ante un tribunal (JEP) los crímenes que se le imputan al extraditado.

El contexto también incluye la masacre de Puerto Leguízamo, Putumayo, donde 11 campesinos e indígenas fueron masacrados por el ejército ante las narices de la comunidad, de Colombia y del mundo. De ahí que la moción de censura contra el Mindefensa Diego Molano por ése y otros crímenes de Estado, se hundió porque la bancada parlamentaria del Centro democrático y sus alianzas con los viejos partidos de la narcoligarquía que hoy gobierna al narcoestado, como era de esperarse, lo respaldaron mayoritariamente, justificando en la práctica los crímenes de Estado.

No podemos dejar de lado uno de los más importantes elementos de contexto, el hecho de que Colombia se acerca a un cambio de gobierno, no de régimen (para otra discusión), por la masiva expresión de rechazo y la movilización ciudadana hacia las elecciones del 29 de mayo, contra el despotismo, la miseria en que viven millones de familias, la corrupción, el crimen, las alianzas con el narcotráfico, la guerra, el exterminio de líderes sociales y el incumplimiento de los acuerdos de paz del gobierno de Duque, entre otros.

La extrema derecha en su forma armada paramilitar, sus rasgos fascistoides de exterminio, eliminación del «otro», del opositor, del enemigo interno, anticomunista son los mismos que de las FF.AA. y la policía nacional. El paramilitarismo no se desmovilizó, por el contrario, su presencia y accionar se han acentuado y extendido.

En este sentido, Colombia vive como en muchas partes del planeta un renacer de formas fascistas de exterminio, se ve en Ucrania, en Europa, en Yemen, en Siria, en Palestina, en Latinoamérica y EEUU. Ecuador en las cárceles de terror, la “nueva” modalidades de sacar los ojos a los y las jóvenes y estudiantes en Chile, en Colombia, y en Ecuador. Podría decirse que esta es la forma «blanda» en que se expresa el terror paramilitar (fascismo criollo), porque en su forma dura tenemos que contar las desapariciones, los desmembramientos, incendiar vivos a delincuentes en una celda o en un juego de apuestas, como opera el fascismo institucional vestido de civil.

En concreto el paramilitarismo y el uribismo en su forma dura, tortura, asesina, masacra, desplaza, azota salvajemente; y en su forma “blanda” paraliza regiones, impide el comercio y la adquisición de alimentos a la población haciéndola pasar hambre, incendia y destruye bienes de pequeños propietarios como lo vienen haciendo en el más reciente paro armado.

¿Qué otra forma fascista de exterminio hay en Colombia? Aquí detienen adolescentes por hurtar chucherías y luego los asesinan y tratan de justificarlo desde un discurso de eliminación, castigo, disciplina, mantener el equilibrio como sostuvo un militar de camuflado advirtiéndonos de lo que nos esperaba si llegaba Petro a la presidencia.

Esta simbiosis entre formas «para estatales» y propiamente estatales (FF.AA., policía, ESMAD), la separa una corteza tan delgada y transparente que no se hace difícil entender que cuando los puestos de control del ejército en los retenes se mueven, es porque han pasado a la forma «para estatal», es decir, paramilitar, para imponer terror y miedo en la población. Ni siquiera los grandes supermercados de los clanes y familias que apoyan el paramilitarismo (tiendas Olímpica en la costa) han sido tocados, por el contrario se les presta apoyo militar, así como tampoco fueron incinerados los camiones de Postobón o los almacenes Exito, es decir, la lucha de clases se evidencia en el “paro armado”, que en esencia es contra la población para generar terror y miedo, y ya sabemos lo que tienen a mano a cambio para que no vuelva a ocurrir.

Estos argumentos, como es lógico, hay que analizarlos a la luz de lo que se viene, la elección mayoritaria en las urnas de un gobierno democrático de Gustavo Petro y Francia Márquez, en lo que creo hay un consenso.

La pregunta que me vengo haciendo hace rato como tantos otros y otras es, si es cierto, como muestra el último paro armado paramilitar-estatal, que el fascismo a la colombiana ya empezó a jugar una de sus tantas cartas para impedir, negar, desconocer y en el mejor de los casos no dejar gobernar un nuevo gobierno democrático pactista que elijamos, ¿que vamos a hacer, cuál es la respuesta adecuada?

¿Cómo vamos a responder, qué propuesta tiene el probable gobierno de Petro-Márquez, los millones que vamos por el cambio en las urnas, para detener, desmovilizar un movimiento fascista a la criolla, que ya está armado imponiendo el terror? Seguro responderán que hay una propuesta de acuerdo de paz del nuevo gobierno, la cual considero puede ser viable con las disidencias de las FARC, el ELN y otros grupos de la guerrilla que aún siguen alzados en armas.

¿Pero funcionará, será la adecuada, aceptará el fascismo a la colombiana una salida pacífica al largo conflicto? No lo sé, es un buen tema para seguir debatiendo y tratar de ver qué respuestas adecuadas, sensatas y concretas tiene ese basto movimiento social y ciudadano que se ha decidido ya por un cambio democrático en las urnas.

La Haine

 

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