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Estado español, Anti Patriarcado :: 02/07/2016

La verdad es siempre revolucionaria. El desprecio al feminismo de Unidos Podemos

Lidia Falcón
La sospecha del tenor de la campaña la tuve cuando escuché decir a Carolina Bescansa que el “aborto no es un tema que construya potencia política de transformación"

La causa de que la formación Unidos Podemos no haya obtenido los votos esperados se está atribuyendo, por todos los comentaristas y expertos diversos, a variados factores: desde las características psicológicas y mediáticas de los protagonistas a las convulsiones internacionales producidas con el triunfo del Brexit. Pero lo que ni siquiera se menciona es la ausencia de propuestas que beneficiaran a las mujeres, ni que se obviaran los temas más cadentes que está defendiendo el feminismo desde hace varias décadas. Igual que hace cincuenta años. 

Supongo que los “sabios” —todos los que he leído son hombres— pensarán al leerme —si es que alguno me lee— que qué tontería —una más de las mías— creer que el tema de la mujer tenga importancia en unas elecciones y mucho menos pueda atraer votos. Porque esos señores, los políticos y los comentaristas, todavía no se han enterado de que las mujeres conquistaron el derecho al voto en 1931 y que vale la pena atraerlo porque constituimos el 52% del censo electoral.

He repetido continuamente, a unos y otros, durante estos últimos años, que si no poseen la sensibilidad humana para dolerse de las desgracias que afligen a las mujeres, si nunca han asimilado el feminismo, al menos que actúen por egoísmo electoral.

La penosa campaña de Unidos Podemos ha puesto de manifiesto que el criterio de los dirigentes de las formaciones que la componen era que los problemas irresueltos de las mujeres desde hace décadas —alguno como la igualdad de salario denunciado desde hace 220 años— no tenían la importancia suficiente para darles protagonismo ni en sus programas ni en sus mítines y comparecencias públicas. Y no solo los hombres que se muestran absolutos protagonistas de la formación, acompañados, a veces, por un coro de muchachas de buena apariencia siempre mudas, sino que aquellas que alguna vez hablan nunca lo hacen ni como feministas ni en nombre de las mujeres.

La sospecha de que de este tenor iba a ser la campaña la tuve mucho antes cuando escuché declarar a Carolina Bescansa que el “aborto no es un tema que construya potencia política de transformación, por lo que para ellos no era prioritario”. Aparte de la inútil retórica de la frase, en esta definición queda resumido el criterio de Podemos: No queremos enfadar ni a la Iglesia ni a los sectores católicos. El aborto es cosa de mujeres, las mujeres no tienen importancia en la política ni aportan votos, por tanto no vamos a ocuparnos de ellas.

Tampoco el comité electoral de Izquierda Unida admitió representación del Partido Feminista de España ni del Área de la Mujer de la formación, a pesar de que ambas organizaciones lo pedimos reiteradas veces. En razón de este criterio se ha diseñado una campaña masculina, sin participación de las feministas, ni en las listas ni en los actos, y donde los más sangrantes temas como los feminicidios que se cometen cada dos días han consumido 8 segundos del valiosísimo tiempo de Pablo Iglesias, en el debate televisivo más importante, en el que ofreció la broma de las soluciones habitacionales. Es decir que a las maltratadas se las meterá en una habitación mientras el agresor se pasea libremente. Fue un debate televisivo concebido por hombres, desarrollado por hombres y dirigido a hombres.

Mientras los cursis carteles del corazón en technicolor y el eslogan de las sonrisas, no digamos el empalagoso discurso de Mónica Oltra en el final de campaña hablando de besos, y dándolos, y regalándonos unos versos de amor de Miguel Hernández, que no iban a ser de guerra porque Hernández sirve para todo, parecían estar dirigidos a las lectoras del Hogar y la Moda de los años cincuenta, las ofertas de cambio ni atendían la penosa situación de las mujeres españolas de hoy ni proponían soluciones a su miserable vida.

Del mismo modo ninguna de las mujeres que han participado en la campaña ha tenido sensibilidad feminista. No digamos el remedo de debate a cuatro de las que fueron a Antena3, imitando la discusión de los hombres pero eso sí, solo entre mujeres. Pronto harán otro solo entre negros y después uno más entre negras.

La brecha salarial, aún mayor en las pensiones, las esclavas que trabajan con el marido en la agricultura sin cobrar para que este llegue a ganar su jornal, las limpiadoras de hoteles, las cultivadoras de plátanos violadas por el capataz, las amas de casa sin salario ni jubilación, las profesionales marginadas trabajando de telefonistas, no tienen ningún espacio en las denuncias de nuestros políticos.

Pero la violencia, además de golpes, abusos sexuales, acoso en el trabajo, feminicidio, es la entrega de la custodia de hijas e hijos a sus padres maltratadores, a través de infamias depravadas como el SAP o erotomanías que no son admitidas por ninguna organización científica y sí en los juzgados españoles. Las mujeres que padecen durante años esta violencia judicial patriarcal son demasiadas, y es electorado. La candidatura de Unidos Podemos no ha dicho nada al respecto para ese electorado.

Como tampoco ha dicho nada de la violencia salvaje que es la prostitución –Alberto Garzón se pronunció abolicionista sin concretar medidas, mientras Pablo Iglesias en la SER dio a entender que existían mujeres que sí quieren prostituirse, Ada Colau planifica su legalización, y Manuela Carmena no tiene opinión al respecto-. Han podido ganar electorado prostituyente, no ahuyentarlo, pero han quebrantado Derechos Humanos, han pisoteado la educación sexual de un país donde el deseo y el placer han de ser recíprocos y no se han de mercantilizar personas. Con el silencio han abandonado a mujeres sumidas en una vida de pesadilla en un país que está el primero de Europa en el ranking de prostitución.

Tampoco el electorado feminista puede quedar satisfecho cuando ha conseguido que Izquierda Unida no acepte en su programa la “paternidad subrogada”, i.e.: los vientres de alquiler, que conllevan la manipulación –como el peligroso bombardeo hormonal- de cuerpos femeninos mercantilizados, una gestación arriesgada, y una falta de control intolerable respecto al destino de los bebés a diferencia de la adopción, sólo por un narcisismo genético que resulta absurdo y es ilegal en nuestro país. Porque la candidatura Unidos Podemos ni aún ha hecho mención de esta grave explotación de mujeres pobres.

La mujer ha sido abandonada en Unidos Podemos. El lenguaje no inclusivo ya lo auguró desde el inicio. Para los diseñadores de campaña la queja por el lenguaje no implica cuestiones de gran trascendencia. Han tenido que ser las mujeres de las formaciones políticas que pertenecemos a la candidatura electoral las que nos hemos hecho llamar Unidas Podemos, ante la sonrisa paternalista de los hombres que dirigen los comités electorales.

Las militantes del Partido Feminista que llevamos décadas defendiendo los derechos de la mitad de la población no hemos tenido ni participación en las conversaciones de la coalición ni en el diseño de la campaña ni en las listas electorales ni en los actos importantes. Y los resultados les han pasado la factura correspondiente.

Pero estos razonamientos no tendrán protagonismo en los análisis que van a hacer en los próximos días los señores dirigentes de la candidatura.

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