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Bolivia :: 16/04/2008

La contraofensiva imperialista en Bolivia

Marcos Domich
Después que el gobierno de Evo Morales forzara la sanción de las leyes que adelantaban la realización de referendos (28-II-08) la batalla política se ha tornado más intensa. Como era de esperar, la derecha y el latifundismo, se han lanzado a una confrontación de fondo.

Ponencia presentada en el XII seminario anual Los partidos y una nueva sociedad, promovido por el Partido del Trabajo de México

Desde que Evo Morales ganara las elecciones de diciembre de 2005 se abre en Bolivia la posibilidad de iniciar cambios profundos: Rescatar lo que el neoliberalismo había enajenado, sobre todo las reservas de hidrocarburos; recuperar las empresas nacionales subastadas; emprender un desarrollo económico que amplíe y fortalezca el magro aparato productivo nacional, disminuyendo la dependencia y produciendo para satisfacer las necesidades cotidianas de la población. Liquidar el latifundio improductivo, devolver la tierra a sus legítimos propietarios dotarles de ella a quienes no la tienen. Restablecer derechos y conquistas usurpadas a los trabajadores. Dignificar a amplios sectores populares sumidos en la marginación y la pobreza. Emprender programas sociales de vivienda, de extensión de la salubridad y de liquidación del analfabetismo, etc.

Por fin, dotar al país de una nueva constitución política que, sancionando legalmente la ruptura con el neoliberalismo, además restablezca y garantice una condición de igualdad y respeto a los pueblos indígenas hasta ahora oprimidos y discriminados.

A no dudar las metas enunciadas han inscrito al proceso político boliviano dentro de lo que se ha venido en llamar el “giro a la izquierda” de la región. La presencia de un aymara en la presidencia de la república ha dado un matiz peculiar al proceso boliviano en un país multinacional, plurilingüe y multicultural. Tratar de iniciar los cambios que conllevan estos objetivos, aquí expuestos de modo muy general y sucinto, no ha transcurrido por un camino llano y rectilíneo. Desde el primer momento tuvo que afrontar a la resistencia de las clases poseedoras, parcialmente desplazadas del poder y por supuesto de la puesta en marcha de los mecanismos contrarrevolucionarios, que configuran la contraofensiva del imperialismo.

La actual situación política boliviana, que ha sido calificada de crítica, por la mayoría de los analistas y medios de comunicación es, agregaría de mi parte, un “caso modelo” para examinar la penetración imperialista y las actuales acciones desestabilizadoras en contra del gobierno popular. El XII Seminario auspiciado por el Partido del Trabajo de México, ha propuesto con acierto estudiar en el II punto del temario, la cuestión del neocolonialismo en la etapa actual, la contraofensiva y la situación particularmente en los países emergentes.

Nadie discute que en América Latina se ha producido un notable viraje hacia la izquierda. Varios países, de diversas maneras, han resuelto sacudirse del llamado modelo neoliberal, o cuestionar aunque sea su ortodoxia y emprendiendo un camino de desarrollo con mayor autonomía de decisión y buscando recuperar, al menos en parte, lo que perdieron durante el dominio del modelo impuesto a la región, desde el “Consenso de Washington”. Tan importante ha sido este movimiento histórico que no se ha dudado en calificarlo de ser la Cuarta Ola Revolucionaria.

No es nuestro propósito analizar las distintas experiencias nacionales que, por una u otra razón, son incluidas en el “giro a la izquierda”. Damos por supuesto que hay diferencias muy marcadas entre uno y otro proceso. Algunos dibujan claramente un proceso revolucionario en marcha; otros un proceso simplemente de cambios progresistas y avanzados, en tanto que unos terceros apenas si han ablandado la rigidez de un modelo, de otra parte, socialmente implacable, hasta cruel en su aplicación. En otras palabras y por muchos que sean los atuendos democráticos de que se revistan, los regímenes neoliberales, eran regímenes de dictadura burguesa. Es que se ha olvidado que la dictadura de clase - de la que hablaban los clásicos del socialismo científico - no es, sino la imposición de la voluntad, en este caso de la burguesía pro imperialista. No es necesariamente cruenta pero indefectiblemente, se manifiesta como violencia social.

Hay la tendencia a pensar en la violencia social como un hecho físico o máximo de groseras manifestaciones verbales. La violencia social no siempre tiene alcances físicos o los verbales, puede manifestarse de muchas maneras incluso menos visibles, como las compulsiones psicológicas. Los clásicos del socialismo científico definían a la violencia social como una relación de contraposición entre clases sociales antagónicas y que discurre, de manera permanente, sobre una base material y técnica. Son las condiciones histórico concretas las que determinan los niveles y las formas de exteriorizar la violencia.

El neoliberalismo, la forma más reciente y al mismo tiempo más sofisticada del neocolonialismo, ha ejecutado su programa de defensa, afianzamiento y expansión del capitalismo en muchos aspectos de la vida social. Hoy se dan formas nuevas y peores de explotación de los trabajadores; el sistema ha incidido en la organización de los asalariados, los ha dispersado y desorganizado, los ha colocado en una situación de indefensión. Ha logrado influir sobre su conciencia, privándole de gran parte de la claridad que había adquirido y hasta ha creado una especie de laguna entre su pasado de luchas duras pero victoriosas y una suerte de actual pesimismo histórico. También ha influido sobre niveles de su subjetividad, de la psicología social de la gente y hasta de la identidad y auto identidad de los trabajadores. El orgullo de ser y sentirse proletario, ha sido atenuado por el de “trabajador independiente” y hasta de “micro-empresario”. No deja de haber cambios en las manifestaciones de la cultura y hasta de la religión, que no analizaremos ahora.

El aparato propagandístico de la burguesía ha logrado imponer la idea de que el neoliberalismo es esencialmente un programa económico y por lo tanto es “técnico” y que nada tiene que ver con la política. La verdad es exactamente lo opuesto. El modelo neoliberal es inaplicable sin un sistema político capaz de imponer su voluntad aun a costa del sacrificio humano. Tal vez el mejor ejemplo sea la experiencia chilena. En realidad la dictadura de Pinochet fue la pionera, en América Latina, en la aplicación de medidas de corte neoliberal que derrumbaron el anterior modelo “desarrollista” que, aunque capitalista y mejorado en muchos aspectos por el gobierno de la Unidad Popular, propiciaba un modelo de desarrollo económico con mayor autonomía, una base nacional soberana y de más justicia social.

A pesar de que todas las experiencias de vías de desarrollo democrático y de contenido popular han sido y son respetuosas de las garantías ciudadanas y los derechos humanos, de los procedimientos electorales de designación de las autoridades, de mantenimiento de la libertad de opinión y los medios de comunicación, etc. el imperialismo, el conservadurismo y la reacción interna son implacables. La esencia de su línea política es la oposición a cualquier cambio; son partidarios a muerte del statu quo. Convertidos en una suerte de intocables reaccionan incluso ante presunciones. Si las presunciones no tienen ni siquiera indicios que avalen la posibilidad de realizarse acuden al invento. Entonces hablan de que se viene la liquidación de la propiedad privada, de la usurpación del producto de su (supuesto) abnegado trabajo; de la liquidación de la patria potestad, etc.

La contraofensiva imperialista, apoyada en las fuerzas de la reacción interna, actúa con un complejo mecanismo de multifacéticas proyecciones, en lo que lo político predomina notablemente. Los grandes intereses materiales por los que las clases poseedoras están dispuestas a dar su vida casi no se los nota. Entretanto sí aparecen como defensores de la democracia de la libertad; en la actualidad boliviana de las autonomías y otros tópicos conexos. Conocidos explotadores, usurpadores, inescrupulosos negociantes, aparecen poco menos que como gladiadores luchando contra las fieras antidemocráticas y autoritarias. Obviamente todo esto transcurre y llega a la gente en medio de un verdadero bombardeo mediático.

La paradoja de que la defensa de los intereses materiales pase encubierta o disimulada se debe, sin duda, a la comunicación de masas. Esto requiere una explicación. Lo propiamente inherente a la gran economía, por ejemplo, la revisión de los contratos o el control a las grandes corporaciones petroleras, parece pasar a un segundo plano, en el que no dejan de jugar un papel las contradicciones y la competencia entre ellas. Algunas transnacionales se avienen a la nuevas condiciones y al fin pactan acuerdos con el gobierno popular. Es algo que ha sucedido con el proceso de rescate de la propiedad de los hidrocarburos. Cuanto más lejano o ajeno es, para el conjunto de las clases nativas poseedoras, el afectado, por ejemplo una transnacional, menos furiosa es la reacción. En cambio, cuanto más próximo es a su bolsillo y a su círculo de intereses y cuanto más extensa es la base social poseedora, la respuesta es más virulenta. En la experiencia boliviana, por ejemplo, la afectación de la gran propiedad terrateniente, provoca más conflicto y más violencia que cualquier otro choque de intereses.

Es sobre esta base que se produce la intervención del imperialismo y la digitación de todos los hilos posibles que hacen mover a sus marionetas.

LA INTELIGENCIA PERVERSA

Lo que a continuación escribiremos no tiene consideraciones teóricas. No es, sino el pedestre relato de una parte de la trama conspirativa del imperialismo y la reacción. Los datos de esta descripción no contienen tampoco ninguna novedad. Se han dado y han sucedido, desde hace mucho tiempo, en los países latinoamericanos y también en el mundo entero; sólo cambian las formas, los personajes, las situaciones concretas; las causas y la esencia de los hechos son las mismas. Empezaremos por el papel de los llamados organismos de inteligencia.

Desde hace aproximadamente un mes, la prensa boliviana, no deja de registrar el tema de los servicios de inteligencia en Bolivia. El escándalo estalló el 23 de enero en las emisiones nocturnas de la TV. Algunos comedidos hicieron llegar, a los medios de comunicación, anónima y generosamente, un disco compacto que contenía las “pruebas” de una labor de “espionaje gubernamental”, sobre todo a gente representativa de la oposición. Después se publicaron en los diarios fotos y crónicas prácticamente todos los días. Rellenaban la información fotos e informes sobre el seguimiento a personas de la oposición.

También figuraban un diputado y un senador oficialistas; con seguridad para aparentar “imparcialidad profesional”.

El meollo de la “noticia” estribaba en que el Servicio Nacional de Inteligencia de la Policía (SNIP) habría espiado los movimientos de una docena y media de políticos y a algunos periodistas. Por supuesto la derecha alzó el grito al cielo y no faltó un senador que afirmó que esto demostraba que había “terrorismo de Estado”. Pasó lo de siempre, la oposición reaccionaria aprovechó el escándalo para rasgarse las vestiduras y estigmatizar al gobierno popular y ensayar toda una campaña mediática con este objetivo.

El Comandante Nacional de la Policía desmintió que se hubiera ordenado ningún seguimiento y que se investigaba el origen de la información. Se lo supo en seguida. Desde hacía varios años se crearon organismos de inteligencia que respondían, algunos, con exclusividad a la Embajada estadounidense. El organismo que distribuyó el disco era el ex Centro de Operaciones Especiales (COPES), creado en 1987 al margen de la Constitución y de la Ley Orgánica de la Policía. Fue creado para recoger información sobre el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que ya existían organismos como la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN), dependiente de la policía. Sugestivamente cambió de nombre en enero del 2006 al posesionarse en la presidencia Evo Morales. Se llamó Organización de Estudios Policiales (ODEP). Pero sus “estudiantes” continuaron realizando sus anteriores tareas y rindiendo informes sólo al embajador norteamericano.

La presidencia de la República ordenó la disolución inicial de dos de las “inteligencias” creadas al margen de las disposiciones legales. Además de ODEP fue disuelto el Grupo Especial Táctico de Investigaciones de Delitos (GETIDE). Es en esta circunstancia cuando se descubre la existencia de otros organismos de inteligencia o al margen de las estructuras oficiales o cumpliendo tareas ilegales.

Los principales eran, además de los dos anteriores: el Grupo de Seguridad Antiterrorista que trabajaba directamente con la misión norteamericana. Hay 4 organismos más enumerados como: F-2 o Servicios de Seguridad del Estado (SESE); F- 3 o Centro de Inteligencia Policial (CEIP) y F-4 (Regional El Alto). También un “Grupo Especial”, del que se sabe poco. El F-1 o Dirección Nacional de Inteligencia de la Policía (DNI) era el único conocido y que se encuentra plenamente dentro de la estructura legal del país.

Son sobre todo dos hechos los que interesa tomar en cuenta: Primero, eran organismos creados a iniciativa de los EUA y en parte sostenidos por ellos. Por ejemplo, el COPES-ODEP recibía, por lo que se sabe, una suma de 350.000 dólares anuales y sus integrantes percibían una paga extra de 300 o más dólares, lo que no es poco dado el nivel de vida y salarios de Bolivia. La Constitución vigente señala taxativamente que ningún ciudadano boliviano puede recibir paga alguna de entidades gubernamentales extranjeras.

La labor del COPES-ODEP era, en realidad, el seguimiento de funcionarios y gente del gobierno u otra vinculada a los círculos de izquierda y movimientos sociales y sindicales. Todos los informes eran conocidos primero por la embajada estadounidense y no eran de conocimiento del ministerio de gobierno. Las investigaciones posteriores han demostrado que este organismo no sólo hacía inteligencia para la embajada yanqui, sino que planificaba provocaciones, como la del “espionaje” a la oposición.

Fue de uno de estos organismos que salió la “información” de que había llegado al país un avión venezolano con armas a la ciudad de Riberalta. El avión, en realidad, estaba de retorno a Venezuela; además de ser apedreado, fue retenido un funcionario venezolano al que propinaron una salvaje golpiza. Se incautaron de un maletín y afirmaron que contenía algo más de 800.000 dólares, suma misteriosamente igual a la del famoso maletín de Antonioni (ciudadano estadounidense-venezolano, ahora refugiado en Miami, con la protección del gobierno de Bush). Dijeron que el retenido en Buenos Aires llevaba dinero de Chávez destinado a la campaña presidencial de Cristina Fernández. Este es un buen ejemplo de cómo los organismos de inteligencia norteamericanos buscan convertir en verdades, añagazas de toda índole, ampliamente difundidas por los medios.

Otra revelación substancial es que los norteamericanos asesoraron la creación del grupo F-2 (SESE) para realizar inteligencia en medios sindicales y de organizaciones sociales. Todo muestra que no se ocupaban tanto de la inteligencia como procurar influir sobre dirigentes sindicales para crear, en los medios laborales, un clima adverso al gobierno nacional. Una vez creado ese clima, la tarea siguiente es provocar conflictos y un estado de tensión colectiva. Con el justificativo de demandas laborales insatisfechas se producen huelgas, paros, bloqueos de caminos, tomas de instalaciones diversas, etc. También alguna vez ha sucedido que han enfrentado a unos sectores de trabajadores contra otros de ramas similares. Por ejemplo mineros cooperativistas contra mineros asalariados, etc. La característica de estos movimientos es su radicalismo y la perentoriedad de los plazos que otorgan al gobierno. Con este conocimiento, no es nada difícil explicarse cómo algunos dirigentes sindicales aparecen ligados inclusive a intentonas golpistas.

Hasta aquí lo que se ha descrito es la ingerencia solapada del imperialismo a través de estos organismos semiclandestinos. Sin embargo la osadía ingerencista ha alcanzado niveles nunca vistos. USAID, una entidad supuestamente destinada a prestar cooperación no militar ni política, aparece flagrantemente en los trajines conspirativos de los últimos tiempos. Mantiene una serie de agencias que bajo el rótulo de organizaciones no gubernamentales que actúan en municipios rurales, en comunidades nacional-étnicas; se ocupan de la salud, del agua, etc. Es imposible pensar que esa cooperación no se acompañe de influencia ideológica. Pero también proporciona ayuda directa a acciones políticas, como el viaje de los prefectos de la oposición a Washington.

LOS PRETEXTOS PARA LA “RESISTENCIA DEMOCRÁTICA”

El descubrimiento de las actividades de las “inteligencias” es como apreciar la punta de un iceberg. Por debajo de la superficie están las otras acciones que preparan la reacción y el movimiento de sus múltiples fichas, de acuerdo a cada situación concreta. Sólo nos referiremos a algunas de ellas y en el contexto de los últimos acontecimientos y determinaciones del Congreso de la República. Omitiremos la actuación de los partidos de la oposición y no nos referiremos a la reorganización de viejas formaciones fascistas que casi habían caído en el olvido. Las organizaciones políticas de la derecha, en la práctica, han reducido su presencia a la actividad parlamentaria y más parecen unos altavoces de los comités cívicos y las prefecturas opositoras.

Las principales fichas visibles con que cuenta la reacción son los comités cívicos, agrupaciones como la Coordinadora Nacional Democrática (CONADE) integrada por prefectos y por los presidentes de los comités cívicos. También son fichas algunas agrupaciones sociales, femeninas, algunos sindicatos, asociaciones profesionales y formaciones juveniles. Estas últimas tienen a la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) como símbolo. Con su ejemplo se crearon otras asociaciones similares en otros departamentos. La UJC fue creada en 1954 aproximadamente y la mayoría de sus miembros eran, simultáneamente miembros de la Falange Socialista Boliviana.

No es una organización de actividad permanente; reaparece periódicamente cobrando vigencia en tiempos de emergencia para la derecha. Sus “cuadros” están preparados para la lucha callejera y para el matonaje contra gente sencilla y generalmente indefensa. Su actividad consiste en el desplazamiento hacia puntos conflictivos, donde tratan de imponerse por la exhibición y el uso de la fuerza. El manganello de los fasci di combattimento de las escuadras italianas ha sido sustituido por el bate de béisbol y el camión por lujosas vagonetas.

El uso de armas de fuego no ha sido una rareza. Pero por el momento se han reducido a emplear armas cortas. Lo preocupante son las informaciones acerca de grandes contrabandos de armas y que las filas de los armados pasarían de cientos alcanzando a algunos miles. Tampoco hay que descartar la presencia de asesores y mercenarios extranjeros. Hace más de un año, periódicos brasileños (“A hora do Povo”), informaba de la presencia de paramilitares de las AUC, desplazados de Colombia. Con todo este panorama y a pesar de ser incompleto no es difícil decir que se aproximan las batallas decisivas.

Como anteriormente habíamos mencionado, la llegada del gobierno de Evo Morales al gobierno venía acompañada de algunas ofertas electorales centrales, entre las que mencionaremos sólo cuatro de ellas: la recuperación de los hidrocarburos, la convocatoria a una Asamblea Constituyente que proporcionara al país una nueva Constitución que implicara sobre todo la dignificación ciudadana de los pueblos originarios y la liquidación del latifundio y la distribución de tierras.

En la cuestión de los hidrocarburos se ha dado un paso adelante y solucionado en parte y favorablemente al interés nacional. No nos referiremos a la liquidación del latifundio, cuya campaña en realidad no ha comenzado y ha sido hasta diferida en consideración de los graves desastres naturales de este año. Pero algunas acciones iniciales ya han mostrado la gran resistencia – no excluimos sea armada – que presentaran los terratenientes.

El producto de la Asamblea Constituyente, la nueva Constitución, es el nudo gordiano casi imposible de desatar. La derecha alega que ha sido aprobada de manera irregular y que es un producto autoritario, hasta manchado de sangre. Frente al bloqueo permanente de la derecha el gobierno ha forzado, en el parlamento, la aprobación de una ley para someter la nueva Constitución a un referendo que tendrá lugar el 4 de mayo. Con esto cortaba además un ilegal e inconstitucional referendo que pretendía aprobar, en el departamento de Santa Cruz, un “Estatuto Autonómico” que no sólo preserva los intereses y el dominio de la oligarquía, sino que hasta muestra un filo de indiscutible carácter secesionista.

Es aún una incógnita el desenlace del inevitable enfrentamiento, sobre todo porque no se percibe la existencia de un mando único y coherente de las fuerzas populares y revolucionarias. A la agrupación política del Presidente Morales, al MAS, le falta organicidad y claridad en la visión política. También perjudica e impide seguridad en las acciones la llegada de muchos advenedizos y carreristas que en vez de aportar al proceso le ocasionan dificultades adicionales.

Sin embargo la izquierda real, la izquierda que tiene experiencia y visión histórica, sigue apostando por el cambio y realiza esfuerzos por la unificación de las fuerzas populares para enfrentar la inminente embestida de la reacción y el imperialismo. Y lo que es más importante: No pierde la esperanza en el triunfo de la razón y la causa del pueblo.

(Director de Marxismo Militante. Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Bolivia)

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