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Brasil :: 15/10/2014

Brasil: La derrota en la victoria

Editorial Correio da Cidadania
Se podrá elegir entre dos dosis de neoliberalismo: la dosis mínima, ofrecida por la izquierda del orden, y la dosis máxima, propuesta por la derecha del orden

La consolidación del consenso conservador de que la solución de los problemas fundamentales del país pasa por una nueva ola reformas liberales, marca la dimensión de la victoria electoral de la burguesía y define de antemano el carácter del mandato del nuevo gobierno. En el segundo turno, el elector podrá elegir entre dos dosis de neoliberalismo: la dosis mínima, ofrecida por la izquierda del orden, y la dosis máxima, propuesta por la derecha del orden

Sin embargo, de la forma que fue obtenido, el éxito electoral puede ser un tiro en el pié. Funcional a la perpetuación del analfabetismo político, la politiquería rastrera no consigue crear liderazgos sólidos y consistentes, el pilar fundamental de cualquier sistema democrático. Si en el barro de la politiquería todos son iguales, la elección pierde sentido. ¿Si no hay elección para qué sirve la representación? ¿Si no hay representación, quién tiene la autoridad para liderar la Nación a la hora de las decisiones?

Vista de esa perspectiva, la elección de 2014 entrará en los anales de la historia de Brasil como un marco en la crisis del sistema político. La excepción de las candidaturas contra-corriente que, en circunstancias adversas se comportaron con dignidad y valentía -con el PSOL y Luciana Genro a la cabeza-, todas las demás salió de la contienda moral y políticamente disminuida y desmoralizada. 

La búsqueda de una improbable síntesis entre el PT y el PSDB, pretendida por Eduardo Campos, acabó precozmente, dejando a los abandonados por Lula en manos de Marina Silva. El sueño de una tercer vía capitaneada por el discurso de la nueva política se derritió cuando los programas y los debates electorales desenmascararon los intereses ocultos de Marina y derrumbaron su demagogia larvada. 

La carnicería del embate del segundo turno se encargará de liquidar lo poco -bien poco- que todavía resta de reputación y credibilidad de los dos principales partidos del orden. La polarización plebiscitaria entre “la miseria y la corrupción del pasado” y “la miseria y la corrupción del presente” es una estrategia política suicida, al explicitar que, dentro de los parámetros del orden global, en la práctica, la alternativa entre Dilma/Lula e Aécio es entre lo muy malo y lo todavía peor

Cualquiera sea el resultado del segundo turno, la resaca electoral será monumental. Desmoralizado, el candidato perdedor será inmolado impiadosamente por los propios correligionarios (traduciéndose, enseguida, en lucha fratricida por la división de la herencia electoral). Después de un breve momento de gloria, el vencedor tendrá que enfrentar la dura realidad y cumplir el su compromiso con el gran capital, suministrando remedios amargos. Luego, deberá confrontarse con la frustración tectónica de una población inmersa en una grave crisis económica y social

La destrucción de la base de representación construida en las tres últimas décadas avanza a ritmo galopante. La corrupción de la democracia, la ausencia de utopía, y la orfandad de liderazgos para enfrentar el contexto histórico, deja a una población cansada de esperar un futuro radiante que nunca se realiza.

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

 

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