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Pensamiento :: 28/06/2008

¿Qué es eso de la teoría QUEER?

Carmen Hernández Ojeda
¿Qué es la teoría queer? ¿Qué significa esa palabra que tanto cuesta traducir al español[1]? Harían falta muchas páginas para explicar los significados y las críticas de ese término y teoría (aunque deberíamos decir teorías, porque hay varias corrientes) que lentamente se está instalando en el Estado español.

Tan sólo pretendo destapar un poquito la olla a presión en la que se encuentra el concepto queer en la cultura occidental y asomarnos a ver lo que hay dentro. Después, si se abre el apetito o la curiosidad, hay muchos sitios donde continuar la búsqueda [2].

En primer lugar, lo “queer” es una respuesta. Una reacción de un sector de la población gai, lesbiana, transexual y transgénero de Estados Unidos ante el camino que había tomado el movimiento homosexual más influyente. A principios de los 90, ese frente más visible se había convertido en defensor de un status quo conservador. Parecía que el movimiento de liberación sexual lo constituían solamente hombres homosexuales, blancos, de clase media alta, sanos…Super divinos. Todos iguales. El resto (bolleras, maricas, drag kings, drag queens, sados, seropositivos, transexuales, no-blancos, etc.) apenas existía en las agendas de los lobbys homosexuales. Del espíritu revolucionario de Stonewall apenas quedaba nada: en la búsqueda por la aceptación social, se llegó a apartar a aquellos que pudieran dificultar ese proceso[3].

Pero hubo gente que se hartó de esa situación y empezó a reunirse, a reflexionar sobre la lucha, la identidad y la diversidad. Y de ahí surgió el pensamiento queer. Se tomaron ideas de Michel Foucault y de Monique Wittig, y pensadores como Judith Butler [4], Eve K. Sedgwick, Donna Haraway y Teresa de Lauretis publicaron textos que cuestionaban diversos aspectos de la teoría feminista y de los estudios gais y lesbianos, un proceso que sigue aún en marcha [5].

¿Qué significa “Queer”?

En su sentido original, “queer” significa “raro” en inglés. Se usaba como un insulto contra aquellos que estaban relegados a los márgenes de la sexualidad dominante (como “bollera” o “marica”) pero ha sido reapropiado por quienes recibían ese insulto. De este modo, se han convertido -por primera vez- en los productores del discurso sobre sexualidad (las minorías sexuales siempre han sido el objeto estudiado, el “otro”). Ahora son, como dice Beatriz Preciado, “el sujeto de la enunciación”.

Uno de los valores más importantes del término es no ser algo estanco, esencial. Sino estar en permanente evolución, como las personas. Y esa es, también, una de las ideas en las que están de acuerdo los que usan la teoría queer: la identidad no es una esencia sino un continuo. ¿Y qué quiere decir esto? No es fácil de explicar. Posiblemente, si uno nunca ha tenido la presión de cuestionarse quién es en términos de su identidad de género o sexual, e incluso aunque lo haya hecho, estas ideas le pueden sonar pretenciosas e incluso potencialmente dañinas. Pero somos muchas las personas que nos cuestionamos que los conceptos de hombre y mujer son una construcción social. Que todo es mucho más complicado de lo que nos dicen, que podría ser lo siguiente: Un ser humano nace. Y en función de sus genitales (especialmente) y de sus cromosomas, se le pone en una de las dos casillas posibles. En ellas les espera un pack que le acompañará el resto de su vida y que contiene desde una categoría de ropa hasta un set de valores (que son diferentes para cada grupo). Pero esas casillas no están flotando en el aire: cada una está colocada en un extremo de una recta. Nos dicen que son opuestas y diferentes: Hombre y Mujer. A partir de ahí, sigue la película. Esos seres, desde sus casillas respectivas, están llamados a atraerse (heteronormatividad), a tener hijos y perpetuar la especie.

Pero resulta que las cosas no son tan simples, que ese planteamiento se cumple en algunas personas pero no en todas. Lo cual hace que algo considerado esencial, lo esperable, lo evidente, se demuestre como una construcción. Nos dicen que las cosas siempre han sido así, pero es mentira. Se van moviendo, sin que los de cada época se den cuenta de los cambios.

A estas alturas, gracias a los movimientos feministas, se ha más que cuestionado ese set que se supone propio de cada sexo. Tanto en el plano de los roles y valores (mujeres fuertes, hombres que lloran, padres que cuidan a sus hijos, hombres que visten y gesticulan de un modo considerado femenino y viceversa, etc.) como en el de la identidad sexual. Pero, ¿y esas dos casillas en sí? ¿no podrían ser una construcción también? ¿Se han preguntado alguna vez por qué el mundo está dividido sólo en dos sexos, hombre y mujer, que se suponen opuestos? ¿acaso siempre ha sido así?

No. No ha sido siempre así6. Thomas Laqueur[7] explica cómo hasta el siglo XVIII existía un sexo: el hombre; y una versión imperfecta: la mujer. Se consideraba que tenían los mismos órganos genitales, pero el ser imperfecto no los había sacado al exterior [8]. En algunas culturas consideran la existencia de tres sexos y algunos sexólogos llegan hasta considerar la existencia de cinco sexos en la nuestra (Anne Fausto-Sterling). Honestamente, me da igual si hay una, dos, o quinientas categorías… Lo importante es darse cuenta de que el modo en que se ha dividido nuestro mundo es una construcción, a pesar de que nos dicen lo contrario. Y que esa construcción es muy dolorosa. Especialmente para aquellas personas que no encajan en los moldes esperados. ¿Sabían que, según la Intersex Society of NorthAmerica, uno de cada 100 bebés no nace con los genitales “esperados”?. [10] Pero en vez de usar esta realidad para cuestionar ese concepto de hombre (pene de determinada longitud, testículos y cromosomas XY) y mujer (vagina, mamas y cromosomas XX) que gravita en nuestra cultura, se transforma a la persona, sin su consentimiento, nada más nacer. Es como si alguien decidiera que sólo hay dos tallas de zapatos posibles y que en función de ellas eres una cosa u otra. Imaginen que ustedes van a probarse unos zapatos y su pie no encaja en ninguno de esos dos números. En vez de fabricar más tallas, el dependiente te alargará el pie o te lo encogerá como pueda hasta que quepa en uno de los dos modelos. Podrías elegir salir de la zapatería y caminar descalzo, pero este mundo está lleno de cristales rotos. Y cuando eres un bebé ni siquiera tienes la posibilidad de elegir. Alguien con una bata blanca se encargará de que encajes. Como sea.

Pero esta necesidad de demostrar que somos un reflejo de un molde ideal nos afecta a todos. Porque no se queda sólo en la cuestión genital (sexual): hay que demostrar continuamente que somos hombres o mujeres en nuestro aspecto, roles, … (género). Es lo que Judith Butler llama la performatividad del género. Estamos construyendo nuestra identidad constantemente. [11]

Así pues, la teoría queer plantea que tanto el género como el sexo son una construcción, un planteamiento que está en permanente contestación. Lo importante es que la teoría queer ha tirado una bomba a diversos campos teóricos y eso está aportando un debate muy enriquecedor.

Activismo y teoría

Podríamos decir que hay dos vertientes de lo queer: el ámbito teórico, con gente como Judith Butler, Teresa de Lauretis, etc., y el activista, con grupos como ACT UP, Queer Nation,… La influencia que ha tenido esta teoría en el mundo académico norteamericano es grande. Aquí conocimos grupos como LSD o la Radikal Gai en los 90, pero es ahora cuando se está planteando lo queer desde el ámbito académico.
¿Y qué es la teoría “queer”? Si me permiten la metáfora, es como unas gafas para ver la realidad. Unas gafas bifocales, de esas que te permiten ver de lejos y de cerca. Hasta ahora, usábamos dos gafas importantes (entre muchas otras): las del género y las de la identidad sexual. Cuando hablábamos de ser hombre o mujer, nos poníamos las de pasta. Y cuando cambiábamos de tercio y hablábamos de homosexualidad y heterosexualidad, nos poníamos las de metal. Pues con la teoría queer, tenemos todo en uno: cuando analizamos un tema, nos fijamos en todos los aspectos que lo configuran, no sólo en el género y en la identidad sexual, sino en la construcción étnica, en la de clase, etc., y en cómo se relacionan entre ellas. Queer, como herramienta teórica, es sinónimo de cuestionar, de no dar por hecho nada, ni siquiera la propia teoría queer; o no creer que hay una sola verdad, o que la identidad es algo compacto e inamovible. Es una forma de percibir la realidad, por eso se usa tanto en el mundo de los estudios literarios como en el de las ciencias sociales.

A nivel militante, queer es estar abierto a la diversidad, a no esperar conductas normativas, a no definir el género de una persona en función de sus genitales, a cuestionar las jerarquías, el modo en que nos presentan el mundo, a visibilizar otras realidades… Cada uno saca su propia lectura.

Lo que he aprendido desde que empecé a leer, a debatir y a ver el mundo con estas gafas queer, es a sumar de verdad. Nunca había entendido el concepto de diversidad hasta que fui consciente de la abrumadora cantidad de identidades que nos rodean y de cómo mi propia identidad no encuentra definición posible con unos términos y clasificaciones caducos. Los sigo usando, por cuestión práctica y política, pero no son suficientes para explicar quién soy. Somos millones de personas para tan pocas casillas: hombre o mujer. Homosexual, bisexual o lesbiana. En mi interpretación queer no pretendo eliminar las categorías que hay, eso es restar, sino construir otras o defender el derecho a no tener que encasillarse en ninguna. Lo único claro que tengo es que esto es un juego y nosotros somos las piezas. Y nos vamos dejando la vida en él. ...

Notas:

nº 34 abril 03

¿Qué es eso de la teoría QUEER?
Monique Wittig, la poeta, militante y ensayista queer más influyente del último tercio del siglo XX, acaba de fallecer en Arizona a los 67 años. Sus obras L’Opoponax (1964), Les Guérrillères (1969) y El cuerpo lesbiano (1973) revolucionaron el feminismo y la escritura sobre el deseo. En El cuerpo lesbiano Wittig explicita el deseo lesbiano como nunca se había hecho hasta el momento, con un lenguaje que se desgarra violentamente y que muestra la propia descomposición de la subjetividad. En 1970 Wittig participa en la creación del primer grupo de lesbianas en Francia, Les gouines rouges (Las bolleras rojas). En su ensayo más radical, “The straight mind” (1980), Wittig subvierte la tradición del feminismo heterocentrado, y acuña la expresión que la hará famosa en el mundo entero: “las lesbianas no son mujeres”. En esta obra Wittig muestra que “la mujer” es una categoría política que surge en el marco de un discurso heterocentrado. El pensamiento de Wittig es uno de los pilares fundamentales de la teoría queer, por lo que, con motivo de la desaparición de esta pensadora, os ofrecemos un artículo sobre este movimiento.

Carmen Hernández Ojeda
>> ¿Qué es la teoría queer? ¿Qué significa esa palabra que tanto cuesta traducir al español1? Harían falta muchas páginas para explicar los significados y las críticas de ese término y teoría (aunque deberíamos decir teorías, porque hay varias corrientes) que lentamente se está instalando en el Estado español. Tan sólo pretendo destapar un poquito la olla a presión en la que se encuentra el concepto queer en la cultura occidental y asomarnos a ver lo que hay dentro. Después, si se abre el apetito o la curiosidad, hay muchos sitios donde continuar la búsqueda2.
En primer lugar, lo “queer” es una respuesta. Una reacción de un sector de la población gai, lesbiana, transexual y transgénero de Estados Unidos ante el camino que había tomado el movimiento homosexual más influyente. A principios de los 90, ese frente más visible se había convertido en defensor de un status quo conservador. Parecía que el movimiento de liberación sexual lo constituían solamente hombres homosexuales, blancos, de clase media alta, sanos…Super divinos. Todos iguales. El resto (bolleras, maricas, drag kings, drag queens, sados, seropositivos, transexuales, no-blancos, etc.) apenas existía en las agendas de los lobbys homosexuales. Del espíritu revolucionario de Stonewall apenas quedaba nada: en la búsqueda por la aceptación social, se llegó a apartar a aquellos que pudieran dificultar ese proceso3.
Pero hubo gente que se hartó de esa situación y empezó a reunirse, a reflexionar sobre la lucha, la identidad y la diversidad. Y de ahí surgió el pensamiento queer. Se tomaron ideas de Michel Foucault y de Monique Wittig, y pensadores como Judith Butler4, Eve K. Sedgwick, Donna Haraway y Teresa de Lauretis publicaron textos que cuestionaban diversos aspectos de la teoría feminista y de los estudios gais y lesbianos, un proceso que sigue aún en marcha5.

¿Qué significa “queer”?
En su sentido original, “queer” significa “raro” en inglés. Se usaba como un insulto contra aquellos que estaban relegados a los márgenes de la sexualidad dominante (como “bollera” o “marica”) pero ha sido reapropiado por quienes recibían ese insulto. De este modo, se han convertido -por primera vez- en los productores del discurso sobre sexualidad (las minorías sexuales siempre han sido el objeto estudiado, el “otro”). Ahora son, como dice Beatriz Preciado, “el sujeto de la enunciación”.
Uno de los valores más importantes del término es no ser algo estanco, esencial. Sino estar en permanente evolución, como las personas. Y esa es, también, una de las ideas en las que están de acuerdo los que usan la teoría queer: la identidad no es una esencia sino un continuo. ¿Y qué quiere decir esto? No es fácil de explicar. Posiblemente, si uno nunca ha tenido la presión de cuestionarse quién es en términos de su identidad de género o sexual, e incluso aunque lo haya hecho, estas ideas le pueden sonar pretenciosas e incluso potencialmente dañinas. Pero somos muchas las personas que nos cuestionamos que los conceptos de hombre y mujer son una construcción social. Que todo es mucho más complicado de lo que nos dicen, que podría ser lo siguiente: Un ser humano nace. Y en función de sus genitales (especialmente) y de sus cromosomas, se le pone en una de las dos casillas posibles. En ellas les espera un pack que le acompañará el resto de su vida y que contiene desde una categoría de ropa hasta un set de valores (que son diferentes para cada grupo). Pero esas casillas no están flotando en el aire: cada una está colocada en un extremo de una recta. Nos dicen que son opuestas y diferentes: Hombre y Mujer. A partir de ahí, sigue la película. Esos seres, desde sus casillas respectivas, están llamados a atraerse (heteronormatividad), a tener hijos y perpetuar la especie.
Pero resulta que las cosas no son tan simples, que ese planteamiento se cumple en algunas personas pero no en todas. Lo cual hace que algo considerado esencial, lo esperable, lo evidente, se demuestre como una construcción. Nos dicen que las cosas siempre han sido así, pero es mentira. Se van moviendo, sin que los de cada época se den cuenta de los cambios.
A estas alturas, gracias a los movimientos feministas, se ha más que cuestionado ese set que se supone propio de cada sexo. Tanto en el plano de los roles y valores (mujeres fuertes, hombres que lloran, padres que cuidan a sus hijos, hombres que visten y gesticulan de un modo considerado femenino y viceversa, etc.) como en el de la identidad sexual. Pero, ¿y esas dos casillas en sí? ¿no podrían ser una construcción también? ¿Se han preguntado alguna vez por qué el mundo está dividido sólo en dos sexos, hombre y mujer, que se suponen opuestos? ¿acaso siempre ha sido así?
No. No ha sido siempre así6. Thomas Laqueur7 explica cómo hasta el siglo XVIII existía un sexo: el hombre; y una versión imperfecta: la mujer. Se consideraba que tenían los mismos órganos genitales, pero el ser imperfecto no los había sacado al exterior8. En algunas culturas consideran la existencia de tres sexos y algunos sexólogos llegan hasta considerar la existencia de cinco sexos en la nuestra (Anne Fausto-Sterling). Honestamente, me da igual si hay una, dos, o quinientas categorías… Lo importante es darse cuenta de que el modo en que se ha dividido nuestro mundo es una construcción, a pesar de que nos dicen lo contrario. Y que esa construcción es muy dolorosa. Especialmente para aquellas personas que no encajan en los moldes esperados. ¿Sabían que, según la Intersex Society of NorthAmerica, uno de cada 100 bebés no nace con los genitales “esperados”?.10 Pero en vez de usar esta realidad para cuestionar ese concepto de hombre (pene de determinada longitud, testículos y cromosomas XY) y mujer (vagina, mamas y cromosomas XX) que gravita en nuestra cultura, se transforma a la persona, sin su consentimiento, nada más nacer. Es como si alguien decidiera que sólo hay dos tallas de zapatos posibles y que en función de ellas eres una cosa u otra. Imaginen que ustedes van a probarse unos zapatos y su pie no encaja en ninguno de esos dos números. En vez de fabricar más tallas, el dependiente te alargará el pie o te lo encogerá como pueda hasta que quepa en uno de los dos modelos. Podrías elegir salir de la zapatería y caminar descalzo, pero este mundo está lleno de cristales rotos. Y cuando eres un bebé ni siquiera tienes la posibilidad de elegir. Alguien con una bata blanca se encargará de que encajes. Como sea.
Pero esta necesidad de demostrar que somos un reflejo de un molde ideal nos afecta a todos. Porque no se queda sólo en la cuestión genital (sexual): hay que demostrar continuamente que somos hombres o mujeres en nuestro aspecto, roles, … (género). Es lo que Judith Butler llama la performatividad del género. Estamos construyendo nuestra identidad constantemente.11
Así pues, la teoría queer plantea que tanto el género como el sexo son una construcción, un planteamiento que está en permanente contestación. Lo importante es que la teoría queer ha tirado una bomba a diversos campos teóricos y eso está aportando un debate muy enriquecedor.

Activismo y teoría
Podríamos decir que hay dos vertientes de lo queer: el ámbito teórico, con gente como Judith Butler, Teresa de Lauretis, etc., y el activista, con grupos como ACT UP, Queer Nation,… La influencia que ha tenido esta teoría en el mundo académico norteamericano es grande. Aquí conocimos grupos como LSD o la Radikal Gai en los 90, pero es ahora cuando se está planteando lo queer desde el ámbito académico.
¿Y qué es la teoría “queer”? Si me permiten la metáfora, es como unas gafas para ver la realidad. Unas gafas bifocales, de esas que te permiten ver de lejos y de cerca. Hasta ahora, usábamos dos gafas importantes (entre muchas otras): las del género y las de la identidad sexual. Cuando hablábamos de ser hombre o mujer, nos poníamos las de pasta. Y cuando cambiábamos de tercio y hablábamos de homosexualidad y heterosexualidad, nos poníamos las de metal. Pues con la teoría queer, tenemos todo en uno: cuando analizamos un tema, nos fijamos en todos los aspectos que lo configuran, no sólo en el género y en la identidad sexual, sino en la construcción étnica, en la de clase, etc., y en cómo se relacionan entre ellas. Queer, como herramienta teórica, es sinónimo de cuestionar, de no dar por hecho nada, ni siquiera la propia teoría queer; o no creer que hay una sola verdad, o que la identidad es algo compacto e inamovible. Es una forma de percibir la realidad, por eso se usa tanto en el mundo de los estudios literarios como en el de las ciencias sociales.
A nivel militante, queer es estar abierto a la diversidad, a no esperar conductas normativas, a no definir el género de una persona en función de sus genitales, a cuestionar las jerarquías, el modo en que nos presentan el mundo, a visibilizar otras realidades… Cada uno saca su propia lectura.
Lo que he aprendido desde que empecé a leer, a debatir y a ver el mundo con estas gafas queer, es a sumar de verdad. Nunca había entendido el concepto de diversidad hasta que fui consciente de la abrumadora cantidad de identidades que nos rodean y de cómo mi propia identidad no encuentra definición posible con unos términos y clasificaciones caducos. Los sigo usando, por cuestión práctica y política, pero no son suficientes para explicar quién soy. Somos millones de personas para tan pocas casillas: hombre o mujer. Homosexual, bisexual o lesbiana. En mi interpretación queer no pretendo eliminar las categorías que hay, eso es restar, sino construir otras o defender el derecho a no tener que encasillarse en ninguna. Lo único claro que tengo es que esto es un juego y nosotros somos las piezas. Y nos vamos dejando la vida en él. ...

Notas:

(1) Ver la introducción que hace la traductora María A. Oliver-Rotger al respecto en Sexualidades transgresoras: una antología de estudios queer, compilado por Rafael Mérida Jiménez.

(2) Páginas como www.queertheory.org en inglés. En castellano, ver la introducción de Sexualidades transgresoras. En la bibliografía del Seminario llevado a cabo en Sevilla sobre “Retóricas del género” www.uia.es/artpen/estetica/estetica01/frame.html hay referencias interesantes.

(3) Aún hoy, en muchos sitios se pide a la gente transgénero (persona que “se encuentra a disgusto con el sistema de bipolaridad y oposición de género socialmente establecido, rechaza los “genitales culturales” y renuncia a la asociación del género con los genitales, prefiriendo verse enmarcado/a en un continuo de masculinidad/feminidad” Jose Antonio Nieto en Transexualidad, transgenerismo y cultura) que no participe de las manifestaciones por el orgullo glbt, pues algunos gais, lesbianas y transexuales no quieren ser identificados con personas cuya imagen y estilo de vida es rechazado por la sociedad burguesa.

(4) Ver www.theorycards.org.uk/card02.htm para más información. Se ha traducido su ensayo más importante, Gender Trouble (1990) como Género en disputa.

(5) Una respuesta brillante es la llevada a cabo por la española Beatriz Preciado en Manifiesto contrasexual

(6) Ver Transexualidad, transgenerismo y cultura para tener una visión más clara de este asunto.

(7) La construcción del sexo

(8) Un famoso médico español del siglo XVI, Huarte de San Juan, decía lo siguiente: “Y es que el hombre, aunque nos parece de la compostura que vemos, no difiere de la mujer, según dice Galeno, más que en tener los miembros genitales fuera del cuerpo” (Examen de ingenios para las ciencias.)

(9) Según estudios del psicólogo John Money de la Universidad Johns Hopkins.

(10) www.isna.org “The Intersex Society of North America (ISNA)

(11) La construcción del género es una de las ideas clave de la teoría queer, pero resulta difícil explicarla en pocas palabras.

 

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