Sr. Anguita: usted nos habla con lengua de serpiente
Decir a estas alturas que el Sr. don Julio Anguita es un hombre que sobre todo "se oye a sí mismo" es una perogrullada incuestionable. Esa es, posiblemente, una de las razones por la que le salieron sapos y serpientes de la boca cuando escuchó los juicios adversos pronunciados por la coordinadora de IU en Almería, Rosalía Martín, que sin pelos en la lengua expresó la opinión contundente que le merecía el general Julio Rodríguez, hoy candidato impuesto digitalmente en la listas de Podemos-IU en Almería, ayer en las del PSOE, y anteayer en los aguerridos escuadrones aéreos de la OTAN.
Dijo el hombre que se deleita hasta al orgasmo escuchando sus propias pláticas, que las declaraciones de Rosalía Martín "eran de mal gusto". Miren ustedes por dónde, Don Julio define ahora como de "mal gusto" calificar con diáfana transparencia al militar al que no le tembló el pulso mientras trazaba los diagramas que conducirían a los aviones de la OTAN a acabar con la vida de decenas de miles de libios.
"Don Julio Anguita se manifestó a
favor de la "idoneidad" del general otánico
Julio Rodríguez para encabezar la lista
de Unidos-Podemos en Almería, y
amonestó a los militantes de IU que lo
criticaron"
"Se pueden hacer todo tipo de valoraciones siempre y cuando se respeten determinadas formas de buen gusto", amonestó el profeta a su compañera de formación política, asumiendo con ello de 'pe a pa' las reglas de oro del libro de estilo de los cortesanos del Régimen del 78, que aconsejan abordar la verdad con lenguaje críptico para que de esa forma nadie sea capaz de entenderla.
Les confieso que me espanta hasta la angustia que el hombre que ha pugnado por autoconstituirse en la "referencia bíblica" de la izquierda española, clame ahora contra aquellos que deciden llamar al pan, pan, y al vino, vino.
Según tuve la oportunidad de escuchar en una de las numerosas emisoras de la COPE que monopolizan nuestro restringido espacio radiofónico, don Julio Anguita se manifestó a favor de la "idoneidad" del general otánico Julio Rodríguez para representar justamente a un pueblo, el de Almería, que durante años ha tenido que sufrir las consecuencias termonucleares de las maniobras militares de los aviones de guerra estadounidenses establecidos en el área.
Para darle más fuerza a su magistral reconvención, el mentor bíblico de Podemos hizo uso de un vil recurso comparativo, con la intención de desconcertar a los incautos:
"Hay militares -pontificó "el referente"- que son de izquierdas, por ejemplo en Venezuela. Chávez era militar".
Y por si pareciera poca su estulticia argumental, se atrevió a añadir: "La República española fue defendida por militares y también hubo miembros de la Guardia Civil que se enfrentaron a los rebeldes de Franco".
Por puro respeto a la inteligencia de los lectores me niego en redondo a contrargumentar esta indecible memez que el "referente" ha tratado de convertir en "razón política”.
"La trampa saducea que usaba Carrillo en
los 70 se parece como una gota de agua a
otra gota de agua a la plática falaz de Don
Julio Anguita, comparando al militar
genocida del pueblo libio con Hugo
Chávez"
Pero dado que viene como anillo al dedo, no quiero eludir, sin embargo, lo que un día me contara mi abuelo en relación con las circunstancias, personajes y argumentos que hicieron posible la aceptación de la Monarquía por parte de no pocos militantes del PCE, entre los que él mismo se encontraba.
Para darle sentido a mi relato, necesito explicar, no obstante, que mi abuelo fue un humilde campesino nacido en Canarias, que tuvo la enorme fortuna de que sus compañeros de campo de concentración le enseñaran a leer, en 1937 .
Es evidente que con casi 23 años de edad que tenía entonces, aquel aprendizaje no convirtió a mi abuelo en un intelectual. Pero a partir de entonces no hubo periódico, libro o revista que se escapara de la fruición escudriñadora de sus análisis. A su interés por conocer todo lo que sucedía a su alrededor le ayudaba también su apasionado apego a la tierra, lo que muy bien puede interpretarse como su firme voluntad de no perder nunca de vista la brújula que otorga la misma existencia.
"Pensaba que los aviesos subterfugios del
tipo "OTAN, de entrada no", “Somos
republicanos, pero defendemos la
monarquía” o “Rechazamos el sistema
capitalista, pero queremos humanizarlo”,
habían sido abandonados"
Ello le proporcionó una aguda sensibilidad a la hora de enjuiciar la miserable realidad que le rodeó toda su vida. Debo decir, asimismo, que a él le debo ser portador del equipaje crítico que me honro en llevar sobre las espaldas y que, frecuentemente, me sirve de parapeto frente a las confusas circunstancias políticas que vivimos, en las que impostores de toda laya tratan de sorprendernos en nuestros ideológicos descuidos cotidianos.
Me contaba mi abuelo, como les decía, que allá por la segunda mitad de los 70 del pasado siglo XX escuchó atónito por boca del mismísimo Santiago Carrillo explicar las "razones" por las que los comunistas debían de apoyar el establecimiento de la Monarquía en España. "En Latinomérica - expresaba don Santiago Carrillo relamiendo pausadamente sus argumentos - existen repúblicas que son realmente dictaduras sanguinarias. En Europa, en cambio, hay monarquías que son constitucionales. ¿Por qué no aceptar una monarquía constitucional en España?".
Y para conseguir redondear su celada ideológica, el hechicero del brebaje eurocomunista proseguía: "Sucede igual que con la bandera. Para nosotros los comunistas ese trozo de tela no significa especialmente nada. Esa es la razón por la que no convertiremos los colores con los que esté teñida en una cuestión de principios".
De un plumazo, aquel viejo granuja pretendía borrar del recuerdo de sus estupefactos camaradas la historia, las luchas, los sacrificios, los muertos, la II República, la lucha de generaciones enteras contra la dictadura, el derrocamiento de la Monarquía borbónica...
que no eran solo la sintesis de un símbolo, ni un trapo en forma de bandera, sino el sentido por el que millones de hombres y mujeres habían dado a sus vidas a lo largo de casi cien años.
Pero lo grave del asunto consistió en que el halo de sabiduría y prestigio inmerecido que envolvía entonces la testa de Don Santiago Carrillo fue capaz de arramblar con cualquier atisbo de resistencia ante aquel tremendo atropello histórico-político. "Los comunistas españoles - me advertía sabiamente mi abuelo para explicarme aquella ignominiosa renuncia colectiva - aunque con el tiempo nos hayamos convertido en ateos, conservamos la liturgia solemne y venerante que los católicos tienen hacia sus obispos y Papas. "Doctores tiene la Iglesia", dicen ellos. Y ese espiritu de doblegacion ante las jerarquias también nos ha quedado a nosotros, a pesar de que los fundadores de nuestra tradición y nuestro movimiento fueron siempre unos furibundos rebeldes iconoclastas" .
"En los años 70, Carrillo utilizaba el
mismo recurso falaz al que hoy recurre
Anguita para justificar la aceptación de la
monarquía y del sucesor impuesto por el
dictador Franco"
Aquella maniobra de Don Santiago era, evidentemente, una trampa saducea, que se parece como una gota de agua a otra gota de agua a la plática falaz de Don Julio Anguita, comparando al militar genocida del pueblo libio, con el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, o con los militares honestos que defendieron heroicamente a su pueblo en 1936.
Debo reconocer, en cualquier caso, que a estas alturas no creía que nadie fuera capaz de utilizar todavía este tipo de argumento miserable como cortina de humo para confundir a los más crédulos.
Estaba convencido de que los aviesos subterfugios del tipo "OTAN, de entrada no", “Somos republicanos, pero defendemos la monarquía” o “Rechazamos el sistema capitalista, pero queremos humanizarlo”, habían quedado abandonados en las frustrantes cunetas de las postrimerías de la pasada dictadura.
Don Julio Anguita ha sido muy oportuno, pues, al recordarnos que todavía hay políticos que, como cantara el desaparecido Javier Krahe, nos siguen hablando con venenosa lengua de serpiente.