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Trabajo (asalariado) e Izquierda (virtual)

TREINTA Y CINCO HORAS, SI. ¿ PERO DE QUE?
En el Estado Español, hace 20 años que hay cerca de dos millones y medio de parad@s. Las políticas de flexibilización del empleo, que se presentaron como soluciones del paro, solo han conseguido multiplicar por tres la precariedad y exponer a la mayoría de las personas a una vida de incertidumbre.

La prosperidad económica de los sectores sociales dinámicos, tiene su origen en el empobrecimiento de amplias franjas de la sociedad. La precariedad y el paro, dos caras de la misma moneda, no tienen solución desde el desarrollo económico porque el éxito de la economía tiene como condición el paro y la precariedad.

Si los parados y precarios se alzaran exigiendo sus derechos, "los mercados" se retirarían con sus inversiones y se acabaría la prosperidad. La inversión rentable exige un ejercito de trabajadores siervos, convenientemente disciplinados, que piensen que las promesas constitucionales de una vida digna no llegan hasta ellos por no ser suficientemente listos o diligentes.

Quienes no aceptan esta "mala suerte" de manera sumisa y deciden participar en la fiesta sin convertir su vida en una esclavitud a tiempo parcial, toman su parte por métodos ilegales ( ya que no ilegítimos). Constituyen, sin saberlo, un factor de desarrollo económico y estabilidad social porque impulsan algunos de los llamados "nuevos yacimientos de empleo": policías, militares, carceleros, guardias jurados, videovigilantes, etc., y, con ellos, un Estado cada vez mas fuerte frente a cualquier intento de cambio real.

Los sectores beneficiados, la mayoría personas asalariadas de altos ingresos, compran a su vez tiempo de vida encargando tareas de limpieza, cuidado de jardines, cocina y vigilancia a otros sectores asalariados por ellos, a menudo por la vía ilegal.

Estos contingentes de nuevos trabajadores constituyen, junto con los técnicos de la socioburocracia, muchos también precarizados, que controlan a los pobres y les reparten las limosnas, otra gran fuente de puestos de trabajo.

Por último, un puñado de diseñadores de páginas Web y de expertos en informática triunfan como nuevos yuppis en el mercado laboral junto con otros menos favorecidos como: repartidores de objetos vendidos por internet, trabajadores eventuales de las fábricas de teléfonos móviles, de ordenadores y empleados en grandes superficies.

El número de los empleos nuevos no supera a los empleos destruidos en las pequeñas explotaciones familiares agrícolas y ganaderas, en el comercio minorista y en los pequeños talleres. A estos, hay que sumar los miles de asalariados despedidos ( con indemnización y prejubilaciones en muchos casos) por las megafusiones, las privatizaciones o los planes de viabilidad impuestos por la competencia de los mas grandes en empresas de transportes, comunicaciones, energía, sector financiero y servicios en general.

Resumiendo, para la gente que trabaja lo que hay es, o trabajos muy bien remunerados que absorven toda la energía vital, con la recompensa del acceso a un consumo opulento, o una existencia sometida a empleos esporádicos, con ingresos insuficientes para una vida autónoma. Este sistema, hoy generalizado, coloca a la gente joven en una rueda de la que es difícil salir, incluso portándose de forma servil, como muchos intentan. En él no se respetan las leyes laborales, ni se puede hacer uso de los derechos políticos, por parte de quien necesita el empleo y quiere conservarlo.

Interrogarse sobre la finalidad del trabajo constituye un lujo que nadie osa disfrutar. Por eso se ha perdido la costumbre. Sin embargo, si pensamos que el trabajo debe ser una forma de cooperar con la sociedad y no la forma de vivir como un ser aislado ¿cómo nos vamos a desentender del hecho de ganarnos el sustento solo para engordar beneficios privados, o para defender a los ricos de los pobres, o para reprimir violentamente a quienes protestan por todo esto, o han sido encarcelados por negarse a admitirlo como un destino fatal?. ¿Cómo podemos admitir que el cuidado de la salud, la protección de los viejos, la formación de los jóvenes para ser buenos ciudadanos y la organización de la producción social tengan como condición radical y como fín último el beneficio privado?.

Si para ser decente hay que trabajar en estas condiciones, eso quiere decir que para ser decente hay que actuar sin interrogarse por las razones que hacen que el trabajo sea como es, ni interrogarse sobre las consecuencias. Es decir, para ser decente hay que trabajar y vivir como un cabestro. El paradigma de la decencia es el individuo que solo vive para trabajar, comer y realizar algunas otras funciones fisiológicas. Mansedumbre bovina y fidelidad perruna son las virtudes que adornan al buen proletario de la modernidad y la nueva economía. Pero eso no es moderno. Estas virtudes ya adornaban a los esclavos que hace dos mil años no querían probar el látigo.

La diferencia es que hoy, el látigo no está en manos del esclavista, hecho insólito en una democracia, sino que, disfrazado de "libertad", se basa en la condición económica y social que te obliga, si quieres sobrevivir, a venderte al precio que fija el mercado y cuando el mercado lo necesita, no cuando tú lo necesitas, ni con los recursos que necesitas. El látigo es la deliberación interior que te hace "elegir libremente" entre la miseria del paro y el abuso y la humillación de un empleo basura que te permitirá comer una comida basura y vivir, decentemente, una vida basura.

Lo importante para el mantenimiento y la supuesta normalidad de un orden social que presenta estas incongruencias, consiste en mantener el estado de necesidad que obligue a millones de personas a recorrer este camino, mostrándolo, en base a la propaganda y la represión, como el único posible.

La interiorización por las personas asalariadas del consumo superfluo que el sistema necesita inocular para impulsar la circulación de mercancías, es esencial para autosometerse a la disciplina del empleo basura. Sin este componente, mucha gente se enfrentaría a este modelo de sociedad y a los políticos, economistas, predicadores y guardianes que lo sostienen. Es necesario interrogarse también por la diferencia entre las necesidades reales y los deseos sin ningún límite racional.

La distancia creciente entre el tiempo de vida y el tiempo de trabajo asalariado, no favorece la actividad humana, sino que la comprime al introducir inestabilidad, pobreza y agitación para la búsqueda de cualquier empleo. El capitalismo necesita cada vez menos cantidad de trabajo para producir la misma cantidad de mercancías. Pero al mismo tiempo el capitalismo, cada vez sujeta mas la totalidad del tiempo de vida de la gente a sus necesidades de valorización. Es decir, el trabajo asalariado, (su falta , su cantidad, su calidad), organiza de forma creciente la totalidad del tiempo de vida.

Reduciendo la dependencia del capitalismo, por la vía de reducir las "necesidades" superfluas y mediante la construcción de redes de apoyo mutuo que permitan sobrevivir con mas facilidad, se libera un inmenso potencial de sociabilidad alternativa. Por ese camino la precariedad y el paro pueden suponer una fuerza que impugne la barbarie creciente del capitalismo global. Al aumentar nuestra autonomía material y psicológica respecto al trabajo asalariado, tendremos mas capacidad de lucha contra los contratos basura y más tiempo para crear espacios de cooperación alternativos.

Por el contrario, enfrentarse con el paro, pidiendo un empleo como solución, es, como pedir MONEDA ÚNICA EUROPEA PERO CON DERECHOS SOCIALES, algo tan inútil como sacar el santo para que llueva. Los empresarios, nos hacen caso y nos dan lo que pedimos. Millones de empleos basura.

¿QUE RESISTENCIA?

Si no entramos en estos detalles, formamos parte del guión de la globalización capitalista, mal que nos pese, si es que nos pesa. Este es el origen no solo del paro y la precariedad masivas e irreversibles, sino también de la impotencia y la complicidad de casi toda la izquierda. Para ser algo alternativo, cada vez mas difícil por el tiempo perdido y el terreno ganado por el enemigo, es necesario dar tanta importancia a combatir el trabajo asalariado como a defenderlo de los intentos de abaratarlo, precarizarlo y destruirlo.

Una política unicamente defensiva solo sirve para sobrevivir, no para vivir. La resistencia pura es sólo un mecanismo que hace jugar a las víctimas el papel de victimas sin mas esperanza. Es necesario inscribir la resistencia en una acción mas amplia.

La defensiva estratégica supone organizar la resistencia agrupando a las victimas para ganar fuerza y pasar de resistir pasiva e individualmente a hacer imposible el funcionamiento de la lógica que produce víctimas. No se trata de sobrevivir como un estomago agradecido, ni de ocupar el lugar de los verdugos, lo cual implica nuevas victimas, sino de romper la dualidad amo/esclavo.

Para ello, hay que desconectar de la lógica del capital, no solo como obreros perjudicados, sino también como consumidores supuestos beneficiados, y como ciudadanos extras del espectáculo y la simulación parlamentaria.

La lucha anticapitalista tiene una dimensión esencial en la producción. Pero sin dar la batalla en la esfera de la circulación - consumo y en la de la forma política que identifica Economía de Mercado con Democracia, no puede progresar.

La defensiva estratégica ilustra las actividades locales de resistencia con la comprensión de la lógica que produce el mal y los límites que la correlación de fuerzas impone, en cada momento, a nuestra lucha. Considera la precariedad y la exclusión, no como una anomalía a la que atender compasivamente o reinsertar en el orden excluyente, sino como la prueba de la injusticia y la violencia de dicho orden y la posibilidad de constituir la fuerza que impida sus condiciones de posibilidad.

LAS ALTERNATIVAS.

Para que la defensiva estratégica contenga un fermento de futuro, no solo debe ser exterior a las reglas del juego y los valores con que dichas reglas se legitiman, sino también, tener un momento práctico propositivo.

Sin la proliferación de pequeños espacios donde se vive, se trabaja, se lucha, se produce, se coopera, se siente, se come, se consume y se delibera, de forma alternativa, las teorías del antagonismo son solo brindis al sol, que necesitarían de un fuerte Estado para aplicarse. Para ese viaje no necesitamos alforjas.

La acusación de "negativo y lunático" contra el pensamiento crítico, se sustenta en que no dá alternativas. La aparente " inocencia" de esta crítica, intenta cargar los esfuerzos de clarificación de la realidad con la responsabilidad de aportar, de golpe, el análisis de la realidad, toda la táctica y toda la estrategia para solucionar los problemas. Esto es desalentar la crítica, es decir, alinearse con los enemigos a los que apunta dicha crítica. Sin embargo, al desembarazarnos de tan autoritarios argumentos, no debemos desentendernos de la necesidad de aplicar nuestras ideas a nuestra forma de vivir. Sobre todo, de mantener abierta la tensión de hacerlo, buscando y propiciando las condiciones para ello.

Sin pequeñas alternativas reales que crecen, experimentan, se comunican y protegen entre sí, no es posible una alternativa mas grande al margen del Estado o del Mercado.

Sin una práctica alternativa que genere una subjetividad alternativa, la ideología revolucionaria o anticapitalista, es solo una pincelada más del decorado de la democracia militar de mercado que nos promete mil años de progreso y terror tecnológico.

REUNIFICAR LO ESCINDIDO.

La separación del momento del análisis con el momento de la práctica forma parte de la cultura de casi toda la izquierda tradicional. La progresía desea la libertad y el respeto a los derechos humanos pero no está dispuesta a luchar por ellos con todas las consecuencias. Esta impotencia nos hace perder la credibilidad y la dignidad, y al enemigo el temor.

Esta separación coincide con la separación entre, por un lado los partidos y el parlamento, que hacen "política" y por otro, la actividad reivindicativa de los grupos sociales, que luchan por sus intereses en un marco neocorporativo, sin plantearse siquiera la discusión de las reglas del juego. Esta aparente despolitización supone interiorizar las condiciones políticas y culturales sobre las que se despliega el capitalismo.

Otra dimensión de esta separación es la que se da entre los sentimientos (compasión ante el infierno que vive la mitad de la humanidad ) y la política ( solo es pensable la política que considera el desarrollo de la Economía como vía para solucionar este drama). Los sentimientos pertenecen a la esfera de lo privado, son una forma de conocimiento inferior. La realidad se organiza desde la ciencia económica.

Este conjunto de separaciones producen la ruptura entre nuestras acciones y sus consecuencias. La legitimidad de los economistas y los políticos no se deriva de su capacidad para resolver los problemas de la gente, sinó del carácter "científico" de la economía y del respeto a los procedimientos "democráticos" en la denominación de los que mandan. Nuestra forma de vida y de consumo, nuestros deseos ilimitados, no tienen nada que ver con el hecho dramático del hambre, la sed, la enfermedad y la muerte de una gran parte del género humano.

Estas rupturas nos hacen vivir en un mundo burocrático en el que lo decente es cumplir las normas sin preocuparse de las consecuencias.

La izquierda sostiene estas escisiones al proponernos, como la derecha, solucionar el problema del hambre y la precariedad con el desarrollo de las fuerzas productivas. El pequeño detalle de que la derecha está impulsando dicho desarrollo hasta extremos insospechados, mientras el hambre y la pobreza, lejos de disminuir, aumentan, se utiliza por la izquierda en términos de crítica a la mala redistribución, postulándose ella para hacerlo mejor cuando gobierne. Pero, ya vemos, cuando gobierna la izquierda, que todas las reglas del juego admitidas (crecimiento económico, interés privado, competitividad, globalización, estabilidad monetaria, estabilidad presupuestaria ) le impiden hacer nada sustancialmente diferente a lo que hace la derecha.

EL PODER.

La economía como motor de la sociabilidad es un principio compartido por la izquierda y por la derecha. Esta idea se alza, cada vez con más despotismo, sobre la posibilidad de organizar la sociedad contando con la realidad material de la gente y abordando, sin mediaciones, la solución de los problemas. ¿ Como podemos seguir invirtiendo en redes inteligentes que enciendan la calefacción y detecten que falta leche en el frigorífico, cuando no se invierte en erradicar el paludismo que afecta a 150 millones de personas en América del Sur y el Sida que padecen 23 millones de personas en Africa?.

Lo que se considera por la izquierda como hechos naturales: la economía como principio de realidad, el interés individual como movilizador de la acción y el Mercado como sistema primordial de regulación social, son en realidad construcciones políticas sobre las que se asienta el poder. Sin cuestionar y desafiar estas nociones, la oposición solo es "leal oposición de su Majestad", es decir: NADA.

Las invectivas de la derecha contra cualquier intento de usar la burocracia del Estado como paliativo de los desastres que origina el mercado, ocultan que la verdadera burocracia es el mercado, al proponernos obedecerle ciegamente, independientemente de las consecuencias.

El poder consiste, precisamente, en este orden burocrático, compartido por ganadores y perdedores. Consiste en el deseo irrestricto de satisfacción del deseo individual, sin tener en cuenta a los otros, ni los límites de la naturaleza. Esta cultura general es la causa de que la precariedad y la pobreza carezcan de capacidad para enfrentar al poder con sus mentiras y su crueldad, generando dinámicas antagonistas. Cuando los pobres solo desean dejar de serlo, los parados solo desean un empleo, los ocupados solo desean ganar más y consumir más, los excluidos solo desean incluirse en el orden excluyente, los de abajo pertenecer a los de arriba, los perdedores envidian a los ganadores y muchos virtuosos no se han corrompido porque nadie les ha dado la oportunidad, entonces, el poder ha colonizado la política, la sociedad y las conciencias.

Cuando, apretados por la necesidad, pedimos un empleo, en un contexto de puestos de trabajo escasos y mal pagados, controlados políticamente por los empresarios, estamos propagando el grito: ¡Necesitamos explotadores que nos roben la vida!.

Cuando el único objetivo fuerte de la actividad sindical es la creación de empleo o la defensa del mismo, y los líderes sindicales, orgullosos, salen del anonimato para mostrar la necesidad de los empresarios de contar con ellos, estamos trasmitiendo ¡Vivan las cadenas!.

Las máquinas deseantes individuales o corporativas, por muy radicalmente que persigan sus objetivos y por muy valerosa que sea su lucha, solo sirven para realimentar el poder del capitalismo. Las doctrinas revolucionarias del " deseo " son versiones actualizadas del individualismo metodológico que sustenta teóricamente el liberalismo. Como el, se basan en la noción teológica de un orden providencial que conecta el deseo individual con una sociabilidad ordenada.

LA FALACIA DE LA INDIVIDUALIDAD.

La actividad humana es la que distingue a las personas, animales racionales, del resto de los animales irracionales. Las personas lo somos por nuestro componente racional. La razón es una adquisición social. Sin la vida social no existe la razón, que es producto del lenguaje, de la comunicación con los otros. Somos humanos porque otorgamos a los otros esa categoría y recíprocamente, los otros no la otorgan a nosotros.

Si nuestros actos y deseos no tienen en cuenta a los otros, si nuestras opciones y nuestra moral no parten de cómo afecta a los otros nuestra forma de vida, si usamos nuestra inteligencia para conseguir nuestros deseos, compitiendo con los otros en lugar de contando con ellos, entonces se degrada nuestro componente social, es decir nuestro componente humano.

El trabajo asalariado, la modernización de la economía capitalista global, el consumismo ilimitado, la aceptación de la economía como una técnica autoreferente que solo persigue la producción por la producción, y el crecimiento por el crecimiento, el amoldamiento a la monarquía parlamentaria militar de mercado, corroen nuestro carácter y debilitan nuestra naturaleza humana. Caemos, desde la condición de personas, de seres humanos, a la condición de individuos desde la que se despliega la Economía, el Capital y la Sociedad de Mercado.

Las teorías analíticas que incorporan los paradigmas de la "elección racional" individual y la "teoría de juegos" como base científica para explicar la realidad social, serían teorías paralíticas sin la policía y los ejércitos, como lo sería la doctrina liberal que proclama la autorregulación del Mercado. La noción de "individuo" solo permite construir teorías apologéticas del capitalismo en sus diversas variantes.

TRABAJO ASALARIADO. PRECARIEDAD. RENTA BASICA.

La Globalización económica confía la satisfacción de las necesidades humanas al ámbito del mercado. Pero el mercado solo reconoce los deseos que se expresan como demanda solvente en términos de dinero,. Para la Economía, la necesidad de quién no tiene dinero, no existe. El mercado garantiza teléfonos móviles para hablar con los amigos, pero puede no garantizar agua potable para no morir de disentería.

Esta lógica es injustificable. Sin embargo cada vez se impone mas férreamente en las relaciones sociales. La persecución del interés privado es una norma compartida no solo por los empresarios, sino también por los de abajo.

Los aumentos de productividad, en manos del capital no redundan en un menor tiempo de trabajo, sino en un paro estructural e irreversible, solo atenuado por una precariedad creciente. Los objetivos de pleno empleo, prometen en realidad plena precariedad. En el mundo moderno, el empleo, la relación salarial, no representa un papel periférico, sino cada vez mas central en la vida de las personas. El despliegue del capitalismo es el despliegue del trabajo asalariado.

El trabajo asalariado, su escasez, su calidad, su degradación, solo se explican por la trama de relaciones sociales en las que se inscribe. El modo de producción capitalista produce la escisión de la persona que trabaja con los medios de trabajo, los recursos para subsistir, el producto producido y los fines de la actividad laboral.

Los puestos de trabajo son propiedad privada de los empresarios, que los dan o los quitan en base a su exclusivo interés. Al hacerlo, dan y quitan la estabilidad y el sustento a la mayoría de la población. Este es el origen del paro y la precariedad. Sin contemplar la estructura de coacción social que obliga a la gente a recorrer el estrecho camino del trabajo asalariado, no se entiende nada sobre el trabajo ni sobre los problemas de los trabajadores.

La lógica del capitalismo, esto es, la lógica del trabajo asalariado, no solo no resuelve, sino que agrava los problemas de inestabilidad de la mayoría. El mundo enteramente capitalista no es capaz de dar de comer a 1.400 millones de hambrientos. En Europa, el número de parados se ha multiplicado por cuatro en los últimos 25 años. Entre 1.991 y 1.999 ha aumentado en seis millones. En el Estado Español, hace 15 años había cuatro millones de personas precarizadas entre parados y eventuales. Hoy, hay siete millones.

A pesar de esta dura realidad, el mejor aliado del modo de producción capitalista somos los mismos trabajadores. La clase obrera estable, base de las organizaciones de izquierda tradicional, sigue concibiendo como única forma de pertenencia social una vida dedicada a la producción y el consumo de mercancías, es decir a la reproducción ampliada de capital. El imaginario militante, sigue otorgando al trabajo asalariado una potencialidad revolucionaria natural, solo sustentada en una fé de carbonero.

En este contexto, la Renta Básica irrumpe como un instrumento para expresar las necesidades de millones de personas precarizadas, para enfrentar al régimen con sus promesas incumplidas y para tomar distancia intelectual con la esclavitud a tiempo parcial del trabajo asalariado como única forma de trabajo y de vida.

Entendemos por Renta Básica ( R.B.) el pago de una cantidad de dinero por parte del Estado que tenga como rasgos : a) Ser derecho ciudadano, no subsidio. b) Individual, no familiar. c) Incondicional, no dependiente de otras rentas o de la realización de cualquier actividad. d) Suficiente, es decir capaz de sostener unas condiciones de vida austeras pero dignas. Sin embargo, la Renta Básica es una consigna de doble uso que conviene contextualizar. Al igual que la mayoría de las reivindicaciones, la de 35 horas de jornada semanal entre ellas, la Renta Básica puede servir para liberar o para liberalizar.

La R. B. como derecho ciudadano. Sirve para dotar a los intangibles derechos sociales de la Constitución con una base material y una contrapartida real. Frente a los juegos florales de la Tercera Vía y las mentiras del Coro Unico, la R. B. es una consigna concreta y tangible. El hecho de que también la cobren los banqueros o el rey es un accidente irrelevante. Sin su carácter de Derecho Ciudadano, pierde su fuerza política de protección universal.

La R. B. supone un fortalecimiento del Estado como instrumento de redistribución del excedente social. Sin embargo, condenar la R. B. por esta contradicción, es olvidar que el Estado, hoy, no se disuelve, sino que se fortalece en su papel de redistribuidor de la riqueza de los pobres a los ricos y de represión de los pobres rebeldes. Impulsamos el apoyo mutuo, la acción directa y las formas comunitarias de vida, pero además exigimos al régimen que cumpla sus promesas constitucionales, fruto del esfuerzo revolucionario de los trabajadores en tiempos anteriores.

La R. B. como derecho individual. Si no es individual, no es derecho ciudadano subjetivo. Un derecho familiar, ya se dá en algunas CCAA, y es objeto de un control burocrático capaz de reducir o neutralizar la R.B., además de prescribir un determinado modelo "políticamente correcto" de unidad familiar o de relaciones sociales ó sexuales. Si no es individual, será incapaz de ayudar a superar los vínculos de dependencia familiar que, sobre todo, atan a las mujeres y a los jóvenes.

La R.B. como derecho incondicional. Es decir, sin obligación de contraprestación alguna, se realice o no cualquier tarea remunerada. Por un lado, esta exigencia pone sobre la mesa que la producción, hoy, es social, que el producto que produce una persona que trabaja hoy, no se explica sin las generaciones pasadas y sin la envolvente tecnológica, cultural, de cooperación social, de trabajo de cuidados familiares y de múltiples actividades, sin las cuales no existiría la productividad actual.

Por otro lado, no es desde la vagancia y el descompromiso desde donde se solicita la R.B., sino desde la necesidad radical de millones de personas colocadas al margen por la Economía y el trabajo asalariado. Desde la actividad social, de vida, militante y generosa que se enfrenta a la miseria del trabajo asalariado, es decir, al capitalismo.

Muchos honrados ciudadanos comparan a quienes pedimos la R. B. con aprovechados y melenudos que no quieren trabajar. Deberían interrogarse sobre su compromiso social mas allá de la satisfacción de sus propias necesidades individuales y sobre la sombría visión de que los seres humanos, si no estamos bajo el látigo de la necesidad o del interés , somos incapaces de realizar actividades cooperativas de producción material o cultural. " A estos honrados ciudadanos les respondemos: Lo que Pedro dice de Juan, dice mas de Pedro que de Juan".

De la relativa independencia de la Economía de Mercado, cabe esperar muchos mas proyectos productivos, liberadores y socialmente útiles, que de la entrega incondicional al capital público o privado, a cambio de un salario social.

La R.B. como un derecho suficiente. Si la R. B. no llega a una cantidad capaz de mantener un mínimo vital para cada persona, solo será una limosna que no nos protegerá de la pobreza ni de los contratos basura. A quién sí protegerá una R. B. miserable será a los empresarios, que pagaran menos salarios al descontar la R. B. Por esta razón la R. B. tiene defensores en el pensamiento neoliberal.

En estas condiciones, la R. B., adecuadamente inserta en las dinámicas de lucha social, como un aporte para la expresión de las necesidades insatisfechas y los derechos sociales violados por la Globalización Económica y la Moneda Unica, representa, aquí y ahora, un arma de lucha contra la violencia del capitalismo, la complicidad de la mayoría de la izquierda tradicional y la parálisis intelectual de una parte de la militancia que aún queda.

IZQUIERDA Y PODER CONSTITUYENTE.

La izquierda tradicional, cada vez mas pasiva y cómplice, es funcional a este orden de cosas. Su principal objetivo es mostrarse necesaria a los que mandan. Nos propone, sin mucha convicción, su protagonismo en el Estado para incluir a los excluidos, impulsando, en lugar de interrumpiendo, el orden capitalista. Esta es una izquierda terminal como fermento de un mundo más humano.

Salir de esta parálisis implica organizar las actividades de resistencia espontánea y expresar políticamente los daños colaterales masivos de la modernización, pero también elaborar un discurso crítico sobre la realidad. Este discurso requiere romper culturalmente con las nociones teóricas que nos impiden pensar en términos de la totalidad y en términos de la realidad material de la gente.

Las cosas mas simples son difíciles de entender porque sabemos demasiado. Somos víctimas de una polución informativa que colapsa nuestra razón. Para salir de esta trampa es necesario desaprender, criticar conocimientos y lugares comunes compartidos por todos, es decir democráticos. Estos "conocimientos" explican nuestra participación "voluntaria" en el poder que nos sojuzga.

Parte de la basura ideológica de la izquierda tradicional, muchas de sus supersticiones, de su parálisis intelectual, han pasado a formar parte de los movimientos sociales, juveniles, autónomos, libertarios y radicales.

La metafísica de la capacidad emancipadora del deseo individual, consigue vestir de revolucionarias muchas expresiones de egoísmo y pusilanimidad. La teología sobre la capacidad liberadora del proletariado, reproduce las sectas marginales que se autoproclaman portadoras de las esencias obreras, sin mas mérito que enumerar el fracaso y el cohecho de casi toda la izquierda.

La fé en leyes de la historia, que acabarán conduciendo al capitalismo a su propia implosión, permite poner el acento para la construcción de la fuerza que se le enfrente, mas en dichas leyes que en nuestro esfuerzo, tenacidad e inteligencia.

No hay rutas trazadas de antemano ni estirpe militante poseedora de la verdad revelada. Hay estremecimiento ante el horror, rebeldía ante un destino programado por los vencedores y la sumisión de los desheredados, ansia por una vida mejor para tod@s, odio a los explotadores y sus sicarios, conciencia de nuestra debilidad, decisión de enfrentarse sin tregua, inteligencia para analizar la lógica del poder y deseo de unir todo lo que pueda ser unido para ponerle límites.

Esta dinámica vital revolucionaria no está radicada en ninguna organización en particular, por mas que algunas contengan menos dosis de ella que otras. Está repartida en muchos miles de personas, organizadas o no, presas del espanto ante el mundo que construimos entre tod@s.

Utilizar la fuerza organizada para mostrar las falacias del poder, expresar el dolor de lo excluido, generar fuerza que impida el avance del enemigo, desplegar nuevas formas de vida y sociabilidad y construir ecosistemas para todos los que quieran cooperar en este afan, es la consigna.

Nuestra debilidad nos hace confundir lo urgente con lo importante. Lo urgente está en la agenda del enemigo. Debemos defender, superándonos, nuestra propia agenda que tiene dinámicas de practica material y de práctica teórica, en mutua realimentación.

Defender la propia organización es legítimo, pero solo hasta el límite de no considerarla como el último fin. Impulsar espacios libertarios, autónomos, de oposición frontal a la globalización capitalista, donde sin perder la propia identidad, más al contrario, fortaleciéndola, construyamos al tiempo bloques antagonistas, donde con el todo crecen las partes que lo constituyen. No hay que tener miedo a los desórdenes. Rebelarse es justo.

A. M. CAES
Septiembre 2.000

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