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Pensamiento, Europa :: 08/03/2023

El marxismo cultural de Raymond Williams

Michael Löwy
La contribución de Williams es esencial para los enfoques críticos de la cultura, pero su obra no puede desligarse de un compromiso intelectual con el marxismo

Fundador de los Estudios Culturales y de la revista 'New Left Review', Raymond Williams (1921-1988) es una de las figuras más influyentes e innovadoras de la cultura crítica inglesa. Poco conocido en Francia -aparte de algunos raros artículos publicados en pequeñas revistas-, hubo que esperar medio siglo después de la publicación de sus primeros libros importantes para que fuera finalmente traducido al francés: 'Culture et Matérialisme' (París, Les Prairies Ordinaires, 2009, 246 páginas).

En este artículo publicado en 2012, Michael Löwy repasa la trayectoria política de Raymond Williams para detallar sus aportaciones y la relación que mantuvo con el marxismo. La contribución de Williams es esencial para los enfoques críticos de la cultura, pero su obra no puede desligarse de un compromiso intelectual nacido en el corazón de Inglaterra a mediados del siglo XX y de los debates de la nueva izquierda surgida en aquella época.

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¿Cómo explicar el retraso en la traducción de la obra de Raymond Williams al francés? ¿Es el Canal de la Mancha un abismo infranqueable? ¿O es el Hexágono el que tiende a encerrarse en un espléndido aislamiento? Este retraso -y otros similares, relativos a importantes autores ingleses- merecería una investigación con los mejores métodos analítico-críticos de los "estudios culturales"1/.

En cualquier caso, sólo cabe estar agradecidos a Les Prairies Ordinaires, y a los dos directores de la colección "Penser/Croiser", François Cusset y Rémy Toulouse, por haber tomado la iniciativa de publicar esta primera colección de ensayos, permitiendo así al público francófono descubrir a uno de los intelectuales de izquierda más importantes de Inglaterra, cuyas obras son conocidas y discutidas desde hace tiempo en EEUU, América Latina y otros lugares.

Hijo de un obrero ferroviario galés, Williams siempre ha sido -al igual que su homólogo francés Pierre Bourdieu- un outsider en la élite académica inglesa. Su doble lealtad de clase -como hijo de una familia obrera- y de comunidad -a la cultura galesa- iba a ser un hilo conductor a lo largo de su vida. Estudió literatura en Cambridge pero, al afiliarse al Partido Comunista Inglés a finales de los años treinta, se situó necesariamente al margen del establishment académico; sus estudios se vieron interrumpidos por la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó como tanquista. En la posguerra optó por abandonar Cambridge -pero también el Partido Comunista- para enseñar, junto con su amigo E.P. Thompson, en la Workers' Educational Association, una red de extensión universitaria vinculada al movimiento obrero inglés. No volvió a Cambridge como profesor hasta 1961.

Junto con Stuart Hall y sus amigos del Center for Contemporary Cultural Studies de Birmingham, Raymond Williams puede considerarse el iniciador -gracias a su libro de 1958 Culture and Society- de los Cultural Studies, que estaban destinados a convertirse en uno de los campos más importantes de la investigación académica anglosajona, pero que son, en su origen, un método, inspirado en el marxismo, para el análisis sociohistórico de los hechos culturales (en el sentido más amplio del término). Fue también, con E.P. Thompson, John Saville, Stuart Hall, Raphael Samuel - y otros intelectuales marxistas que habían roto con el PC británico en 1956 - el fundador (1960) de la New Left Review, en cuyo director se convertiría, poco después, el joven Perry Anderson.

Durante los años 60 descubrió el marxismo occidental, de tendencia historicista: Gramsci, Lukacs, Lucien Goldmann (¡no Althusser!) - con los que sintió evidentes afinidades. A partir de entonces, su obra se convirtió en un vínculo entre la tradición inglesa de crítica cultural (romántica) y el marxismo continental. Intelectual comprometido, no ocultó sus convicciones socialistas y publicó, con E.P. Thompson, un rotundo documento anticapitalista, el May Day Manifesto (1968), en el que denunciaba categóricamente los mitos de la modernización:

Como modelo de cambio social, la modernización acorta bruscamente el desarrollo histórico de la sociedad. Se supone que todo el pasado pertenece a la Sociedad 'tradicional' y la modernización es un medio técnico para romper con el pasado sin crear un futuro. [...] Es un modelo tecnocrático de sociedad, no conflictivo y políticamente neutro, que disuelve los auténticos problemas y conflictos sociales en las abstracciones de la 'revolución científica', el 'consenso' y la 'productividad'2/.

Es autor de novelas, trabajos sociológicos, estudios marxistas sobre literatura, análisis de medios de comunicación y ensayos políticos -publicados tanto por Oxford University Press como por New Left Books(más tarde Verso)- y fue uno de los líderes de la Campaña para el Desarme Nuclear (CND). Algunos de sus libros, como Keywords. A Vocabulary of Culture and Society (1976), o Marxism and Literature (1977), han alimentado el pensamiento de varias generaciones de intelectuales críticos a ambos lados del Atlántico. Su influencia fue considerable: ¡baste recordar que a finales de los años setenta se habían vendido unos 750.000 ejemplares de sus obras!

Por último, como bien señala Jean-Jacques Lecercle en su excelente introducción a la colección francesa, Williams, a diferencia de tantos otros, nunca dio la espalda a su compromiso socialista en defensa de los oprimidos. Esta dimensión se perderá de vista en algunos estudios culturales anglosajones, que interpretarán a Raymond Williams en los términos del "giro lingüístico" posmoderno, o "posmarxista", evacuando el punto crítico y anticapitalista de sus escritos.

La sensibilidad sociocultural de Williams también se refleja en sus novelas, la mayoría de las cuales están ambientadas en el Gales obrero. Es el caso de los tres libros conocidos como la "trilogía galesa": Border Country (1960), Second Generation (1964), The Fight for Manod (1974). La dimensión romántica está especialmente presente en la novela histórica inacabada, publicada en dos volúmenes poco después de su muerte, People of the Black Mountains (1989-90), que narra episodios de la vida de los galeses de su región natal, "las Montañas Negras", desde el Neolítico hasta la Baja Edad Media.

El gran libro "inaugural" de Raymond Williams, Culture and Society 1780-1950 (Londres: The Hoggarth Press, 1958), es un ambicioso intento de rescatar, desde una perspectiva progresista, la gran tradición inglesa de crítica cultural romántica de la civilización capitalista/industrial, que se extiende desde Coleridge y Wordsworth, pasando por William Cobbett, Thomas Carlyle, Matthew Arnold y William Morris, hasta T.S. Eliot y F.R. Leavis.

Estos autores son muy diversos, pero comparten una especie de nostalgia por un pasado sociocultural perdido -la "Vieja Inglaterra"- y una crítica feroz de la modernidad industrial burguesa y sus valores comerciales y mecánicos. Algunos eran profundamente conservadores -Edmund Burke-, otros lucharon por los intereses de los trabajadores -William Cobbett- y unos pocos fueron auténticos revolucionarios socialistas (W. Morris). Sin ignorar esas diferencias, el autor de Cultura y sociedad se interesa por lo que tenían en común, esa radical oposición cultural a la nueva sociedad surgida de la Revolución Industrial.

Como observa acertadamente J.J. Lecercle, Williams nunca abandonó sus posiciones, aunque a veces matizara o suavizara sus observaciones. Un ejemplo de esta continuidad es la monografía que dedicó en 1983 al publicista romántico y democrático William Cobbett:

Si es la voz de algo que puede llamarse [...] la vieja Inglaterra, es también, en el mismo movimiento, la voz de protesta contra el capital financiero, el imperialismo y el Estado aristocrático, y la voz de aliento para la organización de la clase obrera...4/.

En Culture and Society, Williams realiza una crítica exhaustiva del marxismo inglés bastante reduccionista de los años treinta (Christopher Caudwell). Pero no por ello aspira menos a

una interacción entre el Romanticismo y Marx, entre la idea de cultura que constituye la principal tradición inglesa y la brillante revalorización que Marx hace de esa idea, objetivo que considera una tarea para el futuro: "nos vemos obligados a concluir que la interacción dista aún mucho de haberse completado" 5/.

En los años treinta, esta tradición inglesa de crítica de la civilización mecánica y de su mezquino mercantilismo -en nombre de la comunidad orgánica del pasado y de la tradición cultural- estaba representada en particular por F.R. Leavis, autor de Mass Civilisation and Minority Culture (1930), y por su influyente revista de crítica literaria Scrutiny. Aunque rechaza el conservadurismo y el elitismo cultural de este movimiento, Williams se interesa por su dimensión crítica y su oposición a la degradación mercantil de la cultura. ¿Podemos, sin embargo, definir su posición político-cultural como un "leavisismo de izquierdas", como propone J.J. Lecercle? 6/

No está mal, pero la referencia parece demasiado limitada: ¿por qué no definirlo como un discípulo de William Morris o un "cobbettista" moderno? La fórmula propuesta por Lecercle es tanto más problemática cuanto que Williams se distancia explícitamente de las posturas elitistas de Leavis y Scrutiny. Lecercle utiliza otra expresión discutible para dar cuenta de la singularidad de la obra de Williams: se trataría de "un término medio" entre el Cambridge English de Leavis y el marxismo ortodoxo (p. 17). Me parece que el materialismo cultural de Raymond Williams no es un "término medio", sino más bien una superación dialéctica de esta contradicción, en el sentido de la Aufhebung marxo-hegeliana. De hecho, Williams no puede vincularse exclusivamente a Leavis ni a ningún otro autor de esta corriente, sino que pertenece -al igual que E.P. Thompson- a lo que podría denominarse "marxismo romántico"; es cierto que esta terminología nunca aparece de esta forma en sus escritos, pero ya en 1958, como hemos visto, se plantea el proyecto de una interacción entre ambos 7/.

Tanto Thompson como Williams se alejaron de la New Left Review durante la década de 1960, al no compartir las opciones intelectuales y políticas de sus nuevos editores (Perry Anderson y sus amigos). Uno de los nuevos editores, Terry Eagleton, publicó en 1976 un artículo en el que cuestionaba el marxismo de Williams, cuyo método consideraba "idealista". Sin embargo, unos años más tarde se produjo un acercamiento, que quedó reflejado en Politics and Letters (New Left Books, 1979), un libro de entrevistas con Williams, realizadas por Perry Anderson y otros dos editores de la revista, Anthony Barnett y Francis Mulhern. A partir de ese momento, puede decirse que Williams se convirtió en un puente intelectual y político entre la "Vieja Nueva Izquierda" y la "Nueva Nueva Izquierda".

Un ejemplo llamativo de su convicción de que el marxismo debe ser capaz de integrar la aportación de la crítica romántica es un breve texto de 1980: la reseña de la traducción inglesa de mi libro sobre Lukacs. Aunque su juicio es bastante favorable -especialmente en lo que respecta a la primera sección del libro, que intenta analizar las fuentes románticas del joven Lukacs-, no oculta su irritación con el título del libro: Georg Lukacs - from Romanticism do Bolchevism (New Left Books, Londres 1979). De hecho, el título no es el de la edición original francesa del libro, sino que fue elegido por mis amigos de New Left Books - hay que reconocer que con mi consentimiento ... Este título parece desestimar el difuso romanticismo anticapitalista del joven Lukacs como una mera etapa preparatoria, que necesariamente hay que superar en el camino hacia el marxismo y el comunismo. Sin embargo, señala Williams, si los románticos denunciaban la burocracia estatal, el vínculo entre el industrialismo y la "cuantificación del pensamiento", y la falta de comunidad en la sociedad moderna, es difícil, "a finales de los años 70, concluir que estaban perdiendo el tiempo o que no veían ninguna verdad simple y fundamental".

El socialismo moderno no puede ignorar las críticas "contra el Estado centralizado, el industrialismo y el orden social que informalmente pueden calificarse de 'románticas'"; el rechazo de éstas -y de cuestiones similares sobre la economía del 'crecimiento', sobre las libertades individuales, sobre la democracia como proceso social- como 'románticas' en un sentido depreciatorio, es decir, 'irrealistas', 'vagas', 'poco prácticas', es una de las causas de la degradación de la teoría y la práctica socialistas en el siglo XX. Esta es una de las causas de la degradación de la teoría y la práctica socialistas en el siglo XX. ¿No es la principal obra de Lukacs, Historia y conciencia de clase (1923), y en particular su concepto de cosificación, el resultado de una recuperación, para el marxismo, de la llamada crítica "romántica" de la conciencia cuantitativa e instrumental? Esta es una cuestión central para la " batalla de los marxismos " actualmente en curso, cuando algunos, frente a la crisis de la era post-Stalin, intentan rechazar esta problemática como idealismo romántico o, según una nueva retórica peyorativa, como humanista y moralista 8/.

La colección Culture & Materialism, recientemente publicada, no es una traducción completa de Culture and Materialism (1980): varios de los ensayos de ese volumen -incluido un fascinante estudio sobre Lucien Goldmann- no se incluyen aquí. Se trata más bien de una recopilación de ensayos de diversas fuentes que aparecieron en esa colección de 1980, así como en la de 1989 Politics of Modernism: Against the New Conformists, ambas publicadas por Verso en Londres. Se puede criticar una u otra elección, pero en su conjunto da una idea -aunque parcial- de la riqueza de la obra de Raymond Williams.

Los temas analizados van desde la teoría marxista de la superestructura hasta el papel nefasto de la publicidad, pasando por las vanguardias artísticas, el darwinismo social y los medios de comunicación. Como señala Lecercle en su interesante prefacio, estos ensayos, manifestaciones de un marxismo vivo, no han envejecido un ápice y nos hablan hoy. El concepto más innovador de Williams, la estructura del sentimiento, trasciende dialécticamente la oposición entre experiencia personal y cosmovisión colectiva, y es un brillante ejemplo del método del autor: un "espléndido híbrido de crítica literaria elitista y análisis cultural marxista" (p. 24).

Algunos de los textos de la colección muestran la persistencia, de forma modificada, de la simpatía del autor por la crítica romántica, especialmente en sus manifestaciones modernas. El problema se aborda en un artículo de 1985 sobre los orígenes del modernismo, en el que se compara la protesta romántica contra la soledad de la multitud en las grandes ciudades modernas -desde Wordsworth hasta Elisabeth Gaskell y Charles Dickens- con la feroz crítica de Engels, en La condición de la clase obrera en Inglaterra (1844), contra la indiferencia brutal, el egoísmo estrecho de miras y, sobre todo, la desintegración de la humanidad en mónadas aisladas, que parece ser el principio fundamental de la sociedad burguesa, y con las preocupaciones de los escritores y poetas modernistas. Estos últimos, observa Williams, citando a uno de sus autores favoritos, T.S. Eliot, se referirán a culturas pasadas o exóticas frente al mundo moderno, es decir, burgués.

Esta problemática será abordada, de forma mucho más precisa, en un brillante ensayo de 1988 -uno de sus últimos escritos, redactado poco antes de su muerte- sobre "La política de la vanguardia". Williams distingue en la corriente modernista en general y en las vanguardias político-artísticas dos tendencias opuestas -más allá de su común denuncia de la burguesía, el academicismo y la religión: los que, como los futuristas, celebran la velocidad, la máquina, la gran ciudad, la guerra, y los que, como los simbolistas, los expresionistas o los surrealistas, son herederos del medievalismo romántico y se interesan por las artes primitivas y exóticas, operando una especie de retorno a un más allá del orden social existente.

Mientras que los primeros -excepto en Rusia (Maiakovsky)- se adhirieron al fascismo, los segundos tomaron opciones políticas muy diferentes. Mezcla de crítica aristocrática -el culto al genio artístico como verdadera nobleza- y de crítica socialista a la burguesía -oposición a la reducción del arte al comercio y al dinero-, la variante "neorromántica" de la vanguardia valoraba el reino indómito de lo prerracional y lo inconsciente. Los resultados políticos de esta postura son múltiples, pero a menudo acaban del lado del anarquismo, el socialismo revolucionario o el comunismo; es el caso, en particular, de los simbolistas, los dadaístas, los surrealistas y algunos expresionistas, aunque algunos, como Gottfried Benn, acabarán en las filas del nazismo. De hecho, el Tercer Reich condenó en bloque a las diversas corrientes modernistas, acusándolas de Kulturbolchevismus, mientras que los herederos del bolchevismo en la URSS las repudiaron a su vez...

Williams también se interesa, por supuesto, por las manifestaciones de la vanguardia literaria en Gran Bretaña: mientras que una especie de expresionismo de izquierdas se manifestará en los escritos de Auden e Isherwood, un modernismo de derechas, a veces incluso fascista, está representado por Yeats, Wyndham Levis y Ezra Pound. El caso de T.S. Eliot, el principal y más influyente de estos poetas modernistas, es más complejo: por un lado, elitista y tradicionalista, por otro, "efectivamente subversivo de un orden cultural y social intolerable (y en ese sentido todavía burgués)" (p. 157).

Este fascinante ensayo, aunque incompleto y falto de detalles -por ejemplo, Williams no parece tener un conocimiento preciso del compromiso político radical de los surrealistas, cuya "resistencia activa y disruptiva contra el fascismo" sólo menciona-, puede considerarse como una prolongación, en el ámbito de la vanguardia, del análisis, iniciado con Society and Culture, de la riqueza y las ambigüedades de la crítica cultural antiburguesa, que se inspiraba en el romanticismo. Algunas de sus formulaciones, como la que describe, en el seno de esta corriente cultural, un movimiento de "retorno hacia un más allá del orden social existente", captan, con una intuición extraordinaria, la dinámica singular de este fenómeno.

Entre las manifestaciones más inquietantes de la sociedad burguesa moderna, dos son objeto de análisis concretos en esta colección: la publicidad y el darwinismo social. Citando con aprobación una obra colectiva contra la publicidad -y en particular su cínica manipulación de la mente de los niños- de Huxley, Russel, Leavis y Thompson -una curiosa mezcla de críticos culturales del capitalismo de distintas tendencias-, Raymond insiste en la necesidad de ir más allá de las críticas superficiales del fenómeno -su carácter vulgar, engañoso e invasivo- para llegar a la raíz del problema: la publicidad como "arte oficial de la sociedad capitalista", y como sistema altamente organizado de gratificación "mágica", que utiliza los avances de las ciencias humanas para librar una guerra psicológica contra los individuos, con efectos destructivos para los objetivos generales de la sociedad.

En cuanto al darwinismo social, esa defensa e ilustración del implacable individualismo competitivo de la civilización industrial/capitalista en nombre de la doctrina de la "supervivencia del más fuerte", no sólo es un fenómeno de finales del siglo XIX -de Herbert Spencer a Theodore Roosevelt, por no mencionar a J.D. Rockefeller-, sino que todavía sirve hoy como legitimación de las versiones más brutales de la economía de mercado y del orden jerárquico burgués. Estos dos estudios ilustran un aspecto esencial del materialismo cultural de Raymond Williams: el análisis sociopolítico no debe centrarse únicamente en la literatura, la poesía y la "alta cultura", sino en todas las producciones culturales de una sociedad determinada, especialmente las que sirven para garantizar la hegemonía de las clases dominantes.

Para comprender el planteamiento de Raymond Williams -su materialismo cultural- el ensayo metodológicamente más importante de esta colección -y también el más leído y discutido- es el titulado "Base y superestructura en la teoría marxista", de 1973. Como veremos, tampoco aquí faltan ecos de Cultura y Sociedad, aunque no sea ésta la idea central de la argumentación. Rechazando las lecturas economicistas, reduccionistas y deterministas del marxismo, que conciben las llamadas "superestructuras" como un mero "reflejo" de la base económica, Williams propone abordar la relación entre las producciones culturales y los procesos socioeconómicos a través de la categoría lukacsiana de totalidad, o del concepto -tomado prestado de Lucien Goldmann- de homología estructural, sin olvidar, no obstante, el papel de las ideologías en la hegemonía -en el sentido gramsciano- de las clases dominantes.

Sin embargo, más allá de esta importante revisión crítica del materialismo histórico "ortodoxo", con la ayuda del marxismo historicista europeo, la aportación más innovadora de Williams en este ensayo es la distinción entre tres tipos de sistemas culturales: 1) Las culturas residuales, constituidas por valores de una formación social anterior, que resisten a la cultura dominante. 2) La cultura dominante, que impone a la sociedad un sistema hegemónico de valores y significados. 3) Las culturas emergentes, que remiten a nuevos valores para oponerse a los significados establecidos.

Contrariamente a lo que su nombre parece sugerir, los valores residuales pueden tener un importante papel crítico y de oposición, en la medida en que representan ámbitos de la experiencia, la aspiración y el logro humanos que la cultura dominante descuida. Gran parte de la literatura inglesa del último medio siglo, observa Raymond Williams, hace referencia a estos valores residuales. Ciertamente, a través de procesos de incorporación, la cultura dominante consigue a menudo integrar y absorber valores residuales o emergentes; pero no es menos en estos dos sistemas de valores donde surgen formas verdaderamente opuestas al orden social establecido.

Hasta ahora hemos destacado las afinidades de Raymond Williams con la crítica cultural romántica de la civilización capitalista. Sin embargo, también es necesario considerar los argumentos por los que su materialismo cultural difiere, de forma bastante marcada, de esta tradición. Esto es especialmente cierto en sus trabajos sobre "cultura y tecnología" y sobre los medios de comunicación, representados por dos ensayos de la colección. Criticando lo que llama "la alianza impía entre el determinismo tecnológico y el pesimismo cultural" (p. 184), se desmarca de las siniestras predicciones que denuncian, en nombre de la cultura de élite, las formas de comunicación de masas: la radio, el cine, los discos grabados y, por último, la verdadera hidra, la televisión.

Ciertamente, observa, el cambio tecnológico en la esfera cultural tiene lugar dentro de las relaciones sociales y económicas existentes; de ahí que las innovaciones técnicas estén esencialmente impulsadas por intenciones industriales y comerciales, más que por fines culturales. El inmenso poder del dinero, vinculado a la industria publicitaria, utiliza los nuevos medios de comunicación para homogeneizar y estandarizar las producciones culturales al servicio del comercio transnacional.

Sin embargo, los partidarios del pesimismo cultural se equivocan al culpar a las tecnologías de los contenidos despreciables que transmiten. Son concebibles otros usos de las nuevas tecnologías: ¿por qué no podrían la televisión por cable y por satélite, de titularidad pública, estar a disposición de una vasta red de productores autogestionados? ¿No podrían los movimientos sociales revolucionarios apropiarse colectivamente de medios de producción relacionados con la comunicación - por ejemplo, emisoras de radio locales?

En otro sistema económico y social, las nuevas tecnologías podrían fomentar formas nuevas e interactivas de relaciones sociales y culturales, permitiendo el florecimiento de formas de democracia directa. Williams puede ser considerado demasiado optimista, pero sus escritos sobre la televisión y los medios de comunicación de masas constituyen sin duda una aportación original y poco convencional al pensamiento crítico sobre los medios de comunicación.

En conclusión: esperemos que la publicación de Culture & Materialism sea sólo un primer paso, un peldaño hacia la publicación de otras obras de un pensador que ha renovado profundamente el pensamiento marxista sobre la cultura, y cuya "espléndida hibridación" (Lecercle dixit) entre un sutil materialismo cultural y la crítica romántica de la civilización burguesa no ha perdido nada de su agudeza y poder.

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Notas

1/ He aquí un ejemplo sorprendente que contrasta con el retraso en Francia: Raymond Williams fue traducido en Brasil... ¡cuarenta años antes que en Francia! Cultura e Sociedade se publicó en Sao Paulo en 1969 y El campo y la ciudad en 1989 (Cultura e Sociedade 1780-1950, Sao Paulo, Companhia Editora Nacional, 969 y O campo e acidade, Sao Paulo, Companhia das Lêtras, 1989). Es cierto que los brasileños no han continuado en esta dirección y que los últimos escritos de Williams aún no han sido traducidos. Esta laguna fue compensada, al menos parcialmente, por la publicación, en 2003, del libro Dez Lições sobre Estudos Culturais (Sao Paulo, Editora Boitempo) de Maria Elisa Cevasco , profesora de la Universidad de Sao Paulo. Se trata de una notable presentación de la obra de Raymond Williams, en el contexto socio-histórico inglés, y en relación directa con la creación de los Estudios Culturales y la fundación de la New Left Review. Analizando el materialismo cultural de Raymond Williams, Cevasco muestra que se basa en una percepción mucho más rica de la cultura, que incluye no sólo las "grandes obras", sino una forma de vida común a toda la sociedad; para Williams, la cultura deja de ser una instancia separada, una esfera autónoma -según la tradición idealista- y se concibe como una fuerza productiva, una fuerza activa en la vida social. Si la dimensión romántica queda un tanto marginada en este libro brasileño, tiene el gran mérito de no separar nunca la obra teórica de Raymond Williams de su compromiso social y político y de sus convicciones anticapitalistas. La otra aportación interesante de Cevasco es la comparación que hace entre los estudios culturales ingleses y la escuela brasileña de crítica cultural. No se trata de una cuestión de influencia, sino más bien de un paralelismo y de una cierta afinidad. En torno a la revista política y cultural Clima (1941-1944), de sensibilidad anticapitalista y marxista (antiestalinista), se formó un núcleo de pensamiento crítico cuyos dos representantes más importantes fueron el crítico de cine Paulo Emilio Salles Gomes y el sociólogo e historiador de la literatura brasileña Antônio Cândido (tuve la suerte de ser su alumno en la Universidad de São Paulo). Sus trabajos se convertirían, a partir de los años cincuenta, en la principal referencia para la reflexión crítica sobre la cultura en Brasil. Lo que compartían con Williams y los Estudios Culturales era un enfoque marxista abierto, y la interpretación de los procesos culturales desde una perspectiva de realidad social.

La siguiente generación de "estudios culturales" brasileños se formó a principios de los años sesenta, en un seminario informal sobre la lectura de El Capital de Marx, organizado, al margen de los planes de estudio, por jóvenes profesores y estudiantes de la Universidad de São Paulo (entre paréntesis: yo estaba allí...). La figura más importante de esta segunda generación es un discípulo de Antonio Cândido, el crítico literario y sociólogo cultural -se interesa también por el cine y la música popular- Roberto Schwarz, cuyos trabajos sobre el gran novelista Machado de Assis y su análisis crítico del "liberalismo" esclavista brasileño -lo que él llama "ideas fuera de lugar"- son ya conocidos internacionalmente (Un artículo sobre R. Schwarz fue publicado por M.E. Cevasco en un número de la International Review of Books and Ideas). Más allá de las diferencias obvias entre los contextos inglés y brasileño, Maria Elisa Cevasco no se equivoca al destacar las analogías entre estas dos escuelas de estudios culturales.

2/ May Day Manifesto, ed. R. Williams, Penguin, 1968, p. 45

3/ Véase a este respecto el interesante artículo de Thierry Labica, "Por qué necesitamos a Raymond Williams", Contretemps, Ed. Syllepse, n° 5, marzo de 2010.

4/ Raymond Williams, Cobbett, Oxford Univ. Press, "Past Masters", 1983, p. 56. William Cobbett (1763-1835), periodista, ensayista y polemista, famoso en su época. Originalmente conservador, se convirtió hacia 1804 -y siguió siéndolo hasta el final de su vida- en un demócrata radical y defensor de la causa obrera.

5/ Raymond Williams, Culture and Society 1780-1950, Londres, Penguin, 1971, p. 280.

6/ Jean-Jacques Lecercle, "Lire Raymond Williams aujourd'hui", introducción a R. Williams, Culture et Matérialisme, Les Prairies Ordinaires, 2009, p. 12.

7/ Para un análisis más detallado de la dimensión "romántica" de Raymond Williams, remito al ensayo "The Romantic Current in the Social Sciences in England: Edward P. Thompson and Raymond Williams", de Robert Sayre y mío, en nuestro libro conjunto Spirits of Fire. Figures du romantisme anticapitaliste, París, Editions du Sandre, 2010.

8/ Raymond Williams, " What is anticapitalism? ", New Society, 24 de enero de 1980, pp. 189-190. La conclusión de la reseña, en lo que se refiere a mi libro, es que tiene muchas cualidades, la principal de las cuales es "que puede leerse en contra de algunas de estas formulaciones inmediatas"... (Por cierto, la crítica de Williams me obligó a pensar, en nuevos términos, sobre la relación entre marxismo y romanticismo).

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