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México :: 19/09/2015

Henri Favre y los mayas contemporaneos

Miguel Urbano Rodrigues
Los partidos reaccionarios que alternadamente ocupan la Presidencia de México no se sentían amenazados por el EZLN

Leí con provecho el ensayo de Henri Favre sobre los Mayas de México.* Conocía un importante libro suyo sobre la Historia del quechua, idioma hablado desde los Andes ecuatorianos a Bolivia y el norte de Argentina cuando Pizarro llegó en el siglo XVI.

Fabre dedicó gran parte de su obra como académico al estudio de las culturas pre-colombinas, especialmente a los idiomas de Meso América y la cordillera andina.

Este ensayo sobre los actuales mayas está dedicado a los Tzotzil y Tzetzales, hoy establecidos en el sur de México, sobretodo en Chiapas. Ambos grupos descienden de los antiguos Mayas, creadores de una civilización que se desarrolló del siglo II al IX de nuestra era, implantada en Yucatán, Guatemala, El Salvador y Honduras.

Porqué mi interés por el trabajo de Henri Fabre?

Desde la adolescencia sentí fascinación por temas relacionados con la arqueología, etnología y antropología. Ese interés aumentó de adulto,

Tuve la oportunidad de conocer ruinas de civilizaciones muertas en Libia, Italia, España, Grecia, Armenia, Afganistán, Líbano, Turquía y sobre todo en México, Bolivia y Perú. Escribí entonces decenas de páginas sobre la Mérida extremeña, la africana Leptis Magna, la fenicia Biblos, la armenia Erebun, tan marcada por Asiria, y sobre las ciudades soterradas de Bactria, las stupas de Nagrahar, los Budas Kuchanos de Bamyan y la casi legendaria Gahzni, de Mahmud y Ferdawci.

En periódicos y libros, Teotihuacán fue tema de inspiración, contemplando las pirámides del Sol y de la Luna. En Tiahuanaco, junto al Titicaca, subí veinte siglos rumbo a la cuna de la mitología incaica.

En la Ciudad de México, caminando por el maravilloso museo de Antropología y por el Zócalo, y en viajes por el tiempo muerto mirando las ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlan imaginé, sentí el pulsar de la vida en la metrópoli azteca, destruida, asesinada, por Hernán Cortés.

Esa imaginada intimidad con Tenochtitlan contribuyó al interés despertado por el importante libro de Henri Favre. Él me hizo recordar que en el umbral del siglo XXI, un décimo de la población de México, tal vez unos diez millones, se expresa aun como idiomas maternos en lenguas de comunidades autóctonas anteriores a la conquista.

¿Cómo vivían, cómo amaban, odiaban, luchaban y pensaban los pueblos de México en las semanas trágicas del cerco a la gran ciudad de la laguna de Anáhuac, defendida por Cuauhtémoc, atacada por Cortés?

Existen muchos libros de calidad sobre el tema - los de Miguel León Portilla entre otros. Pero no puede ofrecer más que una respuesta insuficiente a esas preguntas. Es por eso mismo grande el significado que asume para mí el ensayo de Favre.

Próximos geográficamente, los aztecas y otros pueblos de México diferían mucho en su cultura. Un náhuatl abastardado es todavía la lengua aborigen más hablada en el país, muy diferente de las que sobreviven en Chiapas.

Lo que Favre escribió sobre los Tzotzil y los Tzetzales contemporáneos, después de largas permanencias en la región, ayuda a comprender la tenaz resistencia de los mayas a la política de asimilación dominante.

El hecho de que cerca de doscientos mil Tzotziles y Tzetzales se expresen aun en lenguas y dialectos mayas es un fenómeno histórico que nos obliga a meditar sobre la sobrevivencia de culturas amenazadas de extinción.

En Tenochtitlán los españoles masacraron a la aristocracia azteca y a los sacerdotes que detenían el saber; pero el castellano no eliminó el náhuatl. Aprendemos con Favre que, quinientos años después de la Conquista, comunidades indígenas del Sur acusan la influencia de las costumbres, la técnica, las leyes, el modo de vida de los vecinos de las ciudades próximas a las aldeas de los Tzotziles y Tzetzales. Pero esos grupos autóctonos, «primitivos», no han adoptado la mundividencia de los vecinos «civilizados».

Las estructuras parentales, exogámicas y endogámicas, el uso de la tierra, las relaciones humanas, los ríos fúnebres, el sincretismo religioso, las ceremonias de las grandes fiestas reflejan la herencia maya. La alfabetización no transformó los Tzotziles y Tzetzales en mexicanos «modernos».

CHIAPAS

En mis viajes por el occidente mexicano solamente bajé hasta Puerto Escondido. Subí de ahí para Oaxaca; no proseguí para el Sur rumbo a Chiapas

No tuve así la oportunidad de conocer tierras habitadas por los descendientes de los antiguos Mayas. Y soy consciente de que no volveré a México; leyendo la obra de Favre lamento esa imposibilidad.

Recuerdo que me encontraba en Holguín, provincia natal de Fidel, en Cuba, en la madrugada de 1 de enero de 1994. Al regresar al hotel con mi compañera, llegando del réveillon, encendí la radio y escuché una noticia sorprendente. En México, en el Estado de Chiapas, un movimiento armado desconocido, autotitulado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, había ocupado algunas ciudades de ese Estado.

Transcurridos varios días, casi sin encontrar resistencia, el ejército retomó los pueblos ocupados y expulsó a los invasores hacia la selva lacandona. Quedó claro que el EZLN era una guerrilla débil, casi de ficción.

Pero el discurso del subcomandante Marcos, su dirigente más destacado, encontró resonancia mundial. Era un discurso romántico, de matices utópicos. Anti neoliberal, mas no marxista. El EZLN, a partir de la denuncia de la opresión de los indígenas, denunciaba al engranaje del poder.

Los nuevos zapatistas se declaraban anticapitalistas, determinados a reformar México, rebeldes, pero no revolucionarios con vocación para tomar el poder. Tal vez por eso, por no ser identificado como amenaza al sistema, el EZLN suscitó la simpatía de la intelectualidad burguesa en todo o mundo. Y no sólo eso.

La represión que asoló a los indígenas de Chiapas desencadenó un poderoso movimiento de solidaridad internacional. Los discursos de Marcos alcanzaron divulgación mundial. A la selva lacandona llegarían destacados intelectuales de decenas de países. Entre ellos el portugués José Saramago.

La guerrilla del EZLN se tornó recuerdo. Los partidos reaccionarios y corruptos que alternadamente ocupan la Presidencia de México no se sentían amenazados por ella.

Hoy, transcurridos veinte años del levantamiento indígena de Chiapas, el EZLN, ya más movimiento político que armado, archivó el proyecto romántico inicial. Su discurso adquirió matices marxistas. No defiende tan solo los derechos de los indígenas oprimidos. Asume como suya la lucha de los trabajadores mexicanos, el combate de las masas oprimidas por el capital.

No olvido que fue en Chiapas donde nació el EZLN. Y leyendo a Henri Favre, medito sobre el origen de la rebelión. Los indios chiapanecos son -la amplia mayoría- mayas, descendientes de los creadores de una antiquísima cultura cuyas raíces resistieron el paso de los siglos.

* Cambio y continuidad entre los mayas de México, Henri Favre, Ed. Siglo XXI, México 1973.
Traducido por el autor. Revisado por La Haine

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