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Argentina :: 15/08/2013

Ante la candidatura de Natalia Vinelli en Ciencias de la Comunicación (UBA)

Néstor Kohan - La Haine
En síntesis: con Natalia Vinelli he compartido y comparto desde hace muchos años la militancia social. No me la contaron. La he visto y la he compartido con ella

Buenos Aires, 14 de agosto de 2013.

Conocí personalmente a Natalia Vinelli a fines de los años 90 en el periódico CLARIN, cuando la “corpo” jugaba a ser progre en sus disputas con Menem. Natalia Vinelli y quien escribe éramos simples colaboradores externos de secciones distintas. Las pocas veces que nos cruzamos en ese gigante de la incomunicación —donde alguna vez trabajaron Raúl González Tuñón o incluso nuestro querido Osvaldo Bayer— recuerdo que nos reíamos de muchos personajes engolados que desfilaban por la redacción.

Allí había trabajadores como en cualquier otra empresa. Pero algunas firmas de prestigio se creían “estrellas intocables”. CLARIN tenía y tiene mucho poder y más de un despistado que trabajaba en ese lugar creía, con no poca ingenuidad, que la empresa les pertenecía. No percibían la diferencia elemental entre trabajar por un salario y ser un patrón (en nuestro caso ni siquiera teníamos salario, éramos precarizados). Escuché a varios periodistas hablar de esta manera “porque nosotros, en CLARIN…”, sintiéndose a todas luces parte integrante de la empresa. Cuando la empresa los despidió como perros, humillaciones varias incluidas, estaban “sorprendidos”.

Uno de ellos una vez me confesó en voz baja en plena redacción “Néstor, me siento un felpudo” (SIC). Me quedé en silencio, ¿qué podía responderle si jamás había concurrido a una asamblea sindical y vivía riéndose con ironía sobradora de la izquierda? Incluyo en ese falso estrellato mediático a varios progres e incluso a algún que otro marxólogo que se creía “importante” por las palmaditas en la espalda que recibía en la redacción. En esos tiempos, la comisión interna encabezada por la compañera Ana Ale se animó a desafiar al monopolio, institución que respondió impidiendo al sindicato de prensa realizar la elección de delegados dentro del edificio (hubo que votar en una camioneta en la puerta, fuera de CLARIN) y luego, ante la evidente protesta sindical, no se le ocurrió idea más “liberal” que convocar a las tropas de la infantería de la policía. Si no me acuerdo mal, la infantería intervino con sus garrotes contra los trabajadores de prensa un domingo. Me acuerdo porque jugaba Racing y nuestro común amigo —de Natalia Vinelli y mío— Vicente Zito Lema estaba en la puerta del diario apoyando la lucha, a pesar de su amado club. Que yo sepa, la SIP jamás dijo nada.

¿Por qué Vinelli me había llamado la atención en CLARIN? Porque otro amigo entrañable y maestro, José Luis Mangieri, me había propuesto editar un libro sobre Rodolfo Walsh. Con Mangieri estábamos intentando reflotar el sello editorial LA ROSA BLINDADA sin financiamiento alguno. José Luis me dijo “Tenemos que publicar un libro que escribió una piba en la universidad sobre Rodolfo Walsh”. Acostumbrado en la Academia a leer tonterías insulsas y papers desabridos, le pregunté a Mangieri si valía la pena… Mi duda no era sólo teórica. Teníamos que pagar los libros con dinero de nuestros propios bolsillos, juntando peso a peso. José Luis no dudó: “Sí, tenemos que publicarlo, éste es bueno, vos leelo y comentame”. Tenía razón, era bueno (http://lahaine.org/aO3K). Se lo publicamos. Por fin aparecía Rodolfo Walsh como militante revolucionario y comunicador popular al mismo tiempo, no como “periodista independiente” según lo habían querido dibujar en la Academia y en la prensa del sistema durante los primeros años pos dictadura. Resulta que “la piba” que había investigado sobre Walsh de la que me hablaba el viejo Mangieri era Natalia Vinelli. Esa fue su tesis. La conocí personalmente en el diario después de publicar su libro.

Y vino el estallido popular del 2001. Y la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, que por esa época aglutinaba a la mayor parte de la izquierda anti sistema. Allí se reunían los piqueteros más duros, los obreros y las obreras de Brukman, de Zanon y cuanto rebelde anduviera por allí, incluyendo a los jóvenes de ARGENTINA ARDE, donde se encontraban fotógrafos y cronistas populares, algunos con mucha experiencia, otros con mucha vocación.

En ese espacio de la Universidad de las Madres, por entonces sin apoyo estatal y sin dinero alguno, me volví a encontrar con Natalia Vinelli cuando me tocó dar un taller sobre Antonio Gramsci a compañeros y compañeras de un movimiento piquetero de la periferia de la provincia de Buenos Aires. Un movimiento piquetero combativo que había incendiado la sede de Repsol, había tomado un banco reclamando por sus derechos sociales y había encabezado muchas protestas populares, logrando la unidad de muchísimos trabajadores desocupados. Vinelli se encargaba de la prensa difundiendo la voz de esta gente eternamente ninguneada por las voces ventrílocuas y las pantallas monocordes del poder. Antonio Gramsci en medio de las familias más humildes y los trabajadores más castigados por este sistema perverso.

Pero con Natalia Vinelli no todo ha sido debatir sobre Rodolfo Walsh, Antonio Gramsci o Raymond Williams. Con ella y con otros amigos y compañeros también hemos ido a la prisión de Marcos Paz a visitar piqueteros encarcelados y militantes populares “políticamente incorrectos”, de esos que son “piantavotos” para la gente decente, siempre a tono de lo que conviene para ganar una prebenda del poder de turno. Lo mismo ha sucedido en homenajes públicos que en común hemos realizado a revolucionarios latinoamericanos asesinados por el imperialismo y sus perros guardianes.
Siempre con la misma actitud de vida: hacer lo que hay que hacer. Sin egoísmo, sin medir ni calcular. Dando la cara y poniendo el cuerpo donde hay que ponerlo.

Con Vinelli nos hemos encontrado además infinidad de veces en la fábrica recuperada IMPA y en el canal BARRICADA TV, del cual es una de las fundadoras y una de las principales promotoras. Este colectivo de TV alternativa y comunitaria no falla nunca. Cada vez que los hemos convocado, allí están, cubriendo luchas sociales o debates teóricos, donde intervienen desde obreros anónimos hasta intelectuales de prestigio y renombre internacional. Siempre está allí la cámara de BARRICADA TV.

Y me ha tocado ser “presentador” de libros editados por la cooperativa editorial EL RIO SUENA, también impulsada por Natalia Vinelli y otros compañeros de BARRICADA TV, así como he leído y estudiado otros libros de contrainformación compilados por Natalia.

También la he encontrado en asambleas de DOCA (Documentalistas Argentinos) y la he visto intervenir ante la Ley de Medios diciendo lo que nadie dice, defendiendo con sólidos y rigurosos argumentos la televisión comunitaria.

Podría seguir y seguir… En síntesis: con Natalia Vinelli he compartido y comparto desde hace muchos años la militancia social. No me la contaron. La he visto y la he compartido con ella desde hace años. En su caso específico su aporte es desde el plano comunicacional, tanto en la reflexión teórica como en la práctica cotidiana —diaria, invisible, abnegada y militante— de la contrainformación.

Creo que hay que dejar de lado los sectarismos inútiles y las miradas estrechas. En su época, hace unos diez años, apoyé abiertamente la candidatura de Christian “Chipi” Castillo a la dirección de la carrera de Sociología de la UBA, aún sin pertenecer a su partido ni a su organización.

De la misma manera y apelando al mismo espíritu ecuménico, desde el cual considero que hay que valorar la trayectoria de alguien que tiene méritos académicos, teóricos, políticos y personales más que suficientes para dirigir una carrera de la UBA, apoyo públicamente la candidatura de Natalia Vinelli a la dirección de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales. Sin anteojeras ni sectarismos, creo sinceramente que Natalia Vinelli le imprimiría a esa carrera un dinamismo más que interesante que tanta falta le hace en estos tiempos de totalitarismo mediático y de incomunicación.

* Investigador y docente de la UBA
La Haine

 

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