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Pensamiento :: 22/05/2008

La olla de las brujas. Sobre la ofensiva de los "neocón" españoles

Jónatham F. Moriche
Lo que Esperanza Aguirre propone no es liberalismo: es un monstruoso gólem ideológico incubado en los cursillos de la FAES, las tertulias de destrucción masiva de la COPE y las manifestaciones de la AVT.

Un neoconservadurismo autoritario timoneado, a imagen y semejanza de su equivalente norteamericano, por una peligrosa conjunción de iluminados y desaprensivos.

Como era previsible, la derrota electoral de marzo ha ejercido un impacto demoledor sobre el Partido Popular, sus medios de comunicación afines y su electorado. Los precarios consensos sobre los que se cimentaba el liderazgo de Mariano Rajoy han implosionado. El choque en torno a las candidaturas y las ponencias del próximo congreso del PP constituyen sólo el primer tanteo de una batalla por la hegemonía de la derecha española, que se anticipa lenta, sucia y extenuante, y que probablemente se prolongara durante toda la legislatura. Frente al confuso baile de nombres, declaraciones y posicionamientos de las últimas semanas, cabe preguntarse: ¿qué está pasando realmente en el interior de la derecha española? ¿Se trata sólo de una agresiva pugna por el poder, o realmente están en liza proyectos políticos diferenciados? ¿Representa la nueva guardia pretoriana de Rajoy una auténtica renovación ideológica frente al PP de la crispación y la conspiranoia? ¿Mantienen proyectos políticos diferentes Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, Rajoy y María San Gil, o sólo les separan sus distintos intereses y estilos?

Ha sido precisamente Esperanza Aguirre quien ha reclamado con mayor insistencia la apertura de un debate ideológico y de principios. Lo ha hecho, sin embargo, de un modo vergonzante y tramposo, tratando de apropiarse de un concepto, una tradición y una bandera que le son completamente ajenas: las del "liberalismo". En realidad, Aguirre y sus fieles habitan una galaxia ideológica situada a muchos millones de años-luz del liberalismo. La entera tradición liberal señala el respeto a la verdad en la esfera pública como pilar de una democracia decente, pero Aguirre y sus afines amamantan y se dejan jalear por los Jiménez Losantos, Pedro J. Ramírez y demás voceros de algunas de las mentiras más repugnantes de la historia de nuestra democracia: la "rendición del Estado" ante ETA, los "agujeros negros" del 11-M, los "400 asesinados" en las urgencias de Leganés... Liberal es el patriotismo de la Constitución y las instituciones democráticas, no la sobredosis de testosterona nacional-católica de Jaime Mayor Oreja y demás ideólogos del "se rompe España". Liberal es la tolerancia ética y religiosa, no el incansable martillo de herejes, rojos y pervertidos de monseñor Rouco Varela. Liberales son el respeto a la legalidad internacional y el amor al cosmopolitismo, no la masacre preventiva de los conjurados de las Azores. Los liberales españoles cayeron fusilados o marcharon al exilio por millares a lo largo del siglo XIX, en 1931 proclamaron, junto al resto de fuerzas democráticas, la II República Española, y a ella se mantuvieron leales en 1936, frente al alzamiento fascista que tan benignamente juzgan -o sencillamente niegan- Pio Moa, César Vidal y demás pseudo-historiadores juramentados contra esa verdad terrible que velan como templos tantas cunetas, zanjas y fosas de España. El mejor liberalismo se encarna en nuestra historia en la figura de Manuel Azaña, cuyos escritos tanto gustaba de citar José María Aznar antes de caer seducido por el fundamentalismo armado de sus siniestros amigotes de Washington y Tel Aviv y promover la "mutación neocón" de la derecha española.

Esto no es liberalismo: es un monstruoso gólem ideológico incubado en los cursillos de la FAES, las tertulias de destrucción masiva de la COPE y las manifestaciones de la AVT, un neoconservadurismo autoritario timoneado, a imagen y semejanza de su equivalente norteamericano, por una peligrosa conjunción de iluminados y desaprensivos. "Para la derecha pagana de Pedro Jota y Losantos", escribe Enrique de Diego, "la derrota electoral del PP, el 14 de marzo de 2004, ofrece la posibilidad de poner a dicho partido al servicio de su proyecto antropológico y, sobre todo, de sus intereses mediáticos. En primer lugar, porque las defensas de ese partido están muy bajas y porque la misma derecha social está desconcertada y, en buena medida, huérfana, necesitada de orientación y liderazgo [...]. Con un PP cuarteado, con la centralidad cuestionada por la derrota electoral, la teoría de la conspiración se irá situando, para la derecha pagana, como arma poderosa para someter al Partido Popular a consignas mediáticas. El 11-M no sólo vende periódicos y hace subir las audiencias de la radio; no sólo sirve para acosar a ABC y dejarle fuera de juego, entrando a saco en su clientela; también permite establecer una posición dominante sobre la estructura partidaria de la derecha como no se había conocido antes" (Conspiranoia. De cómo El Mundo y la COPE mintieron y manipularon sobre el 11-M. Editorial Rambla, 2007, pp. 75-76). Esta es la olla de las brujas en la que se cocina el siniestro proyecto político de Esperanza Aguirre, que nada tiene que ver con el liberalismo, y muy poco con una democracia decente. Está por descubrir si, en el seno del PP, y tras estos cuatro años de despropósitos, quedan espacio, coraje e ideas suficientes para poner en pie otra derecha, esta sí genuina y vocacionalmente democrática, que sea capaz de oponérsele.

jfmoriche@gmail.com | http://jfmoriche.blogspot.com


Este artículo se publicará en en número 44 de La Crónica del Ambroz (mayo de 2008). Edición on-line disponible en http://www.radiohervas.es.
 

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