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Andalucía :: 11/09/2007

En defensa de los centros sociales

La Haine - Sevilla
En estos momentos en los que el centro social ocupado más antiguo de Sevilla tiene una inminente amenaza de desalojo, es un momento inmejorable para valorar la importancia que han tenido en la ciudad los centros sociales en los últimos años y realizar una apuesta por esta forma de lucha.

El próximo cinco de Octubre se cumplirá el plazo para el desalojo voluntario del CSOA Casas Viejas. Con seis años a sus espaldas, es este el centro social ocupado más antiguo de la ciudad y posiblemente el que durante más tiempo ha estado funcionando en Sevilla.

Entre el año 2001 y 2002 se cerraba un ciclo del antagonismo político Sevilla. Aquel año llegaron a su máximo apogeo diferentes luchas, las movilizaciones anti-LOU en la Universidad, las movilizaciones contra el parking del Alameda o la actividad del MRG, vinculado al movimiento de contra-cumbres; para luego ir desinflándose hasta desaparecer por completo. A partir de este año iban a desaparecer algunos de los frentes que habían sido protagonistas de la segunda mitad de los noventa en la ciudad. De forma simultánea se iba gestando el siguiente ciclo de luchas. Se consolidaba la Plataforma del Pumarejo que tantos frutos daría a posteriori, se iniciaba una etapa de frenética y constante lucha para la CNT con la huelga de Tomares y se ocupaba el CSOA Casas Viejas.

Durante los años que nos separan del 2001, hemos visto aumentar vertiginosamente el número de ocupaciones y de centros sociales. En dos años la Palaza del Pumarejo se había convertido en un vértice de actividad política autónoma, flanqueada por tres centros sociales, La Casa de la Paz, el segundo local que ocupó Casas Viejas y el Centro Vecinal del Pumarejo, ocupado en el 2004. La actividad creada en estos años se retroalimentaba, atrayendo a mas gente, iniciando nuevos proyectos y nuevas ocupaciones. También en otros barrios, el caso San Bernardo.

Con los centros sociales ha aumentado la infraestructura, la posibilidad de obtener ingresos para una campaña mediante conciertos, las oficinas de asesoría, la posibilidad de disponer espacios culturales, lúdicos e incluso deportivos, sin mediar la administración. Pero sobre todo han sido, además de la propia lucha que representase su ocupación, espacios de encuentro. Espacios a partir de los que se han creado grupos y también roto, en los que se han creado complicidades y forjado alianzas. En los centros sociales, ocupados o no, de Sevilla se han encontrado los jóvenes anarquistas con hombres y mujeres procedentes de los movimientos vecinales, y estos con gente proveniente de los sindicatos. Las experiencias se han multiplicado, Huerto del Rey Moro, San Bernardo 42 o Tierra y Libertad.

Han dado lugar a una red sólida, una red de apoyo mutuo que ha conseguido una fuerza de la que antes se carecía, organizándose desde fuera de partidos y sindicatos. Esta red, apoyada sobre los espacios sociales, ha conseguido sacar de forma autónoma un millar y medio de personas a la calle en varias ocasiones, ha conseguido parar un desalojo y ha conseguido hasta ahora crecer sin estancarse.

Los centros sociales ocupados han demostrado, para toda una generación en Sevilla, que es posible desobedecer, que es posible rebelarse, y que merece la pena.

No obstante queda mucho por hacer. Si los centros sociales han potenciado en los últimos años, si no protagonizado, el movimiento autónomo de Sevilla, es mucho más el potencial que existe en ellos del que hemos utilizado. La principal cuestión es romper el gueto, salir del aislamiento. Los centros sociales deben ser herramientas para difundir, para politizar, para encontrarse, pero pueden servir también para aislarse y crear espacios autoreferenciales y cerrados. Quizás en la medida en que nos conformamos, nos estancamos y nos acomodamos en los centros sociales, empezamos a convertirlo en nuestro propio gueto.

Por el contrario, hay que abrir nuevos frentes de lucha, hay que utilizar la ocupación y los centros sociales para trabajar en otros barrios, no para parapetarse en el centro. Hay que potenciar estos espacios como lugares comunes para diferentes luchas, para diferentes grupos, que deben ser al mismo tiempo una sola, uno solo. Aprovechar las oportunidades que se presentan para que sean lugares no solo de jóvenes, también de vecinos mayores, de inmigrantes, y sobretodo herramientas para la lucha. Hay que potenciar y trabajar la relación entre los centros sociales y los sindicatos combativos, una relación que ha tenido numerosas oportunidades estos años pero que nunca ha acabado de cuajar. Si los centros sociales son espacios de relación, de politización, de información, deben ser un instrumento para la politización en el trabajo.

El otro reto es el ser capaces de defenderlos. No tendremos ni mereceremos nada que no seamos capaces de defender. La forma de defenderlo es un interrogante, y lo es precisamente por que lo único seguro de esa forma es que debe ser algo hecho entre todos. Si la red autónoma que existe en estos momentos, más fuerte o más débil, en la ciudad de Sevilla ha sido fruto de los centros sociales, entonces tiene que defenderlos. Tienen que defenderlos los activistas, los que los utilicen, los que simpaticen,… por que es la única forma de defenderlos, por que es la única forma de conservarlos. Y podemos conservarlos, por que siempre, actuando como colectivo, somos mas fuertes de lo que nos creemos.

 

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