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Pensamiento :: 31/10/2006

Fascismo global

Carlos X. Blanco
¿Qué es el fascismo? El fascismo es, en el estado actual del mundo, el mismo mundo. El fascismo no es una categoría de la historia, ni tampoco una de las ideologías al uso. El fascismo es el mundo, el estado en que nuestro mundo ha recibido una determinada ordenación de las cosas.

Contra los puristas de la terminología académica, diremos que el fascismo como categoría se ha hecho eterno, presente. Desborda una época (por ejemplo los años 30 de Europa). Desborda un país (la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini). El fascismo nunca murió. Siguió vivo en las dictaduras militares americanas. Nunca fue derrotado en la España de Franco, tras su muerte de 1975. Venció la guerra mundial, bajo la dirección de Stalin, repartiéndose el mundo con el imperialismo capitalista yanki, también fascista. Vive en cada ser intolerante, violento, represor.

Es el fascismo amplio. El mundo entero transformado en cárcel. Es la represión y el aplastamiento de todas y cada una de las disidencias. Es el no tolerar la resistencia. Es el espíritu del verdugo, del juez, del carcelero: en suma, del represor. El fascismo es el mundo y no otra cosa. Un mundo cárcel. Una humanidad estabulada. Empaquetado de seres humanos. Administración de sus energías para su desangre, para dosificar su muerte, para rentabilizar su extenuación. El mundo capitalista, el imperio de los monopolios, comenzó a justificar el fascismo como única vía para asegurarse sus tasas de ganancia. La vía "dura" para mantener su Ley y su Orden, pues la democracia liberal ya no ofrecía, por regla general, el modelo adecuado para el mundo. Tras las experiencias sangrientas de Europa, este fascismo del libre mercado se transplantó a Sudamérica. Los uniformados limpiaron sus respectivos solares, se harán sus dueños, para que las transnacionales monopolistas puedan hacer su juego. La libertad de Mercado implicaba la estabulación de los disidentes, la supresión de los disconformes. El modelo también funcionó en Asia. Los estados basura poca cosa necesitan, a parte de uniformados que con eficacia técnica limpien el solar para que el capital produzca plusvalías sin problema.

El fascismo construye muros. Es fascismo es ese miedo agresivo al otro, siempre visto como ajeno y amenazador. Implica la separación de los seres, con espíritu taxonómico. Se vuelve a hablar de razas, de salarios repartidos en función de categorías étnicas. El mundo es administrado con mirada de entomólogo. La "guerra contra el terrorismo", la lucha contra el "Mal" implica la disección de estratos diferenciados de humanidad, para la cual la vieja división imperialista ya deja de servir. La rebelión de las colonias contra la metrópoli se localiza en las grandes capitales de la metrópoli misma, en sus barriadas al margen. Allí pronto se materializarán verdaderos muros, separadores de razas y culturas. Ya la babel de lenguas, la separación espontánea de unos respecto de otros no sirve. El estado se vuelve medieval, segmentario, taxidérmico.

El paso siguiente, tras una explotación universal que, de facto ha restaurado la esclavitud, el non plus ultra de la cosificación del hombre por el capital está en el empaquetado y estabulación universales de todo el género humano. El mercader anónimo y sin rostro que hace que el globo gire a su ritmo y dictado, el gran capital, ha gozado de los grandes conocimientos que el nazismo le ha proporcionado. La administración científica de la muerte en masa, la perfección técnica en el exterminio y gestión de residuos humanos. La rentabilidad máxima del trabajo humano esclavo, y de sus despojos en forma de cadáveres acumulados en masa.

Y después de la II Guerra Mundial, y tras cientos de genocidios en todo el globo, se ha consumado por fin la globalización del fascismo. Este periodo de medio siglo ha enseñado una lección. El mercado libre no necesita el lujo de la democracia liberal. El mercado libre necesita sociedades prisioneras. Requiere una urgente restauración de la esclavitud.

 

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