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Medio Oriente :: 24/07/2006

Dos semanas en Irán (I): Un pueblo pacífico y civilizado en un país de cultura milenaria

Miguel Urbano Rodrigues
Irán es uno de los raros Estados del Sur que creó y defiende un proyecto nacional burgués. Lo que Washington considera inaceptable en la Revolución Islámica iraní es la orientación independiente de su política exterior. Su objetivo estratégico es aplastar un Estado con un proyecto nacional, heredero de grandes civilizaciones, que rechaza someterse al poder imperial norteamericano

Lenin decía que la ideología de la clase dominante en los países capitalistas marca decisivamente todos los aspectos de la vida social. Al visitar en Mayo Irán recordé la afirmación del autor del Estado y la Revolución. ¿Por qué?

Porque durante dos semanas viajé por el país de sorpresa en sorpresa. El encuentro con una realidad muy diferente de la imaginada me hizo tomar conciencia de que, aún aquellos que se juzgan inmunizados contra los efectos de la desinformación promovida por un sistema mediático perverso, son de alguna manera influenciados por campañas que proyectan una imagen deformada de pueblos satanizados por el imperialismo.

El Irán que descubrí nada tiene en común con el Irán que los Estados Unidos presentan como una sociedad de islamistas fanáticos que amenazaría la Paz Mundial, un país retrogrado y belicista para el cual Bush y Rumsfeld piden sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, encarando así mismo la hipótesis del bombardeo con armas nucleares tácticas.

En Pasargada, junto al sepulcro de Ciro el Grande, el fundador del imperio Aquemenida quinientos años antes de Nuestra Era, encontré un matrimonio canadiense que expreso en un desahogo su espanto: "En mi país la televisión dice tales cosas de Irán, que yo fuera de las ruinas de la Persia antigua esperaba encontrar una tierra de camellos, con calles polvorientas, violencia en las ciudades, prohibición de entrar a las mezquitas y tropas por todos lados. Y al final este pueblo impresiona por la cultura, por la educación, por la simpatía con que recibe a los extranjeros"

Evoco el episodio por ser expresivo de la reacción de la mayoría de los turistas al ser confrontados con una sociedad civilizada, la antítesis del "estado canalla" de ayatolas medievales obcecados por la ambición de dominar el Medio Oriente por la fuerza de las armas.

Aquellos que al desembarcar temen enfrentar una policía de fronteras malhumorada y formalidades burocráticas demoradas, tienen la primera sorpresa. Todo es más fácil que en la Europa de Schengen y en América Latina. En el aeropuerto sellan el pasaporte sin mirarme y no me revisan el equipaje. En el hotel no me pidieron siquiera el pasaporte, aclarando que la reserva contenía los datos personales. Por primera vez en mi vida, al utilizar vuelos domésticos, no me pidieron documento de identificación.

En la cadena de sorpresas, el aseo de las ciudades impresiona. En Teherán, megalópolis de casi 13 millones de habitantes, no vi basura en las calles. En las estaciones del Metropolitano, revestidas de mármoles, no se ve en el suelo un papel, un plástico, un simple billete usado.

Pedí al guía que me llevase a los barrios degradados. El no entendió inicialmente lo que pretendía. Cuando visitamos después áreas de la periferia densamente pobladas percibí el motivo de su perplejidad. Eran barrios de vecinos pobres, de calles estrechas, pero asfaltadas, con abastecimiento de luz, agua y gas. Nada que recuerde las favelas brasileñas, las infectas barriadas de Lima, las casuchas de los cerros de Caracas.

Lo inesperado llego también de la visita a los barrios residenciales de la clase dominante. El lujo y la riqueza no son allí menos ostentosos que en las grandes capitales europeas. Millonarios excéntricos escogieron terrazas de algunos rascacielos para instalar mansiones, jardines y hasta piscinas en ambientes paradisíacos.

La existencia de una gran burguesía iraní, que acumulo fortunas enormes en la época del Sha Pahlevi -sobre todo en la industria, pero también en el comercio- llama la atención hacia la peculiaridad del régimen iraní. El antiimperialismo de la llamada Revolución Islámica ideada por el Ayatola Khomeiny nunca puso en cuestión -contrariamente a lo que la extrema derecha norteamericana insinúa- los pilares del sistema capitalista. El nacionalismo iraní fue orientado desde el comienzo hacia la modernización del país, iniciada además en la época del Sha. El "Islam Político" -expresión usada por Samir Amin- iraní intenta conciliar la gestión neoliberal de un amplio sector de la economía con la existencia de un capitalismo de estado anclado en un poderoso sector público.

Irán es uno de los raros Estados del Sur que creó y defiende un proyecto nacional burgués. Lo que Washington considera inaceptable en la Revolución Islámica iraní es la orientación independiente de su política exterior.

Todo el ruido en torno de la supuesta decisión del país de enriquecer el uranio para así transformarse en una potencia nuclear es una cortina de humo que esconde el objetivo estratégico de los EEUU: aplastar un Estado con un proyecto nacional, heredero de grandes civilizaciones, que rechaza someterse al poder imperial norteamericano.

El lenguaje, los argumentos y el estilo agresivo de la campaña que presenta a Irán como una amenaza para la seguridad de los EEUU repiten, sin imaginación, la cantaleta de la campaña que precedió la agresión contra Irak.

Ocurre que el hueso, ahora, es más duro de roer, y que los EEUU, atorados en dos guerras perdidas, en Irak y Afganistán, no se encuentran en condiciones de involucrarse en un conflicto desaprobado por los propios generales de Pentágono y que, al decir de Kissinger, tendría un desenlace de pesadilla.

Repentinamente, Bush moderó el tono amenazador. Ahora habla de la vía diplomática, y Condoleezza Rice, que condicionaba el dialogo con Teherán a la suspensión de la producción de uranio enriquecido, admite por primera vez la negociación directa con el gobierno de Ahmadinejad.

UN ESTADO ORGANIZADO

No fue por casualidad que en el actual territorio de Irán se desarrollaron desde la antigüedad civilizaciones brillantes, que contribuyeron decisivamente para el progreso del hombre.

Con 1.650.000 km² -el equivalente al triple de España incluyendo también a Portugal, Bélgica y Holanda, y 70 millones de habitantes- se diferencia de los países de la región por su riqueza en recursos naturales, la multiplicidad de climas que le permiten una producción agrícola diversificada y la existencia de un Estado organizado.

La red de carreteras, con magnificas autopistas, es una de las mejores de Asía. En lo que toca a alimentos es prácticamente autosuficiente. Produce en promedio 13 millones de toneladas de trigo por año, y cebada, maíz, arroz y papas casi suficientes para el consumo. El rebaño de ovinos, con 60 millones de cabezas, es de los mayores del Continente, así como el de caprinos, cerca de 26 millones. El número de bovinos excede los 11 millones.

En la industria pesada la recuperación de las destrucciones resultantes de la guerra con Irak, cuando los EEUU apoyaron la agresión de Sadam Hussein -500.000 muertos y muchas ciudades arrasadas, sobre todo en la Provincia fronteriza de Kuzistao- fue muy rápida.

El petróleo -Irán es el cuarto exportador- y el gas constituyen la mayor riqueza del país que posee las segundas reservas mundiales de esos hidrocarburos.

La industria del automóvil produce anualmente 450.000 coches ligeros y camiones, con la particularidad de que los modelos más vendidos son los nacionales. El Estado es propietario de las principales fábricas, nacionalizadas después del derrumbamiento de la monarquía.

El nivel de desarrollo del sector avanzado de la economía es comparable al de Brasil y al de México, con la diferencia de que en la sociedad iraní no existen como en aquellos países millones de parias vegetando en una miseria degradante.

Los grandes bancos son estatales y los sectores de punta de la industria química son controlados también por el Estado, que adopto una política de producción masiva de medicamentos genéricos vendidos a precios irrisorios.

La seguridad social es igualmente de la responsabilidad del Estado, así como la importante y diversificada industria militar. La noticia sobre el éxito de experiencias con misiles de medio alcance de difícil intercepción no sorprendió a los especialistas del Pentágono.

Deseando la paz los iraníes afrontan con mucha serenidad la posibilidad de una agresión a los EEUU. Destruir las infraestructuras de un país es mucho más fácil de lo que es ocupar el territorio.

Los dirigentes no creen en una invasión terrestre, pero no excluyen la hipótesis de bombardeos aéreos con armas tradicionales o atómicas. La mayoría no esconde, sin embargo, la convicción de que Washington no dará ese paso desesperado por temor a sus consecuencias. Una gran parte de las exportaciones mundiales del petróleo salen del Golfo y bastaría que Irán cerrase el Estrecho de Ormuz, si fuese agredido, para que la situación creada provocase una crisis mundial de proporciones gigantescas.

En viaje por la planicie central, en camino a la ciudad de Kashan, al pasar cerca de las instalaciones nucleares de Natanz, parte de ellas subterráneas, tuve la oportunidad de avistar desde la carretera misiles apuntados al cielo.

Cuando comenté el desarrollo de la industria militar, me respondieron que Persia -el país mudó de nombre recién en el siglo XX- fue siempre, a lo largo de su historia multisecular, un importante productor de armas.

Turistas franceses y alemanes con quienes hablé en Esfahan y Chiraz, y que viajaban en grandes grupos, manifestaron extrañeza por la dimensión del sector empresarial del Estado, y sobre todo por las contradicciones en el funcionamiento de los servicios públicos.

Un ejemplo: las mejores universidades y las más procuradas son del Estado, en un país en el que el poder religioso predomina. El gran Ayatola Khameney, guía supremo de la revolución islámica, es la autoridad máxima de la República, encima del Presidente Ahmadinejad.

LA MUJER EN IRAN

La situación de la mujer en la sociedad se alteró radicalmente cuando Khomeiny tomó el poder. En ese campo hubo una involución. El uso del velo pasó a ser obligatorio a partir de la adolescencia y algunas profesiones les fueron vedadas.

Verifiqué sin embargo que el tchador -la túnica que las envuelve dejando apenas visible el rostro- es minoritario en la capital y en la mayoría de las grandes ciudades. No vi además un solo burka, la pieza única que cubre todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, permitiendo apenas el contacto con el mundo a través de una pequeña red enfrente de los ojos. Esa ruptura con la tradición impresiona porque el burka se mantuvo como el vestuario femenino dominante en Afganistán, también durante la Revolución cuando en Kabul estaba en el poder un partido marxista.

Curiosamente, Irán y Turquía son dos de los raros países musulmanes donde los hombres renunciaron al uso de ropas orientales. Solamente las exhiben hoy los mullahs y los ayatolas.

En lo que se refiere a las mujeres las contradicciones son muchas. Pueden ser profesoras en la Universidad y en los hospitales las médicas tratan normalmente a los enfermos del sexo masculino.

La resistencia de las mujeres a las leyes que les limitan los derechos -algunas ridículas, como la prohibición de asistir en los estadios a los juegos de fútbol, aunque sea en tribunas especiales- es ostensiva. En fiestas y reuniones sociales muchas jóvenes ignoran el velo. En las casas de té, las chaikané, casi una institución nacional donde el mobiliario y la atmósfera son típicamente orientales, vi siempre mujeres fumando despreocupadas los narguilé, en desafío de la prohibición escrita en las paredes con carteles bien visibles.

La lucha femenina por la recuperación de los derechos perdidos genera un debate polémico que envuelve a toda la sociedad. Pregunte lo que pasarí si el asunto fuese sometido a un referendo. Escuche respuestas diferentes porque aún entre las mujeres muchas son tradicionalistas.

Pero adquirí la certeza de que la mujer iraní no es el ser frágil, tímido y sumiso que imaginan muchos europeos, confundidos por una propaganda engañosa. Su encanto y personalidad ya eran cantados por los poetas de la antigüedad. Confirme que las persas sobre todo tienen unos ojos enormes, levemente oblongos, con una luminosidad que les realza la belleza y la blancura de su piel.

VISITA A QOM, CIUDAD SANTA

Qom es, con Mached, una de las ciudades santas de los chiítas iraníes. Adquirió prestigio para la posterioridad en la Edad Media cuando allí murió Fátima, la hermana del 8º Imán Chiíta. Sus madrazas, universidades, pasaron a atraer fieles de todo el Islam como centros de saber teológico y su fama creció por el mundo cuando el Ayatola Khomeiny, hijo de la tierra, lanzó desde ahí el llamado para la rebelión contra el Sha Mohamed Rehza Pahlevi, desafío que lo llevó al exilio pero hizo de él el líder de una revolución simultáneamente religiosa y antiimperialista, que recorrió todo el Medio Oriente como terremoto político.

Estuve en la ciudad con una amiga. Habíamos sido informados de que estaba prohibida la entrada de extranjeros no musulmanes en el Mausoleo de Fátima Mansuleh. La realidad desmintió la información. Fuimos cortésmente recibidos por las autoridades religiosas locales. Registramos inclusive las impresiones de visita en un libro, para difusión por Internet.

Lo que nos chocó fueron, una vez más, las contradicciones. Mi compañera de viaje entró en la sala sagrada del bello mausoleo de cúpula dorada por una puerta diferente a la mía. Las filas no se cruzaban. Las mujeres, registré, perdían la serenidad al desfilar frente al sarcófago de plata de Fátima.

Cada culto, cada religión, está ligada a tradiciones que se transmiten de generación en generación. Aquí las iraníes, envueltas en sus tchadores -allí obligatorios- rozaban con las puntas de los dedos las salientes del sarcófago antes de tocarlo. Me dijeron que no hacían promesas. Las jóvenes pedían belleza, fecundidad, amor. Las viejas gemían y lanzaban llamados.

EL MUSEO DE LAS JOYAS DE LA CORONA

Pase horas en museos de ensueño en Teherán y otras ciudades. El culto a los museos en Irán es parte del amor por la historia, del orgullo que su pueblo tiene como heredero de grandes civilizaciones.

Si el Museo Nacional proporciona al visitantes, a través de las piezas expuestas, una travesía por el tiempo hasta culturas como la de Sialk que hace 7000 años ya producía una cerámica colorida bellísima, otros, como el de los tapices, enseña que los persas antiguos, maestros en ese arte, ya fabricaban hace 25 siglos alfombras deslumbrantes como las que decoraban los palacios de Persépolis.

Pero fue en el museo de las Joyas de la Corona que encontré respuesta para una cuestión que me venia a la memoria. Yo no entendía el motivo por el cual Mossadegh cuenta con el beneplácito oficial como héroe popular. En la revolución que él lidero y puso fin al monopolio imperial británico de la Anglo Iranian sobre el petróleo, revolución que obligo al entonces joven Sha Pahlevi a huir, los comunistas desempeñaron un importante papel. Yo sabía que el Sha volvió de la mano de la CIA, que organizo la contrarrevolución. Pero me intrigaba el respeto de los ayatolas por Mossadegh, como héroe nacional, porque el régimen de la Revolución Islámica persiguió dúramente a los comunistas.

En el Museo de las Joyas encontré la explicación.

Instalado en un búnker blindado construido en el subsuelo de un edificio aparentemente banal, es un museo único. En sus salas acumularon la más fabulosa colección de tesoros del planeta. El valor que allí se expone es incalculable. Son tronos, coronas, tiaras, collares de oro y platino, vestidos suntuosos, obras de arte exóticas, todo engarzado de piedras preciosas. Son millares de diamantes (incluyendo el mayor del mundo), de rubíes, de esmeraldas, de piedras rarísimas cuyo brillo encandila, fatigando los ojos.

Entre los tronos llaman la atención los que el último y difunto Sha mando fabricar. Para su coronación y para las tres reinas que fueron sus mujeres. Parte de aquellas riquezas resultó de guerras y saqueos a lo largo de los siglos, pero lo que duele e inspira repulsa es el lujo millonario y desafiante del ultimo Sha.

Pensé en Mossadegh y en la indignación del pueblo.

En la visita al gran parque donde en Teherán fueron transformados en museos los palacios del Sha y de su padre, la sensación de choque recibida al contemplar tronos y coronas centelleantes volvió a apoderarse de mí. Vi allí tapices de 200 metros cuadrados cubriendo el piso de salas de techos dorados y muebles Luís XV importados de Francia, en una arrogante exhibición de riqueza que ofendía al pueblo pobre que pagaba todo aquello.

¿QUÉ FUTURO EN EL HORIZONTE?

No creo haber conocido país tan encantador como Irán. Todo allí se suma para envolver al forastero en una atmósfera intemporal: la historia, la belleza de la tierra, las ruinas de las grandes civilizaciones, el pueblo en lo que es y en lo que fue, la amenaza de guerra venida de un poder imperial monstruoso.

Megalópolis modernas, desiertos quemantes incompatibles con la vida animal y vegetal, estepas recorridas por rebaños que se pierden en la distancia, campos verdes, campamentos de nómadas, caravanas que recuerdan la ruta de la seda, murallas de antiguos palacios construidos por legiones romanas derrotadas, necrópolis cavadas en acantilados abruptos, cordilleras con picos de 5.000 metros cuyas nieves rasgan los cielos, mares de aguas transparentes y lagos azules en cráteres de volcanes extintos.

La diversidad viene de la profundidad del tiempo, comenzó a esbozarse mucho antes de que llegaran a la planicie central las tribus arias, que alzaron allí los cimientos del primer gran estado multinacional creado por el hombre.

Paradójicamente esa diversidad no divide, aproxima. Los iraníes de origen persa representan hoy apenas el 55% de la población. Pero otras minorías, turcos azeris, curdos, baluches, árabes, armenios y otros, y descendientes de antiguos asirios, casitas y elamitas, conviven casi sin problemas. Todos adoptaron el persa como idioma nacional común.

No obstante la ideología teocrática del régimen, las relaciones entre las diferentes comunidades religiosas no son tensas. Contrariamente a lo que ocurre en Irak y en Pakistán, la mayoría Chiíta convive pacíficamente con la minoría Sunita. Los zoroástricos, que practican el mazdeismo, la religión de los antiguos persas, serán solamente unos 150.000. Muy discretos, nadie los incomoda. Los armenios, la más numerosa minoría cristiana, tienen una catedral en Esfahan. Ocupan destacadas posiciones en los medios científicos y en la industria. En las reuniones sociales que promueven están autorizados inclusive a consumir alcohol.

Los judíos, unos escasos millares, no son hostilizados a pesar de la línea dura que caracteriza la actitud del gobierno, el único de los Estados Islámicos que se pronuncia por la desaparición de Israel. Practican libremente su religión y me informan que las sinagogas existentes desde la época del Sha no fueron cerradas.

¿Que reserva el futuro inmediato a Irán?

La mentalidad cavernícola que domina la extrema derecha estadounidense desaconseja hacer previsiones. Pero en el Congreso y en el Departamento de Estado la tendencia a renunciar a la opción militar gana fuerza, según el New York Times y el Washington Post.

La Casa Blanca retomaría así la política seguida en la época de Clinton de apoyo a las fuerzas internas definidas como moderadas y reformadoras, que desaprueban la línea radical de Ahmadinejad y desearían un compromiso cuyo desenlace seria el restablecimiento de relaciones con los EEUU. Esa posición es compartida inclusive por personalidades de la jerarquía religiosa.

Es innegable que la victoria electoral del actual presidente vino del apoyo que encontró entre las masas más desfavorecidas.

La gran burguesía teme envolverse en conspiraciones, inseparable de contactos con servicios de inteligencia extranjeros, pero no esconde su descontento. Sin el apoyo del Ejército -casi un millón de hombres- es improbable que sea tentada por la aventura de un golpe. Y las fuerzas armadas han reaccionada muy mal a actos de terrorismo en la región de la frontera Sur con Irak, señalados por el Gobierno como de inspiración norteamericana y británica.

Me impresionó muy positivamente en las dos semanas que pase en Irán la calidad de vida alcanzada por familias de recursos modestos en un ambiente urbano, sobre todo en Chiraz y Esfahan. El pueblo iraní es educado, con un nivel de instrucción rarísimo en el Tercer Mundo (apenas 7% de analfabetos).

En Europa, en los EEUU e incluso en América Latina los pueblos atraviesan hoy la vida en una tensión creciente, persiguiendo con angustia mejoras materiales cada vez más difíciles. En Irán la explotación del hombre subsiste, la estructura de clases fue moldeada por el capitalismo y los ayatolas no pretenden destruirla, no no nos hagamos ilusiones. Pero las herencias de un pasado de 25 siglos, muy fuertes, ayudan a contrariar la ideología del lucro, la subordinación de la vida a una globalización comandada por la sacralización del dinero.

La solidaridad con el pueblo de Irán, amenazado por la estrategia de barbarie de un sistema en crisis cuya ambición compromete la propia supervivencia del hombre en la Tierra me aparece así como resultante natural del amor a la cultura y a la vida.

En el sitio arqueológico de Persepolis, el más maravilloso conjunto de ruinas que conozco, y en la gran plaza de Esfahan, tal vez la más bella ciudad creada por el genio artístico del Islam, sentí con mucha fuerza que la lucha por la humanidad no es disociable de la defensa de las culturas diversificadas que ella creo a los largo de milenios en su caminata hacia lo desconocido.

Serpa, Julio de 2006
Traducción: Pável Blanco Cabrera

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