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Europa :: 15/12/2008

La rabia de la juventud...

Anonim@
Los jóvenes arrastraron la inseguridad del futuro, el presente que los oprime. Arrastraron los símbolos que el sistema les ofrece mirar de lejos porque tocarlos cuesta mucho

El día 6 de diciembre muere un joven de 16 años por una bala de un policía en el barrio Exarchia en el mero centro de Atenas. El único pecado de este joven – no le dieron el tiempo de tener más que uno sólo -, como el de muchos, miles y millones otr@s jóvenes, el pecado que le costó la vida, fue el gritar a dos policías, que pasaban por donde él estaba con sus amigos un sábado por la noche, algo como por ejemplo “fuera pinches policías de este barrio”.

Su nombre es Alexis, otro Alexis más, en un país lejano que se llama Grecia. La noticia corre rápido y llega a los oídos de otros jóvenes, de otras jóvenas como él. La gente se enoja. No, no es cierto. No es sólo un enojo. Es una rabia acumulada. Una rabia que ya quiso salir a las calles y arrastrar todo lo que hay en ellas. Y salió. La gente con su rabia salió a las calles y pusieron a Atenas, y también a casi todas las ciudades de este país, en estado de emergencia.

Jóvenes en su mayoría, con piedras en sus manos y rabia en sus corazones, salieron en la calle. Y lo arrastraron todo. Junto con los basureros, el pavimento, los edificios, las tiendas, los bancos, los coches; arrastraron también las promesas rotas y el presente que se les niega.

Arrastraron la pésima educación, la falta de empleo, la inseguridad del futuro, el presente que nos oprime, el pasado que se olvidó. Arrastraron los símbolos que el sistema les ofrece mirar de lejos porque tocarlos cuesta mucho. Arrastraron los símbolos que además ni siquiera necesitan. Arrastraron los lujosos anuncios, espejos de una vida encarcelada dentro de las cuarto paredes del trabajo, de la escuela, de la universidad, obedeciendo órdenes de gente que chupa toda su energía a cambio de migajas.

El gobierno de derecha que en este momento gobierna este país tocó los límites de la tolerancia aprobando leyes que eliminan los derechos laborares, el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, a la misma vida y reprimiendo a l@s que gritan con toda su fuerza que no debe de ser así.

Nos están quitando la vida diario y el asesinato de Alexis fue la gota que quebró y explotó el vaso de la tolerancia y del silencio.

Ya nada va a ser igual aquí para todas nosotras. Lo que vivimos estos días en Grecia, es una revuelta juvenil, de niños, de niñas de 14 y 15 y 16 y 17 y 18 años de edad. Es una revuelta de jóvenes que sintieron que su vida está en riesgo: “Ya mataron uno de nosotros, ¿quién va a ser el siguiente?” Y nos están dando lecciones de vida.

Después de la primera expresión de esta rabia acumulada vino la organización espontánea de la juventud. Más de 400 escuelas secundarias en todo el país están ocupadas hasta hoy día. Igual que muchas universidades y ya existe una coordinadora de acciones de estudiantes y alumnos. Todos los días alumnos y alumnas de secundaria llegan a diferentes sedes de la policía, las rodean, gritan a los policías, les tiran piedras, queman sus coches, los enfrentan. Los enfrentan diario en las calles sin pensar en el riesgo ni las consecuencias.

Rabia pura y hermosa. Los jóvenes en este país ya gritaron su “ya basta”. Y piden de la sociedad entera a estar a su lado, a gritar su “ya basta” igual que ellos y ellas, a tomar nuestras vidas en nuestras manos. Y la gente en los barrios de Atenas y de otras ciudades en algunos casos los escuchó. En varios barrios se organizan ocupaciones de edificios municipales y en general hay un intento de organizarse más y coordinar acciones. Hay protestas generalizadas.

Barricadas se arman todas las noches alrededor de la universidad politécnica de Atenas y resisten toda la noche contra la policía. Los más reprimidos encontraron también su oportunidad de expresar su rabia. Los gitanos que sufren la represión policiaca y la impunidad, los migrantes que a diario los matan de diferentes maneras salieron también en las calles y agarraron las piedras igual que l@s jóvenes.

La represión también se generaliza. En toda la ciudad de Atenas hay una nube permanente de lacrimógenos y otros químicos. Los policías de uniforme verde, los más cabrones, reprimen, golpean, arrestan, dan balazos al aire, insultan. Y todo el mundo que ve su acción de cerca ya no los puede tolerar. Hay gente que ha salido de las cafeterías donde toman su café para gritarle a la policía: “fuera de acá”. Hay gente que les arroja macetas de flores desde sus balcones. Hay gente que cuando ve a los policías agarrando chav@s corre y l@s saca de sus manos feroces.

Por el otro lado está la propaganda permanente de los medios masivos de comunicación. Repitiendo imágenes de destrucción, hablan de los pequeños empresarios que lo perdieron todo, de las propiedades de la pobre gente, del clima de navidad que unos “vándalos” están destruyendo, de los ladrones que roban luego los propiedades destruidas.

Pero hay tantas imágenes tan hermosas estos días dibujadas en nuestras calles. Y una esperanza llena nuestros corazones aunque todavía no podemos ni asimilar lo que está pasando en nuestra sociedad. Ya llegó la hora de escuchar a la gente más sana de nuestro país, l@s más jóvenes, l@s más inocentes que esta semana crecieron mucho y rápido y su acción se hizo postura de vida. Hay que escucharlos y estar ahí junto a ellos, junto a ellas porque lo que piden es lo que nosotras también queremos: nuestras vidas con dignidad y respeto.

Fuera del congreso del país, una niña está conversando con un policía en un momento de calma, preguntándole que por qué golpean a l@s niñ@s, que por qué la reprimen a ella y a sus compañeros. El policía le pregunta que cuántos años tiene. Ella contesta que tiene 18 años. El policía se ríe y le dice que ya va a cambiar de ideas cuando tenga cuarenta años. Y la niña de 18 le contesta: “O sea que cuando tenga cuarenta años y matan a un niño de 15 a mi lado, ¿yo me voy a quedar callada?” y ahí se acaba la conversación y la palabra se pierde tras el sonido de las bombas molotov y tras el sonido del tolete, de la macana, cayendo sobre las espaldas de otr@s jóvenes como ella.

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