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Asia :: 24/08/2006

India, el tren ardiente

Satya Sagar
Los malignos "mantras" de Liberalización, Privatización y Globalización están llevando a la India de regreso a la época de los principados, con la única diferencia de que los monarcas de hoy son las grandes corporaciones que dominan el territorio nacional

El 15 de agosto del 1006 fue otro Día de la Independencia para la moderna Nación India En este día, cincuenta y nueve años atrás, el pandit Nehru, el Primer Ministro, declaró notoriamente que la nación recién nacida "se encontraba con su destino" y prometió hacer de la Independencia un vehículo para la futura paz, prosperidad y gobierno democrático para sus conciudadanos hombres y mujeres.

Pero mientras estamos en el umbral de los sesenta años de existencia libre, para millones de personas que viven en esta tierra tan vasta y diversa es como si la Independencia nunca hubiera llegado y nuestros gobernantes coloniales nunca se hubieran ido. Hay dos preguntas simples que ellos imponen y a las que nadie parece tener una respuesta para dar: ¿Para quienes representa la libertad este 15 de agosto? Y ¿A quienes realmente pertenece este país?

Porque en la ardua realidad cotidiana de sus vidas lo que ellos experimentan es el mismo viejo pillaje, robo e injusticia por parte de los sucesivos gobiernos indios. La Independencia de la India en lugar de ser un vehículo hacia la prometida paz, prosperidad y democracia aparece ante ellos más como un tren sin frenos y ardiendo en dirección hacia el desastre completo.

Un tren ardiente que es conducido por una burocracia paga deseosa de obedecer cualquier orden que sus amos políticos y corporativos le den, sin importar qué principios básicos de humanidad se rompen en el proceso. Cualquiera allí que tenga conciencia pronto es arrojado a las llamas -más combustible para alimentar el tren, siempre hambriento, siempre rápido.

Los políticos se sientan cómodamente en sus vagones de primera clase, aislados del electorado en cuyo nombre gobiernan y pródigos de amabilidad hacia los capitanes del capital doméstico y extranjero que son sus verdaderos electorados. Una ver cada varios años bajan sus ventanillas para sonreír con sus plásticas sonrisas y mover sus manos regordetas ante quienes están ante ellos -un ejercicio que el actual gobierno indio denomina orgullosamente "democracia de libre mercado".

En un pequeño rincón próximo a los políticos y a los jefes corporativos se sientan los miembros de los medios de comunicación de la India, intoxicados por su proximidad al poder. Están allí para entretener a las élites con trivialidades, los "héroes" interpretando a Nerón mientras la nación arde.

Los vagones que siguen están llenos con la clase media india, también mayormente de casta alta, que ocupan asientos reservados, que ellos equivocadamente piensan que también son merecidos. A medida que transcurre su confortable viaje conversan acerca de cuán corruptos son todos (¡excepto ellos, por cierto!) y maldicen a los políticos que van delante. Pero todos igualmente aspirando, compitiendo, conspirando para aferrar una parte del mismo botín que denuncian públicamente.

En el final del tren está el único vagón no reservado, destinado a las masas barbudas y desgreñadas que -de acuerdo a alguna antigua lógica india- consiguen tan poco precisamente porque son tantos. Allí van ellos empujándose, atropellándose, lastimándose, matándose y despedazándose mutuamente en su lucha por cada pulgada de espacio que representa su propia supervivencia. Aquí la inocencia es una criatura que muere antes de nacer, porque permanecer viva significaría meramente terminar en la dieta de una u otra alma hambrienta.

Pero existe todavía otra categoría de gente, los dalit, adivasi, los indígenas de la India del nordeste y los kashmires, que no figuran en ninguna parte dentro del ardiente tren indio -porque el propio tren se desplaza no sobre vías férreas sino sobre sus ensangrentadas espaldas. Ellos son los súbditos coloniales de los colonizados, los esclavos de los esclavos, la sombra de las sombras, sin derechos humanos porque se supone que son meramente fantasmas vivientes.

¿Y por qué exactamente este tren llamado India se dirige hacia el desastre?

Desastre político porque nuestros políticos, a pesar de la fachada de elecciones periódicas, no representan más al pueblo indio y se han transformado en intermediarios negociando los intereses nacionales al mejor postor. La mayoría de nuestros partidos políticos principales, en lugar de colaborar en la defensa de la democracia y soberanía nacional, se ocupan en tratar de convertir a la India en un socio menor en los crímenes globales del imperialismo norteamericano -aún si este proceso conduce a la recolonización del país.

Desastre administrativo porque los "servidores públicos" gubernamentales, en una perversión del concepto original, tratan al público como a su sirviente y sirven a sus amos verdaderos del mundo de la ricas corporaciones. A pesar de vivir a costa del estado indio todas estas décadas, muchos de ellos hoy son los más entusiastas en venderlo a propietarios privados.

Desastre económico porque la que fue una economía nacional se ha convertido en un juego más de ruleta en el casino global, cuyas ruedas arrojan fortunas sobre unos pocos elegidos y pauperizan a la hasta entonces pobre mayoría. Los malignos "mantras" de Liberalización, Privatización y Globalización están llevando a la India de regreso a la época de los principados, con la única diferencia de que los monarcas de hoy son las grandes corporaciones que dominan el territorio nacional.

Desastre social porque la injusticia engendra más injusticia, la voracidad engendra más voracidad y la búsqueda frenética de seguridad de unos pocos convierte en insegura a las multitudes. Mientras tenemos sucesivos gobiernos dilapidando millones de dólares en la militarización en nombre de la "seguridad nacional" el problema real permanece en casa con hirvientes conflictos de casta, religión y nacionalidad listos para explotar sin previo aviso. En un tren ardiente la supervivencia es posible solamente sobre los cuerpos de compañeros de viaje.

Desastre ecológico porque lo que han hecho los sucesivos gobiernos de la India Independiente es destruir la tierra, el agua, el bosque y el aire irremplazables del país, en nombre del desarrollo nacional. Un desarrollo que rinde culto a monumentos muertos, inanimados, del cementerio mientras desplaza, humilla y destruye las vidas de criaturas sensibles, animadas que comen, duermen, ríen y hacen el amor.

¿Hay una solución al caos nacional en que estamos hoy? No tenemos respuestas absolutas, pero una cosa segura es que los únicos que pueden finalmente salvar a los pasajeros del gran tren ardiente indio son los mismos sobre cuya carne y huesos viajan. Solamente mediante un movimiento colectivo poderoso de esta gente invisible -el pueblo original de la India- es que el tren ardiente puede descarrilarse -liberando tanto a aquellos de abajo como a los de adentro del tren que se dirige al desastre.

Es tiempo para todos nosotros de empujar a este tren ardiente y ayudar a descarrilarlo. Es un acto de resistencia que iniciará otra batalla por la Independencia India -esta vez independencia de nuestro estado colonial interno.

Znet, 12 de agosto de 2006. Traducido para La Haine por Luis César Bou

 

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