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Cuba :: 15/04/2008

Cuba puede aceptar consejos, no concesiones

J. M. Álvarez
En entrevista concedida al diario español Público, el intelectual Tariq Alí, expuso sus puntos de vista sobre los cambios políticos y económicos que se desarrollan en Venezuela, Ecuador y Bolivia, e hizo algunas reflexiones sobre Cuba.

Sobre América Latina, afirma que existe un proceso iniciado en Venezuela, Bolivia y Ecuador tras el triunfo electoral de “movimientos políticos de izquierda” (más bien nacionalistas), que no beneficia a Estados Unidos. Siendo cierto, no hay que olvidar que dicho proceso se desarrolla dentro del marco de la democracia capitalista lo que supone que, en cualquier momento, puede revertirse. El referéndum perdido por Hugo Chávez demuestra que las fuerzas reaccionarias- de la mano de su antiguo ministro de Defensa, el ex general Baduel– pueden volver a gobernar. Si ello sucede, el proceso podría derrumbarse en Venezuela, arrastrando a Bolivia y Ecuador.

Las circunstancias internacionales han permitido que en América Latina, candidaturas populares, fundamentalmente nacionalistas, hayan iniciado una revolución democrática en la que participan, además del pueblo en general, sectores de una débil y escasa clase media, y militares contrarios a la tutela yanqui. Enfrente se encuentran los oligarcas dueños de los grandes medios informativos, y terratenientes apoyados por Estados Unidos. Si, el fin del proceso es el socialismo, la etapa siguiente debería generar una revolución socialista que expulsaría a la burguesía de la toma de decisiones políticas y económicas. La clase media, aliada hasta ese momento, o se integraría o desertaría. La democracia burguesa, sería sustituida por la democracia popular participativa con todas sus consecuencias. No hay otra: socialismo o barbarie, dejémonos de cantos de sirena.

En cuanto a Cuba, el escritor entiende que el modelo chino, basado en “un control estricto del Estado por parte del partido comunista con una liberalización de algunos aspectos de la economía”(sic) sería desastroso para la isla. Eso ocurriría si el Gobierno cubano, a consecuencia de una serie de reformas, abandonara a su suerte los más débiles, pero hasta hoy la Revolución siempre se ha preocupado (con mejor o peor fortuna, si tenemos en cuenta la presencia de burócratas corruptos) por evitar, o al menos controlar al máximo, la aparición de sangrantes diferencias sociales surgidas en períodos difíciles. Parece que en China no consideraron el coste humano de las reformas; por tanto sería una irracionalidad, que Cuba repitiera los gravísimos errores cometidos por los chinos. Pese a todo, resulta aventurado opinar, sin conocer el rumbo que tomarán los acontecimientos.

La dualidad monetaria cubana (peso oficial y peso convertible, equiparable a divisa) provoca agravios comparativos, pero las autoridades son conscientes de ello y tratan de vigilar sus efectos perniciosos. Según economistas cubanos, el uso de la doble moneda fue necesario para que pudieran mantenerse durante los años 90, las subvenciones a la vivienda, la electricidad, el gas, la libreta de suministro, etc. y mantener los parámetros de salud y educación, es decir el sistema social básico de la Revolución.

Recientemente se han levantado algunas prohibiciones, pero el Gobierno mantiene la línea de tratar de limar discriminaciones, quizás por eso, quienes tienen acceso al peso convertible deban pagar la tarifa máxima en los hoteles turísticos, ya que la mayoría de los ciudadanos manejan el peso nacional (débil, pero ligado a las subvenciones). Y digo “quizás”, porque si el hecho de aplicar esa tarifa, no lleva la intención de precaver agravios, no le encuentro sentido alguno. También ha sido levantado el límite salarial para que los trabajadores del Estado (la inmensa mayoría) ganen según produzcan, lo cual es un principio clásico de la economía socialista. De esa manera, quienes perciben su salario en peso “débil”, estrecharán diferencias con los más afortunados del peso convertible, hasta que ambas monedas converjan en una sola, en un procedimiento que- siempre, según los economistas-, tardará un tiempo, pero se concretará.

No obstante, la solución que propone Tariq Alí, es que Cuba acepte el pluralismo político (que, en mi opinión, supone acatar la democracia de corte occidental), y que el Estado conserve el control de sectores económicos estratégicos. Planteado tal cual, me parece una entelequia. Sería imposible mantener un alto nivel de conciencia política, porque si ésta estuviera siempre presente, los partidos de la burguesía explotadora no existirían ni en Occidente. Las organizaciones de masas, no postularían a los candidatos, potestad que pasaría a los partidos, eliminando el filtro popular. La disidencia recibiría un enorme apoyo financiero del exterior para campañas electorales donde el dinero determina el resultado- salvo excepciones que hay que buscar con lupa- y excluye a los partidos obreros. No alcanzo a comprender de qué manera un país pobre, podría conservar el control estratégico y económico teniendo en su seno, tarde o temprano, a un Gobierno pro-occidental, y Estados Unidos a 80 millas.

Sin duda, Cuba estará abierta a cualquier consejo que mejore la Revolución, pero no a concesiones que la destruyan. Y es que, como decía el Che, al imperialismo no se le puede hacer concesiones, “ni tantito así, ¡nada!”.

 

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