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Mundo :: 05/05/2008

El cártel anglosajón de la guerra alimentaria

Alfredo Jalife?Rahme
La guerra por el control alimentario de la humanidad, gestada en los 80 mediante la desregulación y la privatización agrícola, fue desatada por la dupla anglosajona, hoy en caída libre financiera, con el fin de dañar a sus triunfantes competidores geoeconómicos

Las alzas descomunales en los precios de los alimentos ocurrieron en paralelo a la apuesta sin precedentes por los contratos de futuros, mediante los ominosos hedge–funds (fondos de cobertura de riesgos) en las bolsas de materias primas agrícolas del Chicago Board of Trade y en el eje agromercantilista Kansas–Minneapolis–Londres. El precio del arroz se duplicó dramáticamente en los primeros tres meses del año al pasar de 360 dólares a 760 dólares por tonelada métrica.

William Pfaff (WP) coloca el dedo en la llaga después de repasar todas las causales enunciadas de la crisis alimentaria global: “En forma extraña, poco se ha dicho sobre el papel de la especulación en los precios de las materias primas en general y específicamente de los alimentos” (Tribune Media Services Internacional, 16/4/08) y explica que el “volumen de contratos se ha incrementado 20 por ciento desde el inicio del año” en el mercado de Chicago CME Group (fusión del Chicago Mercantile Exchange y Chicago Board of Trade) que “cotiza 25 materias primas agrícolas”. Más aún: “los hedge funds se encuentran muy activos” en un negocio circular y “están comprando también las empresas que almacenan los granos”.

No dice que tal permisividad en los “mercados” solamente se explica mediante la “guerra alimentaria” que no se atreve a pronunciar su nombre y que, a nuestro juicio, ha sido desatada subrepticiamente por la dupla anglosajona, hoy en caída libre financiera, con el fin de dañar a sus triunfantes competidores geoeconómicos.

Países como México e India, que antes de la “ronda Uruguay” de 1984 eran autosuficentes, hoy se han vuelto deficientes: a partir del ingreso de las trasnacionales alimentarias anglosajonas al “mercado”, gracias al picaporte de la disfuncional OMC.

En un deslumbrante estudio, Dani Rodrik, de la Escuela Kennedy de Harvard, desmenuza el cataclismo en Latinoamérica que produjo el decálogo neoliberal del Consenso (sic) de Washington, formulado por el FMI y el Banco Mundial (Items & Issues; The Social Science Research Council; Nueva York; invierno–primavera 07–08). El parteaguas del control alimentario de la humanidad se gestó en la aciaga década thatcheriana de los 80 mediante la desregulación y la privatización agrícola. Con el auge de la globalización en 1995, la OMC combatió la “reserva” de los alimentos como una “distorsión mercantil”, lo que dio vuelo a las trasnacionales agro–farmacéuticas anglosajonas para dominar el “mercado”, como Monsanto, Cargill, Dupont y Novartis, que gozan de derechos de patentes (¿de corso?) para controlar los métodos de siembra, así como la bioingeniería de las semillas.

Una de las consecuencias de la “apertura” alocada del sector agrícola de la OMC fue que le concedió el dominio financiero a las trasnacionales agroalimentarias, las principales enemigas públicas del género humano, como Cargill, Bunge, ADM y el dizque “filántropo” George Soros, convertido en el dueño de la pampa argentina, donde 50 por ciento de las tierras arables son prácticamente de monocultivo de la soya a expensas de otros granos.

La empresa Generation Investment Management, con sede en Londres, es propiedad del “ambientalista” Al–Gore, quien está asociado con David Blood (que le hace honor a la traducción de su apellido del inglés [sangre]), anterior directivo del banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs, con fuertes inversiones en la empresa danesa Novo Nordisk, cuya filial Novozyms participa en 40 por ciento del proceso de destilación del bioetanol con enzimas.

En la prospectiva del apocalipsis bíblico faltó agregar otro jinete: el bioetanol, cuyo principal efecto deletéreo ha provocado hambruna en casi 900 millones de seres humanos –a menos que tal sea el efecto buscado por el cártel alimentario anglosajón. En este año 12 por ciento de la cosecha de maíz mundial será utilizado para bioetanol. Una docena de compañías claves, aliadas a unas 40 empresas medianas, dominan la cadena alimenticia en cuya cúpula se encuentra el cártel de las seis trasnacionales de granos: Cargill, Continental CGC, Archer Danields Midland (ADM), Louis Dreyfus, André y Bunge and Born.

Su dominio es prácticamente absoluto en el mundo de los cereales y los granos desde el trigo, maíz y avena, pasando por el sorgo, cebada y centeno, hasta las carnes, lácteos, aceites y grasas comestibles, frutas, vegetales, azúcar y especias. Un organigrama del cártel alimentario tendría a la cabeza a Archer Danields Midland, Unilever, Grand Metropolitan (Pillsbury), Cargill y Cadbury, que se subdividiría en siete rubros: Granos (Continental, Cargill, Bunge & Born, Louis Dreyfus, ADM–Topfer, André, Quaker Oats); 2. Carnes (BP, Conagra, Cargill, Sara Lee, Hormel); 3. Lácteos (Nestlé, Borden, Kraft, M.E. Frank, Hoogwegt, Unilever); 4. Aceites y grasas comestibles (Unilever, ADM, Procter & Gamble); 5. Azúcar/cacao (Nestlé, Tate & Lyle, Cadbury); 6. Bebidas (Guiness, Bass, Seagram, Coca–Cola, Pepsi–Cola, Anheuser Busch); y 7. Distribución (Nestlé, Grand Metropolitan–Pillsbury, RJR Nabisco, Phillip Morris, Kellogg, General Mills, United Biscuit, BSN, Hillsdown Holdings, Ralston Purina, Safeway, Chiquita International).

Cargill exporta el 25 por ciento de granos de EE.UU. y es de las principales empresas de ese país con ingresos por 88 mil 300 millones de dólares el año pasado; opera con una importante rama financiera para riesgos en los mercados de futuros y cuenta con un hedge fund: Black River Asset Management.

Continental CGC se ha especializado en cereales, aves, porcicultura, carne de res, inversiones en seguros, bienes raíces y compra de activos empresariales. Archer Daniels Midland (ADM) se ha consagrado al negocio de los biocombustibles y 43 por ciento de sus ganancias provienen de productos subsidiados por el gobierno estadounidense.

La madeja de integración vertical y horizontal del cártel alimentario es impactante, pero más asombroso resulta el paraguas financiero de sus otrora grandes bancos (antes de su insolvencia global), primordialmente anglosajones y suizos, vinculados con su estructura operativa al control del aparato gastrointestinal del impotente género humano totalmente avasallado.

La Jornada

 

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