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¿Qué cumbre hemos alcanzado en Bruselas?

Brian Holmes

Alguien sostenía en alto un signo rojo pintado a mano sobre las cabezas de la multitud en la Plaza Bockstael de Bruselas. Una flecha apuntaba el camino recto: "Top", el término holandés para "Cumbre". Otra, curvada hacia la derecha, decía: "Ruta legal". Era una manera de pedir a los manifestantes, mediante la acción directa, que pensasen qué estábamos haciendo, allá en la Plaza Bockstael. Pero cuando el inmenso globo terráqueo, con sus bailarines disfrazados que irrumpían de la silueta de los continentes, enfiló la ruta a la derecha, todo el mundo lo siguió sin preguntar. Y a continuación, la manifestación respondió a un guión preestablecido. Las palabras "No Red Zone", que también aparecían en la señal, fueron vanas. Nadie molestó a los líderes encastillados en su "zona roja".

Las protestas que envolvieron la Cumbre de la Unión Europea en el Palacio de Laeken en Bélgica disfrutaron de un amplio apoyo popular a pesar del viento helado. Al menos 80 mil personas participaron en la marcha convocada por los sindicatos el 13 de diciembre y otras 25 mil en la manifestación "alternativa" al día siguiente, y el sábado, los anarquistas y la Street Party convocada por Bruxxel confluyeron para abrir su propia ruta en la ciudad. Pero la marcha sindical, que enfiló un breve y aburrido camino rectilíneo para acabar bajo unas gigantescas pantallas de vídeo y un sistema de megafonía dignos de un partido de fútbol, se vio inundada de tristes eslóganes reformistas como "Europa somos nosotros". Sí, he ahí nosotros, arrojados como hojas muertas siempre que baja la tasa de beneficios. Y en lo que respecta a la manifestación alternativa organizada por una coalición de ONGs y grupos de extrema izquierda, no solamente siguió una ruta legal que nos condujo a una zona industrial deshabitada, sino que además finalizó dentro de un complejo vallado al que se accedía por una puerta relativamente estrecha, que por supuesto los manifestantes tuvieron que cerrar cuando la policía comenzó a provocarles con un cañón de agua. Resultado: miles de personas forzadas a soportar la humillación de "controles selectivos" para salir del lugar donde se habían reunido para hablar de política, siendo arrestadas unas 25. Sólo la Street Party rechazó la idea de seguir un camino prefijado, pero aun así hubo de permanecer parada y nerviosa durante una hora, rodeada por legiones de policías.

Toda esta serie de manifestaciones constituyó una lección objetiva sobre control y neutralización

"¿Pero qué quieres?", me preguntaba la gente, "¿más violencia, como en Génova?". En absoluto. Teníamos que evitar una confrontación estéril que habría de ser obligadamente usada en contra nuestra, y lo hicimos. Eso es del todo positivo. Pero en un momento en el que este movimiento goza de un creciente apoyo popular en Europa, eso no significa que debamos sin más renunciar a nuestra fuerza. En Bruselas, las diferentes ramas del movimiento conspiraron unas contra otras para escindirse, la mejor manera de dejarse identificar y controlar por los poderes cohercitivos del Estado belga/europeo. Tuvimos sindicatos un día, ONGs y partidos minoritarios otro; freaks, rosas y anarquistas el fin de semana. Lo que no tuvimos fue ese tipo de solidaridad política que atraviesa todo el espectro social y que sí hubo en Génova.

¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que alguien vigila cada uno de vuestros movimientos?

La empresa Rand representa un modo típicamente americano de encumbrarse a una atalaya, concentrando inmensos recursos intelectuales para finalmente publicar abiertamente los resultados de sus observaciones. Acaban de sacar un nuevo libro sobre lo que llaman "social netwar" (la guerra social en red), con un capítulo específico sobre Seattle, que podéis descargaros gratuitamente (http://www.rand.org/publications/MR/MR1382). El autor del capítulo 7 afirma que ninguna organización izquierdista ha analizado por qué aquel 30N fue una jornada exitosa, pero que sí lo han hecho numerosas instituciones legales y gubernamentales. Y bien, ¿por qué fueron tan poderosas las acciones contra la Organización Mundial de Comercio en Seattle? En términos generales, porque lograron un cierto tipo de contaminación entre movimientos que "normalmente" funcionan por separado, como sindicalistas, oenegistas y anarquistas que buscan realizar la democracia directa a pie de calle. Esa convergencia no fue accidental: la hicieron posible los miembros de la Direct Action Network, quienes acertaron a pensar la manera en que mediante la noviolencia la policía de Seattle se vería inmovilizada en un momento en el que cualquier cosa podía suceder, cuando quienes tomaban parte en alguna marcha sindical podían converger con los ecologistas e ir juntos a ver de dónde venía ese humo (y en el camino, quizá encontrarse con el Black Bloc). La DAN puso en práctica bloqueos y técnicas de desobediencia civil muy precisas, llevadas a cabo por activistas entrenados, para producir un caos estratégicamente diseñado que resultó más fuerte que cualquier tipo de orden que la Guardia Nacional intentase "restablecer". En suma, todo el mundo vio con nitidez la gran oportunidad de tomar posición frente a la forma en que la ecología humana y todas las ecologías se pisotean. En otras palabras, los verdaderos activistas de Seattle establecieron las condiciones para un tipo de autoorganización espontánea.

¿Dejaremos a la Rand Corporation encumbrarse a solas a la atalaya desde la que otear nuestro esfuerzo?

Evidentemente, es poco probable que otro Seattle nos caiga sin más en las manos. No sólo la policía, también los políticos han hecho los deberes. Se esforzarán por mantener las marchas sindicales lo más lejos posible de los anarquistas, y montarán "mesas especiales de negociación" (con somníferos en el champán) a las que invitarán a cualquier líder oenegista o sindicalista lo suficientemente cándido como para pensar que se pueden obtener reformas sin la amenaza de una revolución. Divide y coopta cuando puedas, canaliza y neutraliza cuando no, arresta a todos los demás: he ahí la solución belga (pienso que Freud la hubiera llamado "un progreso civilizatorio"). Pero si analizamos qué métodos han utilizado, y los hacemos públicos, entonces podemos voltear las mesas, una y otra vez, hasta que comience a suceder algún tipo de cambio sustancial en un sistema-mundo cuya naturaleza mórbida es visible por doquier, por ejemplo ahora mismo, en la Argentina vapuleada por el Fondo Monetario Internacional

Sabeis lo que son los "enjambres"?

Es algo parecido a la autoorganización impredecible pero muy precisa de una manifestación contemporánea. ¿Por qué no somos conscientes de cómo el poder de la gente es más potente y de cómo impulsarlo al máximo? En primer lugar, un movimiento que desde sus inicios se ha basado en la acción directa, debería mirar con admiración a esas 50 personas (holandeses, belgas y otros) que ocuparon el CEFIC, es decir, el Consejo Europeo de la Industria Química, el 12 de diciembre. Bruselas está colmado de tales lobbies: European Round Table of Industrialists, Trans-Atlantic Business Dialogue, UNICE (Union of Industrial and Employers Confederations os Europe), organizaciones cuya existencia es un crimen contra la democracia, y cuya clausura inmediata es legítimo exigir. Aún más legítimo lo sería si sindicalistas, ecologistas, izquierdistas y anarquistas distribuyeran panfletos o mandasen por correo electrónico una explicación de qué está sucediendo, en el mismo momento en que la acción directa tiene lugar, indicando la dirección y apuntando hacia el lugar en el plano.

No podemos caer en la ilusión de que vamos a parar las máquinas de la globalización neoliberal marchando cada uno en fila por separado en días distintos a besar los escudos de la amable policía. Pero la gente-enjambre que participa en los indispensables días de acción global podría duplicarse o triplicarse mediante ideas y acciones-enjambre que se popularicen y diseminen para hacer frente a la cooptación que buscan los iluminados que nos gobiernan. ¿Así que Jospin habla de la globalización con rostro humano? Pues mostrémosle el rostro de todos aquellos a quienes las multinacionales francesas despiden en Brasil mientras sus empresas filiales reducen la fuerza laboral en París y polucionan las aguas del Bouches-du-Rhone. ¿Así que Blair habla de la educación? ¿Pues por qué no mostramos en la calle signos que expliquen lo que cuesta hoy ir a la Universidad en Gran Bretaña, comparado con hace cinco años? ¿Así que los acólitos de Aznar farfullan que los marroquíes quitan puestos de trabajo a los españoles? Veamos cuántos tomates españoles se producen por el trabajo de hombres y mujeres con salarios bajo mínimos en condiciones laborales semilegales con papeles flamantes que autorizan su explotación. Y al tiempo, hablemos sobre la Embajada Universal constituida en Bruselas.

La "estrategia" tradicional de gobierno

Ha sido siempre otear desde la cumbre lo que hacen los tontos ahí abajo, para canalizarlos por cualquier ruta que los poderosos quieran. A la inversa, la estrategia de trabajo en red significa la acción coordinada y autoorganizada de personas inteligentes que rechazan el destino que se les supone, con las miras puestas por encima de los líderes, por encima de las cumbres, hacia un futuro mejor. El peligro ahora mismo estriba en que los últimos dos o diez años (según los casos) de tremendo esfuerzo se puedan desvanecer sin más en el aire frío de la noche cuando cada uno de nuestros grupitos se encuentre solo frente a las fuerzas policiales.

Ahora los poderes fácticos piensan que saben exactamente cómo manejarse con estos "new kids on the black bloc": a unos los nombras colegas, a otros los conviertes en criminales y al resto los dejas hacer sus carnavales bajo vigilancia. Pero si tenemos un futuro es seguir tomando la iniciativa, aprendiendo de lo que nosotros mismos hemos inventado y arriesgándonos a todo tipo de entrecruzamientos, a todo tipo de combinaciones prometedoras y positivas, entre los movimientos religiosos y las ONGs ecologistas, las redes revolucionarias, los grupos que elaboran pensamiento crítico, los partidos obreros de izquierda, los anarquistas y toda la gente que ni siquiera acepta ninguno de esos nombres, y tampoco quiere la globalización neoliberal. Tenemos en la yema de los dedos y en la punta de la lengua demasiado conocimiento como para dejarnos llevar hacia escenarios prescritos. Si desarrollamos ese conocimiento, y lo compartimos con nuestros vecinos - así como los vecinos hablaban entre sí en todas partes de Bruselas el fin de semana pasado-, entonces no hay nada que nos impida seguir volteando las mesas encumbradas de la globalización capitalista.

París, 19 de diciembre de 2001

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