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Europa :: 18/11/2014

Elecciones en Rumanía: entre liberalismo “alemán” y socialdemocracia 'pro business'

Corina Tulbure
Los programas de los dos candidatos no aportan ninguna novedad, ambos defienden el mercado y la competitividad del país

[NdeLH: Artículo escrito antes del domingo, cuando el resultado de las elecciones dio ganador a Iohannis con un 54% de los votos]

Las elecciones de este domingo en Rumanía no auguran cambios en las políticas económicas internas de los últimos años. Por un lado “el orgullo de ser rumano”, lema de la campaña electoral del actual primer ministro socialdemócrata Victor Ponta, que echó mano de la iglesia para llevar a cabo su discurso aderezado con altas dosis de de ortodoxia y nacionalismo. Del otro lado, “la Rumanía de las cosas bien hechas” del candidato liberal-conservador Klaus Iohannis que promueve un destino de emprendedor para cualquier rumano. Por el medio los millones de ciudadanos que han emigrado y los que sobreviven con sueldos mínimos de 200 euros en un país con precios similares a los de cualquier país de la UE.

En la primera vuelta, Victor Ponta consiguió cosechar un 40% de los votos contra Iohannis con un 30%. La segunda vuelta ha reintroducido un debate sobre el derecho de voto de las personas más pobres. En vez de una campaña que apueste por la movilización de los ciudadanos para un cambio real de las políticas del país, el debate electoral de la segunda vuelta se ha centrado en dividir al electorado entre los “buenos” y los “malos”. Los “buenos” quieren la modernización del país, votarían por el candidato liberal Klaus Iohannis y “los malos”, que se entiende que son las personas con bajos ingresos de las zonas rurales, no tienen estrategia de futuro y votarán por el Partido socialdemócrata de Victor Ponta. La campaña de la última semana se ha reducido a pedir un voto por la “normalidad”, “modernización y emprendeduría” en oposición con la “corrupción” y “clientelismo”, un reemplazar el “clientelismo” local por uno “europeo”. Para la segunda vuelta se considera decisivo el voto de la diáspora, aunque en la primera vuelta no ha votado más de un 3% de los rumanos que viven en el extranjero.

Los programas de los dos candidatos no aportan ninguna novedad, ambos defienden el mercado y la competitividad del país. Las diferencias son mínimas y el Partido socialdemócrata sólo propone pírricas subidas de los sueldos y de las pensiones por unos 20 euros en un país donde trabajar no es ninguna garantía de costearse la subsistencia. “Los dos candidatos han creado a la perfección el efecto de supermercado. Es una democracia de supermercado. Un candidato tiene sello alemán, anticorrupción, el otro es rumano, ortodoxo y a nivel ideológico el candidato socialdemócrata demuestra poca izquierda y mucha derecha. Si te lees sus programas económicos, dejas de diferenciarlos,” comenta el periodista Costi Rogozanu.

“En ninguno de los programas no aparece una pregunta esencial: ¿qué modelo de desarrollo queremos? ¿Qué sociedad tendremos?” comenta la ex eurodiputada del PSD, Gabriela Cretu. No se cuestiona el pago de la deuda, las privatizaciones de las grandes empresas del campo energético y gas, la nueva ley laboral hecha a medida de los deseos de los inversores en el año 2011, ley que el PSD no ha cambiado. Aunque declaren que apuestan por un cambio, los programas de los dos candidatos son una especie de huida hacia adelante, siguiendo las líneas políticas iniciadas en los años 90.

A pesar de que los dos candidatos esperen votos de la diáspora, considerados votos decisivos para la elección final del candidato, ninguno de ellos se refiere a la pérdida social que representa para el país la continua salida de los profesionales rumbo Alemania o Francia, huyendo de los sueldos de miseria mantenidos por el mismo Gobierno en nombre de la competitividad. Tampoco hablan de programas dentro del país para los que vuelven. De esta manera, el capital de la protesta, el capital social ha disminuido por dos motivos: “se ha fomentado la emigración durante más dos décadas, con lo cual la clase potencialmente protestataria se fue a buscarse la subsistencia fuera y ahora se anula la capacidad de protesta mediante la precarización extrema del trabajo. El ciudadano precarizado al extremo vive en el horizonte de la supervivencia, ahí está la trampa, no le quedan recursos para protestar. Se ha jugado mucho con eso en los últimos años.” comenta Poenaru.

Para el antropólogo Florin Poenaru, las actuales elecciones no equivalen a una posibilidad de cambio, dado que ninguno de los candidatos analiza los problemas reales del país: “Existe un estado de colonia de poderes fácticos internacionales y nacionales en el que nos encontramos ahora y de eso pueden derivar dos salidas: una es la versión nacional-fascista tipo Orban en Hungría, una especie de reacción ante el capital global en que se sigue una línea nacionalista y otra versión, más optimista y más difícil de realizar sería “ocupar” el Estado, las instituciones del Estado y desde allí hablar con las grandes empresas.” Sin embargo, ninguno de los dos candidatos propone una tasa a las multinacionales y tampoco la imposición progresiva a nivel interno. Los dos programas, aunque los electores sean los ciudadanos, son una defensa de las lógicas del mercado y de la circulación de las empresas extranjeras. Tanto es así que “en Rumanía, el 90% del capital bancario es extranjero, tenemos un Banco Nacional, pero no tiene nada el banco” explica la ex eurodiputada Gabriela Cretu. Con el aterrizaje de Chevron en los últimos años la situación demostró que el Estado queda cautivo de las grandes empresas.

A pesar de las reiteradas protestas de los campesinos, el fracking no ha sido prohibido. “¿De qué elecciones hablamos? Se pregunta Poenaru. “Ahora con la historia de Chevron se ha llegado a una formula colonial clásica, ni siquiera existe una infraestructura económica que haga de mediación, no, es el esquema clásico: te vas, coges los recursos y te largas.”

Parece que las elecciones rumanas no cambiarán demasiado el rumbo del país durante los próximos años: en la misma línea de las políticas anteriores de Basescu, la elección sería entre un liberalismo “alemán” o una socialdemocracia más bien pro business que social (Victor Ponta es el actual primer-ministro del PSD y Rumanía designa sólo un 4% del PIB para sanidad, uno de los más bajos de la UE).

Corina Tulbure, amiga y colaboradora de Sin Permiso, cursa un doctorado en la Universidad de Barcelona.

 

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