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Pensamiento :: 01/12/2009

Capitalismo en el País de las Maravillas

John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York
Selvas antiguas son vistas como bienes no productivos a ser liquidados, y el aire limpio y el agua son bienes de lujo para que el adinerado compre indiscriminadamente

En un ensayo reciente, “Economics Needs a Scientific Revolution” publicado en Nature, una de las principales revistas científicas, el físico Jean-Philippe Bouchaud, investigador para un banco de inversión, preguntó retóricamente “¿Cuál es el logro distintivo de la economía?” y respondió: “Sólo la recurrente incapacidad de predecir y advertir las crisis.” Aunque su discusión se centra en la actual crisis financiera mundial, la observación se aplica igualmente bien a los enfoques económicos predominantes respecto del medio ambiente -según los cuales, por ejemplo, selvas antiguas son vistas como bienes no productivos a ser liquidados, y el aire limpio y el agua son bienes de lujo para que el adinerado compre indiscriminadamente.

El campo de la economía en los Estados Unidos ha sido dominado por pensadores que aceptan acríticamente el status quo del capitalismo y, por consiguiente, valoran al mundo natural sólo en términos de cuánto beneficio puede generar su explotación en el corto plazo. Como resultado, la incapacidad de economía establecida para hacer frente o percibir la crisis ecológica global es alarmante en su alcance y consecuencias.

Bouchaud observa con agudeza que “La supuesta omnisciencia y perfecta eficacia de un mercado libre como impulsor del funcionamiento económico, según se creía en 1950 y 1960, en retrospectiva se ve mas como propaganda anticomunista que como ciencia verosímil”. La ideología capitalista que subyace a lo económico en Estados Unidos, ha llevado a que la profesión se aleje de la realidad, volviéndose incapaz de entender muchas de las crisis que el mundo enfrenta. La obsesión de la corriente económica dominante con el crecimiento sin fin del PBI — una medida del “valor agregado”, no del bienestar humano o el bien intrínseco de ecosistemas y otras especies— y su incapacidad para reconocer el fundamental sustrato ecológico de la economía, ha provocado más que una mera incapacidad de percibir el deterioro del medioambiente global. De hecho, el problema es mucho más profundo. La economía ortodoxa, tal como el sistema capitalista al que sirve, lleva a un “Après moi le déluge!”, filosofía que es cualquier cosa menos una orientación sustentable. Como Naomi Klein ha dicho, hay algo perversamente “natural” en el capitalismo del desastre.

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