Principal |
Europa :: 23/05/2022

Finlandia y Suecia entrarán en la OTAN a costa de todo

Anatol Lieven
La protección no la necesitan, pero será el clavo final en el ataúd de la autonomía europea y de cualquier relación futura con Rusia

Hay una ironía triste y bastante patética en la esperada solicitud de Finlandia y Suecia para ingresar en la OTAN.

La Unión Soviética fue, a lo largo de la Guerra Fría, una superpotencia militar, ocupaba la mayor parte de Europa central, sus tropas estaban estacionadas en el corazón de Alemania y el comunismo soviético -al menos durante un tiempo- dio la impresión de que entrañaba una verdadera amenaza para la "democracia" capitalista occidental. Sin embargo, a lo largo de esas décadas, Finlandia y Suecia permanecieron oficialmente neutrales.

En el caso de Finlandia, la neutralidad fue una condición del tratado con Moscú que puso fin a las guerras con la URSS. En el caso de Suecia, digamos que había grandes ventajas prácticas al estar en efecto bajo el paraguas de seguridad de los EEUU sin tener que hacer ninguna contribución al mismo ni correr ningún riesgo por ello. También había grandes ventajas psicológicas en disfrutar de esta protección de facto de EEUU, mientras se disponía de libertad para exhibir en cada oportunidad la supuesta superioridad moral de Suecia frente a la Norteamérica efectivamernte imperialista y racista.

Desde el final de la Guerra Fría, Rusia se retiró mil 500 kilómetros hacia el este mientras la OTAN y la UE se expandían enormemente. Hoy, las fuerzas terrestres rusas están demostrando en Ucrania que no suponen una amenaza seria para la OTAN o para Escandinavia. Tampoco lo suponían antes. Para llegar a Suecia, Rusia tendría que cruzar Finlandia o el Mar Báltico. Y ni durante ni después de la Guerra Fría amenazó nunca Moscú a Finlandia. La Unión Soviética respetó estrictamente los términos de su tratado con Finlandia. Hasta se retiró de una base militar en la que, según el tratado, podría haberse mantenido durante otros cuarenta años. 

Una de las razones fue que, a diferencia de Ucrania (y en marcado contraste con Suecia), la heroica lucha de Finlandia contra el ejército soviético había convencido a Moscú de que Finlandia era un hueso demasiado duro de roer. Todavía continúa siendo así, y lo seguiría siendo sin la entrada en la OTAN, porque -una vez más, a diferencia de Ucrania- los finlandeses están decididos a defender su país. 

 No había razón alguna para pensar que Rusia iba a cambiar esta política y atacar a Finlandia. Mientras que -por mucho que se condene el golpe de Estado fascista de 2014 en Ucrania y las atrocidades que lo acompañaron- las razones por las que Moscú se defendió son evidentes. Desde que comenzó la expansión de la OTAN en la década de 1990, tanto los funcionarios rusos como una sucesión de expertos occidentales -incluidos tres ex embajadores de EEUU en Moscú y el actual jefe de la CIA- han estado advirtiendo de que la perspectiva de que Ucrania se uniera a una alianza antirrusa era probable que desencadenara una guerra.

Por tanto, la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN es innecesaria para su seguridad. Ellos, por su parte, no aportan nada a la OTAN. Si -dios no lo quiera- la guerra en Ucrania provoca una escalada bélica entre EEUU y Rusia, estarán en todo caso en los márgenes. En cuanto a los compromisos de la OTAN fuera de Europa, una de las razones por las que los miembros europeos de la OTAN han abrazado con tanto entusiasmo el nuevo enfrentamiento con Rusia es que les proporciona una excusa para evitar el envío de tropas a cualquier zona (como África occidental) donde realmente podrían tener que luchar y morir, y donde la amenaza del extremismo islamista y la migración masiva crean amenazas reales para la seguridad interna europea y escandinava (pero no para EEUU).

Al ingresar en la OTAN, Finlandia está tirando por la borda cualquier remota posibilidad de desempeñar un papel de mediación entre Rusia y Occidente, no sólo para ayudar a poner fin a la guerra de Occidente en Ucrania, sino para promover en algún momento del futuro una reconciliación más amplia. En cambio, Finlandia terminará de construir el último tramo de una nueva frontera de la Guerra Fría a través de Europa, que probablemente dure más que cualquier tipo de régimen que pueda suceder finalmente al de Biden.

También puede considerarse que la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN marca el momento simbólico en el que los países europeos en su conjunto abandonaron cualquier sueño de asumir la responsabilidad de su propio continente y se resignaron a depender completamente del imperialismo de Washington. Sin embargo, (como ocurrió con Suecia durante la Guerra Fría) esta dependencia quedará sin duda enmascarada por los impotentes lloriqueos y gruñidos europeos cuando un nuevo presidente al estilo de Biden se olvide de la delgada simulación requerida de cortesía y consulta.

Al final de un artículo de opinión del Financial Times repleto de sentimientos amargamente antirrusos (basados en parte en una comprensión de los hechos extrema y quizás intencionadamente pobre), el ex primer ministro finlandés Alexander Stubb escribió:

"La seguridad no es un juego de suma cero. Espero que el régimen ruso también lo entienda algún día. Esto nos permitirá restablecer las buenas relaciones con Rusia. Mientras tanto, ayudaremos a maximizar la seguridad en Europa mediante la adhesión a la OTAN. No va contra nadie, sino en nuestro favor. De todos nosotros".

Se trata de la misma hipocresía autocomplaciente que ha caracterizado la política de Occidente hacia Rusia y la de los EEUU hacia la mayor parte del mundo. Desde el final de la Guerra Fría, la política imperialistab de los EEUU y de la OTAN con respecto a Rusia ha sido, de hecho, abrumadoramente de suma cero, y los países europeos se han mantenido obedientemente detrás. Finlandia se unirá ahora a este séquito renqueante y zarrapastroso. Es poco probable que se restablezcan las buenas relaciones con Rusia, sea cual sea el régimen que llegue al poder en Washington. 

Por otra parte, la completa expulsión de Rusia de las estructuras europeas -que fue durante tanto tiempo objetivo claro de los EEUU y la OTAN- puede, a largo plazo, hacer que Rusia dependa completamente de China desde el punto de vista estratégico, y llevar a la superpotencia china hasta las mismas fronteras orientales de Europa. Sería esa una recompensa irónica pero no inmerecida de la fatuidad estratégica europea. Si no fuera uno europeo, podría encontrarlo hasta divertido.

Responsible Statecraft / La Haine

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fH4l