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EE.UU. :: 01/08/2007

El Pentágono versus el colapso petrolero

Michael T. Klare
Sería a la vez triste e irónico que el ejército norteamericano luchase en guerras sólo con el propósito de garantizar el combustible suficiente para abastecer a sus propios aviones, barcos y tanques, consumiendo centenares de miles de millones de dólares al año que se podrían destinar al desarrollo de alternativas al petróleo

16 galones de petróleo [1 galón norteamericano equivale a 3’785 litros]. Ésta es la cantidad que un soldado medio consume diariamente en Irak y Afganistán, ya sea directamente, mediante el uso de “Humvees”, tanques, camiones y helicópteros, o indirectamente, ordenando ataques aéreos. Multiplicad esta cifra por 162.000 soldados en Irak, 24.000 en Afganistán y 30.000 en los alrededores (incluyendo a los soldados a bordo de barcos de guerra en el Golfo Pérsico) y llegaréis aproximadamente a 3’5 millones de galones de petróleo: el consumo diario de petróleo en operaciones de combates norteamericanas en la zona de guerra del Oriente Medio.

Multiplicad este consumo diario por 365 y obtendréis 1’3 miles de millones de galones: el gasto anual estimado de combustible en operaciones de combate norteamericanas en el sureste asiático. Esto es mayor que el uso total de petróleo en todo un año por parte de la población de Bangladesh, 150 millones de habitantes. Y aun así, es una gran subestimación del consumo real del Pentágono en tiempos de guerra.

Estos números no pueden hacer justicia al extraordinario gasto de combustible en las guerras de Irak y Afganistán. Después de todo, por cada soldado estacionado “en la zona”, hay dos más de camino, entrenándose o en la cola para una despliegue final en el área de guerra, soldados, todos ellos, que también consumen unas cantidades enormes de petróleo, aunque sean menos que las cantidades de sus compañeros de ultramar. Además, para sostener un ejército “expedicionario” situado alrededor del mundo, el Departamento de Defensa tiene que movilizar millones de toneladas de armas, municiones, comida, combustible y equipamiento cada año en avión o en barco, consumiendo adicionales tanques de petróleo. Añadid esto a la cuenta y el presupuesto de petróleo del Pentágono destinado a la guerra sube de forma considerable, a pesar de que no hay modo de saber cuánto exactamente.

Y las guerras extranjeras, triste es el decirlo, cuentan sólo como una pequeña fracción del consumo total de petróleo del Pentágono. Al poseer la mayor flota del mundo de modernos aviones, helicópteros, barcos, tanques, vehículos blindados y sistemas de apoyo, todos los cuales funcionan con petróleo, el Departamento de Defensa (DoD) es, de hecho, el consumidor de petróleo líder en el mundo. Es difícil obtener precisos detalles del gasto diario de petróleo del DoD, pero un informe de abril de 2007, elaborado por un contratista de defensa, LMI Government Consulting, www.lmi.org, sugiere que el Pentágono podría consumir tanto como 340.000 barriles (14 millones de galones) cada día. Esto es mayor que el consumo nacional de Suecia o Suiza en su totalidad.

No se trata de “armas contra comida”, sino de “armas contra petróleo”

Para cualquiera que conduzca un vehículo de motor en estos días, todo ello tiene amenazadoras implicaciones. Con el precio de la gasolina ahora entre 75 centavos y un dólar por encima de lo que estaba hace seis meses, es obvio que el Pentágono se está enfrentando a una crisis presupuestaria potencialmente seria. Como cualquier familia norteamericana, el DoD tiene que tomar decisiones difíciles: Puede usar su cantidad normal de petróleo y pagar más para el Pentágono, mientras recorta el gasto en otros bienes básicos; o puede recortar el gasto en combustible pera proteger el gasto en sistemas de armamento en desarrollo. Por supuesto, el DoD tiene una tercera opción: Pude ir al Congreso a pedir un aumento suplementario en sus presupuestos, pero esto seguro que provocaría nuevas llamadas a fijar un calendario para la retirada de las tropas en Irak, y por tanto es una opción poco probable por el momento.

Pero tampoco se puede estar seguro de los pronósticos. Hace dos años, el Departamento norteamericano de la Energía (DoE) predecía, con toda seguridad, que el precio del crudo se estabilizaría en los 30$ por barril durante un cuarto de siglo más, llevando a que los precios de la gasolina fueran de 2$ el galón. Pero luego vinieron el Huracán Katrina, la crisis en Irán, la insurgencia en el sur de Nigeria, y un montón de otros problemas que tensaron el mercado de petróleo, apresando al DoE a aumentar su proyección de precio a un promedio de 50$ por barril. Esta es la cantidad que figura en muchas de las actuales previsiones de presupuesto incluyendo, presumiblemente, los del Departamento de Defensa. ¿Pero cómo de realistas son estas previsiones? El precio del barril de crudo hoy oscila en un promedio de 66$. Muchos analistas energéticos dicen que un precio de 70$-80$ por barril (o posiblemente todavía mucho más) es más posible que sea nuestro destino en un futuro próximo.

Un aumento de precio de estas magnitudes, cuando se traduce en el coste de gasolina, combustible para aviones, diesel, energía para la calefacción doméstica y petroquímicos, hará estragos en los presupuestos de familias, granjas, empresas y gobiernos locales. Tarde o temprano, forzará a la gente a hacer profundos cambios en sus vidas diarias tan benignos como comprar un vehículo híbrido en lugar de un SUV o tan dolorosos como recortar el gasto en calefacción o sanidad simplemente para poder hacer un inevitable desplazamiento al trabajo. Tendrá un efecto igualmente severo en el presupuesto del Pentágono. Como consumidor número uno en el mundo de productos petrolíferos, el DoD estará obviamente afectado desproporcionadamente por una duplicación en el precio del crudo. Si no puede dirigirse al Congreso para reequilibrarlo, tendrá que reducir su consumo derrochador de petróleo y recortar el gasto en otros bienes, incluida la compra de armas.

El aumento de precio del petróleo está produciendo lo que el contratista del Pentágono LMI llama una “desconexión fiscal” entre los objetivos a largo plazo del ejército y las realidades del mercado de la energía. “La necesidad de recapitalizar equipamientos dañados u obsoletos (de las guerras de Irak y Afganistán) y de desarrollar sistemas de tecnología punta para implementar futuros conceptos operacionales está creciendo”, explicó en un informe de abril de 2007 www.lmi.org/NewsandEvents/news/News07_006.aspx. Sin embargo, una incapacidad para “controlar los costes de energía incrementados de combustible e infraestructura de apoyo desvía los recursos que de otro modo estarían disponibles para proveer nuevas capacidades.”

Y ésta es presumiblemente la última de las preocupaciones del Pentágono. El Departamento de Defensa es, después de todo, la organización militar más rica del mundo, y es esperable que recurra a cuentas ocultas de un tipo u otro para pagar sus facturas de petróleo y financiar sus proyectos armamentísticos favoritos. Sin embargo, esto asume que habrá suficiente petróleo para satisfacer las necesidades siempre crecientes del Pentágono, lo cual es sin duda una conclusión inevitable. Como todos los demás consumidores de petróleo, el DoD tiene que hacer frente a la, amenazadora pero difícil de admitir, realidad del “Colapso Petrolero”, www.peakoil.net; la posibilidad muy real de que la producción global de petróleo esté cerca o en su límite máximo de sostenibilidad y que pronto comience un declive irreversible.

La producción global de petróleo alcanzará finalmente un máximo y luego el declive dejará de ser una cuestión de debate; ahora las principales organizaciones energéticas ya comparten esta perspectiva. Lo que permanece abierto a discusión es precisamente cuando llegará este momento. Algunos expertos lo sitúan confortablemente en el futuro, es decir, en las dos o tres décadas siguientes, mientras otros lo sitúan en esta misma década. Pero si hay un consenso emergente, es que esto ocurrirá el 2015. Sea cual sea el calendario real para este acontecimiento, es evidente que el mundo se enfrenta a un cambio profundo en la disponibilidad de energía, al movernos de una situación de relativa abundancia hacia otra de relativa escasez. Es importante, no obstante, hacer notar que este cambio se aplicará, por encima de todo, a la forma de energía que el Pentágono demanda: los líquidos de petróleo que se utilizan para abastecer aviones, barcos y vehículos blindados.

La doctrina Bush se enfrenta al Colapso Petrolero

El Colapso Petrolero no es una de las amenazas globales que el Departamento de Defensa haya combatido antes; y, como otras agencias gubernamentales de los Estados Unidos, tiende a evitar el asunto, viéndolo hasta hace bien poco como una cuestión periférica. Pero desde que las estimaciones de la llegada inminente del colapso petrolero se han incrementado, se ha visto obligado a sentarse y tomar nota. Estimulado, a lo mejor, por la subida de precios de combustible, o por la atención creciente que se ha dedicado a la “seguridad energética”, www.iags.org/es.html, por parte de estrategas académicos, el DoD se ha interesado súbitamente por el problema. Para guiar la exploración del tema, se ha creado la Office of Force Transformation, www.oft.osd.mil con la Office of the Under Secretary of Defense Policy, comisionada por LMI, www.lmi.org/NewsandEvents/news/News07_006.aspx, para dirigir un estudio de las implicaciones de la futura escasez energética en la estrategia del Pentágono.

El estudio resultante, www.oft.osd.mil, "Transforming the Way the
DoD Looks at Energy
," fue una auténtica bomba. Determinando que la estrategia militar global del Pentágono es incompatible con el declive de producción mundial de petróleo, LMI concluyó que “el actual plan presenta una situación en la que la agregación de la capacidad operacional de la energía podría ser insostenible a largo plazo.”

El LMI llegó a esta conclusión a partir de un cuidadoso análisis de la doctrina militar actual de los Estados Unidos. En el corazón de la estrategia militar nacional, www.whitehouse.gov/nsc/nss.html, impuesta por la Administración Bush, la doctrina Bush, hay dos principios básicos: “transformación”, o la conversión del pesado y estancado aparato militar estadounidense de la Guerra Fría en un máquina de guerra futurista, de tecnología punta, capaz de saltar ágilmente de continente a continente; y “prevención”, o el inicio de hostilidades contra “estados gamberros” como Irak e Irán, sospechosos de poseer armas de destrucción masiva. Lo que los dos principios suponen es un incremento sustancial en el consumo de productos petrolíferos por parte del Pentágono, ya sea porque tales planes confían, cada vez más, en poder aéreo y marítimo, o porque implican un “tempo” acelerado de operaciones militares.

Como resumió el LMI, la implementación de la doctrina Bush requiere que “nuestras fuerzas se expandan geográficamente y sean más móviles y expeditivas para que se puedan implicar en más zonas y estén preparadas para el despliegue en cualquier parte del mundo”; al mismo tiempo, “tiene que haber una transición desde posiciones de fuerza reactivas hacia posiciones activas para detener las fuerzas enemigas en la organización de ataques potencialmente catastróficos.” De ahí se sigue que “para llevar a cabo estas actividades, el ejército estadounidense necesitará intensificar el uso energético... Considerando la tendencia de consumo operacional de combustible y las futuras necesidades de su capacidad, este ‘nuevo’ constructo de uso energético requerirá más combustible.”

El incremento resultante de consumo de petróleo es probable que sea dramático. Durante la operación Tormenta del Desierto en 1991, el promedio en el uso energético de un soldado norteamericano era sólo de cuatro galones de petróleo al día; como resultado de las iniciativas de George W. Bush, un soldado norteamericano en Irak está empleando ahora cuatro veces más. Si esto sigue así, la siguiente guerra podría conllevar un gasto de 64 galones al día por soldado.

Fue la insostenible lógica de esta situación lo que llevó al LMI a concluir que hay una severa “desconexión operacional” entre los principios para las guerras futuras de la Administración Bush y la situación energética global. La compañía señala que la administración “ha ligado la capacidad operacional del ejército a una soluciones de alta tecnología que requieren un crecimiento continuo de fuentes energéticas”, y lo ha hecho en el peor momento histórico posible. Después de todo, lo más probable es que el abastecimiento de energía empiece a disminuir en vez de crecer. Claramente, como se puede leer en el informe de abril de 2007 del LMI, “podría no ser posible el ejecutar las capacidades y conceptos operacionales para alcanzar nuestra estrategia de seguridad si no se consideran las implicaciones energéticas.” Y cuando se consideran estas implicaciones energéticas, la estrategia deviene “insostenible”.

El Pentágono como “Servicio Global de Protección de Petróleo”

¿Cómo responderá el ejército ante este inesperado reto? Una aproximación, favorecida por algunos del DoD, es “volverse verde”, esto es, enfatizar el desarrollo acelerado y adquisición de sistemas armamentísticos “sostenibles”, de modo que el Pentágono pueda mantener su compromiso con la Doctrina Bush, pero consumiendo menos petróleo mientras lo hace. Esta aproximación, en caso de que sea factible, entrañaría la obvia atracción de permitir al Pentágono una apariencia “respetuosa con el medio ambiente” mientras preserva y desarrolla su estructura de fuerza intervencionista existente.

Pero también hay una posibilidad más siniestra que puede ser mucho más conveniente a los oficiales superiores: para asegurarse una fuente fiable de petróleo a perpetuidad, el Pentágono aumentará sus esfuerzos para mantener el control sobre fuentes de suministro extranjeras, notablemente campos de petróleo y refinerías de la región del Golfo Pérsico, especialmente en Irak, Kuwait, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes. Esto ayudaría a explicar las recientes declaraciones sobre los planes de los Estados Unidos de mantener bases “durables”, www.tomdispatch.com/post/174807, en Irak, junto con una impresionante y elaborada infraestructura de bases en estos otros países.

El ejército estadounidense primero empezó procurando productos petrolíferos de proveedores del Golfo Pérsico para sostener sus operaciones de combate en el Medio Oriente y Asia durante la Segunda Guerra Mundial, y desde entonces lo ha estado haciendo. Fue, en parte, para proteger esta fuente vital de petróleo para propósitos militares que, en 1945, el Presidente Roosevelt fue el primero en proponer el despliegue de presencia militar norteamericana en la región del Golfo Pérsico. Más tarde, la protección del petróleo del Golfo Pérsico llegó a ser más importante para el bienestar económico de los Estados Unidos, como se articuló en la “Doctrina Carter” del presidente Jimmy Carter, www.jimmycarterlibrary.org/documents/speeches/su80jec.phtml, sobretodo en su discurso del 23 de enero de 1980, así como también en la decisión de agosto de 1990 del presidente George H. W. Bush de parar la invasión de Kuwait de Saddam Hussein, que llevó a la primera Guerra del Golfo y, como muchos dirían, la decisión del joven Bush de invadir Irak una década más tarde.

Así las cosas, el ejército norteamericano se ha transformado en un “servicio global de protección de petróleo” para beneficiar a las corporaciones y consumidores estadounidenses, luchando en ultramar y estableciendo bases para asegurar que saquemos nuestra cantidad fija de petróleo al día. Sería a la vez triste e irónico que el ejército norteamericano luchase en guerras sólo con el propósito de garantizar el combustible suficiente para abastecer a sus propios aviones, barcos y tanques, consumiendo centenares de miles de millones de dólares al año que se podrían destinar al desarrollo de alternativas al petróleo.


* Michael T. Klare es profesor de Paz y Estudios de Seguridad Mundial en el Hampshire College, también es autor de Blood and Oil: The Dangers and Consequences of America’s Growing Dependency on Imported Petroleum, http://www.powells.com/cgi-bin/biblio?inkey=65-0805073132-2.

tch.com, 15 junio 2007. Traducción para sinpermiso.info: Oriol Farrés Juste

 

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