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Colombia :: 03/12/2009

Colombia es pasión: el viacrucis de Guapi

Carlos de Urabá
La cruda realidad social que vive Colombia encarnada en el pueblo de Guapi

Hola! aquí les envio un artículo sobre la cruda realidad social que vive Colombia encarnada en el pueblo de Guapi.

hasta siempre, .

“Colombia es pasión”, “Colombia, el riesgo es que te quieras quedar”. “vive Colombia viaja por ella”. son algunas de las campañas gubernamentales para atraer a los turistas extranjeros.

Aunque el puerto de Guapi se encuentra situado a menos de una hora de vuelo de Bogotá, cuando uno desciende por la escalerilla del avión inmediatamente se da cuenta que no está en Suramérica, sino que por arte de magia ha llegado a África. Guapi más bien parece un barrio de Luanda, Brazaville o Yaundé porque la inmensa mayoría de sus 30.000 habitantes son descendientes de los esclavos africanos traídos en la época de la colonia a trabajar en las haciendas y las minas de oro. La adaptación genética se dio sin inconvenientes pues ellos procedían de un clima tropical húmedo y un ecosistema anfibio muy similar al de la costa pacífica colombiana.

Si eres un carapalida y caminas por las calles de Guapi, la gente murmura tus espaldas -Ahí viene un turista gringo, -aunque seas colombiano-.y sobre todo es señal que tienes plata, algo que cuenta mucho en un pueblo donde La situación económica es bastante precaria.

Además últimamente la cosa se ha puesto bien cruda pues el batallón de contraguerrillas 57 Mártires de Puerres y el batallón fluvial de infantería de marina N.10 apoyados por helicópteros de combate y aviones fantasmas adelantan desde hace varios días una ofensiva en la zona rastreando las plantaciones de coca y los laboratorios clandestinos. Como suele suceder en otros sitios de Colombia el cultivo de la coca y su procesamiento es el modus vivendi de la mayor parte de la población.

Paseando por el malecón observo varias de cantinas de mala muerte donde suena a todo volumen música salsa. A pesar de ser un día laborable la rumba se prende desde bien temprano. Un grupo de bohemios bailan borrachos al son del “Cali pachanguero”, un tema famoso del grupo Niche. Ingenuamente me pongo a tomar fotos sin medir las consecuencias. En una estrecha callejuela cerca del mercado de abastos se me aparecen dos cimarrones de 1.90 metros de estatura que me cuadran y me “invitan” a tomarme una cerveza en el bar de la esquina. Quieren saber quien soy yo. Por sus bocas destilan un tufo aguardientoso difícil de soportar. Me confiesan que los gringos y el ejército colombiano son los culpables de la crisis que vive Guapi pues la persecución desatada contra los carteles de narcotráfico ha hundido el negocio . Nada más localizar los cultivos ilícitos los fumigan con glifosato y los laboratorios clandestinos son destruidos a bombazos .

-¿Quién es usted?, ¿de dónde viene? ¿no será uno de esos de la DEA?

Me acusan de ser un espía. -Si comprobamos que eres un espía te vamos a descuartizar, ñanguita,compadre. Les planto cara y les respondo que yo no soy ningún informante o espía gringo ni nada que se parezca, que apenas soy un escritor cachaco o mejor un aventurero que viene a visitar la isla de Gorgona. Les enseñé mi cédula y les dije que estaba alojado en las residencias el Mirador. Pero claro de nada valen las bonitas palabras ni los papeles pues ellos ya no confían ni en su propia madre. Ante mi respuesta se fueron relajando y después de tomarnos un par de cervezas me dejaron libre, no sin antes advertirme: -Lo tenemos fichado así que ándase con cuidadito.

Como las calles de Guapi están completamente destrozadas lo mejor es usar unas botas pantaneras para caminar sin tropiezos. Hay que tener mucho cuidado con las trampas ocultas; alcantarillas sin tapa, huecos, charcos y hasta arenas movedizas. En la calle principal me toma de la mano una anciana negra que por amor a Dios me ruega un limosna. Le dejo unas monedas. Unos metros más adelante varios niños se acercan y me exigen una monedita para comprar pan. Les entrego lo que me piden ¿Qué más puedo hacer? Al pasar frente a la iglesia un joven estira el brazo suplicando una limosna pues su padre ha caído enfermo y necesita comprar unas medicinas en la farmacia. De inmediato le brindo otras monedas. Parezco Papá Noel , doy un paso y al instante la gente se me echa encima como abejas al panal.

El parque o la plaza de Guapi es el mejor lugar para medir cuál es la situación económica del municipio. A las diez de la mañana La mayoría de las personas que están sentadas a la sombra de las mangueras, no han desayunado. A lo mejor esperan que les caiga el maná bendito del cielo. ¿Quién sabe? o al menos un tintico (un café) ¿no?. Sus rostros carcomidos por la amargura lo dice todo. Las tripas chirrean, los dientes rechinan y no hay nada que echarle al buche. Ahora ya nadie se atreve a pedirme una monedita porque saben que ya me han desplumado. La ruina es total, no hay trabajo, no hay plata. Encima estamos aislados del resto del país por manglares, pantanos y selvas. Las únicas salidas posibles son por barco, con destino a Buenaventura o Tumaco, o por avión vía Cali o Popayán.

Me detengo en un negocio a llamar por teléfono y de repente aparece un viejo bien bullanguero que sonriente me saluda: ¡Buenos días, mi don! Oiga, ¿no será usted cachaco?. -hombre, pues sí, claro, yo soy de Bogotá. -y qué le parece Guapi Muy chévere -le contesto una mentira piadosa

A partir de ese momento Don Ciro se convirtió en mi providencial guía. Aunque tiene como unos 70 años se le ve bien plantado y con bastante vitalidad. Me cuenta que él es uno de los tantos pescadores que se ha pasan la vida entera echando la atarraya en el río, pero que ahorita se quedó sin canoa pues en la última crecida se la llevó la corriente. Entramos en confianza y de inmediato me pone al tanto de los últimos chismes que circulan por el pueblo. -El Alcalde se está construyendo tremenda casota. ¡ay familia! Debe serruchar la platica de los presupuestos de lo lindo. Como van a dar las doce del día lo invitó a almorzar en el mercado.

Sentados en uno de los comedores deleitamos un arroz con coco y camarones, mientras don Ciro sigue su relato. -A este pueblo le cayó una maldición. Por eso hay tanto emigrante que se larga a Buenaventura, Popayán o Cali. Aquí los que mandan son los carteles de la droga y las bandas paramilitares de los Rastrojos y las Águilas Negras. El otro día sin ir más lejos nos llegó un sufragio que ponía “los niños buenos se acuestan a las ocho”. Eso es para meternos miedo y controlar a la población. Por allá en las Bocas del Napi la guerrilla maneja su territorio. No hay quien se les compare pues conocen la selva como la palma de la mano y es muy difícil localizarlos. Como la próxima semana viene el presidente a un consejo comunal el ejército se ha tomado el pueblo. Pero en todo caso nadie para esta ola de violencia sino mire nomás lo que le pasó hace una semana a don Octavio, un comerciante que mataron a punta de motosierra por no pagarle la vacuna a los paras. Al otro día amaneció oliendo bien feo por este lado del barrio y cuando quisieron averiguar si había un bicho muerto, ahí mismito lo encontraron en una alcantarilla todo descuartizado. El diablo anda suelto. Por acá no hay más que odio y venganza. Fíjese que hasta el río está plagado de piratas y por robarle a uno el motor de la lancha son capaces de cortarle la cabeza. No se vaya a ir por ahí solito, no, no, no mijito. Si algún día me estoy muriendo, tóquenme un currulao y verán que enseguidita me despierto. Los fines de semana en Guapi se prende las fiestotas en las cantinas y en medio de la borrachera comienza el tiroteo así que es mejor encerrarse juicioso en la casa a ver televisión. Si es que hay luz porque muchas veces la cortan pues la central es tan vieja que ya no hay repuestos para arreglarla.

A pesar de su edad Don Ciro no se da por vencido y quiere volver a pescar. Aunque primero necesita una nueva canoa y operarse de las cataratas que lo tienen a punto de quedarse ciego. Por el momento su rutina diaria se limita a ver pasar el tiempo en la puerta de su casa sentado en una mecedora. Es humillante que ocurran estas cosas: ancianos totalmente desprotegidos, sin seguridad social, enfermos que tienen que suplicar que les perdonen la vida en los hospitales, mendigos que vagan cual fantasmas por las calles, niños desnutridos inflados de lombrices. Aparte de los cientos de desplazados por la violencia que no tienen ni donde caerse muertos. Guapi hace un par dos años vivió una época de bonanza cocalera. Dinero fácil contante y sonante. En el pueblo sobraba la comida, había un gran derroche y la gente sólo pensaba en satisfacer sus lujos y caprichos. Todas las semanas salían dos o tres lanchas voladoras cargadas hasta los topes de alcaloide rumbo a Centroamérica. Se abrieron más de veinte discotecas y los prostíbulos estaban bien abastecidos de preciosas chicas llegadas de Cali y Bogotá. En el pueblo corría la plata a manos llenas y la cosa iba mejorando pero la política de seguridad democrática y el plan Colombia lo mandó todo para el carajo. Se echó encima la represión a eliminar las plantaciones de coca, a fumigar los campos y capturar a los narcotraficantes. El gobierno para intentar reactivar la economía ha implementado un plan piloto contra la pobreza. El objetivo: plantar 10.000 hectáreas de palma africana destinadas a producir agrocombustibles. Dizque van a generar empleo, aunque lo cierto es que el máximo beneficio se lo lleva la empresa privada que es la que maneja las concesiones. Ellos son los culpables de la devastación de la selva virgen que posee una biodiversidad insuperable. Para colmo buena parte de los esquejes están afectados por un hongo que pudren los cogollos y secan las palmas.

Don Ciro me invita a su casa pues desea presentarme a su familia. Como todos los afrocolombianos son muy creyentes y en la sala han montado un altar donde se distingue un retrato del Sagrado Corazón de Jesús junto a varias vírgenes y santitos de porcelana. Dios es la única esperanza que les queda y no hay más remedio que encomendarse a su protección. En un barracón construido con tablas viven hacinados en tres humildes cuartuchos su mujer, sus hijos y algunos familiares arrimados. El calor es insoportable. las cucarachas corretean por el piso apostando carreras mientras don Ciro a palmotazo limpio se entretiene matando los mosquitos. Una de sus hijas vende minutos de teléfono celular y sus otros hijos se dedica a cortar madera, cortar cocos o cargar bultos en el mercado. Lo que ganan apenas alcanza para pagar los servicios y alimentarse con la dieta básica: plátano y yuca. Me ofrecen una aguadepanela mientras contemplamos en un desvencijado televisor de los años setenta la telenovela de moda, la Hija del Mariachi. De repente, se va la luz. ¡Huy! que poco dura la felicidad en la casa del pobre. Nos quedamos en la oscuridad más absoluta. Como es natural espero que saquen unas velas y listo. Pero pasan los minutos y nada de nada.

Al final Don Ciro cariacontecido me pide que le dé un poco de dinero para comprar velas y solucionar la emergencia. Aquí ni siquiera se puede aplicar ese dicho que dice “que son tan pobres que están a dos velas”. Si no es la electricidad es el agua pues el acueducto tampoco funciona. ¡Qué paradoja! hay que recoger el agua de la lluvia o irse al río para asearse o lavar la ropa. En Guapi la mala calidad del agua es la causa de enfermedades como la salmolenosis, el cólera o la diarrea.

El anciano pescador es una copia fiel del personaje del libro “el viejo y el mar” de Hemingway, Don Ciro espera que alguien le colabore para comprarse una canoa y volver a pescar como en sus buenos tiempos.

-Yo salía a eso de las cuatro del a mañana y a la hora del almuerzo regresaba con una katarbanada de sábalos, palometas, camarones y cangrejos que casi hundían la canoa. Su mujer doña Eladia prepara en el fogón un arroz con coco y toyo ( tiburoncito) que compramos en el mercado para celebrar nuestro encuentro. Ahora se les nota eufóricos pues hace tiempo que no disfrutaban de una comida en condiciones. -Usted piensa viajar a Gorgona- la doña me pregunta curiosa. -Sí, mañana me voy en la lancha con los biólogos del parque a visitar la isla. ¡Ah! allá en Gorgona hay cosas muy bonitas y no se comparan con esta maldita miseria.

Gorgona es una isla paradisíaca situada a 35 kilómetros de la costa donde antiguamente existía un presidio militar que fue cerrado en los años ochentas. Hoy es un parque nacional administrado por la empresa Aviatur, propiedad de Jean Claude Bessudo, uno de los compadres del presidente Uribe. El próximo domingo se va a inaugurar un hotel de lujo reservado exclusivamente a los turistas de alto poder adquisitivo que vienen a observar el apareamiento de las ballenas o a bucear en los impresionantes jardines de coral de los fondos marinos. Sobra decir que todos los empleados del complejo son nativos de la región que cobran el salario mínimo.

Los dueños de la mayor parte de los negocios de Guapi son comerciantes de origen antioqueño o valluno, gente del interior del país, mestizos y blancos que dominan el arte del mercadeo. Muy pocos negros han progresado, no tienen iniciativa propia y parece que necesitaran un amo que les ordene. La tutela del blanco y su pantomima tarzanesca continúa igual como en la colonia.

El alcalde del pueblo es un tal Florentino Obregón, un negro muy avispado del Partido Conservador(hasta que no se aprobó la constitución del año 91 todos los alcaldes eran blancos nombrados a dedo desde Popayán) que como suele ocurrir en estos casos lo único que le interesa es meterle mano a las arcas municipales. La corrupción administrativa es la característica más sobresaliente de los últimos gobernantes. Por ejemplo, en este momento la plata para salud y educación desapareció sin dejar rastro. No hay duda que la política es mantener a los ciudadanos bajo el yugo de la ignorancia y analfabetismo. En el hospital no hay medicinas y por falta de espacio han tenido que sacar los pacientes en camillas a los patios. ¡Qué descaro más grande! robarle a los más pobres, un acto canallesco que merece un ejemplar escarmiento.

Por curiosidad me fui a echarle una ojeada a la casa del alcalde y compruebo que es cierto lo que me contó don Ciro. Ese humilde ranchito en el que antes vivía se ha trasformado en una esplendorosa mansión.

A las tres de la tarde salen los estudiantes de los colegios y el bullicio en las calles de Guapi es ensordecedor. Los jóvenes uniformados saltan, ríen y echan chistes; otros bailan de alegría al son del reguetón que escupen los parlantes de los negocios. La piel de ébano domina el paisaje. África más que nunca se hace presente.

Desde los tiempos del virreinato de la Nueva Granada en la costa del Pacifico colombiano se vienen explotando los yacimientos de oro; unas veces en los socavones y otras extrayéndolo con bateas en los ríos Guapi, San Francisco, Napi y Guajui. Igualmente los aserraderos han devastado miles y miles de hectáreas del bosque nativo para surtir la demanda de la industria maderera. Especies como el chanul, la caoba, la ceiba, o el cativo se encuentran en vías de extinción. Para explotar tales las riquezas se necesitaba una raza de gran resistencia física, cimarrones recios y fuertes que aguanten las inclemencias del clima y el infernal ritmo de trabajo. Como recuerdo de ese horrible crimen que significó la esclavitud nos queda una de las melodías mas antiguas de Colombia: “a la mina no voy”

“En la mina brilla el oro al fondo del socavón el blanco se lo lleva todo y al negro deja el dolor”

“Y aunque mi amo me mate a la mina no voy yo no quiero morirme en un socavón”

En esta composición anónima nos deja una mensaje de rebeldía ante tantas injusticias y sufrimientos. Las ansias de libertad provocó que cientos de miles de esclavos escaparan de las garras de los negreros escondiéndose en lo más profundo de la selva donde fundaron sus quilombos y palenques.

Cuando llueve las calles de Guapi se convierten en auténticos barrizales. Entonces a la alcaldía se la ha ocurrido la genial idea de rellenarlas con basuras que arrojan a diario los empleados de la limpieza pública. Aunque luchar contra los elementos en una de las regiones más lluviosas del planeta es casi un imposible.

Chapoteando como un cerdo entre los pantanos surge de la espesura un espectro famélico con el torso descubierto y los pies descalzos. Sus raídos pantalones los amarra con una cabuya y en su mano sostiene un báculo que le ayuda a mantener el equilibrio. A este ser esquelético se le marcan las costillas de pura inanición. Sorprendido lo saludo y él se presenta con el nombre de Pastor. Me dice que es un desplazado del pueblo de la Ceja, Nariño. Todo los días sale a recoger los desperdicios que tiran los restaurantes o en las basuras que arrojan al puerto fluvial. A veces se mete a robar en las casas y cuando lo pillan in fraganti recibe tremendos palizones a punta de garrote y machetazos que han dejado su cuerpo remendado de cicatrices. Y lo más macabro es que al verse perseguido ha ocupado uno de los panteones del cementerio. Con voz entrecortada me confiesa que sus únicos amigos son los muertos pues ellos les dan más cariño que los vivos. El señor Pastor a perdido su condición humana para trasformarse en un animal de monte al que apodan “el muerto” .

Don Ciro me conduce hasta las afueras del pueblo donde queda ubicado el barrio Venecia. Este nombre se lo pusieron en honor a la Venecia Italiana pues aquí también hay canales y puentes. Este es una zona de palafitos, o sea, que las casas se sostienen en el aire con grandes pilotes de madera como precaución a las avenidas e inundaciones. El barrio Venecia se halla en medio de un pantano de aguas putrefactas donde pululan las ratas y revolotean los gallinazos. En invierno por culpa de las lluvias torrenciales los ríos braman caudalosos y muchas veces se desbordan. Literalmente se vive con el agua al cuello. Pero quizás la tragedia más horrorosa de los últimos tiempos se produjo el mes de octubre cuando cayó la gota fría y tras una semana de intensos aguaceros se desbordó el río Guapi causando una catástrofe sin precedentes. Más de 800 familias tuvieron que ser damnificadas, se perdieron los cultivos de pan coger, la yuca, el plátano, el maíz y el chontaduro. El fantasma del hambre asola la población que para depende por completo de la ayuda humanitaria.

Atravesamos puentes de madera y seguimos a lo largo de un sendero encharcado donde los vecinos me miran perplejos. No pueden creer que un extranjero venga por aquí a contemplar tales atractivos turísticos. En una casucha de palma encuentro acurrucado a un personaje harapiento que lleva un gran sombrero de palma cubriéndole la cabeza. Es un mulato de mediana edad al que todo el mundo conoce como el “brujo” pues conoce los secretos de las yerbas y sabe preparar las pócimas de hechicería. Carga todas sus pertenencias en bolsas de plástico que lleva colgadas a los hombros. Este hombre vive en otra dimensión, de veras que su reino no es de este mundo- ¡Hola! ¿qué tal? lo salude y el Brujo ni se inmutó permaneciendo callado con la mirada perdida sin ni siquiera pestañear. La gente le tiene respeto pues según dicen posee poderes sobrenaturales. Seguro con su magia negra es capaz de hacerme un maleficio así que es mejor dejarlo en paz vaya ser que se arrebate.

Bueno, ha llegado el momento de partir, esta corta visita ha dejado una profunda huella en mi corazón. En el embarcadero me aguarda la lancha que sale a la isla de Gorgona llevando a los funcionarios del parque. El próximo fin de semana tomaré el barco que va a Buenaventura y desde allí regresaré por tierra hasta Bogotá. Don Ciro tiene los ojos vidriosos y se le ve un poco compungido pues en un par de días nos hemos hecho buenos amigos. Yo también le voy a echar de menos. Esta ha sido una experiencia aleccionadora que como nunca me ha permitido penetrar en las entrañas de Colombia. El meter el dedo en la yaga te da una perspectiva real de lo que sucede en nuestro país, una versión que el gobierno nacional intenta encubrir con toda esa estúpida propaganda de carnavales, reinas de belleza y el café más suave del mundo. Le doy un abrazo a don Ciro y el suelta un -¡ay, cuando será que lo vuelva a ver otra vez! parece que me estuviera despidiendo de mi propio abuelo, padre o hermano. Hasta siempre querido compañero, ojalá los hados del destino nos vuelvan a juntar.

* Investigador de Colombia

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