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Europa :: 07/04/2007

Las elecciones francesas - un panorama sombrío

Miguel Urbano Rodrigues
En Francia, en las elecciones presidenciales, Nicolás Sarcozy y Ségolène Royal van a enfrentarse en una segunda vuelta. Cualquiera que sea el vencedor, Francia tendrá un Presidente cuya política será incompatible con las aspiraciones de su pueblo. Él es un racista con vocación represiva; ella se dice socialista, más es una defensora del capitalismo. Ambos en la práctica son neoliberales

Presentar a Francia como un país decadente y despejar críticas sobre su pueblo y simultáneamente enaltecer el dinamismo de España y la creatividad de su burguesía se torno casi un deber de rutina para los analistas de los media portugueses.
Esa cantaleta, que repite sin originalidad la de Bush y de la extrema derecha de los EEUU, deforma groseramente la realidad.

La derecha, en Washington como en Portugal, no perdona a Francia haberse opuesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, en 2003, a la guerra de agresión contra Iraq y sobretodo haber dicho NO a la llamada Constitución Europea, congelando un proyecto que institucionalizaba el capitalismo en la Unión Europea.

Esos acontecimientos positivos no alteran obviamente el rumbo de la política reaccionaria del gobierno francés, pero evidencian que en la Patria de Robespierre la clase dominante enfrenta mayores dificultades de lo que en otros países europeos para imponer discrecionalmente su voluntad. En Marzo y Abril del año pasado la movilización popular contra una ley que agravaría el desempleo entre la juventud alcanzo tal magnitud que el gobierno fue obligado a revocar ese diploma, ya aprobado por el Parlamento y promulgado por el Presidente Chirac.

Por mucho que eso desagrade a Bush y Cia, el pueblo de Francia, frente a la actual crisis de civilización, no se deja manipular con la facilidad del norteamericano. El peso del país en la UE es obviamente muy superior al de España, donde las Cortes, bajo la presión del socialdemócrata-liberal Zapatero, aprobaron por amplia mayoría la Constitución Europea.

En ese contexto las elecciones presidenciales asumen una importancia que no debe ser subestimada. La situación es más preocupante cuando el desenlace será malo, cualquiera que sea el electo.

El número elevado de candidatos impresiona por la cantidad. la mayoría aprovecha el espacio para exhibirse y ocupar algún espacio en la comunicación social. Pero apenas dos, Segolène Royal por el PS y Nicolás Sarkozy por la Unión para o el Movimiento Popular- UMP, tienen posibilidades de llegar al Eliseo. Excluyendo a los folclóricos aparecen en la carrera cinco candidatos cuya suma de votos, considerable, impedirá que el 22 de Abril el vencedor obtenga mayoría absoluta, haciendo inevitable una segunda vuelta. Durante meses los sondeos atribuyeron ventaja a Sarkozy, pero en las últimas apuntan para un empate técnico. El resultado, cuando se enfrentaran los dos, dependerá de factores por ahora imprevisibles, inseparables de la distribución de los votos de los candidatos eliminados.

Sarkozy consiguió imponerse a una derecha oficial dividida. Emerge en ella como el representante de las fuerzas m"as obscurantistas. Se dice Gaullista, como Chirac y Villepin, pero las relaciones que mantiene con ambos son pésimas. Uno de los absurdos de la actual campaña es precisamente la atmósfera de hostilidad entre Sarkozy y el Presidente y el Primer Ministro, miembros del mismo partido. El semanario Le Canard Enchainé ha divulgado comentarios insultantes del Jefe de Estado y de Villepin sobre el candidato de la UMP y opiniones de este igualmente ofensivas sobre ambos. Nadie desmintió. En los corredores del Consejo de Ministros en que Sarkozy participaba como responsable por la cartera del Interior el intercambio de palabras impublicables era también frecuente. Pero la relación de fuerzas en el mayor partido de la derecha es tan compleja que Chirac no oso desmentir al ministro que le critica la político.

Descendiente de una familia de la aristocracia húngara Sarkozy gano notoriedad por su estilo arrogante, por la vocación represiva y por asumir desde la juventud actitudes racistas.

Durante la ola de violencia que empezó en barrios degradados de los suburbios de Paris y se extendió después a casi toda Francia, alarmando al gobierno y la clase dominante, Sarkozy exhibió como ministro el papel de duro, "defensor del orden", usando un lenguaje profundamente reaccionario. Gano y perdió apoyos.

Cultiva un género de populismo atípico que confunde a amplios sectores del electorado. Orador hábil, adopto durante la campaña un discurso diferente del anterior. Renuncióo a tratar el tema de la inmigración en la perspectiva del nacionalismo exarcebado y cuando se dirige a los excluidos de los suburbios el mensaje, demagógico, es ahora, otro. Substituyó las amenazas por las promesas.

Empeñado en atraer ciudadanos que votan tradicionalmente al PS no duda en afirmarse identificado con aspectos del pensamiento de personalidades tutelares de la izquierda como Jaurès y León Blum. Cito el hecho por ser revelador de un descaro demagógico sin límites.

Existe la certeza de que, ya instalado en la Presidencia, Sarkozy optaría por una política pro-norteamericana en lo tocante a los grandes problemas del mundo contemporáneo. Ya lo comunico además a Bush. Seria en Europa, después de Blair, el mejor aliado de los EEUU.

Pero en sus intervenciones se abstiene sistemáticamente de abordar con un mínimo de seriedad temas tan fundamentales como la guerra en Iraq, la presencia militar francesa en Afganistán, la situación creada por la agresión de Israel al Líbano y al pueblo palestino, la estrategia francesa en la Unión Europea. La atención dedicada a los asuntos internacionales es mínima.

Relativo a los grandes problemas de la sociedad francesa su actitud es similar. Sarkozy prefiere concentrar su discurso de campaña en confrontación personal con la candidata socialista. Pero el debate es desviado del campo de las ideas, de cuestiones que condicionan el futuro del país y, de cierta forma, de la humanidad para el ataque a la adversaria. Hablar de desempleo, de los despidos, de la seguridad social, de la dislocación para otros países de grandes empresas, de privatizaciones es incomodo para ambos.

Ségolène entra obviamente en el juego. Al discurso político responsable que seria de esperar de una aspirante a la Presidencia de la República prefiere el duelo verbal, la respuesta a las fanfarronerías de la prensa, la denuncia de los vicios del adversario.

Por acuerdo tácito entre ambos, la campaña avanza así en un nivel bajo. Tan bajo que el eterno candidato de la ultraderecha, Le Pen, político experimentado, consiguoó en las entrevistas de la televisión ser el menos malo. El otro candidato de la derecha, Francois Bayrou, afirma ser del "centro" pero es profundamente reaccionario.

Marie George Buffet, secretaria nacional del Partido Comunista Francés, espera rebasar la votación que su camarada Robert Hue obtuvo en la primera vuelta de las Presidenciales anteriores,suoperando los 3%. Pero no es siquira candidata por el PCF. Fue lanzada por un Movimiento formado ad hoc por fuerzas progresistas, la Izquierda Popular y Antiliberal, es tan heterogéneo que algunos de sus elementos no ocultan su anticomunismo. Marie George no se presenta así como dirigente comunista y declaró que cualquiera que sea el rumbo de la campaña de Ségolène, llamara al voto para la candidata del PS en la segunda vuelta, afirmación que causo malestar en muchas federaciones del PCF. Eso porque el programa y discurso de Ségolène son ostensiblemente reaccionarios.

Jose Bove hace mucho barullo, pero no consiguió siquiera atraer el apoyo concreto de las organizaciones campesinas.

La candidatura trotskista alcanzo menos visibilidad de lo que el anterior. Obviamente, la distribución de los votos de los candidatos que no pasaran a la segunda vuelta será decisiva en la confrontación final de Ségolène con Sarkozy. Frente al cuadro existente, la mayoría de los analistas admite que el actual líder de la UMP, si la lógica funcionara, está mejor colocado para vencer que una socialista, que en realidad, defiende también al neoliberalismo, por tanto al capitalismo.

Un factor inesperado puede, entretanto favorecer a madame Royal, como le llaman algunos periódicos.

La gran burguesía teme que Sarkozy, si fuera electo, inaugure en la Presidencia un estilo autoritario, de desprecio por los derechos de los trabajadores, lo que provocaría inevitablemente fuerte resistencia popular.Ocurre que el gran patronato no quiere ver masas en las calles. El precedente del año pasado no fue olvidado.
En contrapartida, los señores del capital identifican en Ségolène una aliada segura e inofensiva.

Una certeza, cualquiera que sea el futuro Presidente de Francia, Nicolas Sarkozy o Ségolène Royal, las perspectivas son sombrías, porque ambos son firmes adeptos de las políticas neoliberales. En el plano internacional ella y el se sitúan a la derecha de Chirac; defienden una cooperación más intima con Washington, lo que significa un mayor vasallaje de Francia frente a la estrategia de dominación del imperialismo estadounidense.

Francia continuara en los próximos años siendo gobernada por la derecha. No hay motivo para la sorpresa. Eso acontece hoy en casi toda Europa. Pero las generalizaciones pesimistas pueden llevar a conclusiones falsas. La UE es una suma de estados nacionales con vocación federativa, pero económica y culturalmente separados en algunos casos por diferencias abismales. El pueblo francés realizo a fines del siglo XVIII una gran revolución que marco decisivamente el rumbo de la historia. Y volvió, con la saga de la Comuna, a ser sujeto de otra que anuncio el desafió del comunismo al imperio del capital.

Esas revoluciones dejaron allí semillas.

Francia es hoy uno de los países capitalistas más desarrollados y ricos del mundo. El sistema entró en una crisis estructural para la cual no existe en esta vez salida salvadora. Pero su disgregación no tiene fecha en el calendario y el desenlace dependerá fundamentalmente del crash final en los EEUU, pulmón y motor del imperialismo.

Aquello a los que los neoliberales llaman "los años gloriosos" del capitalismo europeo después de la segunda guerra encubre las realidades incomodas para las clases dominantes, empeñadas en reescribir la historia de acuerdo con sus intereses. La gran victoria alcanzada por la URSS contra el "invencible ejército alemán" dio al país de los Soviets un enorme prestigio en el occidente. Finalizada la guerra, las luchas de los trabajadores que se habían batido contra el fascismo asumieron una amplitud que asusto a las burguesías nacionales. Un gran miedo de que esas luchas fueran el prologo de situaciones revolucionarias invadió a Europa capitalista. Entonces, un conjunto de factores simultáneos contribuyo para la mudanza del mapa social de Occidente. No hubo concesiones, pero si conquistas de las masas.

Pero es evidente que la humanización de la vida, una mejora sensible de las condiciones materiales de los trabajadores y la ofensiva para desarticular los sindicatos contribuyeron dialécticamente para una quiebra drástica del espíritu de lucha de la clase obrera en todo el continente.

La explotación persistió, pero bajo formas suavizadas. La dictadura del capital sobre el trabajo se mantuvo, pero en Europa desarrollada pasó a ser mucho más difícil movilizar a las masas para luchar contra el sistema responsable por la injusticia social.

Lo mismo en este inicio del siglo XXI, cuando esa injusticia se agrava cada año, después de la desaparición de la Unión Soviética, Francia aparece como el paraíso en el imaginario de millares de candidatos a emigrantes en Europa Oriental y África.

En América latina, donde la implantación brutal del neoliberalismo en su versión imperial produjo efectos devastadores, lanzando a la miseria a decenas de millones de trabajadores, la respuesta de los pueblos contra las dictaduras de la burguesía es globalmente positiva, aunque el desenlace de las mudanzas en curso sea imprevisible.

En Francia la esperanza de la revolución surge trasladada para un futuro remoto. Las instituciones creadas por la burguesía funcionan en beneficio de su proyecto. Pero la clase dominante tiene conciencia de que en moderno estado capitalista los engranajes del sistema deben ser programados al modo de evitar situaciones de opresión susceptibles de provocar explosiones del descontento social.

Pase ahora una semana en Paris. Me impresiono verificar que el Estado burgués funciona allí con eficacia..No obstante el pueblo paga la factura de un sistema en crisis. Los medios de comunicación social impresos, televisión y la radio -al servicio de la derecha- se esfuerzan por cumplir su tarea de desinformación y manipulación de la opinión pública. Apenas se diferencian de los portugueses porque los cuadros son allí más cultos y preparados que los de la burguesía lusitana.

Fue, entretanto, gratificante, verificar que el nivel del debate político en el ámbito de las fuerzas progresistas refleja en Francia la herencia cultural de un gran pueblo. En una conferencia del sociólogo belga Francois Houtart sobre América Latina -estaban en la mesa Samir Amin y Remy Herrera- la participación de la asistencia, a lo largo de dos horas, fue intensa, dejando evidenciar no solamente la condena frontal al imperialismo como la solidaridad con los procesos de ruptura con el capitalismo en curso en la región.

No serán hoy muy numerosos los intelectuales progresistas de gran calidad en Francia. Mas el puñado existente, de Labica a Gastaud y Henri Alleg, llama la atención.

La creatividad de los pensadores marxistas fascina. Leí ahora un pequeño libro de Jean Salem -Lenin y la Revolución- que, por lo que dice y la invitación a la reflexión sobre la Historia profunda, debería ser leído por los comunistas de todo el mundo. En una centena de paginas, el autor, profesor de filosofía griega en la Sorbona (es hijo del escritor Henri Alleg), recorre seis tesis de Lenin, que selecciono de las Obras Completas de Vladimir Ilich, para desmontar el bombardeo mediático que falsifica la Historia e iluminar brillantemente la actualidad de su mensaje revolucionario cargado de lecciones en el campo de la teoría y de la acción.

Libros como el de Jean Salen fortalecen la confianza de los comunistas en el futuro. Ayudan a preparar las grandes luchas que se esbozan en el horizonte.

Serpa, Marzo de 2007
odiario.info
Traductor: Pável Blanco Cabrera

 

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