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Europa :: 11/11/2008

Italia: En busca de un muerto para parar las protestas estudiantiles

Salvatore Borsellino
"El comunicado del Ministerio del Interior debería decir que se ha intervenido contra manifestaciones violentas de extrema derecha, que marchaban al grito de ¡Hitler!"

En una entrevista publicada en La Nazione (23-10-08) Cossiga explicó cómo había frenado la revuelta estudiantil cuando era ministro del Interior: infiltrando agentes y pegando duro. Al cabo de unos días, un escuadrón de neonazis provocó y agredió a los estudiantes que se manifestaban contra la reforma. Pero la Onda de la protesta no se detuvo y el jueves pasado la Policía agredió a varios estudiantes y a una periodista de La Repubblica.

Cossiga decide entonces escribir una carta al jefe de la policía italiana, Manganelli, indicándole cómo ha de proceder. Salvatore Borsellino, autor de este artículo y hermano del juez asesinado por la Mafia, al reproducir la carta de Cossiga ―mente preclara de la estrategia de la tensión― recuerda a las víctimas de aquel periodo y pide que se le prohíba ejercer funciones públicas.


El senador vitalicio Francesco Cossiga, ex presidente emérito de la República Italiana, ha hecho público el texto de su carta abierta al jefe de la policía Manganelli que reproducimos íntegramente. A primera vista parecen los desvaríos de un demente, y las expresiones faciales, como se ve en las fotos, refuerzan esta hipótesis.

Pero luego, teniendo en cuenta la trayectoria de este hombre que, junto con Andreotti, es una de las almas negras de nuestra república, cuando me vienen a la mente los nombres de Pier Francesco Lorusso, Giorgiana Masi, Roberto Crescenzo, Fulvio Croce, de todas las víctimas de la estrategia de la tensión, compruebo que tras sus aparentes desvaríos, lo que hace Cossiga es traerla a colación, sugerir y proponer su regreso, y entonces me doy cuenta de que no son las declaraciones de un demente, sino una auténtica, lúcida y decidida instigación al delito.

A continuación el texto íntegro de su indigna carta abierta:

«Querido Jefe:

»Algunas declaraciones paradójicas y provocadoras que hice sobre el manejo del orden público ante el estallido de manifestaciones masivas, y sobre el modo de evitar que se propaguen los incendios apagando a tiempo los pequeños focos, me han concitado las denuncias de muchas personas, incluidos sacerdotes, frailes y monjas, y parece que está al llegar una de Su Eminencia el Cardenal Tettamanzi, firmada también por algunos de sus fieles adeptos de los Centros Sociales, los No Global y los Black Bloc.

»Pero, si me permite la osadía, querido Jefe, me gustaría darle un consejo. Los estudiantes de más edad, aunque en algunos casos escudándose en los niños, han empezado a desafiar a la fuerza pública, a lanzarle petardos y botellas y a tratar de ocupar edificios públicos. La reacción de la policía, lógica pero poco sensata, ha sido cargar contra los manifestantes, usando las porras e hiriendo a algunos manifestantes. Créame, ha sido un gran error estratégico.

»Yo creo que, habida cuenta también de la situación de la oposición (ya no tenemos al Partido Comunista ni el férreo servicio de orden de la CGIL), estas manifestaciones aumentarán en número, gravedad y respaldo de la oposición. Una política de orden público eficaz debe basarse en una amplia aprobación popular, y la aprobación se forma sobre el miedo, no a las fuerzas de orden, sino a los manifestantes. A mi entender, dado que el lanzamiento de botellas contra la policía, los insultos a policías y carabineros, a sus madres, hijas y hermanas, la ocupación de estaciones de tren y algún que otro coche quemado no son, a fin de cuentas, hechos tan graves, mi consejo es que en espera de tiempos peores, que sin duda llegarán, usted disponga que al menor indicio de violencias de esta clase, las fuerzas del orden se retiren, de modo que algún comerciante, algún propietario de automóvil, algún transeúnte, mejor si es mujer, viejo o niño, resulte herido; si fuera posible que la sede del arzobispo de Milán, alguna sede de Caritas o de Pax Christi resulten dañadas por estas manifestaciones y cunda entre la gente común el miedo a los manifestantes y, con el miedo, el odio hacia ellos y sus instigadores, que desde un loft o una redacción (por ejemplo, la de L’Unità), les apoyan.

»Lo ideal sería que estas manifestaciones causaran alguna víctima entre los transeúntes, mejor, como he dicho, si es un viejo, una mujer o un niño, con herida de arma de fuego disparada por los manifestantes: bastaría con una herida leve, aunque sería mejor grave, pero sin peligro para la vida. Yo esperaría un poco más, adoptando medidas extraordinarias de protección de las sedes de organizaciones de izquierda. Y sólo después de que la situación se agravase y columnas de estudiantes con militantes de los centros sociales, al canto de “Bella Ciao”, destrozaran calles, tiendas y mobiliario urbano, y agredieran a las fuerzas de policía con uniforme normal y no antidisturbios, hiriendo a alguno, incluso matándolo, ordenaría una intervención masiva y dura de las fuerzas del orden contra los manifestantes, pero sin detener a ninguno.

»El comunicado del Ministerio del Interior debería decir que se ha intervenido contra manifestaciones violentas del Blocco Studentesco, de Casa Pound y otros manifestantes de extrema derecha, incluidos grupos naziskin que marchaban al grito de “¡Hitler, Hitler!”. Este es mi consejo.»

Antimafia 2000. http://www.antimafiaduemila.com/content/view/10700/78/ - Traducido para Rebelión por Juan Vivanco


Nota de La Haine

En Suecia la policía aparentemente ya ha empezado a aplicar la táctica aconsejada por el fascista Cossiga.

Durante el foro social europeo celebrado en Malmö hace unas semanas, en una manifestación no aprobada por la dirección del foro, la policía de uniforme literalmente se retiró de las zonas por las que marchaban los activistas. Ni siquiera defendió sus posiciones. Sin embargo utilizaron a los secretas para filmar, marcar y detener a determinados activistas, los que ellos consideran "líderes", lo que finalmente provocó disturbios mayores.

Posteriormente, en una contramanifestación a un acto nazi, la policía de uniforme nuevamente se limitó a formar un círculo en torno a los 50 nazis para protegerlos, y se aguantó los gritos, empujones y hasta alguna botella de los 300 activistas que protestaban. Pero, de nuevo, la mayor actividad represiva correspondió a los secretas que marcaban y detenían a los "organizadores".

Esta actitud, que enerva aún más a los activistas, y la falta de respuesta de los antidisturbios, parece tender a lo que pide Cossiga: que las cosas se desmadren, que haya algún herido, que la gente empiece a tener miedo al activismo.

 

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