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La ética bancaria (BBVA) y los países del Sur

Hace unos días aparecía, más bien escondida y con poco espacio, una noticia en diversos medios escritos, e incluso llegue a oír algún comentario sobre la misma en alguna tertulia radiofónica. Sin duda, no se trataba de la situación en Oriente Medio, tampoco hablaba de las «vacas locas», ni de la apabullante derrota del Athletic de Bilbao ante el Barcelona, hechos éstos que requieren grandes titulares y espacios, al contrario de la información a la que aludo.

La noticia hablaba del Sur y, a pesar de su poca difusión, la entiendo como un hecho clarificador del mundo en el que vivimos y los intereses que lo mueven; en este caso, aquellos que se demuestran una y otra vez como los definitorios de ese mundo, como son los intereses económicos, por mucho que los grandes políticos sigan intentando convencernos de que son ellos y los pueblos los que definimos cómo queremos vivir. Hace tiempo que está surgiendo a lo largo del planeta un movimiento vertebrador de muchas corrientes sociales, políticas, religiosas... que incide en la denuncia permanente del modelo globalizador neoliberal. Las críticas que se plantean, creo que son consistentes y de pleno derecho, pero siempre los, aparentemente, pequeños he- chos se convierten en verdaderos demostrativos del carácter real o irreal de una crítica. Y éste es uno de esos, que pone a la vista de todos, como se suele decir, la cara más oscura y verdadera de un sistema.

El BBVA, a través de su filial el Banco Ganadero, de Colombia, acaba de embargar el Hospital San Juan de Dios, donde trabajaba el científico Manuel Patarroyo, a causa de una deuda de 60 millones de dólares. Es necesario decir que este científico ha regido su vida por un sentido ético y de mantenimiento del juramento hipocrático de darse a los demás. En 1993, tras descubrir la vacuna contra la malaria, se negó a vender su patente a un laboratorio bioquímico (precisamente por la misma cantidad adeudada ahora al hospital), y la cedió a la Organización Mundial de la Salud, argumentando que dicha vacuna debería llegar a todas las personas del mundo, en especial a los países del Sur, por un precio muy bajo.

Como se ve, este es un modelo de ética que no concuerda con la bancaria del BBVA. Rigen intereses de máximo beneficio por encima de cualquier otra causa y éstos deben prevalecer. Por ello, mientras el doctor Patarroyo ha tenido que salir con aquello que se ha podido llevar (dejando los costosos equipos de investigación de biología molecular) y buscar otro lugar donde proseguir sus investigaciones, ahora encaminadas a lograr una vacuna contra la tuberculosis, es posible que el Hospital San Juan de Dios de convierta en centro comercial productor de beneficios, o en el mejor de los casos y para lavar la imagen, hasta pueden hacer un museo de arte y cultura colombiana.

Recuerdo igualmente haber visto en diversos viajes a Colombia que la compañía aérea Avianca suele poner en su programación audiovisual un spot donde el propio doctor Patarroyo, desde su centro de investigaciones, hace un alegato a la defensa de la infancia y a la necesidad de contribuir a la lucha contra las enfermedades, a fin de que el pasaje deposite en bolsas para ello dispuestas aquella donación que considere oportuna. Es triste pensar en esto y ver cómo uno de los grandes bancos mundiales, «buque estrella» de la banca y economía española en su producción de beneficios y expansión en América Latina, no tiene problema alguno, ni la más mínima conciencia de solidaridad, para proceder a un embargo y obstrucción a la labor de investigación médica por una deuda que al propio banco le supone los beneficios de tres días y medio.

Por supuesto, es posible que pronto veamos al BBVA publicitando una labor social, regalando a algún afortunado un sueldo para toda la vida y repartiendo diez Mercedes entre sus clientes, e incluso abriendo una cuenta propia para recoger fondos para paliar las consecuencias de un terremoto, de una erupción volcánica o de un huracán en algún país del Sur, pero eso será nuevamente un simple lavado de cara. Su ética la demuestra por otras acciones, donde prima la cuenta de beneficios sobre la posibilidad de salvar la vida a millones de personas.

Sin embargo, tal y como ha declarado el doctor Patarroyo «el conocimiento no se puede comprar» y, ojalá que la ética del ser humano tampoco se ponga en venta, pues si no la veremos pronto en un banco de datos, como reflejo y muestra histórica de uno de los «genes» humanos en proceso de desaparición. Por cierto, recordemos a futuro, cuando el BBVA presente su balance semestral de beneficios, este embargo y sus consecuencias, así como otros pequeños hechos que no merecerán ni un pequeño espacio en las noticias diarias, pero que contribuirán al positivo balance para la marcha de la economía bancaria y, por lo tanto, nos dirán que también para el bienestar de nuestro mundo, aunque en realidad se estarán refiriendo al 20% de la población del planeta, mientras el 80% seguirá no teniendo más que un miserable presente, pues el futuro será una utopía para ellos.

Jesús González Pazos - Antropólogo y responsable de Proyectos de Mugarik Gabe

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