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Guerra sucia contra los movimientos sociales madrileños
Agencia UPA

Según su propio relato, a finales de enero un militante del Movimiento de Resistencias Global de Madrid (MRG) tras ser detenido por la policía nacional fue introducido en un coche sin identificativos en el que varias personas, que en ningún momento se identificaron, lo interrogaron. Durante varias horas, entre amenazas de muerte, fue interrogado sobre movimientos sociales madrileños mientras circulaban por zonas poco transitadas de los alrededores de la capital. Finalmente fue abandonado en el campo, a varios kilómetros de Madrid.

Los desconocidos, muy jóvenes, exhibieron una completa información sobre su persona, con fichas policiales que se remontaban a "la Transición" y numerosas fotos de su participación en actos públicos. El activista antiglobalización que ha presentado denuncia, reconoció a uno de sus interrogadores como un participante en varias asambleas de movimientos sociales. Para el activista no hay la menor duda de que se trataba de policías de paisano aunque no fue acusado de cargo alguno, ni quedó constancia de su detención ni pisó un edificio oficial. Este episodio, que se suma a otros anteriores de similares carácteristicas parece indicar que el gobierno ha decidido recurrir regularmente a tecnicas de guerra sucia para combatir a los movimientos sociales contestatarios. A las 7.45 h., del viernes 26 de enero, en un centro comercial de la madrileña calle de Arturo Soria, un miembro del MRG colocó en el cajero automático y en la puerta de una sucursal bancaria varias pegatinas de contenido anticapitalista.

Cuando salía del centro, varios guardias jurados lo pararon, le conminaron a seguirles y le llevaron a un cuarto de seguridad. Desde ahí los jurados llamaron a la policía, explicaron lo sucedido y transmitieron los datos del detenido. Al rato dos antidisturbios de la policía nacional lo recogían, lo registraban requisándole sus papeles y algunas pegatinas y lo trasladaban en una furgoneta a los juzgados de Plaza Castilla sin explicación alguna. Una vez ahí en vez de ser conducido al edificio, los policías lo llevaron ante un Peugeot 505 de color blanco y lo entregaron a sus ocupantes. En el coche había tres hombres, dos delante y uno que se colocó junto al detenido en la parte trasera. Se dirigieron a la zona norte de Madrid pero hasta que no llegaron a una zona de chalets poco transitada, cercana a Aravaca, ninguno de los ocupantes del coche abrió la boca. Entonces, sin mediar explicación alguna, empezaron las preguntas.

El interrogatorio corrió a cargo del policía que estaba sentado al lado del conductor y que consultaba una carpeta con abundante documentación sobre el detenido, Le preguntó por su actividad en las asambleas de MRG Madrid, sobre el movimiento de okupaciones y sobre sus conocidos. Cuando el detenido negó cualquier relación con estas actividades, el policía le enseño su nombre en una lista de autoimculpados en el juicio contra el Centro Social El Laboratorio (la primera okupación con ese nombre es decir la del edificio de la calle Embajadores) y fotografías de manifestaciones antiglobalización en las que se veía al detenido. Entre risas y burlas, el policía, le enseño al detenido otras fotos en el que se le veía en manifestaciones pro-amnistía de los años 76 y 77 e incluso le leyó su ficha policial franquista con los informes de las detenciones de las que fue objeto a finales de la década de los 70. Prosiguió el interrogatorio preguntándole por su relación con ETA y a quién conocía de ETA en Madrid. Luego las preguntas se centraron en la revista Ardi Beltza (conocidos y relaciones del detenido con la revista), y sobre Eduardo García (el joven encarcelado acusado, tras un montaje policial, de enviar libros bomba a periodistas).

Para amedrentar al detenido, el interrogador exhibió la completa información sobre su persona de la que disponían, incluida una ficha norteaméricana sobre un viaje a Nicaragua en los 80 y otras numerosas fotos. Como el detenido negaba constantemente cualquier relación o conocimiento los policías le amenazaron de muerte varias veces: al pasar sobre un puente de una autopista el conductor paró el coche y aseguró al detenido que podían, sin problema alguno, tirarlo desde lo alto y dejar el cuerpo abandonado en la carretera. También le amenazaron con inyectarle una sobredosis de heroína y abandonar luego su cadáver en un descampado con una jeringuilla clavada en el brazo. Los policías afirmaron que luego podrían explicar esta muerte como un "ajuste de cuentas". Además de amenazarle e insultarle, afirmaron que le podían dar una paliza. El detenido calcula que deambularon por la zona de chalets y urbanizaciones de Aravaca-Pozuelo-Majadahonda unas 4 horas durante las cuales los policías alternaron interrogatorios con prolongados silencios.

Finalmente el coche se paró en medio del campo y los policías conminaron al detenido a bajarse y a alejarse. El detenido pensó que le iban a embestir por detrás con el coche y se negó. Los policías le sacaron, le devolvieron sus pertenencias, pegatinas incluidas, le propinaron un par de empujones tras lo que se subieron al vehículo y le dejaron abandonado bajo una intensa lluvia en medio del campo.

Tras una marcha de unos 40 minutos el detenido llegó a las cercanías de los estudios de Televisión Española de Prado del Rey, donde consiguió un transporte para volver a Madrid. Según su descripción, el policía que conducía el coche, el más joven de los tres, es rubio, con el pelo muy corto, de 1,70 aproximadamente de altura, delgado pero de fuerte complexión. El copiloto que llevó todo el interrogatorio es moreno, de pelo corto, con marcadas bolsas bajo los ojos, de aproximadamente 1,70 de estatura, delgado pero robusto. El detenido lo ha reconocido como uno de los asistentes a al menos una asamblea de la parroquia de Entrevías durante la preparación de los "Siete Días de Lucha Social; Rompamos el Silencio" del año pasado, y como participante en al menos dos recientes asambleas del MRG de Madrid. El tercer policía tiene un bigotito fino, es moreno, delgado aunque fuerte y también de 1,70 de alto. Durante todo el recorrido este policía estaba sentado al lado del detenido pero no abrió

la boca en ningún momento. Los policías nunca se identificaron como tales ni le dijeron si tenía alguna acusación o si estaba detenido. Antes de introducirlo en el coche le arrebataron el reloj para facilitar su desorientación. No le pegaron. Antes de abandonarlo le amenazaron con volver a por él -"ya que sabemos donde encontrarte"- si hacía público o si denunciaba los hechos.

Tras unos días de indecisión el detenido informó al MRG de este episodio de guerra sucia y se puso en contacto con organismos de defensa de los derechos humanos y con un abogado para presentar una denuncia judicial.

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