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Estado español, Estado español :: 15/06/2009

Contra la pedagogía 'progre'

Carlos X. Blanco
Los sindicalistas 'progres' y sus ideólogos se niegan a ver la realidad de un engendro conceptual, jurídico y pedagógico como fue la LOGSE y su derivación legal actual

Cuando se hizo vigente la LOGSE (1990) las previsiones del Estado Español en aquella época eran las de una abrumadora mayoría de jóvenes “excesivamente” cultos, una sobreabundancia de universitarios que, cosa lógica, no iban a poder cubrir los necesarios puestos de trabajo manual, técnico y de cualificación media y baja. Debe recordarse que en los años 80 pudieron acudir a las aulas universitarias, de forma masiva y por vez primera, los hijos de la clase obrera y campesina. La universidad había dejado de ser coto cerrado a una elite.

El acceso de una masa tan grande de jóvenes que habían sido producto del baby boom de los años 60, años de desarrollismo urbano y turístico, solo había sido posible gracias a una red relativamente buena de institutos de bachillerato creada a lo largo de los últimos años del franquismo. Cualquier problema de masificación o falta de medios en aquellos institutos venía siendo compensado por un profesorado altamente competente (en muchas ocasiones más competente que el de la universidad) y una alta motivación por parte de los estudiantes, deseosos de superar a sus padres en el nivel cultural y en cualificación profesional y académica.

Han pasado casi 20 años y ya podemos hacer balance del desastre, del estropicio. Los niveles culturales y formativos de la juventud española actual están muy por debajo de los de aquel entonces. El anterior sistema de bachillerato (3 años de B.U.P. y uno de C.O.U) ya habían sido producto de una reforma (a la baja, en cuanto a nivel y calidad) del viejo Bachillerato del franquismo, que distinguía entre “elemental” y “superior”. Las universidades de los 70 y 80 pudieron nutrirse con profesores jóvenes de altísimo nivel alcanzado en sus institutos, y unos alumnos acostumbrados a la disciplina y al esfuerzo. Con la L.O.G.S.E esta cota histórica se vino abajo. La etapa educativa llamada “Bachillerato” quedó reducida a un periodo ridículo de 2 años escasos, escasamente formativos de cara a entrar en la universidad. Antes, el joven se ve forzado a pasar por una larga etapa de Educación Secundaria Obligatoria de la que habría muchas, muchísimas cosas que decir.

Sólo voy a comentar algunas de ellas, que me parecen sangrantes. Para empezar, los secretos a voces. Es un secreto a voces que los inspectores de educación y la administración educativa (cuando no el propio equipo directivo) han obligado a miles de profesores a disminuir el número de suspensos, a inflar las notas de no pocos alumnos, a promocionar obligatoriamente a chicos que, en ocasiones, habían suspendido cuatro o más materias, esto es, malos estudiantes de solemnidad que no merecen titular en “secundaria”. De esta manera se disfrazaron las estadísticas en el estado español durante lustros enteros. Miles de adolescentes obtuvieron sin esfuerzo alguno, sumidos en un analfabetismo funcional clarísimo, su título de graduado en E.S.O. gracias a este “empeño” de nuestros burócratas.

El problema sigue ahí. Con todo lo fácil y “obligatorio” que está resultando sacarse el título académico más bajo vigente en el sistema escolar español, aún así, con todas las presiones ejercidas sobre el profesorado, hay una tasa de abandono escolar dentro del periodo de obligatoriedad que clama al cielo. En comunidades muy atrasadas en su nivel cultural y académico (Andalucía, Castilla-La Mancha…) es una tasa de un tercio de los chicos. Escandaloso. En Asturies contamos con porcentaje de abandonos muy inferiores, y los resultados de los bachilleratos se cuentan entre los mejores del estado. Pero en cualquier caso nos las habemos con una masa de población “sin oficio ni beneficio” que van a competir a la baja con emigrantes extranjeros que, cada vez más, cuentan con mejor formación que ellos y cuyo nivel de exigencia salarial no va ser alto. Las consecuencias de aquí a la larga no se van a hacer esperar en los próximos años: aumento del racismo y de la xenofobia, auge de formaciones y bandas de ultraderecha, aumento de la delincuencia, perpetuación de los mercados negros y de la llamada “economía sumergida”.

Y luego tenemos el discurso de los “progres”. Álvaro Marchesi, César Coll y otros muchos capitostes de la LOGSE pasaron de sus cómodas cátedras universitarias a las no menos cómodas altas instancias del estado y se convirtieron en mandarines de una reforma que hizo que la cultura en el estado español se viniera abajo. Sacaron sus libros y sus decretos imponiendo –desde arriba- una “filosofía” de la educación cuando menos cuestionable. Llamar “filosofía” a todas sus chorradas sobre “curriculum abierto y flexible” es excesivo. Habría que referirse más bien a un cúmulo de necedades que, si se enseñan a nivel teórico a estudiantes adultos en facultades de Psicología o Pedagogía, no pueden adquirir demasiados visos de peligrosidad.

Ahora bien, si esas mismas necedades que hablaban de “constructivismo”, “transversalidad” y qué se yo más, se implantan y se imponen de arriba abajo en todos los institutos del estado español, eso pude equivaler a un ciclón que barra definitivamente el afán por estudiar, el afán por formarse y ser persona. Teorías más o menos peregrinas, creadas en el nicho específico de la psicopedagogía universitaria, se convirtieron en dogmas inapelables de obligado cumplimiento en secundaria y bachillerato. La nueva ley de educación que sustituye a la LOGSE persevera en las mismas tonterías, con infinidad de asignaturas “maría”. Además el sistema sigue emperrado en los mismos contubernios y cambalaches con el Vaticano.

Esto de los pedagogos “progres” hay que ponerlo siempre en contexto político real. Felipe González, Maravall y demás apóstoles en su día de la LOGSE ¿impidieron realmente la injerencia vaticanista en nuestro sistema escolar? Todos los que somos profesores hemos visto cómo se cerraban unidades escolares en la pública de nuestro barrio, “milagrosamente” cuando en ese mismo barrio se radica un colegio religioso. La enseñanza pública del estado español no cuenta, para su desgracia eterna, con la ayuda divina y así le va. Los centros públicos se hacen cargo de los alumnos más difíciles. Los centros públicos tienen que ofertar religión y sostener económicamente a un cuadro de catequistas católicos que imparten doctrina en espacios públicos que deberían ser laicos. ¿Se imaginan a un jefe que debe pagar a trabajadores que él no elige y que le vienen impuestos y designados desde instancias externas? Pues ese jefe, pagador y claudicante es el estado español ante la Conferencia de Obispos y el Vaticano.

Con estas intromisiones clericales, con este sistema fracasado desde todos los puntos de vista, con este bajón del nivel cultural y educativo tan terrible…¡aquí nadie hace propósito de enmienda! UGT y CCOO, en sus secciones de Enseñanza se quejan como plañideras de que la LOGSE (“una buena ley”) fracasó por no venir bien acompañada de una financiación suficiente. Claro, sindicalistas progres: estáis absorbidos hasta la médula por la lógica del capitalismo: dinero, dinero, dinero. Lo sabemos todos: el dinero es la panacea. Claro que esta mentalidad es el reverso mismo del idealismo, curiosamente, como bien supo analizar Marx. Pensar en una ley como buena en sí misma al margen de la estructura social y la base económica en la que va a aplicarse no demuestra otra cosa que un idealismo de la peor estofa. Con muy buenas intenciones se ha llenado el mundo de cadáveres y miseria. Los sindicalistas “progres” y sus ideólogos (Mariano Fernández Enguita, por ejemplo) se niegan a ver la sangrante realidad de un engendro conceptual, jurídico y pedagógico como fue la LOGSE y como es su derivación legal actual. El utopismo de los pedagogos se hace realidad –lamentablemente- en forma de ignorancia, retraso, xenofobia, abotargamiento intelectual y moral. Gracias, progresistas.

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