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Estado español :: 30/09/2004

Democracia y capitalismo: consolidación de un proyecto esclavista.

Crespo-La Haine
A lo largo de la historia muchos han sido los modelos de estratificación social adoptados por diferentes culturas y civilizaciones. Todos estos modelos, salvando honrosas excepciones, han tenido un denominador común: la desigualdad económica y el patriarcado como rasgos característicos del sistema social.

En tiempos del esclavismo, las personas eran literalmente propiedad de otras. Así las cosas, las personas que pertenecían a la escala social que estaba en la cúspide de la jerarquía podían comprar y vender a otras en función de sus necesidades e intereses personales, políticos y económicos. La movilidad social era muy escasa, si a caso, algún esclavo por méritos propios o alta consideración de su dueño era puesto en "libertad’. Con suerte y tiempo sería él quien traficaría con personas. Los esclavos generalmente lejos de unirse y organizarse -hay que tener en cuenta el peligro de esas prácticas- competían por ser algún día ellos quienes ascendieran en la escala social pasando así de ser esclavos a dueños de otros seres humanos. El esclavismo se reproducía de generación en generación. Fue muy típico de las épocas coloniales donde los países ricos compraban a los pueblos invadidos imponiéndoles sus costumbres y valores. En la actualidad muchos países siguen con este modelo esclavista y los países "democráticos" lejos de arrepentirse de estos sucios acontecimientos pasados, los celebran, convirtiéndolos en boyantes negocios, como por ejemplo la celebración de la Expo de Sevilla en el año 1992.

Ni que decir tiene que el papel de la mujer, en este modelo de estratificación social, era el de una total sumisión al hombre. Eran tan "esclavas" las esclavas como las que no lo eran oficialmente pues ambas debían servir a otros hombres teniendo nula capacidad de decisión. La mujer, a lo largo de la historia, lejos de cual sea el modelo de estratificación social, es esclava por el mero hecho de serlo.

La sociedad de castas, aunque parezca difícil, era más cerrada que el sistema esclavista. De generación en generación se trasmitían las funciones que cada casta debía desempeñar en la sociedad. Eran grupos extremadamente cerrados, una familia estaba condenada de por vida a realizar servicios para otra casta, sin movilidad social alguna. Este sistema es típico de la India y hoy en día, con cambios y matices, sigue existiendo allí. El papel de la mujer, en esencia, era el mismo, o incluso peor, que de la sociedad esclavista.

Con el surgimiento de la maquina de vapor llegó la revolución industrial, la creación de fabricas y de gigantescas ciudades, los movimientos migratorios de gran alcance y la implantación del trabajo asalariado como modelo económico primordial. Los avances tecnológicos, lejos de evitar esfuerzos y trabajos miserables a los humanos, sirvieron para producir más en menos tiempo mediante el empleo de las máximas horas posibles de la mano de obra por parte del proletariado. Así era normal que existieran jornales de 16 horas pagados con un salario ridículo, carentes de higiene, de medidas de seguridad, etc Estas condiciones no han desaparecido en absoluto en la actualidad. En lo que se ha venido a denominar "reordenación mundial" estos casos se siguen dando principalmente por las empresas del llamado primer mundo que van en busca de mano de obra barata al tercero. Reveladoras fueron las palabras de uno de los mayores empresarios argentinos, Enrique Pescarmona, al respecto:

"Los asiáticos trabajan 20 horas al día -declaró- por ochenta dólares al mes. Si quiero competir, tengo que recurrir a ellos. Es el mundo globalizado. Las chicas filipinas, en nuestras oficinas de Honkog, están siempre dispuestas. No hay sábados ni domingos. Si se tienen que quedar varios días de corrido sin dormir, lo hacen, y no cobran horas extras, ni piden nunca nada." (1)

El trabajo asalariado trajo consigo lo que vino a llamarse división de clases. En función del salario o poder adquisitivo, cada persona tenía acceso a adquirir unos determinados bienes materiales. Este modelo de estratificación social típicamente capitalista, que se extiende hasta nuestros días, generaba no solo una división económica: "tanto tienes, tanto adquieres", sino que en función del salario se condenaría a unas personas a pertenecer a una serie de organizaciones y, muchas veces, de manera implícita, a gozar de unos determinados derechos y obligaciones. Existe una tendencia a pensar que las personas de un determinado grupo social deben comportarse de una manera concreta en función de la clase a la que pertenezcan, se genera toda una serie de expectativas respecto a la clase social, uno rol de comportamiento claramente diferenciado a medida que se avanza en la jerarquía de ésta. No puede, ni debe, hacer lo mismo un obrero que un burgués, debían -y deben- tener no sólo diferente salario, sino actitudes e incluso deseos dispares. Es lo que podemos denominar "tanto tienes, tanto vales".

En las sociedades donde el progreso industrial ha ido creciendo este sistema se ha ido manteniendo, en esencia, bajo diferentes aspectos. Por ejemplo en España se evolucionó de un capitalismo dictatorial (franquismo) a un capitalismo social-demócrata profundamente conservador. Las mejoras laborales y sociales, que se han ido dando progresivamente son fruto de pequeñas luchas sociales y sindicales. Las burguesías dominantes saben que deben ser reelegidas para poder seguir gobernando, por lo que matices de actuación no faltan para ganar la gran carrera de la lucha electoral. El capitalismo ha sabido insertar de manera marginadora a la mujer en el mundo laboral, acallando así, muchas demandas feministas, y ha permitido a muchos trabajadores rodearse de bienes materiales antes inaccesibles para ellos. Se ha sustituido la brutal miseria que puede empujar al proletariado a rebelarse por un vasto consumismo que genera una ficticia felicidad en las sociedades neoliberales que se ha denominado "estado de bienestar". Consumismo que, por otra parte, no hace más que retroalimentar este proceso de libre mercado y generar los beneficios necesarios para ajustar la productividad y perpetuar los valores competitivos.

Para normalizar todo este proceso ha sido necesario por los poderes fácticos- patronal, banca y Estado- controlar los medios de comunicación de masas en post del consumo y de la manipulación informativa, creando lo que muchos autores denominaron el hombre masa. Los programas que podían generar un mínimo de debate y fomentar el juicio crítico han sido eliminados progresivamente de los media para ser sustituidos por espacios embrutecedores y violentos, una llamada de atención a pasividad. Así mismo, las escuelas, han servido para perpetuar la división de clases, las élites siguen teniendo sus colegios diferenciados de las clases menos pudientes y se ha implantado como metodología pedagógica general la cultura del esfuerzo y la competitividad. La educación entendida como la preparación hacia el mundo laboral, hacia la rentabilidad, como parte un proceso de cualificación mediante la obtención de titulaciones para el perfecto engranaje en las futuras empresas por parte del alumnado donde, sin más motivo aparente que el de la autoridad, unos mandan y otros obedecen, como en la escuela.

Mucha gente hemos entendido que el modelo de trabajo asalariado, que caracteriza a las sociedades actuales, sigue siendo un resquicio del esclavismo. Comprar mano de obra a las personas para acumular capital y seguir con el relevo generacional que condena a unxs a la riqueza y a otrxs a la pobreza continúa siendo un modelo de estratificación social cerrado e injusto.

Entendiendo que del mismo modo que no sería justo comprar, especular, alquilar, vender y rentabilizar el aire, nos hemos posicionado contra esos mismos mecanismos aplicados a otros recursos naturales tales como la tierra.

Hemos concebido el trabajo asalariado y la propiedad privada como dos caras de una misma moneda neoliberal que deben ser abolidos para lograr una auténtica justicia social. Mientras existan y se justifique su existencia seguirá habiendo explotación de las personas por las personas, en definitiva, la compra-venta con fines económicos de unas gentes sobre otras. Todo ello trunca cualquier expresión humana de auténtica felicidad, cualquier expresión real de deseos, y condiciona las relaciones humanas a relaciones mercantiles.

Contra este modelo económico ha habido duras expresiones de rebeldía que lo han puesto en duda. Sirva como ejemplo estas palabras expresadas por A.M.Jacob en el juicio contra sus actos, perteneciente a un grupo anarquista francés de finales del siglo XIX denominado los Trabajadores de la Noche, que se dedicaban al robo de la riqueza acumulada para poner en entredicho el injusto sistema salarial:

[] "De arriba debajo de la escala social no hay más que bellaquería de una parte e idiotez de la otra. ¿Cómo queríais que, lleno de estas verdades, respetara tal estado de cosas? [] "Aquellos que producen todas las cosas, nada tienen, y los que nada producen lo tienen todo"
[]"Tal estado de cosas no puede sino producir el antagonismo entre las clases trabajadoras y la clase poseedora, es decir holgazana. Surge la lucha y el odio golpea" [ "] Llamáis a un hombre "ladrón y bandido", le aplicáis el rigor de la ley sin preguntaros si él puede ser otra cosa. ¿Se ha visto alguna vez a un rentista hacerse ratero? Confieso no conocer a ninguno. Pero yo que no soy ni rentista ni propietario, que no soy más que un hombre que sólo tiene sus brazos y su cerebro para asegurar su conservación, he tenido que comportarme de otro modo. La sociedad no me concedía más que tres clases de existencia: el trabajo, la mendicidad o el robo. El trabajo, lejos de repugnarme, me agrada, el hombre no puede estar sin trabajar, sus músculos, su cerebro poseen una cantidad de energía para gastar. Lo que me ha repugnado es tener que sudar sangre y agua por la limosna de un salario, crear riquezas de las cuales seré frustrado. En una palabra, me ha repugnado darme a la prostitución del trabajo. La mendicidad es el envilecimiento, la negación de cualquier dignidad. Cualquier hombre tiene derecho al banquete de la vida"
[] El derecho de vivir no se mendiga, se toma.[]" El robo es la restitución, la recuperación de la posesión. En vez de encerrarme en una fábrica, como en un presidio; en vez de mendigar aquello a lo que tenía derecho, preferí sublevarme y combatir cara a cara a mis enemigos haciendo la guerra a los ricos, atacando sus bienes... Ciertamente, veo que hubierais preferido que me sometiera a vuestras leyes; que, obrero dócil, hubiese creado riquezas a cambio de un salario irrisorio y, una vez el cuerpo ya usado y el cerebro embrutecido, hubiese ido a reventar en un rincón de la calle. Entonces no me llamaríais "bandido cínico", sino "obrero honesto". Con halago me hubierais incluso impuesto la medalla del trabajo. Los curas prometen el paraíso a sus embaucados; vosotros sois menos abstractos, les ofrecéis papel mojado. Os agradezco tanta bondad, tanta gratitud, señores. Prefiero ser un cínico consciente de mis derechos que un autómata, que una cariátide. "Desde que tuve conciencia me dediqué al robo sin ningún escrúpulo. No entro en vuestra pretendida moral que predica el respeto a la propiedad como una virtud mientras que en realidad no hay peores ladrones que los propietarios"
[]"Si opté por el robo no fue por una cuestión de ganancias sino por una cuestión de principios, de derecho. Preferí conservar mi libertad. Mi independencia, mi dignidad de hombre, que hacerme artesano de la fortuna de un amo. En términos más crudos y sin eufemismo alguno he preferido robar antes que ser robado".
[] "También yo repruebo el hecho por el cual un hombre se apropia violentamente y con astucia del fruto del trabajo ajeno. Pero es precisamente por esto que he hecho la guerra a los ricos, ladrones de los bienes de los pobres... También yo quisiera vivir en una sociedad en la que el robo fuera desterrado. No apruebo y no he usado el robo sino como medio de rebelión para combatir el más inicuo de todos los robos: la propiedad individual. Para destruir en efecto hace falta destruir su causa. Si hay robo es porque hay abundancia de una parte y escasez de otra; es porque todo no pertenece más que a unos pocos. La lucha no acabará hasta que todos los hombres pongan en común sus alegrías y sus penas, sus trabajos y sus riquezas; hasta que todas las cosas pertenezcan a todos"(2)

Ni que decir tiene que actitudes como estas eran -y son- pagadas con la cárcel y la muerte. La cárcel castiga la pobreza. En 1982 el número de personas presas en las cárceles en el Estado español era de 18.000, en la actualidad es de 56.000, la cifra no cesa de crecer. Un 80% de la gente presa está encerrada por delitos menores, robos y pequeños delitos de droga y/o asuntos relacionados con ésta; a los grandes traficantes y asesinos es más fácil encontrarlos en las televisiones que en los presidios. Estos datos ponen de manifiesto que las personas pobres, provenientes de zonas marginales que luchan por sobrevivir son mayoritariamente las que pueblan las cárceles. La precariedad laboral y la acentuación de la desigualdad ha conllevado el aumento progresivo de personas presas de esta manera tan espectacular. El estado autodenominado democrático ha preferido solucionar el problema aumentando la presencia policial, la represión, el endurecimiento legal-judicial y los sistemas penitenciarios, antes que optar por medidas sociales, educativas y de redistribución de la riqueza.

Como antes he mencionado, el proceso capitalista ha ido consolidándose adoptando diferentes aspectos en función del contexto y las necesidades tanto internas como externas. Ha esta consolidación neoliberal han influido de forma determinante las consideradas fuerzas de izquierda. Gobiernos progresistas y sindicatos estatistas flexibilizaron el mercado laboral con la excusa de acabar con el creciente paro, con ello comenzó una progresiva temporalidad de los puestos de trabajo. A día de hoy 1 de cada 1000 puestos de trabajo es fijo. La temporalidad ha supuesto una ventaja añadida para el despido libre con la consecuencia de que el obrero que reivindica sus derechos es puesto de patitas en la calle sin ningún perjuicio contra el empresario. Los convenios colectivos, ya de por sí injustos, han dejado de respetarse cada vez más por parte de las empresas que tienen plena impunidad para hacerlo al tener acongojada la clase trabajadora con el despido. Todo este proceso ha culminado con la creación y expansión de las ETTs, que sindicatos mayoritarios y Estado apoyan sin reservas.

Todo ello ha generado un clima en la clase trabajadora de desanimo y ha preferido competir entre ella, entre las personas que la forman, para ascender en la escala laboral antes que organizarse por la mejora sus condiciones de vida, análogamente a como sucedió en la sociedad esclavista.

El actual modelo sindical basado en la absoluta delegación y el colaboracionismo con el Estado y la Patronal ha contribuido de manera decisiva en este clima antiobrero. El monopolio de los medios de comunicación, al servicio del capitalismo, ha sabido muy bien distraer los problemas sociales y laborales hacia "el terrorismo internacional". La distorsión de la realidad está sirviendo para distorsionar las mentes de lo que Durkheim denominó el hecho social.

La supuesta "transición española" que ha creado figuras mitificadas como el asesino Fraga Iribarne, o el rey Borbón, no fue otra cosa que el pacto de las burguesías españolas, bien periféricas bien centrales, por el modelo económico capitalista monárquico y parlamentario, que todas las fuerzas políticas, por muy comunistas que se denominaran aceptaron. A las "naciones históricas" se les propuso presentar un proyecto para crear un nuevo mapa "autonómico" que se nos presentó como un avance sin precedentes. Las burguesías dominantes del momento elaboraron los proyectos. A la clase trabajadora y menos favorecida, una vez más, no se la preguntó nada sobre esta reorganización territorial. Sólo sabían que al día siguiente debían levantarse para producir lo máximo posible por el mínimo salario.

Por su parte los movimientos feministas pertenecientes a partidos políticos y sindicatos estatistas-y todo su circuito de ONGs y asociaciones- empezaron a preocuparse por "el papel de la mujer en los puestos de poder" olvidando el discurso antipatriarcal necesario e imprescindible para la emancipación de la mujer.

Este proceso descrito a nivel interno, vino acompañado de una profundización neoliberal tremenda a nivel externo: la consolidación de la UE que tiene una de sus culminaciones en la próxima aprobación Constitución europea, la incursión en la OTAN y las bases, que supuso ponerse de por vida al servicio de la política imperialista de EEUU, la progresiva militarización de la sociedad, la aceptación de tratado de Maastricht, al que sólo una fuerza política hoy ilegal, Herri Batasuna, votó en contra; la aceptación de la moneda única y el seguimiento a pies juntillas de las "recomendaciones" del Banco Mundial y el Fondo monetario Internacional que implican la eliminación de barreras económicas hasta un punto de consecuencias inimaginables a nivel social y ecológico, han ido consolidando el proyecto neoliberal prácticamente hasta hacerlo inamovible.

Llegados a este punto me es obligatorio mencionar la utilización del terrorismo por los poderes establecidos para justificar los atropellos de los derechos humanos en todas sus formas. En Palestina con Hamas, en Irak con Sadam, en Afganistán con Al Quaeda y en el Estado español con ETA son algunos de los ejemplos de cómo los Estados democráticos han usado, en diferente grados y formas, la impunidad para reprimir, torturar, encarcelar y asesinar - recordemos la no desaparecida guerra sucia - a todo el sujeto molesto que s necesario eliminar bien su posible subversión bien por intereses creados. Así mismo, ha sido la excusa perfecta para desviar la atención de la sociedad teniendo como potentes herramientas los medios de comunicación de masas a su total control y manejo, llegando a un punto en el que lo que no es mencionado en dichos medios, aunque realmente exista de manera estadística y sea de mayor alcance que el fenómeno terrorista, deje de existir para la gran mayoría de la población, que tiende a reproducir los valores de los media tachando a todo el que se aleje de la versión oficial sobre terrorismo de terrorista.

Mientras se comprende como un mal menor la existencia de cientos de miles de personas que mueren diariamente de hambre, de frío y de explotación en muchas partes del mundo a causa de este sistema desigual, se condena duramente, por ejemplo, el destrozo a un inmueble que trasmite y fomenta esos mismos valores.
Las resistencias organizadas son duramente reprimidas y los movimientos sociales son una y otra vez bien perseguidos o controlados por las clases dominantes y opresoras: partidos de izquierdas, ONGs, sindicatos amarillos

La democracia, las instituciones que la representan y la salvaguardan están construidas en la violencia de arriba abajo. La expresión más salvaje de violencia es que habiendo recursos para alimentar a toda la población mundial cientos de miles de criaturas mueran de inanición. La propiedad privada no es sino que la mayor de las apropiaciones violentas de algo que es común a toda la sociedad. La compra de mano de obra, el constante empuje a la mendicidad, negar la verdad y silenciar la explotación son también claros ejemplos de violencia. Las democracias -el capitalismo y el Estado- tienen su máxima expresión de violencia en la represión y la tortura, en la creciente fabricación de armamento, en la preparación y ejecución de las guerras. Algo que no es solucionable sin la propia extinción de la democracia y de este modelo de vida neoesclavista.
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1- E. Galeano,. "Patas arriba: la escuela del mundo al revés"
2- A. M. Jacob. "Recuerdos de un rebelde"

crespez@hotmail.com

 

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