Obreros y estudiantes... fuck the police!

x Inés Arcia [Cuentos de la represión]

Argentina, 1970.- La noticia corría imparable. La gendarmería había reprimido a los obreros de la construcción que habían cortado la carretera y los vecinos del pueblo cercano habían salido a la calle en su apoyo. Había que hacer ya mismo una asamblea convocando a la movilización de los estudiantes.

Emilio entró agitado en el hall de la facultad de sociología, alto y desgarbado, una sombra de barba en la cara angulosa, el pelo atado en una coleta. Un grupo de chicas colocaban una pancarta en la pared llamando a la reunión y más allá, dos muchachos entraban en la clase de economía, interrumpiendo al profesor. Una vez más, el mismo discurso: Compañeros, no podemos permanecer impasibles sentados en nuestros pupitres como si afuera no estuviera pasando nada. Los estudiantes tenemos que salir de nuestra burbuja y luchar junto a los trabajadores contra este sistema de injusticia y opresión.

Giancarlo fue uno de los que se levantó de su asiento sin dudarlo. Preparó su mochila: agua, un tirachinas, panfletos con consignas antiglobalización. El pelo rubio y corto, los ojos muy azules, chandal negro y pañuelo palestino. Les vamos a aguar la juerga a estos cabrones... La calle estaba llena de gente que se dirigía hacia el centro donde estaban reunidos los lideres mundiales. El ambiente era de fiesta, se cantaban consignas en varios idiomas pero sobre todo en italiano y en inglés: No justice, no peace! Fuck the police! Y la policía los miraba detrás de sus cascos, atrincherados en las chaquetas antibalas y los escudos. Pronto los empujones, al principio como un juego, ir y venir, insultar y correr, los policías como animales enjaulados se movían nerviosos, deseando arremeter. Chicos y chicas, ola de minifaldas y vaqueros, enarbolando banderas con la cara del Che, de Evita, gritaban la consigna al unísono: Obreros y estudiantes, unidos y adelante.

El ataque no se hizo esperar. Primero fueron botes de gases lacrimógenos, luego balas de goma. La gente empezó a correr en desbandada intentando protegerse en zaguanes y bares que bajaban apresuradamente sus persianas. De pronto unos disparos secos. Parecen tiros... ¿en Génova? Imposible. Estas cosas sólo pueden pasar en el tercer mundo. Giancarlo se paró de golpe y cayó. Sus amigos lo rodearon sin entender. La sangre salía por un costado de la cabeza.

El comunicado del gobierno y de los líderes mundiales fue contundente: no podemos dejar que un grupito de incontrolados nos impidan llevar adelante la misión que nos han encomendado los miles de ciudadanos democráticos que nos han votado. Emilio, con la cara destrozada, agonizaba en la ambulancia camino al hospital. Allá lejos, los cánticos seguían... obreros y estudiantes... fuck the police!

 
         
   
 

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