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Pensamiento :: 02/08/2006

Agua. Hipocresía institucional. Colapso.

Mariano Pujadas - La Haine
"Madrid necesita más agua", nos recordaba el pasado mes de marzo el vicepresidente de la Comunidad y presidente del Canal de Isabel II, Ignacio González. Anunciaba la inversión de diez millones de euros en una campaña publicitaria para "concienciar" a los ciudadanos sobre la necesidad del "consumo racional" de este "bien escaso".

Muchos millones derrochados en una espléndida campaña mediática: mensajitos por radio y televisión, "soportes estáticos externos" e incluso la colocación en la principales vías de la ciudad y los municipios de la región de 5.000 tapas de alcantarillado de color azul con el lema "Súmate al reto del agua". Y para demostrar que es fácil dar ejemplo, el ayuntamiento regalaba 5.500 dispositivos para reducir el consumo de agua doméstica en lavabos y cocina (perlizadores).

Con semejante despliegue, no sólo nos creemos que nuestros políticos pueden llegar a tener de vez en cuando una vena sensible con esto del medio ambiente, sino que además nos vamos todxs a la carrera a cerrar el grifo cuando fregamos o nos afeitamos. No hay duda, hay que sumarse al reto del agua. Empujemos, nosotros los ciudadanos, para que el insostenible sistema se sostenga de mala manera. No importa de quién sea la culpa, asumamos nosotros la responsabilidad y obremos en consecuencia.

El sistema capitalista ahoga la ciudad de Madrid. Ha diseñado un crecimiento urbanístico brutal, con el consumo desproporcionado que eso exige. Sólo tres de los 600 hectómetros cúbicos que usa la región son agua reciclada. Madrid tiene 29 campos de golf que usan un millón de litros cada uno diariamente y sólo tres de ellos utilizan agua reciclada, pero a pesar del enorme consumo de agua, la Comunidad está autorizando la apertura de nuevos campos de golf. A la vez que se reparten perlizadores, el Ayuntamiento despilfarra 200.000 litros de agua potable diarios en las obras de la M-30 (incluso con cortes de suministro a los vecinos de la zona) para las operaciones de hormigonado y cimentación. Pero lo peor es que las tuberías que transportan el agua potable por el subsuelo de Madrid son excesivamente antiguas y no se gasta dinero en su mantenimiento. Datos oficiales estiman en un 30% las pérdidas en las redes de distribución del agua por esta razón, aunque grupos ecologistas hablan de entre el 40 y 60%, dependiendo del territorio.

En este panorama las restricciones son ridículas. Se prohibe el llenado de piscinas y el riego de jardines en octubre y se levanta la prohibición en el mes de mayo.

El capital quiere reproducirse cada vez con mayor velocidad. Los gestores políticos implementan la agricultura intensiva, los cultivos altamente consumidores de agua. Desarrollan un crecimiento urbanístico irracional relacionado principalmente con el sector turístico, que se percibe especialmente en la costa mediterránea y también en la Comunidad de Madrid. En el estado español se están construyendo 800.000 nuevas viviendas al año por lo que la demanda de agua crece sin freno. No hay reservas que aguanten este ritmo indefinidamente. No hay medio ambiente que aguante un sistema que se sostiene gracias a las inhumanas y antiecológicas necesidades del capital.

Transitamos ciegamente por el sendero del colapso. Pronto beberemos el agua que se usa para llenar las piscinas y regar los jardines. Y cuando haga falta, no dudarán en dar una nueva vuelta de tuerca a la situación.

Mientras tanto, los ciudadanos responsables nos sumaremos al reto de ahorrar agua. Nos miraremos los unos a los otros con culpa y nos señalaremos con el dedo por ser tan despilfarradores. Ignoraremos que el capitalismo se desarrolla salvajemente bajo el título de "democracia" y "libre mercado", pero en sus entrañas esconde una lógica enferma e imparable: la competitividad. Competir es despilfarrar, porque en el momento en que diseñamos la producción sobre la base de "ser más barato que la competencia" y no de la necesidad humana, estamos despilfarrando. En el momento en que el sistema duplica un artículo (pasta de dientes, leche, ropa) porque la competitividad necesita obligatoriamente un mínimo de un adversario con quien competir, uno de los dos sobra socialmente. Sin contar con que en esta sociedad mercantilizada casi todo sobra porque la prioridad es competir y no ser socialmente útil.

Así construimos la sociedad del colapso.

El agua es una mercancia con la que comerciar y un instrumento al servicio del desarrollismo salvaje, y nosotros nos miramos y nos preguntamos: ¿qué puedo hacer para ahorrar agua? Me temo que lo único que podemos hacer para ahorrar agua es organizarnos y luchar para destruir las causas del despilfarro.

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