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Argentina :: 11/01/2015

El hiperactivismo político y la calma económica

Eduardo Lucita
Pasó el fin de año y la explosión cambiaria no se produjo, tampoco el estallido social. Por el contrario, los que se han acelerado son los tiempos electorales

Salvo la disparada del dólar paralelo en los últimos días de 2014 y el acuerdo con China, la transición al 2015 no estuvo hegemonizada por las cuestiones económicas. Por el contrario han sido cuestiones como las denuncias por corrupción, la llamada “guerra judicial” o la liberación de la orangutana Sandra, pasando por la reincorporación de los trabajadores de Lear, las disputas en el Estado (Secretaría de Inteligencia, Instituto Dorrego) o el nuevo tropezón de la presidenta Cristina Fernández, las noticias nacionales que concentraron la atención pública en el final de año.

Sin embargo es necesario registrar que en estas fiestas no hubo descanso para los operadores políticos. Anuncios de pases y de candidaturas, crisis en ciertos partidos de la oposición, suma de presidenciales en el oficialismo, disputas en la izquierda, anuncios de lanzamientos de campañas, todo se ha acelerado cuando faltan ocho meses para las PASO y diez para las presidenciales.

Contrastes

Este hiperactivismo electoral contrasta con esa suerte de calma chicha que se observa en lo económico y en lo social. Lo primero resultado sin dudas de una batería de medidas y acciones concretas que desplegó el gobierno nacional y del que ya diéramos cuenta en una columna anterior.

En lo social, sea por acciones preventivas de los gobiernos, por nuevas claudicaciones de las centrales sindicales o porque el estado de ánimo real de los sectores populares no es el que se decía. Valga aquí trasmitirles una respuesta que me hiciera un dirigente sindical intermedio ante mi consulta sobre el nivel real de conflictividad: “Conflictos no sé, lo que crecen son los problemas”.

Esta respuesta tiene un alcance mucho más amplio que el que pretendió la consulta. Porque en economía la batería de medidas implementadas han tranquilizado el pasaje de un año al otro, pero no han resuelto ninguno de los desequilibrios estructurales de la economía nacional. Mientras que en lo social la tranquilidad puede ser relativa si no conocemos qué se está procesando en las profundidades del movimiento social. Así nos movemos en un presente inmediato de estabilidad en el marco de un cuadro general inestable.

Señal de largada

Con los anuncios de que varios distritos adelantarán sus procesos eleccionarios -como es el caso de Salta, la Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe-, la carrera de las candidaturas ya tuvo su señal de largada.

En los inicios de este 2015 el panorama electoral muestra algunas diferencias con lo que se pensaba a mediados del año pasado. Por un lado la centro-derecha republicana (FA-UNEN) está en caída libre, consumida por las contradicciones internas propias de la heterogeneidad de su construcción. Su derrumbe apuntala el ascenso de la derecha empresarial (PRO) a nivel nacional y pone en duda que la disputa se dé finalmente entre dos expresiones del justicialismo -continuidad con cambios versus cambios con continuidad- el Frente para la Victoria y el Renovador (FPV y FR respectivamente), que no se diferencian demasiado.

De incertidumbres y certezas

Para no pocos analistas y encuestadores el escenario electoral puede hoy dividirse por tercios, encabezado por la intención de votos al gobernador bonaerense Daniel Scioli. El FPV tendría un piso del 30-35 por ciento, de estos entre 12 y 15 puntos serían propios del sciolismo. La incógnita es: ¿del resto cuántos puntos corresponden al kirchnerismo puro? Este es un dato clave para definir la composición de las listas y por lo tanto los condicionamientos al próximo gobierno.

A nivel nacional la instantánea nos muestra que el kirchnerismo no tiene aún un candidato definido, pero sí tiene presencia nacional. Por el contrario, otras opciones -macrismo, massismo- no alcanzan esa presencia territorial pero sí tienen candidatos definidos. El sciolismo ha instalado su candidato, pero en el kirchnerismo crecen la ebullición interna y el número de presidenciables, por lo tanto también la incertidumbre sobre quién será el elegido.

El FR está estancado, sin lograr superar los niveles alcanzados dos años atrás, en la disputa con el sciolismo y el macrismo parece estar perdiendo posiciones. Todo dependerá de las alianzas que pueda concertar. En tanto el PRO continúa en ascenso medrando con votos provenientes del FR y de la UCR, a la expectativa que se concrete el frente antiperonista que fogonea Elisa Carrió.

Pero en política, sobre todo en estos tiempos de principios muy lábiles, todo puede cambiar. Solo como un ejercicio: es difícil que suceda, pero ¿qué pasaría si finalmente el candidato del FPV no fuera Scioli, y este terminara arreglando con el FR reunificando al PJ? ¿Se impondría entonces una suerte de neoliberalismo popular?

Entre tantas indeterminaciones hay algunas certezas: cualquiera fuera el resultado de las urnas el horizonte político mutaría para peor. La política de Derechos Humanos está siendo cuestionada por derecha, en muchos sectores crece la idea de que habrá condiciones para una salida a la sudafricana -”verdad y reconciliación”- mientras que el peso de la Iglesia sería creciente. En lo económico, sea por compromisos con el gran capital o por sus propias limitaciones ideológicas, ninguno de los presidenciales está en condiciones, ni se lo propone, de superar los límites estructurales del capitalismo local. Así el horizonte nos muestra un sesgo cada vez más conservador.

El momento de la izquierda

El cuadro electoral presenta una oportunidad sin precedentes para la izquierda anticapitalista. Tradicionalmente el peronismo -por aquello de dirección burguesa/burocrática y base obrera/popular- siempre albergó en su seno sectores combativos, incluso contestatarios del orden establecido. Esto no sucede en la actualidad, sus representaciones sociales -sindicatos, organizaciones juveniles y territoriales- son hoy por hoy simples correas de transmisión del poder gubernamental. Ese vacío ha comenzado a ser cubierto por la izquierda -sea la organizada partidariamente o en los movimientos socio-político culturales- muy activa en los conflictos y con presencia política nacional. Los resultados electorales de hace dos años la muestran como una referencia nacional y con un nivel de representatividad institucional inédito. Así se le presenta una oportunidad histórica en el plano electoral.

Sin embargo esta oportunidad no es para siempre, puede cambiar luego de las elecciones. Este es el tiempo de superar viejos vicios sectarios -propios del patriotismo de partido y de las prácticas de autoconstrucción- y forjar un polo electoral. Un polo que apuntale esa referencia nacional e incremente el nivel de representatividad, al servicio de las luchas sociales de los próximos períodos.

Al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) le cabe, por lo ya logrado, la mayor responsabilidad de formular una política de alianzas en el plano electoral abarcadora de la diversidad existente entre quienes se reclaman del anticapitalismo. Pero esto no exime de su propia responsabilidad a los movimientos y organizaciones que conforman la llamada izquierda social.

Las elecciones adelantadas para intendentes en las capitales de Salta y Mendoza y especialmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde las posibilidades de una alianza amplia son más concretas, pueden ser un buen test que abra posibilidades a nivel nacional. Unos y otros tienen la responsabilidad política de responder a la presión social hacia la unidad que anida en distintos ámbitos de la sociedad. Incluso en las bases de sus propias organizaciones.
Parafraseando a los mexicanos, ahora es cuando.

* Integrante de EDI-Economistas de Izquierda
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