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Europa :: 28/01/2010

Gripe A: La implacable requisitoria del diputado Wodarg

Bruno Odent
[Traducido del francés para La Haine por Felisa Sastre] Entrevista con el Dr. Wolfgang Wodarg :: El Consejo de Europa investiga a las grandes farmacéuticas y a la OMS

El alemán Wolfgang Wodarg, presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa, ha conseguido poner en marcha una investigación sobre lo sucedido con el papel desempeñado por las farmacéuticas en la campaña de pánico desatada sobre el virus de la gripe A.

Ex miembro del partido socialdemócrata alemán, Wolfgang Wodarg es médico y epidemiólogo. Su petición de una comisión de investigación sobre el papel desempeñado por la industria farmacéutica en la gestión del brote de gripe A por parte de la OMS y de los Estados [de la UE] fue respaldada unánimemente por los todos los miembros de la Comisión de Salud del Consejo de Europa.

¿Qué le hizo sospechar de la influencia de las compañías farmacéuticas en las decisiones tomadas en relación con la gripe A?

Wolfgang Wodarg. Nos enfrentamos al enorme fracaso de las instituciones nacionales responsables al alertar sobre los peligros y reaccionar en caso de que se produzca una pandemia. En abril, cuando surgió la primera alarma en México me quedé muy sorprendido por los datos facilitados por la Organización Mundial de la Salud para justificar la declaración de una pandemia. De inmediato tuve sospechas: las cifras eran muy bajas y el nivel de alarma muy alto. No había más de mil enfermos cuando ya se hablaba de la pandemia del siglo. Y a la alarma se le dio el carácter de extrema basada en el hecho de que se trataba de un virus nuevo. Pero lo característico de las enfermedades gripales es que se desarrollan rápidamente con virus nuevos que se encuentran en nuevos receptores, animales, seres humanos, etc.

No había nada nuevo en este caso. Todos los años aparecen nuevos virus de este tipo de “gripe”. En realidad, no había motivo para declarar la alarma a este nivel. Y se pudo hacer porque, a primeros de mayo, la OMS cambió su definición de pandemia. Antes, no sólo era necesario que la enfermedad brotara en varios países a la vez sino que también tuviera graves consecuencias con un número de muertes superiores a la media.. Este último factor se eliminó de la nueva definición mientras se mantenía como único criterio el hecho de la propagación de la enfermedad. Y afirmaron que el virus era peligroso porque la gente no había podido desarrollar defensas inmunitarias frente a él. Algo que respecto a este virus era falso, ya que se pudo observar que los mayores de 60 años tenían ya anticuerpos. Es decir, que habían estado antes en contacto con virus similares. Esa es la razón de que prácticamente ninguna persona mayor de 60 años haya desarrollado la enfermedad. Sin embargo, ese fue el grupo de población a quien se recomendó vacunar rápidamente.

Entre los hechos que me suscitaron sospechas estaban, por una parte, la declaración de la alarma. Por otra, algunos sucesos muy extraños. Por ejemplo, la recomendación de la OMS de vacunar con dos dosis, algo que nunca se había hecho con anterioridad, y que no tenía justificación científica. También, el hecho de que se recomendase utilizar exclusivamente vacunas con patentes especiales. Sin embargo, no existía razón alguna para no añadir, tal como se hacía todos los años, partículas específicas antivirales del nuevo virus H1N1 que “completaran” la vacuna estacional de la gripe. Y no se hizo porque prefirieron recurrir a materiales patentados que los laboratorios principales habían elaborado y fabricado para que estuvieran disponibles en caso de pandemia. Y al hacerlo así, no dudaron en poner en peligro a las personas vacunadas.

¿De qué peligro habla?

WW.: Para disponer de vacunas rápidamente, en algunas preparaciones se utilizaron adyuvantes cuyos efectos no habían sido suficientemente experimentados. En otras palabras, se empeñaron en utilizar los nuevos productos patentados en lugar de desarrollar vacunas con los métodos tradicionales de producción, mucho más sencillos, más seguros y más baratos. No existía fundamento médico para ello, se trató exclusivamente de razones comerciales..

¿Cómo es posible justificar algo semejante?

W.W.: Para comprenderlo hay que remontarse al episodio de la gripe aviar de los años 2005 y 2006. Fue entonces cuando se diseñaron nuevos procedimientos internacionales para enfrentarse a una alarma de pandemia. Los planes se desarrollaron oficialmente para garantizar la rápida producción de vacunas en caso de alarma, lo que dio lugar a negociaciones entre las farmacéuticas y los gobiernos. Por una parte los laboratorios se comprometieron a estar dispuestos para desarrollar las medicinas, y por la otra los Estados les garantizaron que les comprarían toda la producción. Tras este extraño acuerdo la industria farmacéutica no asumía riesgo económico alguno al fabricar nuevos productos. Y en caso de un brote pandémico se aseguraban el premio gordo.

¿No está de acuerdo con el diagnóstico ni con la potencial gravedad de la gripe A?

W.W.: Exactamente, se trata simplemente de una variedad normal de gripe. No ha causado sino un décima parte de las muertes debidas a la gripe estacional. Lo que desató la gran campaña de pánico, tal como hemos comprobado, era la oportunidad de oro para los representantes de los laboratorios, conscientes de que podían llenarse los bolsillos si se declaraba una pandemia.

Las acusaciones que hace son muy graves. ¿Cómo es posible que ese proceso se produjera en el seno de la Organización Mundial de la Salud?

W.W.: Una serie de persona de la OMS están estrechamente relacionadas con la industria farmacéutica.

¿La investigación del Consejo de Europa irá en esta dirección?

W.W.: Queremos aclarar todo lo sucedido en esta masiva operación de intoxicación informativa. Queremos saber quién tomó las decisiones, en qué evidencias científicas se basó y en qué forma, exactamente, la industria farmacéutica ha influido en la toma de decisiones. Ha llegado el momento, para nosotros, de exigir responsabilidades a los gobiernos. El propósito de la comisión de investigación es que no se produzcan más falsas alarmas en el futuro, de forma que la gente pueda confiar en los análisis y la experiencia de las instituciones públicas nacionales e internacionales. Estas últimas han quedado desacreditadas porque millones de personas han sido vacunadas con productos con posibles riesgos para la salud. Ha sido algo innecesario y ha ocasionado un considerable derroche de dinero público.

¿Tiene datos concretos de la cantidad despilfarrada?

W.W.: En Alemania llega a los 700 millones de euros. Pero resulta muy difícil conocer las cifras exactas porque se trata, por una parte de vacunas que se han revendido a otros países y, sobre todo porque las empresas se han amparado en el principio del respeto al “secreto empresarial” respecto de las cantidades percibidas por los contratos firmados con Estados, en los que no existe cláusula alguna de indemnización.

¿El trabajo de los grupos de presión de las empresas farmacéuticas sobre los Institutos nacionales de Salud será también motivo de investigación del Consejo de Europa?

W.W.: Sí, analizaremos la actitud de instituciones como el Instituto Robert Koch de Alemania, o el Instituto Pasteur de Francia que, de hecho, deberían haber aconsejado a sus gobiernos desde una actitud crítica. En algunos países, sus instituciones sí lo hicieron. En Finlandia y Polonia, por ejemplo, se alzaron voces críticas para decir: “No lo necesitamos”.

La tremenda campaña de intoxicación informativa mundial, ¿Ha sido posible también porque la industria farmacéutica tenía “representantes” incluso en el seno de los países más poderosos?

W.W.: En lo que se refiere a los ministerios, me parece obvio. No puedo explicarme cómo especialistas, gentes muy inteligentes que conocían al dedillo los problemas de las enfermedades gripales, no denunciaran lo que estaba ocurriendo.

¿Qué ha sucedido, entonces?

W.W.: Sin llegar al extremo de hablar de corrupción directa, algo que estoy seguro existe, los laboratorios tienen mil maneras de influir en sus decisiones. Un caso concreto es cómo Klaus Stöhr, responsable del departamento de epidemiología de la OMS en la época de la gripe aviar, y quien por lo tanto preparó la estrategia para afrontar la pandemia a la que me he referido antes, mientras tanto se había convertido en alto ejecutivo de la compañía Novartis. Y similares nexos existen entre Glaxo y Baxter, etc. e influyentes miembros de la OMS. Estas grandes compañías tenían “a sus gentes” en el engranaje y tiraron de las cuerdas para que se tomaran las decisiones adecuadas. Es decir, las que les iban a permitir conseguir todo el dinero posible de los contribuyentes.

Pero si su denuncia tiene éxito ¿no sería un aliciente para que los ciudadanos insistieran en que sus gobiernos pidieran cuentas a esas grandes empresas?

W.W.: Sí, tiene razón, ese es uno de los desafíos principales relacionados con esta investigación. Los Estados podrían aprovecharse de ello para impugnar los contratos firmados, digamos, en condiciones inadecuadas. Si se pudiera demostrar que el proceso se inició por la presión de las empresas, entonces se les debería apoyar para que exigieran la devolución. Pero eso es sólo la parte financiera, existe otro aspecto humano, el de las personas vacunadas con productos no suficientemente experimentados.

¿Qué clase de riesgos asumieron, sin saberlo, las personas sanas que se vacunaron?

W.W.: He de repetirlo, las vacunas se desarrollaron demasiado rápidamente, y los adyuvantes no fueron suficientemente probados. Pero lo peor es que la vacuna fabricada por Novartis se produjo en un bio-reactor a partir de células cancerosas. Una técnica nunca utilizada hasta ahora.

¿Cómo– es evidente que no soy un experto-, puede alguien hacer una vacuna procedente de células enfermas?

W.W.: Lo normal es utilizar huevos de gallina en los que se desarrollan los virus. Porque necesitamos trabajar con células vivas ya que los virus sólo pueden multiplicarse de esta manera... Por definición, las preparaciones con virus se hacen así. Pero este procedimiento tiene un gran defecto: es lento y se necesitan cantidades ingentes de huevos. Y es largo y complejo técnicamente Otra técnica potencialmente buena es el cultivo de virus en células vivas en bio-reactores, lo que requiere de células que crezcan y se dividan rápidamente. Se parece un poco al sistema de fabricación de yogures, que también se produce en un bio-reactor, pero en este caso la célula está tan alterada en su ambiente y crecimiento que reacciona como una célula cancerosa. Y es en esas células que se multiplican tan rápidamente donde crecen los virus. Pero para fabricar la vacuna los virus tienen que volverse a extraer de esas células en la que se implantaron. Y puede ocurrir que durante el proceso de fabricación de la vacuna, queden resto de células cancerosas en la preparación. Es lo mismo que sucede en la elaboración convencional con huevos. Por eso sabemos que en el caso de la vacunación clásica de la gripe, pueden producirse efectos secundarios en personas alérgicas a la albúmina del huevo. No puede excluirse, por ello, que proteínas residuales de una célula cancerosa se encuentren en una vacuna producida mediante bio-reactores y puedan generar un tumor en la gente. Según un principio generalizado de prudencia, antes de que ese producto vaya al mercado, se tiene que estar seguro al 100% de que ese tipo de efectos se han excluido totalmente.

¿Y no se ha hecho así?

W.W.: No, no se ha hecho. La AME (Agencia Europea del Medicamento), organismo dependiente del Comisario Europeo de Asuntos Económicos, con sede en Londres y que autoriza la venta de vacunas en Europa, dio luz verde para la comercialización de este producto, alegando, concretamente, que esta forma de elaboración no ofrecía riegos “significativos”. Algo considerado por muchos especialistas, y por una institución independiente de medicamentos aquí en Alemania, de manera muy diferente, que por el contrario hicieron sonar la alarma y divulgaron sus objeciones. Yo me tomé muy en serio las advertencias, estudié el caso e intervine en el comité de salud del Bundestag del que entonces formaba parte, para que esa vacuna no se utilizase en Alemania. Hice saber que no me opongo en manera alguna al desarrollo de vacunas con esta técnica. Pero es preciso antes tener la garantía total de su inocuidad. El producto, en consecuencia, no ha sido utilizado en Alemania donde el gobierno rescindió el contrato con Novartis.

¿Cuál es el nombre de esta vacuna?

W.W.: Obta flu

Pero ¿eso quiere decir que en otros países europeos como Francia el producto puede comercializarse sin problema?

W.W.: Sí, tenía la autorización de la AME y puede utilizarse en cualquier lugar de la Unión Europea.

¿Qué alternativa propone para que no se vuelvan a producir escándalos de este tipo?

W.W.: La OMS debería ser más transparente, de forma que supiéramos quién decide y qué clase de relaciones existen entre los miembros de la organización. Debería, asimismo, estar controlada por al menos una cámara electa, capaz de reaccionar críticamente y donde todos pudieran expresar su opinión. Es esencial este refuerzo del control público.

¿No se trata de un crear un nuevo sistema capaz de dirigir un asunto que constituye un bien común para todos los ciudadanos del planeta?

W.W.: ¿Podemos seguir permitiendo la producción de vacunas y la forma de hacerlo a instituciones cuyos fines son ganar cuanto más dinero sea posible? O ¿La producción de vacunas es algo que los Estados deben supervisar en su totalidad y realizar por sí mismos? Esa es la razón por lo que creo deberíamos renunciar al sistema de patentes en las vacunas. Es decir, la posibilidad de monopolizar la producción de vacunas por una gran compañía. Algo que acarrea el sacrificio de miles de vidas, simplemente en nombre del respeto a los derechos de monopolio. Tiene usted razón, esa exigencia en particular se ha hecho algo evidente para mí.

L'Humanité, 7 de enero de 2010

 

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