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Argentina :: 14/07/2008

Las fábricas recuperadas en Argentina, ¿experiencia antisistémica?

Gustavo Castro Soto
Sus peligros estarán en la gerentización, la descoperativización, diferencias laborales y salariales, derechización, prácticas antidemocráticas, relaciones patriarcales, pérdida de la solidaridad

En el proyecto Otros Mundos nos hemos dado a la tarea de buscar y rescatar experiencias antisistémicas en el mundo con la firme convicción de que otro mundo es posible. Por ello viajamos a Argentina para conocer y difundir la experiencia de las fábricas recuperadas. Disculpen los argentinos el atrevimiento. De cualquier manera, no cabe duda de que la lucha, la resistencia y la apropiación de las empresas y fábricas recuperadas en este país no deja de ser una experiencia esperanzadora de que otros mundos son posibles.

En 1998 el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), con sede en la ciudad de Washington, anunciaron que Argentina era un país modelo en su camino al desarrollo gracias a la aplicación de las políticas diseñadas por estas Instituciones Financieras Internacionales (IFI). Ejemplo que deberían seguir los demás países que aspiraran al desarrollo. Argentina, la Europa en tierras americanas, se observaba desde afuera con la opulencia y la riqueza de sus habitantes. Para su gente viajar al extranjero, cambiar de auto, comprar viviendas u otros bienes se convertía en un sueño hecho realidad. Un peso: un dólar. Con esto podrían ver multiplicado su dinero en cinco, diez o quince veces más en cualquier país al salir de sus fronteras. Su presidente, Carlos Saúl Menem, era el héroe de esta novela. Sin embargo, en ese mismo año, Argentina cae en la peor crisis económica que le acarrearía los mayores índices de desempleo y pobreza hasta la muerte de hambre de miles de argentinos. La sociedad del país salió a las calles a protestar por su miseria. Las mujeres se manifestaron golpeando sus cacerolas mientras los bancos eran objeto de violencia por el reclamo popular de devolverles su dinero, rehén de los más ricos del país.

Carlos Saúl Menem, el héroe y el villano. Amor y odio

Hijo de musulmanes inmigrantes sirios, nació el 2 de julio de 1930 en la provincia de La Rioja, Argentina,[1] en el contexto de la Gran Depresión Mundial y cuando la población de Estados Unidos sobrevivía entre el hambre y el desempleo. Su padre, Saúl Menem, y su madre Mohibe Akil, le permitieron elegir la fe católica. A los veinte años se trasladó a estudiar Derecho a Córdoba, misma que termina cinco años después, en 1955, con su título de abogado. Es el año también en que el gobierno de los Estados Unidos apoya la caída del general Perón de la presidencia argentina. Durante sus estudios universitarios comenzó a manifestar sus aspiraciones políticas. Militó en el Partido Justicialista en su provincia y ahí funda la Juventud Peronista. A los treinta y dos años es elegido diputado provincial por el Departamento de Castro Barros pero el nuevo golpe militar le impide tomar el cargo. Durante dos períodos, Menem preside la Asociación Sirio-Libanesa de La Rioja.

En 1964 cuando llega Gerald R. Ford a la presidencia de los Estados Unidos, Menem viaja rumbo a Madrid y en su calidad de titular de la Juventud Peronista de La Rioja se entrevista con el exiliado líder del Partido, Juan Domingo Perón, ex presidente de Argentina. Menem nunca se imaginaría en ese momento que diez años después, el 2 de julio de 1974, día de su cumpleaños, estaría pronunciando un discurso fúnebre por la muerte del presidente Perón la víspera.

Un año antes, en 1973 y durante el auge de la crisis mundial petrolera, mientras en el país vecino la CIA apoyaba la caída del presidente Salvador Allende y Estados Unidos sufría su primera derrota militar en Vietnam, Carlos Menem era elegido gobernador por primera vez de la Provincia de La Rioja, tenía cuarenta y tres años. El 24 de marzo de 1976 es derrocado el gobierno constitucional y Menem queda a disposición de las fuerzas militares del gobierno de facto que lo mantiene en diferentes prisiones por un período de cinco años, no puesto en libertad hasta 1981. Este gobierno sería acusado de graves violaciones a los derechos humanos cometidos por los militares entre 1976 y 1983. Menem, años más tarde, ya como presidente, los indultaría.[2]

Un año después de la Guerra de las Malvinas y cuando Estados Unidos invade Granada durante la administración de Ronald W. Reagan, Menem es reelecto gobernador dos veces, en 1983 y en 1987. Gana finalmente las elecciones presidenciales el 14 de mayo de 1989, cargo que asume de manera anticipada el 9 de julio. En 1995 es reelegido y se mantiene en la presidencia hasta 1999. Cuando concluye su administración, luego de diez años en el poder, se profundizan los brotes de la «enfermedad». La crisis estalla.

Del sueño al infierno: los diez años de Menem

Menen llega a la presidencia de Argentina en 1989, año crucial para los países de América Latina y el Caribe. Se derrumba el Muro de Berlín construido en 1961, y con ello sobreviene la derrota del comunismo; George Bush gana la presidencia y Estados Unidos invade Panamá, apoya el golpe en Filipinas y prepara la Tormenta del Desierto en Iraq. Es el mismo año en que a John Williamson, del Instituto de Economía Internacional de Washington, se le ocurrió formular para los países del Sur unas reglas y lineamientos económicos a los que se les llamó Consenso de Washington.[3]

Estas reglas prometían solucionar los problemas de la pobreza y repuntar el desarrollo de los países del Sur. Las medidas fueron retomadas por el FMI y el BM para imponerlas a todos los países pobres o en «vías de desarrollo». Menem se comportaría como el alumno fiel de estas reglas de las Instituciones Financieras Internacionales y profundizaría el nuevo modelo económico mundial: el neoliberalismo.

Carlos Menem llega a la presidencia con una deuda heredada de 60 000 millones de dólares desde la década de los 80 cuando se estatizó la deuda privada, y con un atraso en el pago de intereses de 8 300 millones de dólares.[4] Diez años después heredaría al siguiente mandatario una deuda de 147 000 millones de dólares.[5]

El presidente Menem profundiza la crisis provocada por la deuda encabezando una gran transformación impulsada por el FMI y el BM basada en una reforma del Estado para adaptarse al mercado internacional y al interés de las grandes corporaciones multinacionales, lo que llevaría más tarde a la peor crisis económica, política y social de la Argentina. Las privatizaciones y la convertibilidad marcaron su futuro.

En el afianzamiento del proceso de globalizar las medidas económicas neoliberales, los gobiernos de Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina fundan en 1991 el Mercado Común del Sur, MERCOSUR, y crean una zona de libre comercio entre el MERCOSUR y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Con estos mecanismos de liberalización comercial las empresas disfrutarían de un mercado donde los gobiernos ponían en venta sus bienes y recursos. Menem estrecha las relaciones comerciales por medio de Convenios Bilaterales y Multilaterales con el Estado argentino. Durante la década de los 90 promovió la firma de más de cincuenta Tratados Bilaterales de Inversión (TBI),[6] y con esto creó las condiciones para que las multinacionales pudieran reclamar en el futuro indemnizaciones en caso de incumplimientos por parte del gobierno argentino que afectara sus inversiones.

Así, Menem inicia la modificación de las leyes como parte de las Políticas de Ajuste Estructural. Durante la década de los 90, Argentina vende empresas, elimina aranceles e impuestos a las transacciones financieras, modifica el marco jurídico para dar seguridad a las inversiones, aumenta la base del IVA y se eliminan gradualmente las retenciones a las exportaciones, entre otras medidas que van dejando inerme al Estado.

La Ley de Convertibilidad logró que el peso argentino valiera igual que el dólar. Los argentinos empezaron a turistear por el mundo, a comprar fácilmente los productos extranjeros aumentando las importaciones. Artificialmente, mantienen estable la inflación. Para respaldar la igualdad del peso con el dólar se requerirían grandes sumas de divisas en las reservas federales que se podían obtener vendiendo empresas o pidiendo préstamos del FMI. Sin embargo, el propio FMI sabía que la situación era insostenible a largo plazo. Tarde o temprano las empresas en venta se acabarían y con ello el dinero fugado también en corrupción; por otro lado, el préstamo debía ser pagado con grandes intereses.

Y así sucedió. Además, el gobierno ofreció la posibilidad de que los argentinos pudieran pasar su dinero al sistema privado de pensiones y jubilaciones, por lo que perdió 4 000 millones de dólares cada año además de que había que pagar la deuda.

El capital financiero y las empresas extranjeras, muchas de ellas españolas, empezaron a llegar a la Argentina con el fin de asistir al festín de venta de los activos. Entraron los dólares que ayudaron por un rato a sostener la igualdad del peso con esta moneda. Pero con la venta de empresas públicas rentables el gobierno perdió fuentes de ingresos y también se generaron despidos de muchos trabajadores. En 1992 se inició la venta de los medios de comunicación, luego los teléfonos, los ferrocarriles, el transporte, el agua, la energía eléctrica y otros servicios públicos, los bancos, la petrolera YPF y la principal línea aérea del país: Aerolíneas Argentinas. Mientras que el país recibió en el período 1983-1990 la entrada de capitales en un 2.10% de su Producto Interno Bruto (PIB), para el período 1992-1994 fue de 5.2% y solo para el año 1997 de un 4.8%. La mayoría de las divisas que entraron a Argentina fueron destinadas a mantener el tipo de cambio fijo. En contraste, entre 1992 y 1998 salieron del país 45 600 millones de dólares, lo que profundizó la falta de divisas para respaldar la convertibilidad.[7] Con todo esto, las arcas de la nación se iban quedando vacías por lo que el gobierno salió en busca de más deuda externa con el FMI y el BM. Para 1999 la deuda pública en moneda extranjera había llegado a 11 620 millones de dólares. Bajo el Plan Brady-Menem se logra negociar la deuda y bajar el capital y los intereses que debían.

La administración de Saúl Menem también fue una época de acusaciones de corrupción, algunas de las cuales lo obligaron a comparecer ante los tribunales de su país. Una de las causas lo vincula al contrabando de armas desde Argentina hacia Croacia y Ecuador, en momentos en que las leyes internacionales prohibían vender armamento a esos países. Durante esos años también se produjeron los atentados contra la embajada de Israel y la principal organización judía de Argentina, la AMIA. Todavía la justicia investiga posibles vínculos entre estos hechos y el ex presidente. Por su lado, funcionarios, empresas, bancos nacionales y extranjeros llevaron a cabo numerosas operaciones de lavado de dinero. Los vinculados con Citibank entre 1992 y 1997 lavaron dinero por más de 9 000 millones de dólares.[8]

Las manifestaciones del desempleo se empiezan a generar desde 1996 lo que provoca el nacimiento del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) que visibiliza por primera vez esta grave problemática.[9] A partir de 1997 los empresarios empezaron a quejarse de sus quiebras al gobierno y el desempleo crece alarmantemente. En ese año el MTD bloquea una carretera lo que inaugura la primera acción masiva social y popular, el primer «piquete», y la nueva generación de piqueteros.[10] Entre 1997 y 2001 se da la gran movilización popular en torno a la demanda del empleo. La efervescencia popular empezó a gestarse.

El sueño se paga caro: la quiebra

Dos años antes del fin de su gobierno, en 1997, la administración de Menem empezó a notar las consecuencias de sus políticas económicas. Sin embargo, la crisis se manifestó con fuerza en 1999 luego de que la gente gastó el dinero de su indemnización.[11] En 1998 el FMI y el BM, quienes financiaron los fondos de indemnizaciones y los cambios estructurales de Argentina profundizando el endeudamiento del país, anunciaron que el país era el modelo y el ejemplo de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, un año después sobreviene la debacle en el momento en que Menem sale de la presidencia. Al estallar la crisis, Argentina era el Estado más endeudado con el BM.

Entre 1999 y 2001 Fernando de la Rúa gobierna en pleno auge de la crisis. El gobierno, que había acumulado grandes deudas, se quedó sin ingresos y los prestamistas cortaron los financiamientos. En este período Argentina entra en una gran recesión y los brotes de inconformidad y resistencia popular fueron creciendo en el período que gesta las condiciones para más quiebra de empresas y las bases para lo que luego serían las fábricas recuperadas. Desempleo, crisis y confusión reinan en la sociedad.

Las presiones del FMI, del BM y de los grupos más poderosos del país sobre el gobierno se recrudecieron. Para el 2001 se modifica la paridad del peso argentino con el dólar pero antes de eso se fugaron del país millones de dólares. Con esta devaluación se requerían cuatro pesos argentinos para conseguir un dólar. Esto significó que los que tenían deudas en dólares tendrían ahora que conseguir más pesos para pagarla. A los que querían comprar productos extranjeros ya no les convenía y se tendrían que conformar con la producción nacional. Pero, ¿a quién le comprarían si los empresarios nacionales se habían ido a la quiebra? Esto sienta las bases para que la demanda nacional beneficiara a los trabajadores y trabajadoras que iniciarían la recuperación de las fábricas; la devaluación las favoreció por el aumento de la demanda de la producción local. Sin la devaluación, las fábricas y las empresas recuperadas hubieran fracasado.[12]

El 2001 es un año caótico también para el mundo. Es el momento en que Estados Unidos asoma nuevamente a las crisis económicas, estafas millonarias de grandes corporaciones como Enron y el fatídico 11-9. Mientras el gobierno argentino alargaba posplazos para pagar deudas y buscaba desesperadamente hacerse de dólares, solo agudizaba la crisis ya que aumentaba el monto total de ella con intereses refinanciados. En el último año las reservas del Banco Central se habían reducido a la mitad. En septiembre de 2001 el FMI concede otro préstamo para sostener la crisis por 40 000 millones de dólares, llamado blindaje, que serían desembolsados cuando el gobierno lograra ciertas condiciones impuestas, lo que fue difícil de hacer. El gobierno decide entonces bloquear la salida de dólares que principalmente banqueros y grandes inversores sacaron del país en lo que se llamó el «corralito». El 30% de la deuda argentina se contrajo en este año. La movilización social, los reclamos, las asambleas y la toma de fábricas recuperadas estaban en auge.

A partir del 1ro. de enero de 2002 Eduardo Duhalde hereda la silla presidencial y le tocaría enfrentar en el siguiente año y medio la crisis en el contexto de fuertes críticas por el aumento de su sueldo en un 18%. El FMI decide abandonar a Argentina a su suerte después de causarle los estragos. Entre mayo y diciembre de 2002 los empresarios iniciaron la cascada masiva de quiebras de fábricas luego de meses de no pagar a sus trabajadores y trabajadoras ni a sus proveedores de bienes y servicios, muchos de los cuales desde 2001 no recibían el salario. Los empresarios querían las mayores ganancias y ventajas.

Pero tres meses después, en diciembre de 2001, De la Rúa no aguanta la crisis y renuncia a la presidencia. Ramón Puerta, como presidente del Senado, ejerce la función del Ejecutivo mientras que en las siguientes cuarenta y ocho horas la Asamblea Legislativa nombraba a Adolfo Rodríguez Saá como presidente de Argentina. Sin embargo, luego de una semana de amenazar con la cesación de pagos de la deuda pública con acreedores privados y dar fin a la convertibilidad del peso en dólares, este también renuncia y el nuevo presidente del Senado, Eduardo Camaño, toma el Ejecutivo entre el 30 de diciembre de 2001 y el 1ro. de enero de 2002, mientras en las próximas cuarenta y ocho horas la Asamblea Ejecutiva nombraba al siguiente presidente: Eduardo Duhalde. Así, mientras el mundo festejada el fin de un año y el inicio de otro, el pueblo argentino vivía su peor crisis política y económica promovida por las «recetas neoliberales» impuestas por el FMI.

Stanley Fischer, uno de sus subdirectores interinos, reconoció a principios de 2002: «Nosotros, en el FMI, sabíamos que el tipo de cambio fijo iba finalmente a sucumbir. Pero los banqueros estaban muy entusiasmados con prestarle dinero a la Argentina, de modo que tuvimos que resignarnos».[13]

No es coincidencia que entre los años 2001 y 2002 se sucedan fuertes crisis del modelo capitalista neoliberal en América Latina debido a la imposición de políticas del FMI y del BM, y se geste la caída de al menos siete presidentes latinoamericanos. Este contexto explica también el surgimiento del 60% de los movimientos sociales en el continente.[14]

Muchos obreros y obreras pasaron hasta ocho meses o más sin recibir sueldos. Se endeudaron con la seguridad y las promesas empresariales de que se les pagaría. A otros trabajadores les recortaron el salario paulatinamente. En otros casos los despidos fueron a cuentagotas, preparando la huida de los dueños de las fábricas.

Vendieron la producción y no pagaron sueldos ni la deuda a sus proveedores. Algunas fábricas tenían una deuda tres o cuatro veces más de lo que valía la misma fábrica.[15] También os empresarios fueron sacando durante meses la maquinaria y cosas más valiosas de estas para revenderlas; ya no invertían en mantenimiento a las máquinas ni a los inmuebles por lo que estos se fueron deteriorando. Con esto acumularon más dinero. Al fin se declararon en quiebra esperando la indemnización y el rescate del Estado argentino para aumentar sus arcas. Y así, un día simplemente no llegaron a la fábrica. Abandonaron las instalaciones y a los trabajadores y trabajadoras que no sabían lo que pasaba. En estos años se reportaban 17 000 niños que anualmente fallecían por desnutrición.[16]

Entre 2001 y 2002 los trabajadores y trabajadoras multiplicaron las recuperaciones de las fábricas, mientras el capital empresarial huía despavorido del país. Tan solo en 2002 más de 44 000 millones de dólares salieron de Argentina.[17] En el 2002 el 57% de la población se encontraba en la pobreza y el 21.5% desempleada.[18] El Estado no hizo nada por evitar la quiebra de empresas. Se calcula que alrededor de 222 fueron recuperadas por los trabajadores y las trabajadoras.[19]

Sin embargo, cabe mencionar que la crisis de la deuda externa se extendía en 2001 al conjunto de los países en desarrollo cuyo monto llegaba a los 2.45 billones de dólares. Argentina ocupaba el quinto lugar con casi 147 000 millones de dólares luego de Brasil, Rusia, México y China.20 Así, no se puede entender la historia de Argentina sin la incorporación de la deuda externa del país, cuya deuda pública llegó a duplicar el valor de los países desarrollados. Para el 2002, casi el 60% de la deuda nacional correspondía al sector público. Por si fuera poco, los capitales fugados al exterior durante la presidencia de Menem y de la anterior totalizaron casi el mismo monto que la deuda externa.[21] En 2002 el gobierno argentino pagó al BM y al FMI 4 127 millones de dólares, cuando la deuda en default era 50%, que representaban 69 100 millones de dólares.

Ese año, Argentina les pagó, solo por concepto de intereses, 5 000 millones de dólares que equivalían a la tercera parte de la recaudación tributaria del país. Durante el 2003 el pago fue de cerca de 2 500 millones de dólares.[22] Tan solo en enero de 2006 el gobierno argentino pagó 9 500 millones de deuda. En ese mismo mes Brasil pagó 15 000 millones. Esto significa que sí había dinero para invertir en un proyecto económico alternativo en vez de pagar una deuda injusta.[23] Otras fuentes resumen que más de 25 000 millones de dólares se pagaron entre los años 2002 y 2006 a la banca: al FMI, BM y Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Este proceso de cobro fue usado por el FMI para seguir subsidiando las economías de Estados Unidos y de los países más ricos. Entre 2003 y 2005, el FMI cobró 45 000 millones de dólares de sus grandes deudores. Rusia saldó sus compromisos, Turquía pagó el 40%, México transfirió grandes sumas y Brasil resolvió cancelar todos sus pasivos.

La crisis política, social y económica no la pagan los empresarios. Las grandes trasnacionales ahora demandan al gobierno argentino ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), creado en 1996 como parte del Grupo del BM, por las pérdidas en sus inversiones. Hoy, 20 000 millones de dólares es la demanda total de las corporaciones trasnacionales, casi la misma cantidad que los empresarios habían fugado al extranjero. Estas demandas que iniciaron desde 1997 las empresas de agua Suez y Aguas de Barcelona, no solo reclaman las pérdidas de ganancias en caso de que un gobierno subsidie a un sector nacional, sino las expropiaciones, la eliminación de garantías a sus inversiones, o las ganancias que potencialmente se perderían por la falta de garantías del Estado.[24]

Un ejemplo de esta voracidad trasnacional sobre los países con la ayuda del CIADI, son los 106.2 millones de dólares que el Estado argentino debe pagar a las norteamericanas Enron y Ponderosa, quienes reclamaban por el impacto de la pesificación de las tarifas de TGS, una de las dos grandes operadoras de gasoductos del país. Ambas habían pedido una indemnización de entre 453 y 582 millones de dólares, según el modelo que se aplicara para calcular los supuestos daños.

«Además de la indemnización, el tribunal condenó a la Argentina a pagar intereses de Libor más dos puntos, desde enero de 2002 hasta la fecha. Enron está hoy quebrada, luego de verse envuelta en un escándalo de corrupción en su país de origen. Tampoco hoy es accionista de TGS, ya que le vendió su 15.2% de participación al fondo de inversión DW Shaw. El controlante de TGS es Petrobras».[25]

A la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de Argentina, en mayo de 2003, este es el tamaño del reto que heredó por la aplicación del Consenso de Washington y las Políticas de Ajuste Estructural impuestas por el FMI y el BM. La recuperación de Argentina, curiosamente, se dio de manera gradual sin que el FMI metiera las manos.[26] Luego de cinco años logró colocarse en el séptimo lugar con las reservas internacionales más importantes. El orden es el siguiente: China con 1 066 000 millones de dólares (más de un billón en español o un trillón en inglés o portugués). Enseguida tenemos a Rusia, con 311 000 millones; en tercer lugar India, con 193 000 millones; en cuarto lugar Brasil, con 106 000 millones; en quinto lugar México, con 68 000 millones; en sexto lugar Turquía, con 59 000 millones; en séptimo lugar Argentina, con 35 000 millones; en octavo lugar Venezuela, con 34 000 millones; en noveno lugar Chile, con 19 000 millones y en décimo lugar Colombia, con 16 000 millones.[27]

Las fábricas recuperadas, ¿expresión antisistémica?

En febrero del 2003 la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que elabora dos veces al año el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) reportaba índices alarmantes de pobreza e indigencia. Mientras que en la ciudad de Concordia un 77.7% se encontraba en condiciones de pobreza y el 50.5% en indigencia, la ciudad de Buenos Aires se encontraba en el otro extremo con un 21.2% bajo la línea de pobreza y el 5.7% en condición de indigencia.

El panorama se veía imposible de superar. Fábricas desmanteladas, abandonadas y con deudas. Los trabajadores sin dinero, sin sueldos desde hacía meses. Los proveedores reclamando a los «nuevos dueños» las deudas que dejó el empresario que salió huyendo mientras los bancos se negaban a darle créditos.[28] Sin electricidad muchos de ellos, sin agua o gas para repuntar la producción. Sin cables, sin focos, sin archivos o papelería. Además de quedar abandonados por los líderes sindicales,[29] en muchas ocasiones los empresarios hicieron lo imposible para impedir que sus antiguos empleados lograran contratos con nuevos clientes, boicotearon el suministro de bienes y servicios. Les hicieron la vida muy difícil. El portero o el último de la cadena productiva ahora tenían que sentarse en la silla del administrador o del gerente.[30] Muchos jóvenes que vieron la posibilidad de volver a empezar se fueron. Otros no soportaron la lucha. Algunos muy capacitados en su ramo fueron contratados por otras empresas llevándose a técnicos valiosos. Ahí están, se quedaron los demás. Solo querían que el dueño de la fábrica les pagara la deuda que tenía con ellos. Meses sin salarios ni prestaciones. Lo único que querían era trabajar para llevarles algo que comer a sus hijos.[31]

Los trabajadores y las trabajadoras tuvieron todos que aprender a organizar la producción, buscar a los proveedores y colocar el producto en el mercado. La fábrica ahora era suya mientras el gobierno decretaba expropiación y, si tenían suerte, este no les cobraría el costo de la indemnización por el rescate que pagaban a los empresarios. Resultó entonces que los proveedores y los trabajadores y trabajadoras eran los acreedores de la gran clase empresarial, que tenía deudas con la sociedad argentina. A estos, el gobierno solapó y apoyó.

En el proceso de resistencia muchos fueron los días, incluso meses, que pasaron viviendo y durmiendo en la fábrica cuidándola así del boicot empresarial; pero también lo hicieron porque no tenían dinero para tomar el transporte público a sus casas. Muchos viajaron de polizontes en los vagones del tren para ir y venir a sus hogares. Numerosos matrimonios, familias y amistades terminaron y se resquebrajaron.[32] Los hombres no regresaban a su casa, la tensión familiar y la pobreza crecían día a día. Todo ello en medio de represión, desalojos y persecución a la resistencia.

Las fábricas recuperadas no surgieron como un proyecto político de la conciencia de la clase trabajadora argentina contra el sistema capitalista con el fin de encontrar una alternativa, no solo al modelo neoliberal, sino al mismo sistema capitalista.[33] No, la situación más bien les llegó por la crisis del modelo neoliberal en su transición al modelo Corporación-Nación favorecido por las políticas impuestas por el FMI y el BM.

El modelo Corporación-Nación está caracterizado por concentrar la riqueza en manos de cada vez menos corporaciones multinacionales en constante fusión, las cuales concentran mayores riquezas que el PIB de muchos países del Sur al mismo tiempo; estas acaparan también el poder político y conciben sus propias estructuras de gobierno supranacional, por encima de los Estados-Nación, para generar la arquitectura y el andamiaje de su gobierno mundial. Cuentan con sus propias leyes laborales, de comercio, de seguridad, sus propios tribunales.

Sin embargo, esta crisis que marca la transición modélica hacia el último modelo del sistema capitalista, dio pie para generar una experiencia interesante y con rasgos antisistémicos. No podemos hablar de una experiencia sistémica totalmente autónoma respecto al sistema hegemónico capitalista. Puede haber rasgos, tendencias, características, asomos, pero nadie se puede sustraer todavía de manera autónoma e independiente del capitalismo. Pese al intento de generar una alternativa diferente, no se puede dejar, abandonar o prescindir tan fácilmente del papel moneda, del dinero, del sistema bancario, de los bienes que produce el capital, del consumo de hidrocarburos,[34] de la dependencia de las trasnacionales, del empleo y el salario, del mercado, de la ganancia, etcétera.

En el proceso de las fábricas recuperadas no hubo un solo camino. Cada experiencia fue distinta. Los trabajadores y trabajadoras argentinos solamente querían sobrevivir, recuperar su trabajo, su salario y llevar algo de comer a su familia. Esta clase era el sector más despolitizado por el peronismo que los llevó del trabajo a la casa y de la casa al trabajo.[35] Los que no tenían otras opciones y nada más que perder se quedaron resistiendo, incluso los mayores de edad que luego de décadas de trabajo no serían empleados en otros lugares, máxime cuando no se recibió el apoyo de los sindicatos vendidos a la clase empresarial.

Las experiencias antisistémicas no necesariamente abarcan toda la gama de características antisistémicas, sino a un conjunto de características de vida que no son expresión del capitalismo. Veamos algunas en la experiencia de las fábricas recuperadas.

Quizás uno de los motivos de alegría es que no tienen patrón; el patrón capitalista dueño de los medios de producción. Vivir sin patrón y sin líderes sindicales generó una conciencia social y política radicalmente distinta. Y es que no hay dueño, el dueño, son todos y todas. Ello genera un ambiente y una actitud distinta en las relaciones entre los trabajadores y trabajadoras, y entre ellos y ellas con la infraestructura y las cosas que están en la fábrica y que les da de comer.[36] Antes no les importaba saber de otros puestos de trabajo, si funcionaban bien o no, a fin de cuentas la fábrica en su totalidad era responsabilidad del patrón. Por otro lado tampoco les permitía el dueño saber más oficios, solo uno, que justificara su bajo sueldo. Sin embargo, si ahora uno o una se enferma había que mantener el barco funcionando; se limpia y se cuida con gusto lo que es propio.

Todos saben de todo por necesidad y se han apropiado del proceso completo de producción. Hay interés en aprender porque la fábrica es de todos y todas. Se recoge lo tirado, se guarda con celo un pedazo de fierro que podrá repararse o que para algo servirá o ahorrará costos, en vez de desecharlo. El reto sobrevendrá en la medida en que aumenta la producción, reviven la fábrica y necesitan más compañeros y compañeras, no convertirse en nuevos patrones de otros que «no lucharon con nosotros para recuperar la fábrica».[37]

No hay jefes ni gerentes. Esto genera una igualdad en las relaciones de poder, en las relaciones humanas y en la autoestima de los trabajadores y trabajadoras. Hay comisiones y encargados, hay rotación de funciones. Hay control sobre el trabajo de todos y todas. Y es que el barco o se hunde con todos o se salva con la participación de todos. Lo curioso es que el derecho laboral para formar sindicatos pierde sentido: ya no hay contra quien defenderse, ya no hay patrones. Por ello, los empresarios como sector del poder sindical manifiestan su rechazo a los trabajadores y trabajadoras «que no son capaces de nada».

Los ingresos también se han modificado. Ganan más. En muchas fábricas recuperadas los salarios son iguales. No hay escalafones y sus ingresos han aumentado. «Llevamos más dinero a casa porque no hay cuotas sindicales».38] Y es que también han eliminado a una nata de funcionarios empresariales con altos sueldos, y entre todos y todas se han distribuido las ganancias. La distribución equitativa de los ingresos y de los excedentes es otro elemento que contradice y revierte la lógica acumulativa del capitalismo. El reto será mantener estos criterios. En la medida en que se pierda, se reincorporarán muy rápidamente a las diferencias económicas, de clase, políticas y de privilegios.

La democracia es otro encuentro con la práctica antisistémica en la medida en que el capitalismo es inherentemente antidemocrático. Las fábricas se han convertido en asambleas donde todos y todas votan sobre el curso que habrá que dar a la producción y a las políticas internas. Entre todos y todas tienen que enfrentar un enemigo poderoso como es el capital trasnacional y la clase política empresarial argentina. Cuando la información es transparente y se mantienen mecanismos para ello, la democracia sigue vigente. Si la pierden, empezarían a manifestarse las cuotas de poder, los espacios cerrados del manejo de la información y por tanto del poder.

El tener en sus manos los medios de producción es un cambio radical en la conciencia del trabajador y trabajadora. Violan el principio capitalista de la propiedad privada. No solo les pertenecen legítimamente los medios de producción sino que son acreedores de una deuda inmensa con el empresario que les quedó debiendo millones de pesos en sueldos, indemnizaciones y perjuicios. Sin embargo, el reto antisistémico más profundo es que definan otro tipo de producción bajo la lógica de un proyecto alternativo. Y es que son dueños de los medios mas no de las leyes que rigen la producción capitalista y el mercado. Siguen produciendo lo mismo, para el mismo sistema, para el mismo mercado. Están insertados en la competencia capitalista y no han cambiado la forma de producción.

Las relaciones familiares se modificaron radicalmente. Los hijos y las esposas ahora pueden entrar a la fábrica que también es su casa. La familia sabe dónde trabaja el padre y lo que hace. La fábrica recuperada se convierte también en el lugar de fiestas y convivios. La identidad de la familia con la fábrica se hace una con todos. Y en medio de todo ello, las mujeres trabajadoras vieron cambiar sus vidas durante este proceso de lucha y resistencia. La entrada a la vida política activa las vio renacer.

Las relaciones de la fábrica con la sociedad también se han modificado. Muchos obreros y obreras lograron levantar la fábrica gracias al apoyo y solidaridad de los vecinos, de los barrios que estuvieron al frente en la defensa de sus puestos de trabajo cuando la policía llegó para reprimir e intentar desalojos. Esto ha llevado también a que algunas fábricas y empresas recuperadas expresen solidaridad con las luchas sociales no solo de otras igualmente recuperadas, sino de distintos movimientos sociales. Algunos centros de trabajo se han convertido también en centros sociales y culturales para el barrio. Otras fábricas recuperadas han logrado aportar a la comunidad y abrirse a ella generando espacios de recreación, escuelas y otros apoyos al servicio del colectivo.[39] El reto será no dejar esta relación con la sociedad sin la cual la experiencia antisistémica difícilmente pueda sobrevivir. Pero también un reto fundamental: ¿cómo mantener la mística y el espíritu que se originó durante la experiencia de la recuperación? La memoria histórica será un factor que deberá jugar un papel fundamental.

Lo anterior ha generado una relación mutua de solidaridad que el capitalismo no conoce. La solidaridad va más allá de las relaciones económicas, se extiende hasta los vínculos sociales fuertes entre la fábrica recuperada y los movimientos sociales y las familias de los barrios.

Aunque en términos de seguridad laboral y social con prestaciones y otros apoyos no han progresado significativamente, la seguridad existe en la medida en que el trabajo es suyo, la fábrica es suya. Al trabajador y trabajadora le dan ganas de ir a trabajar a «su» fábrica. Ahora sí puede decir: «es nuestra». El trabajo ahora es militante. No hay cuotas sindicales, no hay sindicatos, hay solidaridad.

Curiosamente muchas fábricas y empresas recuperadas restauraron también la credibilidad porque pagan por adelantado o en efectivo a sus proveedores; procuran a toda costa cumplir con los plazos de entrega a sabiendas de que se quedan sin mercado.

Los retos de las fábricas recuperadas

Por tanto, la experiencia de las fábricas recuperadas es una experiencia antisistémica. Sus peligros estarán en la gerentización, la descoperativización, diferencias laborales y salariales, derechización, prácticas antidemocráticas, relaciones patriarcales, pérdida de la solidaridad y de las relaciones con la sociedad, el consumismo y la competencia del mercado, entre otras. Sin embargo, cabe mencionar que uno de los grandes retos es eliminar la brecha que divide al Movimiento de Fábricas Recuperadas y el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas.[40]

Otro de los grandes retos a que se enfrentan las fábricas recuperadas es la necesidad de atender la conciencia política para profundizar un cambio y establecer de manera permanente otros parámetros laborales y de producción.[41] Y es que la dinámica de la producción, la presencia en los mercados, los embates del sistema, les quita tiempo para pensar en producir otra alternativa. Es necesario fortalecer procesos de concientización, educación y acompañamiento político, unidad entre empresas recuperadas para hacer fuerza y negociar con el gobierno y bancos (no son sujeto colectivo como las empresas y existe el peligro de aniquilarlas), que se logren las leyes de expropiación.

En el caso de la Imprenta Chilavert y el Hotel Bauen, son ejemplos de cómo poco a poco se han podido convertir en proyectos políticos. Para ello es necesario mantener el consenso social, el cual ya no es el mismo que al principio de la lucha por la toma de las fábricas. Toty Flores diría: «si las alternativas no se multiplican, si nos aíslan, si somos los únicos, no tenemos futuro».[42] Mientras para María Gabriela de las Mercedes, administradora de Viniplast: «necesitamos reagruparnos con otras fábricas, si no te juntás te caes».[43]

Para el repunte y consolidación de estas experiencias, algunas fábricas y empresas recuperadas demandan un fondo nacional para capitalizarlas; que el Estado asuma la deuda que las empresas tenían con sus acreedores; que el Estado asuma la deuda que los empresarios tenían con los salarios no pagados de los trabajadores y trabajadoras; y la necesidad de una ley nacional de expropiación.

Pero quedan otras interrogantes: ¿la experiencia de las fábricas recuperadas puede ser un proyecto que se extienda a nivel nacional?, ¿se podrían recuperar fábricas sin la necesidad del contexto que les dio origen en esta experiencia concreta?, ¿podrán sobrevivir sin las condiciones legales o jurídicas necesarias para existir?, ¿resistirán la guerra de las trasnacionales?, ¿resistirán a la expropiación?, ¿podrán mantenerse independientes sin el manejo y control del Estado y los sindicatos?, ¿podrán mantener las características antisistémicas?, y ¿serán cooptados al fin bajo la lógica del sistema, la producción, la ganancia, la calidad, la necesidad de disminuir costos de producción para competir? Más aún, ¿podrán hacer alianzas e incluso generar otra experiencia de producción no en la lógica de la inserción del mercado actual sino bajo la lógica de otro proyecto antisistémico? Porque distinto es tener características antisistémicas y otra cosa es construir un proyecto antisistémico.

De cualquier manera no cabe duda de que la lucha, la resistencia y la apropiación de las empresas y fábricas recuperadas en la Argentina no deja de ser una experiencia esperanzadora de que otros mundos son posibles.


Notas

[1] Los datos biográficos están tomados básicamente de a www.carlosmenem.com

[2] BBCMundo.com, 15 de mayo de 2003, en: news.bbc.co.uk

[3] Las reglas del Consenso de Washington: disciplina fiscal; reordenamiento de las prioridades del gasto público; reforma impositiva; liberalización de las tasas de interés; tasa de cambio competitiva; liberalización del comercio internacional; liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas; privatización; desregulación; y derechos de propiedad. Para una descripción detallada de cada uno de los diez puntos véase Oscar René Vargas: «¿Qué es el Consenso de Washington?», en: http://www.lainsignia.org/2002/noviembre/econ_033.htm

[4] Julio Sevares: Historia de la deuda, 1ra. edición, Buenos Aires, Ediciones Capital Intelectual, 2005, p. 55.

[5] Departamento de Economía Política: Deuda externa argentina. Verdades que encandilan, Cuaderno de trabajo no. 34, Buenos Aires, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2004, p. 34.

[6] Entrevista con Julio Gambina, director del Centro Cultural de la Cooperación, 1ro. de diciembre de 2006, Buenos Aires.

[7] J. Sevares: Ob. cit (en n. 4), pp. 56-57.

[8] J. Sevares: Ob. cit. (en n. 4), p. 61.

[9] Existe mucha bibliografía al respecto, pero una buena recomendación es el libro de Héctor Toty Flores: De la culpa a la autogestión. Un recorrido del Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Matanza, 1ra edición, Buenos Aires, Ediciones Continente, 2005. Toty Flores recupera las experiencias del MTD a inicios de los brotes del desempleo generados por las políticas de Menem. También se puede consultar del mismo compilador Cuando con otros somos nosotros, Buenos Aires, Cooperativa Chilavert Artes Gráficas, 2006.

[10] La palabra «piquetero» hace alusión al piquete o invitación a la huelga que en los comienzos del siglo xx hacían los obreros a la entrada de las fábricas, en: Entrevista con Toty Flores y Soledad Borde Garay, Centro para la Educación y Formación de la Cultura Comunitaria (CEFoCC).

[11] Entrevista con Julio Gambina, cit. (en n. 6).

[12] Ídem.

[13] Clarin.com, 4 de febrero de 2002.

[14] Entrevista con Modesto Emilio Guerrero, corresponsal internacional, 28 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[15] Entrevista con los trabajadores de Cristalux, 2 de diciembre de 2006, Buenos Aires.

[16] Entrevista con Marcelo Ruarte, quien en 1981 fue portero y maletero del Hotel Bauen, luego pasó a jefe de la Recepción y actualmente es el administrador del hotel; 30 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[17] Entrevista con Modesto Emilio Guerrero, cit. (en n. 14).

[18] Entrevista con Julio Gambina, cit. (en n. 6).

[19] Para ver una gráfica interesante en que se compara entre 1992 y 2004 la cantidad de fábricas recuperadas, el aumento de la pobreza, la tasa de desempleo y el PIB, véase J. Rebón e I. Saavedra: Empresas recuperadas. La autogestión de los trabajadores, Buenos Aires, Ediciones Capital Intelectual, 2006.

[20] Damián Mollet y Eric Toussaint: 50 Preguntas y 50 Respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial, 1ra. edición, Buenos Aires, Ediciones Luxemburg, 2005, pp. 123, 125.

[21] Departamento de Economía Política: Ob. cit. (en n. 5), pp. 18, 20, 22.

[22] Ibíd., pp. 52-53.

[23] Entrevista con Julio Gambina, cit. (en n. 6).

[24] Entrevista con Liliana Vásquez, docente en Economía, 30 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[25] Clarin.com, 24 de mayo de 2007.

[26] Para un análisis del proceso de recuperación de la economía argentina, véase el informe de Roberto Frenkel y Martín Rapetti: Política cambiaria y monetaria en Argentina después del colapso de la convertibilidad (10 de abril de 2007), Washington, D.C./Massachussets, Centro de Investigación de Económica y de Políticas (CEPR) /Instituto de Investigación de la Política Económica-Universidad de Massachussets.

[27] En: http://www.reggen.org.br/: «¿Qué hacer con tanto dinero?» de Theotonio dos Santos (director-presidente de Cátedra y Red de la UNESCO y de la Universidad de las Naciones Unidas sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible).

[28] Entrevista con Alberto Bazán Gómez, trabajador de la empresa Viniplast, 29 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[29] Entrevista con Alejandro Barrientos, documentalista, 29 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[30] Entrevista con Marcelo Ruarte, cit. (en n. 16).

[31] Para una descripción fabulosa del proceso de las fábricas recuperadas véase Esteban Magnani: El cambio silencioso. Empresas y fábricas recuperadas por los trabajadores en la Argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2003.

[32] Entrevista con los trabajadores de Cristalux, cit. (en n. 15).

[33] Entrevista con Alejandro Barrientos, cit. (en n. 29).

[34] La empresa recuperada Viniplast, de la cual algunos productos son los mejores en el mercado, depende totalmente de los productos derivados del petróleo y su cotización. Entrevista con María Gabriela de las Mercedes, administradora de Viniplast, 30 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[35] Entrevista con Modesto Emilio Guerrero, ob. cit. (en n. 14).

[36] Entrevista con Cándido González, trabajador de la Imprenta Chilavert, 29 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[37] Entrevista con María Pino, administradora de la empresa Grisinópolis, 28 de noviembre de 2006, Buenos Aires.

[38] Entrevista con María Pino, ob. cit. (en n. 37).

[39] Entrevista con Cándido González, ob.cit. (en n. 36).

[40] Esteban Magnani: ob. cit. (en n. 31).

[41] La mayoría de los entrevistados manifestaron preocupación de la falta de educación, formación y conciencia política entre los trabajadores y trabajadoras.

[42] Entrevista con Toty Flores, cit. (en n. 10).

[43] Entrevista con María Gabriela de las Mercedes, cit. (en n. 34).

* Gustavo Castro Soto: Coordinador de Otros Mundos, A. C., Chiapas, México.

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