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Mundo :: 30/07/2008

Negociaciones entre Irak y EE.UU.: ¿patriotas inesperados?

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¿Qué mentiras están detrás de la repentina posición patriótica del primer ministro iraquí Nouri al-Maliki? Después de todo, él y la mayoría de las fuerzas dominantes chiítas, incluso el ayatola Sistani de cuyo apoyo se ha derivado su autoridad, han estado de acuerdo con el invasor durante años. En 2004, los EE.UU. decidieron abandonar el gobierno de nombrar títeres directamente y celebrar las elecciones en un trato ideado con Sistani. El resultado - un gobierno chiíta como el de Mailiki - era tan predecible que los partidos sunitas que trabajaban entonces con EE.UU. decidieron boicotearlos.

Muchos expertos y periodistas irreflexivos cuya sabiduría proviene de la Casa Blanca se han tragado la línea de que el partido Dawa del primer ministro y sus compañeros mucho más fuertes del Concejo Supremo Islámico de Irak son renuentes a firmar los acuerdos porque estaban originalmente organizados en Irán y permanecen cerca de la dirección de la República Islámica de Irán. El “líder supremo” de Irán el ayatola Jamenei incitó personalmente a Maliki a oponerse a las demandas norteamericanas. Pero no confundamos los factores principales y secundarios.

EE.UU. ha gobernado a Irak en colaboración con estas fuerzas chiítas, junto con los partidos kurdos basados en los clanes, desde los primeros instantes de la ocupación (cuando, por ejemplo, disolvió el ejército de Saddam Hussein y declaró a los miembros antiguos del partido baazista inelegibles para cargos públicos). Fue EE.UU. quien hizo de Irak la República Islámica que es hoy día. Eso se refleja sobre todo en el hecho de que este estado cuya supervivencia depende de las armas de los ocupantes se define a sí mismo por la ley Sharia (islámica), aunque su sistema de gobierno es muy diferente del dominio directo del clero en Irán. No obstante, de una manera paradójica, EE.UU. ha sido capaz de manejar a Irak (al grado de que ha tenido éxito) en una difícil alianza con la República Islámica de Irán y las fuerzas políticas unidas a Irán por la ideología así como por la historia y la naturaleza de la clase (se dice que las fuerzas dominantes chiítas iraquíes existen en base al mismo tipo de comerciantes ricos que han formado una parte vital de la base social del gobierno del mullas en Irán).

Inicialmente, los estrategas neoconservadores del régimen de Bush habían esperado instalar un gobierno laico en Irak, al estilo de EE.UU., no para traer la “liberación” y la “libertad” al país, como arrogantemente proclama Bush (¿qué significado tienen esas palabras en un país ocupado, donde las armas imperialistas mandan en lo fundamental?), sino para permitir la entrada de inversión imperialista y las transformaciones económicas y sociales que podrían hacer el país mucho más rentable para el capital financiero extranjero. Se suponía que este tipo de modernización imperialista transformaba el país en un modelo opuesto a la República Islámica de Irán y en un baluarte militar contra él. A la larga se supone que eliminaría los criaderos del fundamentalismo islámico anti-estadounidense en el Medio Oriente.

Cuando se demostró que era imposible imponer este modelo al pueblo iraquí, debido a la variedad de fuerzas de resistencia armada que en su mayoría, por convicción u oportunismo, estaban aliadas detrás de la bandera del Islam, EE.UU. fue obligado a hacer el pacto con las fuerzas dominantes chiítas e Irán que ocupan el escenario central de la política iraquí hoy.

Pero EE.UU. nunca ha estado muy contento con esta situación. Por otro lado, en una creciente medida, la política norteamericana en Irak se está moldeando por el intenso conflicto con Irán que a un grado no pequeño se motiva por la frustración norteamericana ante el crecimiento de la influencia islámica iraní debido a los crímenes que el propio EE.UU. ha cometido, como la ocupación de Irak. Cada vez más, EE.UU. ha tanteado y ha dado algunos pasos hacia la implementación de la idea de degradar el gobierno de las fuerzas dominantes chiítas iraquíes trayendo de vuelta a las fuerzas sunitas baazistas y a los caciques tribales que apoyaron a Saddam. Más de un estratega norteamericano ha dicho que desearía poder “rebobinar la película”, traer de vuelta a Saddam y ahora hacer el trato con él que rechazaron antes.

Esta idea aterra al gobierno de Maliki. La organización de los “Consejos del Despertar” por Estados Unidos (principalmente, aunque no exclusivamente, basados en los líderes tribales sunitas en el norte, con alguna participación chiíta en el sur) y lo que se llama “los Hijos de Irak” (que incluyen a muchos ex-baazistas) han aumentado las razones del gobierno de Maliki para alarmarse. Cuando Maliki exige que no se permita a EE.UU. llevar a cabo acciones militares independientes sin su autorización, esto es tanto un engaño (¿por qué su autorización haría que fuera mejor lo que hicieron las fuerzas armadas norteamericanas en Irak?) y como una exigencia real es que su autoridad sea reconocida. Su posición dura en el regateo con EE.UU. apunta tanto a ganarse el estandarte nacional y el apoyo de las fuerzas de inclinaciones nacionalistas (que podría incluir algunos baazistas) como una reflejo real de una necesidad urgente de conseguir un trato que aseguraría la supervivencia de Maliki y su pandilla. Ésta es una parte del contexto en estas negociaciones.

La otra parte es esta: como tanto el partido Dawa de Maliki como el Concejo Supremo mucho más amplio tienen lazos históricos con los clérigos de Irán y su autoridad se obtiene del Islam chiíta, les aterra tener que escoger entre Washington y Teherán.

Sin embargo, de más importancia, Maliki y las fuerzas que él representa saben que no pueden sobrevivir en la cima sin la ocupación norteamericana. Justo en los mismos días en que Maliki habló mal de los EE.UU. y fanfarroneó sobre cómo “muchas personas” quieren que EE.UU. se vaya, el ejército del gobierno iraquí (principalmente basado en la milicia Badr del Concejo Supremo, muchos de cuyos miembros simplemente se han puesto los uniformes) estaba confiando en las tropas norteamericanas para llevar a cabo un operación mayor contra la milicia rival liderada por Moqtada Sadr en el poblado del sur de Amarah.

Una palabra sobre Sadr
Una palabra sobre Moqtada Sadr, su ejército del Medi y lo que se conoce como el movimiento de Sadr. Aunque, paradójicamente una vez más, un fenómeno completamente iraquí que debe muy poco a los tiranos clericales de Irán y a veces criticado por algunos de ellos, Sadr tiene más afinidad ideológica a Irán y a la doctrina del gobierno de los clérigos que a las fuerzas dominantes chiítas iraquíes. Por eso y porque el movimiento de Sadr tiene el tipo de apoyo amplio que los otros dos partidos chiítas no tienen, Sadr y sus consejeros están mucho menos unidos a los ocupantes.

Por contradictorio que parezca, dada su ideología, Sadr ha tratado de retratarse a sí mismo muchas veces como representante de la nación, no una figura sectaria, como ciertamente lo son los partidos rivales. Pero tomen, por ejemplo, su reciente reorganización del ejército del Medi, en un ala armada especializada y un ala desarmada, con la insistencia de que “las armas se dirigirán exclusivamente contra los ocupantes”. Naturalmente, sus fuerzas necesitan las armas para defenderse, pues EE.UU. ha buscado matarlos con vileza y destruir la Ciudad de Sadr de Bagdad y los barrios chiítas en otras ciudades dónde están asentados. Pero al menos hasta ahora, Sadr nunca ha tratado de pasar empuñar las armas para apuntalar el poder independiente de su movimiento (contra EE.UU. y las fuerzas sunitas y chiítas), a organizar una guerra para liberar el país de la ocupación. Pude que el ala armada sea capaz de ocasionarle problemas a EE.UU. y sus rivales, pero esta reorganización también significa que la mayoría de su movimiento se dedicará a resistir la “ideología y el laicismo del occidente por medios culturales, religiosos e ideológicos”, combinando una forma de predicación de manera amedrentadora y eñ servicio social muy similar al Hezbolá del Líbano o los mullahs dizque “antiimperialistas” de Irán antes de que tomaran el poder.

“Nosotros sabemos que varios soldados norteamericanos se retirarán de Irak y se concentrarán en ciertas bases, así que necesitamos cambiar nuestra forma de actuar”, dijo un portavoz de Sadr para explicar la reorganización. Como expresó un representante del Grupo de Crisis Internacional imperialista, la “estrategia de Sadr es de no confrontar a los norteamericanos, sino esperar su salida”. Otro analista opinó de esta manera: “Si la posición [de Sadr] tuviera una estrategia, sería mirar desde la barrera” (servicio noticioso McClatchy, 15 de junio).

 

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