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Estado español :: 24/06/2009

¡Si es verdad! La LOGSE fue un desastre y no quieren rectificar

Carlos X. Blanco
Nuevas precisiones sobre la pedagogía ?progre?

En Asturbulla publiqué un artículo titulado “Contra la pedagogía ‘progre’” que también ha salido en otras webs como La Haine y Kaosenlared. El artículo en cuestión vertía una serie de críticas contra la LOGSE y sus derivados, teniendo en cuenta el marco legal que regula la Educación no universitaria del Estado Español es enteramente heredero de aquella ley, que yo considero nefasta. Los políticos y burócratas que controlan los resortes de nuestro sistema educativo parecen no “haberse bajado de la burra”, a diferencia de San Pablo, quien se convirtió a una nueva fe cayéndose de un caballo. Esto quiere decir que no desean enmendar sus errores, que no quieren reconocer que aquella ley fue un desastre. Curiosamente fue una ley de inspiración izquierdista, auspiciada por el PSOE y por sus fieles monaguillos y sacristanes, Izquierda Unida. Una ley, sin embargo, que fue contra el Pueblo. Pues condena al pueblo, y precisamente al pueblo humilde y trabajador, a una ignorancia crasa. Perpetúa el clasismo, ampara los privilegios, hace el juego a las elites y a los sectores adinerados. Es una ley BASURA, con todas sus letras, y la Ley de Educación actual lo es más todavía, pues no hace propósito de enmienda ni de rectificación y prosigue con un modelo burocrático y con una retórica sofística que no se sostiene por sus pies, ni tampoco tiene cabeza.

Un crítico de mi artículo, José Luis Carretero Miramar escribe en Kaosenlared un artículo (Sobre "La pedagogía progre". Una respuesta a Carlos X. Blanco) que posee la virtud de mostrar puntos de confluencia con mi visión de la educación, y que por tanto anima en mí la esperanza de que exista un debate constructivo. Mi artículo podría dar la impresión superficial de que soy un nostálgico del régimen franquista, régimen que en materia educativa (sobre todo a partir de los 60) fue alcanzando grandes niveles de exigencia y calidad en cuanto a conocimientos de los estudiantes, en cuanto a competencia de los profesores, etc. Precisamente aquellos institutos tardo-franquistas pudieron nutrir unas universidades que en los 60 y 70 eran cada vez más contestatarias con el Régimen. Unas aulas aborregadas y un analfabetismo general no constituyen un buen ambiente para fomentar el deseo de democracia. Toda dictadura tiene los días contados ante una juventud crecientemente culta, crítica, exigente. Ya he comentado al pie del artículo de Carretero que yo he sufrido en mis carnes el autoritarismo y la violencia de curas y profesores tardofranquistas y que el alto nivel de exigencia y preparación contenía también un fundamento represivo que no me parece deseable –ni posible- revivir.

Coincido también con José Luís Carretero en que la comparación entre épocas distintas es cosa muy arriesgada. El bombardeo televisivo y el efecto de la sociedad de consumo de hoy no son comparables a las influencias de aquellos tiempos. Hoy los jóvenes quizás no reciben tantos sermones de curas pre-conciliares ni retóricas fascistas, ya entonces hueras para la mayoría de los adolescentes. Hoy en día hay más fascismo implícito y más indefensión, si cabe, ante un anuncio sexista de la TV o un mensaje subliminal violento de una película americana. Las comparaciones entre épocas tienen sus límites.

Las causas del fracaso educativo son múltiples y complejas, quién lo duda. Pero de entre las causas, teniendo en cuenta los efectos nefastos de la sociedad de la imagen y el estilo de consumismo que nos imponen, quiero subrayar precisamente la Teoría Pedagógica que la LOGSE santificó, y que hoy administra -cual dogma de Fe- toda una Iglesia de Pedagogos, Psicólogos y demás “Expertos” que, instalados en una Curia confortable e investidos arrogantemente de una enorme Voluntad de Poder, han echado a perder ya a varias generaciones de adolescentes.

Quiero subrayar que LA PEDAGOGÍA NO ES UNA CIENCIA. Solamente unos torcidos intereses inherentes al propio capitalismo, a la propia sociedad administrada por burócratas al servicio de la patronal han podido investirles de tal autoridad incontestable. Me niego a considerar a la pedagogía como una ciencia y menos como una ciencia incontestable, y estoy en contra de los prejuicios gremiales (con un punto de altanería) que se muestran en manifiestos tales como el titulado “No es verdad”. Es lógico que una serie de personas que poseen el título de pedagogos (yo también me licencié en Pedagogía pero nunca tuve ese espíritu gremialista) quieran defender su espacio en la sociedad, para que los demás vean que son importantes, necesarios, etc. Yo comprendo que una profesión inventada y accesoria trate de buscar su sitio y su auto-legitimación. Es razonable que maestros o licenciados en diversas especialidades quieran olvidarse de su formación académica de origen y sentirse, ante todo, “técnicos de la educación”, “científicos de la educación”, etc. Todo ello puede ser respetable, aunque yo no lo comparto. No hay una ciencia de la Pedagogía sino una determinada Filosofía de la Educación. La mía se define de forma muy clásica: por los fines de la Educación. Fines, a saber: alcanzar una Sociedad de personas sabias, libres e iguales. Lo demás son recetas, nada más que recetas artesanales que un profesor, con la práctica diaria, va perfeccionando. Cualquier intento de formalizar esa práctica artesanal de auto-perfeccionamiento docente es abrir un portillo al burocratismo y a la tecnocracia. La LOGSE nos abrió un enorme portalón a los “expertos”, a los supuestos “Científicos” y “Tecnólogos de la Educación” que tanta ruina nos han traído. Con ellos ha venido el burocratismo más infame.

He dicho que los principios teóricos de la LOGSE en sí mismos son muy discutibles, y que de científicos no tienen nada. Como epistemólogo he investigado el Constructivismo, una filosofía que en líneas generales comparto, pero la tesis del Constructivismo es solamente una posición interesante pero muy genérica y siempre me ha parecido absurdo imponerla por decreto o por ley. Me recuerda algo así como lo de hacer del “Materialismo Dialéctico” una “filosofía oficial” en la URSS. Cuando una filosofía se hace oficial y se impone por decreto en un Estado, entonces adiós filosofía y adiós pensamiento crítico. Y eso es lo que se hizo con el “constructivismo”. Piaget, Vigotski, Freire y todos los demás que cita el Manifiesto son personas muy respetables, pero sus teorías no son científicas ni están libres de críticas. Aún más, todavía, no veo por qué tiene que ser obligatorio comulgar con ellas. Los docentes podemos tener nuestras propias preferencias intelectuales y, sobre todo, nuestras propias recetas artesanales.

Algunos pedagogos “progres” quieren negar evidencias y mienten ante hechos incontestables. Parece mentira que pongan como título de un manifiesto pedagógico (pro-LOGSE) la frase “no es verdad” diciendo cosas que, manifiestamente, no son verdad: por ejemplo, cuando escriben en el citado –y valga la redundancia- manifiesto: “Basta comparar los libros de texto de hoy con los de antes para comprobar que cada vez se pretende enseñar más contenidos”. Esto, sencillamente, no es verdad. Los libros que empleaba mi hermano mayor (seis años mayor) ya eran, en los años 70, indeciblemente más austeros, claros y rigurosos que los míos. Y si éstos los comparamos con los libros de la era LOGSE, podemos sacar la triste conclusión de que éstos se llenan de fotos enormes, a todo color, que distraen del texto y que guardan –muchas veces- una penosa conexión con el contenido escrito. Esto por no hablar de la moda de atiborrar a los estudiantes con coloristas “mapas conceptuales” y exhaustivas especificaciones de “contenidos”, “procedimientos”, “actitudes”, como si el libro del alumno fuera una programación para el profesor. Ahora pondrán listados de “competencias”, nueva moda de los pedagogos autócratas. Algunos penosos libros “LOGSE” son más bien guías para el visionado de películas (he visto el estrambote editorial de “innovación” que consiste en enseñar toda una asignatura con películas) o agendas inconexas de actividades en vez de manuales. A mi me da lo mismo porque yo no doy ganancia a las editoriales y me sirvo de mis propias clases “magistrales” (y espero que no me condenen a penas de cárcel o exilio por tratar de ser “maestro”, magister). Está bien contrapesar lo teórico con lo práctico, pero la LOGSE ha supuesto una inquina contra todo esfuerzo conceptual y toda disciplina intelectual. La obsesión moderna por atiborrarnos con “nuevas tecnologías” (pizarras electrónicas, cañones de proyección, portátiles para cada alumno) va en la misma línea de la fobia a la teoría, fobia a la disciplina conceptual, culto a la imagen y veneración por el juguetito electrónico.

El Manifiesto “No es Verdad” abunda en las no-verdades cuando consigna: “Cada vez es más pesada la carga académica de los estudiantes”. Sencillamente, no es así. Muchos chicos titulan en ESO sin haber hecho la tarea en casa (cosa muy saludable) ni una sola tarde en sus cuatro años de secundaria obligatoria. Un ser irracional sentado en un pupitre, una acémila por ejemplo, hubiera podido titular en la ESO española. Que “cada vez hay más asignaturas”, como dicen los pedagogos, no quiere decir “más carga académica”, siguiendo aquí al citado manifiesto. De ocho a trece asignaturas puede haber en un curso de la ESO. Muy pocas de ellas relevantes: “Imagen y Expresión Corporal” (una especie de Aerobic), junto a un sinfín de materias lúdicas (que no voy a seguir nombrando para no herir a nadie) y de “aprobado obligatorio” ocupan su sitio frente a las realmente formativas: Matemáticas, Lengua, Ciencias Sociales, Latín…Esto es ocupar (mejor dicho, perder) el tiempo precioso de los chicos y chicas con solemnes tonterías. Hace falta titular en secundaria sabiendo leer y escribir correctamente, siendo capaces de localizar los países en el mapa, manejándose con soltura en el tiempo histórico, con unos rudimentos de matemáticas. Muy pocos están logrando estas metas.

Quiero hacer constar que yo, como muchos otros docentes hartos de la LOGSE y sus secuelas, también tenemos una minoría de alumnos excelentes, educados y con ganas de educarse. Hay chicos inquietos intelectual y cívicamente. También los hay con espíritu de sacrificio y, por lo menos, preocupados por su propia educación. Son minoría, por desgracia. Su “supervivencia” en medio de un clima escolar deteriorado, donde falta autoridad, respeto y tranquilidad, es meritoria. Es como si uno quisiera aprender entre cabestros y rebuznos, pues bien, uno necesita hacerlo con dosis de esfuerzo extra (que con un ambiente normal de seriedad y respeto nos ahorraríamos). Es una tarea que parece imposible. Los hay que lo logran y yo les pondría medallas y monumentos: se lo merecen. Porque muchas aulas tienen el clima de establos llenos de rebuznos y desorden. Quien lo quiera negar, que lo niegue, pero falta a la verdad. Para devolver el orden y la paz a las aulas hay que devolver –institucional y legalmente- la autoridad al profesor, permitiendo a este la capacidad de imponer sanciones inapelables. También habría que suprimir el cuerpo de Inspección y todas las demás figuras parasitarias que giran alrededor de los docentes directos, los que cara a cara vemos a los alumnos a diario (ejemplos de figuras parasitarias son: asesores de formación, liberados sindicales, orientadores, etc.). A todos ellos les devolvería a la docencia para disminuir las ratios profesor/alumno y para obligarles a conocer de primera mano cuáles son los verdaderos conflictos y problemáticas de la enseñanza.

También habría que devolver la autoridad a los profesores en los centros. Una sociedad libre necesita de autoridad. Una sociedad socialista exige autoridad. Una comunidad de hombres libres, un mundo libertario exige una autoridad. Un mundo democrático formado por personas libres y racionales exige autoridad. Autoridad y nada más que autoridad (que no autoritarismo). Y la autoridad se aprende en casa y en el aula. Lo demás son monsergas de “progres” alejados del verdadero mundo de la educación, sofisterías de parásitos (del Estado) que quieren interferir en la convivencia normal entre estudiantes y educadores (educadores en el sentido estricto de personas que se dedican a enseñar cara a cara y no de forma teledirigida). Invito a todos los docentes, especialmente a los marxistas y a los libertarios, a que respondan críticamente a toda esta burocratización y tecnificación de la enseñanza. Es un camelo: lo que quieren es mano de obra barata, poco culta y fácilmente manipulable. También la función oculta de la LOGSE fue –y la de la ley vigente, sigue siendo- poner cortinas de humo sobre los Concordatos con la Santa Sede, empeorar la escuela pública para beneficiar a la privada y a la concertada.

Desobediencia civil ante este desastre educativo ¡ya!

Asturbulla
21 Junio 2009

 

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