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Medio Oriente, EE.UU. :: 29/02/2012

Publicidad y consumo de la buena violencia

Juan José García
El mecanismo de crear una situación de “emergencia humanitaria” [como en Siria] está siendo la mejor herramienta para la política de agresión militar de EEUU

Se probó con éxito en la guerra contra Serbia y desde entonces no ha hecho más que perfeccionarse. El mecanismo de crear una situación de “emergencia humanitaria” está siendo la mejor herramienta para la política de agresión militar de los EE.UU. hacia aquellos Estados que no se someten a vasallaje.

Se trata de la técnica inversa a la puesta en práctica por el narco estado colombiano, quien asesina campesinos a través de sus fuerzas militares y, tras vestir los cadáveres con ropajes militares y colocarles armamento, los presenta a los medios de comunicación como guerrilleros abatidos en combate. Lo que de paso reporta primas económicas a los asesinos, pues, de este modo, se incentiva la llamada “guerra contra el terrorismo”.

Puesto el mecanismo en negativo, consiste en facilitar armamento y apoyo logístico a grupos heterogéneos de mercenarios y opositores violentos de los Estados no sometidos, a través de terceros países de la órbita de aliados. Esta “oposición” será presentada por la maquinaria de propaganda bélica, todavía denominada medios de comunicación, como disidencia, sociedad civil, oposición democrática, insurgencia o términos sinónimos -mediante lo que se va consolidando como una neo lengua orweliana.

Con la brevedad de contenidos que caracteriza la publicidad, pero con su insistencia reiterativa y abrumadora, se consigue instilar en la opinión pública la simpleza maniquea de un conflicto desigual y heroico entre los “honestos opositores, buenos y amigos de la democracia y la libertad” y los “corruptos gobernantes, malos y enemigos de la democracia y la libertad”.

La operación publicitaria llega a su paroxismo cuando los actos de violencia realizados por los “libertadores” contra la población civil, son ocultados o, si esto no es posible por su magnitud, atribuidos a las fuerzas gubernamentales del Estado cuestionado. Apenas unos segundos de imágenes y testimonios de seres humanos sometidos a una evidente violencia, que no pueden ser contrastados y con frecuencia se descubre que ni siquiera corresponden al teatro de operaciones al que son atribuidos, repetidos en bucle hasta la nausea en los medios, son suficiente para oír clamar a todo un corifeo, que incluye a intelectuales y destacadas figuras con “sensibilidad democrática” como voces sobresalientes de la opinión pública “occidental, civilizada y defensora de la libre democracia”, acerca de la necesidad de apoyo humanitario a esos héroes luchadores de los derechos civiles.

Apoyo que incluye gradual y progresivamente sostén económico a los opositores, apertura y sostenimiento de sedes de la disidencia en las principales ciudades de los centros de poder imperial, espacios privilegiados de información en los segmentos horarios de máxima audiencia de los principales canales de propaganda, corredores humanitarios, zonas de exclusión aérea y finalmente intervención militar para la “protección de la población civil” de los Estados en conflicto real o inducido. Se trata de reconducir militarmente aquellos conflictos de carácter civil existentes y propagar otros, al calor de los primeros, allí donde los intereses imperiales consideran más urgente la ingerencia.

Por supuesto que este mecanismo nada tiene de universal. Como ha quedado apuntado, solo está destinado a los denominados por el poder imperial occidental “enemigos de la libertad”. Del mismo modo que un anuncio publicitario busca atraer nuestra atención hacia un determinado producto haciendo olvidar otros de idéntica naturaleza y funciones, la mecánica publicitaria que gobierna la propagación de este discurso permite que todos aquellos Estados opresores que se encuentran alineados con el gigante enloquecido, queden hurtados al exigente escrutinio democratizador y libertador de la muy responsable ciudadanía occidental.

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