Un cuento al revés

x Claudio Velázquez (Educador infantil)

Érase una vez una tierra hermosa, de donde crecían fuertes ricos cereales y sabrosas frutas, donde pastaban alegres robustas vacas y numerosas ovejas. Érase una vez también, unos campesinos que araban la tierra, que la sembraban y la recolectaban, que cuidaban del ganado, que lo ordeñaban y lo esquilaban.

Y érase una vez que se era que de todo esto, dueño y señor, un rey era.

Este rey no solo era dueño de los campos y los animales, sino que también lo era de todos los instrumentos con los que los campesinos trabajaban: Los arados, las hoces, las tijeras para esquilar a las ovejas, los pesebres, los establos...

El rey ganaba mucho dinero vendiendo todo lo que de sus tierras sacaban los campesinos. Vivía en un castillo lujoso y nunca le faltaba de nada. No tenía ningún tipo de problema. Además, sus hijos, que nunca habían trabajado, lo tenían todo resuelto, porque siempre le solucionaban la vida en los cuentos para niños. ¡Encima de no pegar ni palo, en los cuentos eran los buenos, los mejores, los más simpáticos y los que tenían la vida más fácil!. Que si la princesita bonita, que si el príncipe valiente.

-¡ Vaya morro!. - Decían los campesinos. - Nosotros trabajando todo el día y sudando como pollos y ellos de aventuritas todo el día. ¡Que buena vida la de protagonista de cuento!. ¡Que injusticia!.

Los campesinos se tiraban todo el día, como se suele decir, de sol a sol y todo lo que sacaban del campo se lo tenían que dar al rey, pues todo era suyo, y a cambio este les daba un poquito de comida para que tuvieran fuerzas para seguir trabajando y algún dulce para que no se quejasen demasiado.

A los campesinos esto les parecía cada vez más injusto porque eran ellos los que hacían todo el trabajo, y el rey se limitaba a poner las manos para recibir todo lo que tanto esfuerzo había costado sacar. Así que los campesinos estaban cada vez más enfadados y descontentos.

-¡No es justo que nosotros hagamos todo el trabajo y el rey se quede con todo!. -Decían.

-¡No es justo que solo nos quedemos con las migajas y los restos!. -Exclamaban.

-¡No es justo y tiene que serlo!. -Gritaban al unísono todos juntos.

Así fue como un día decidieron juntarse y poner fin a esta situación. Al principio se les ocurrió negarse a trabajar. Pero llego el ejercito del rey y los obligó. Luego pensaron en quedarse con algunas cosas del campo, pero llego el ejercito otra vez y lo impidió. Al final decidieron enfrentarse con el ejercito y quitarle las tierras al rey. Hubo muchos heridos y muertos, y fue una guerra muy dura, pero al final, los campesinos vencieron y se quedaron con las tierras. Derribaron el castillo del rey y construyeron casas para los que no tuvieran, crearon colegios, parques y unos sitios donde te curaban si te ponías enfermo. Los llamaron hospitales. Todo iba a ser gratis y para todos. Todo era de todos.

Así fue como consiguieron vivir mejor. Trabajando un poco menos y tocando a mucho más cada uno. Así fue también como el rey y sus hijos, los príncipes de casi todos los cuentos, aprendieron a trabajar y a vivir sin tanto morro.

"Esta historia fue contada a niños y niñas de 3º de primaria (8-9 años) y de último curso de educación infantil (5-6 años). Todos estuvieron a favor de la reacción del pueblo, sin yo decir, en ningún momento, una sola palabra sobre si los campesinos hicieron bien o mal. Sus interpretaciones fueron libres y sin condicionamientos por mi parte. Ni siquiera opiné cuando un niño de 9 años dijo que habría que acabar con el rey de España y con muchos dueños de muchas cosas.

Yo no digo nada... Que piensen solitos, pero que piensen." [Claudio Velázquez]

Madrid, abril´00

 
         
   
 

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